VIAJE A FRANCIA:
MEDIOCRIDAD DE LA
IGLESIA CONCILIAR[*]
Benedicto XVI sorprendió en
París: reafirmó la separación entre los asuntos que competen a Dios
y al césar, elogiando a continuación la laicidad del sistema
republicano francés.
El viaje a Francia de Benedicto XVI-Ratzinger, manifestó plenamente la nulidad
del contenido intelectual, el sentimentalismo que pretende ser Fe, los errores y
la inconsistencia doctrinal y la mediocridad de esta sub-iglesia postconciliar
plenamente desplegada bajo las cámaras de la cadena de televisión francesa KTO.
Estos tres días en Francia han expuesto el cuadro de esta falsificación de
iglesia católica, esta iglesia gnóstica a la cual se sumaba el cuadro abigarrado
del mosaico de las “opiniones” postconciliares contradictorias y únicamente
unidas por el Vaticano II y que fueron expuestas en todas en las entrevistas y
debates.
Después de haber pisoteado con elegancia y suavidad la doctrina política y
social católica del Cristo-Rey celebrando la laicidad en el Eliseo, Benedicto
XVI cumplió lo que se ha convertido en un cuasi-rito de sus desplazamientos:
renovó su apostasía alabando la “Primera” Alianza “nunca revocada”, delante de
los rabinos talmudistas que abrían su Shabbat. Cumplidos estos preliminares, el
falsificador pudo entregarse de lleno, a lo largo de tres días, a sus secuaces
postconciliares de todo horizonte —menos católico verdadero— que le tejió
laureles: desde Rémi Brague, su adulador de Ratisbona y colega de Communio,
hasta el director del “Pèlerin magazine” el cual, ante las cámaras de KTO, en un
debate complaciente con sus cofrades de Vida y Familia Cristiana, no refrenaba
más sus ardores y confesaba su entusiasmo por el “erotismo” (sic!) de la “marcha
de luz” del viernes por la noche de Notre-Dame de París a los Invalides. Parece
que la pseudos-encíclica de Benedicto XVI-Ratzinger sobre el Eros, (Deus est
caritas), haya producido pleno efecto entre sus fieles.
Benedicto XVI, falsificador del pontificado católico que ha usurpado, al unísono
con los “obispos” de Francia que ha confirmado, después de haber alimentado el
culto de la personalidad convertido en característica de las cubiertas
mediáticas contemporáneas, un culto que hace las veces de contemplación del
fondo, ha dejado lugar a un vacío estupefaciente: ¿qué queda finalmente de esta
visita a Francia? ¿Qué mensaje importante? ¿Qué contenido para la Fe? Nada,
absolutamente nada. A dos días de su partida, el gusto del vacío, de la nada con
un tufo de mediocridad, sumerge el alma. Si importara resumir en un rasgo en qué
consiste esta falsificación de iglesia católica, este falso clero que no tiene
sucesión apostólica, esta alianza del trono liberal y democrático con el altar
de madera contrachapada aglomerada de los Invalides (frecuentado por el vaivén
de la silueta del abad Thuiller, maestro de ceremonia promovido), los clérigos
inválidos de esta iglesia conciliar, el rasgo reside en esta vacuidad.
Habiéndose sustituido a la Iglesia Católica, la contra-iglesia de Benedicto XVI-Ratzinger,
que estafa a las muchedumbres de fieles postconciliares y atrae a los clérigos
reunidos en sed de reconocimiento, no transmite a Nuestro Señor Jesucristo, pero sí
asfixia los canales de la gracia divina. En eso el viaje de Benedicto XVI ha
alcanzado su meta: quod erat demonstrandum.
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