Durante largo tiempo fueron conocidos
como "los judíos del Papa". Cuando el papado se instaló en
Avignon, los judíos que llevaban los negocios del estado
temporal de la Iglesia continuaron. Prosperaron porque el
papa, como casi toda la Iglesia católica, contra los deseos de
revancha que a veces suscitaban sus excesos y abusos financieros. Toda la larga letanía de las
"desgracias" de los judíos en el transcurso de la historia
merece una buena revisión. Después del retorno del papado a
Roma, los judíos permanecieron en el Condado, alrededor de
Avignon. Durante mucho tiempo fueron los únicos judíos
"franceses". Los de Bordeaux eran portugueses y los de Alsacia
alemanes.
Saltamos
etapas y llegamos a la segunda guerra mundial. El Papa y la
Iglesia católica de Roma protegieron a los judíos contra las
leyes raciales que el infortunado Mussolini tuvo que firmar
en contrapartida por el apoyo de los alemanes. Miles de
judíos fueron escondidos en los innumerables conventos de la
Ciudad Eterna. Después de la guerra, fue tal la gratitud, ¡que
el gran rabino de Roma eligió convertirse!
Fue con
la creación del Estado llamado de Israel (un nombre histórico
perfectamente usurpado) que se ha desarrollado una guerra con
el objetivo de destruir la Iglesia Católica que rehusaba
someterse, como los habían hecho los protestantes,
sometiéndose a la voluntad de los sionistas que temían la
influencia cristiana en Medio Oriente. Se lanzó una enorme
campaña de calumnias contra Pío XII, Pontífice durante la
guerra. Furiosas maniobras desembocaron, en el
Concilio Vaticano II y en la modificación de la actitud
tradicional de la Iglesia en la cuestión de sus relaciones
con los judíos. Pero no llegaron a revisar los
textos, en particular los de los Evangelios que relatan la
muerte de Jesús.
Luego
vino el "Papa" Wojtyla, primer "pontífice" polaco, que tomó
el nombre de Juan Pablo II. Poco a poco aceptó inclinarse y
aceptar el yugo. Presionó a
las carmelitas instaladas en Auschwitz, que estaban en su
derecho. Terminó por reconocer políticamente a Israel, cosa
que sus predecesores, guardianes de Tierra Santa, se habían
cuidado bien de hacer. Hizo el ridículo en la sinagoga de
Roma, dándoles el título de "hermanos mayores". Hizo cardenal
al judío Lustiger, arzobispo de París. Demoró y bloqueó el
proceso de canonización de Pío XII. Terminó yendo a Israel
donde llevó a cabo un pequeño rito absolutamente pagano,
deslizando un papel en el muro del Kotel, pretendidamente el
muro del Templo de Salomón. Allí hizo un acto de
"arrepentimiento" por crímenes imaginarios. Resumiendo, se
ganó el apodo, otorgado por todos los
rabinos satánicos, de "papa de los judíos"". No hace falta
decir que muchos buenos cristianos se sintieron bien al verse
librados de ese pedazo de judío gracias a su providencial deceso.
El nuevo
"Papa" formó parte de la Hitlerjugend (Juventud Hitleriana).
Según él, involuntariamente. Tenía 12 años. Hay que recordar que él fue el brazo derecho de
Juan Pablo II y que desde hace mucho viene dando
testimonios de amistad a camarila de rabinos fanáticos. Según
ellos, él fue el que a llevó a cabo la
manipulación teológica que permitió el "acercamiento",
es decir, la subordinación. Los judíos todavía no han obtenido
la parte principal de su demanda: la radical reescritura de
los orígenes del cristianismo. Estos judíos, son por lo tanto
revisionistas: quieren la revisión del conjunto literario
llamado "Historia Sagrada". Ya vimos la jaleo que
armaron el año pasado con el estreno de la película de Mel
Gibson sobre La Pasión. Lo peor de esta historia es que
sus propios textos, en el Talmud, explican muy bien
cómo los judíos de la época hicieron condenar al que a ellos
les parecía un falso Mesías y cómo manipularon a los romanos
para hacerlo ejecutar. Hay una suerte de concordancia entre
las fuentes cristianas, muy precisas, y las judías, bien
explícitas, sobre el hecho de que los judíos oficiales
hicieron matar al personaje Jesucristo. Eso es lo que hoy
ellos quieren hacer borrar de las tablillas en donde
esta historia está grabada desde hace 2000 años... Pensamos de
debemos esperar lo peor, y la completa judaización de de la
Iglesia conciliar.