CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 9
junio 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI al recibir este
jueves en audiencia a una delegación del Comité Internacional
Judío sobre Consultas Interreligiosas --International Jewish
Committee on Interreligious Consultations (IJCIC)--.
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Distinguidos huéspedes,
queridos amigos:
Con mucha alegría doy la bienvenida en el Vaticano a una
delegación del Comité Internacional Judío sobre Consultas Interreligiosas
--International Jewish Committee on Interreligious Consultations (IJCIC)--
Nuestro encuentro tiene lugar durante este año en el que se
celebra el cuadragésimo aniversario de la declaración «Nostra
aetate» del Concilio Vaticano II, cuya enseñanza ha sido, desde
entonces, el fundamento de las relaciones entre la Iglesia y el pueblo judío.
El Concilio afirmó la convicción de la Iglesia de que, en el
misterio de la elección divina, los inicios de su fe se encuentran ya en
Abraham, Moisés y los profetas. Basándose en este patrimonio espiritual y en
la enseñanza del Evangelio, hizo un llamamiento a un mayor entendimiento
mutuo y estima entre cristianos y judíos y deploró todas las manifestaciones
de odio, persecución y antisemitismo («Nostra Aetate», 4). Al inicio de mi
pontificado, quiero garantizaros que la Iglesia sigue firmemente comprometida
en su catequesis y en todos los aspectos de su vida, para poner en práctica
esta decisiva enseñanza.
En los años sucesivos al Concilio mis predecesores Pablo VI y,
de forma especial, Juan Pablo II, dieron pasos significativos para mejorar las
relaciones con los judíos. Tengo la intención de seguir por ese camino. La
historia de las relaciones entre nuestras dos comunidades ha sido compleja y a
menudo dolorosa, pero estoy convencido de que el patrimonio espiritual
atesorado por la Iglesia y por el pueblo judío es en sí mismo fuente de la
sabiduría y de inspiración capaz de guiarnos hacia «un futuro de esperanza»,
según su plan divino (Cf. Jeremías 29, 11). Al mismo tiempo, el recuerdo del
pasado sigue siendo para ambas comunidades un imperativo moral y una fuente de
purificación en nuestro esfuerzo por rezar y trabajar por la reconciliación,
la justicia, el respeto de la dignidad humana y por la paz, que es en último
término un don del Señor. Por su misma naturaleza este imperativo debe
incluir una reflexión constante sobre las profundas cuestiones históricas,
morales y teológicas planteadas por la experiencia de la Shoah.
En los últimos 35 años, el Comité Internacional Judío sobre
Consultas Interreligiosas se ha encontrado en 18 ocasiones con delegaciones de
la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos,
incluyendo el encuentro más reciente en Buenos Aires, en julio de 2004,
dedicado al tema «Justicia y caridad». Doy gracias al Señor por el progreso
que se ha logrado en estos años y os aliento a perseverar en vuestro
importante trabajo, poniendo los cimientos para un diálogo continuo y para la
construcción de un mundo reconciliado, un mundo que esté cada vez más en
armonía con la voluntad de su Creador. Sobre todos vosotros y sobre todos
vuestros seres queridos invoco de corazón las bendiciones divinas de la
sabiduría, la fortaleza y la paz.