Introducción
El Osservatore Romano
del 1 de noviembre de 1996 (ed. esp., págs. 4-6) publicó la conferencia que
el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, pronunció ante los presidentes de las comisiones episcopales de América
Latina [sic] para la doctrina de la fe (Guadalajara, Méjico, mayo de
1996). Título de la conferencia: Situación actual de la fe y la teología.
Salta a la vista sin
esfuerzo que
el Prefecto de la Congregación para la Fe tiene un concepto muy lato de
"teología" y de "fe". Tan lato como
para incluir en él de todo: errores, herejías, apostasías verdaderas y
propias. Sigámoslo punto por punto, al menos en los pasajes más
importantes.
San
Pío
X da en el clavo
En la primera parte de
su conferencia habla el Card. Ratzinger de la "teología de la
liberación",del "relativismo en teología"
(cuyos exponentes punteros son el "presbiteriano americano J. Hick"
y "el antes sacerdote católico P. Knitter") y de la
"New Age".
El cardenal Prefecto,
como ocurre
a menudo, hace gala de buena capacidad de síntesis y, en cierta medida,
hasta de crítica. Así, por ejemplo, escribe que en la "teología
de la liberación", que considera extinguida, "la redención
se convertía en un proceso político [y por ende, temporal y terreno,
agregamos nosotros], para el que la filosofía marxista proporcionaba
las orientaciones esenciales".
Del "relativismo teológico"
nos
dice que su "punto de partida filosófico se encuentra en la
distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno: nosotros nunca podemos
captar la verdad última en sí misma, sino sólo su apariencia en nuestro
modo de percibir a través de diferentes lentes". Por tanto,
"la identificación de una forma histórica única, Jesús de
Nazaret, con lo 'real' mismo, el Dios vivo, es relegada ahora como una recaída
en el mito. Jesús es conscientemente relativizado como un genio religioso
entre otros. Lo Absoluto o el Absolutomismo no puede darse en la historia,
sino sólo modelos, formas ideales que nos recuerdan lo que en la historia
nunca se puede captar como tal. De este modo, conceptos como Iglesia,
dogma, sacramentos, deben perder su carácter incondicionado".
Tocante al "primado dela
ortopraxis respecto a la ortodoxia" del P. Knitter, "antes
sacerdote católico", escribe el Card. Ratzinger que "este
poner la praxis por encima del conocer (...) proviene lógicamente de la
renuncia a la metafísica: cuando el conocer es imposible [dicho con más
exactitud:
si tal se le considera, erróneamente], sólo queda la acción (...) no
se puede conocer lo absoluto, pero sí hacerlo". Sigue la crítica
del Card. Ratzinger: "la cuestión, sin embargo, es: ¿es verdadera
esta afirmación? ¿Dónde encuentro la acción justa, si no puedo conocer
en absoluto lo justo?(...) La mera praxis no es luz (...) Knitter (...)
afirma que el criterio para diferenciar la ortopraxis de la pseudopraxis es
la libertad. Pero todavía tiene que explicarnos de una manera convincente
y práctica qué es la libertad, y qué sirve a la verdadera liberación
del
hombre".
Conclusión: "el
relativismo
de Hick, Knitter y teorías afines se basa, a fin de cuentas, en un
racionalismo que declara a la razón (en el sentidokantiano) incapaz del
conocimiento metafísico". Y así, el Card. Ratzinger llega a
indicar como fundamento de tales aberraciones,a las que más adelante
gratificará con el título de "teología contemporánea",
aquella mala raíz de todo el modernismo otrora desvelada por San Pío X en
la encíclica Pascendi
(1907): el racionalismo agnóstico e inmanentista de Kant, "el filósofo del protestantismo"
(Paulsen).
(1907): el racionalismo agnóstico e inmanentista de Kant, "el filósofo del protestantismo"
(Paulsen).
El
retorno
del paganismo o New Age
El Card. Ratzinger
explica también
a la perfección el neopaganismo de la New Age, que "quiere
ofrecer un modelo totalmente antirracionalista de religión, una
moderna 'mística' en la que lo absoluto no se puede creer, sino
experimentar. Dios no es una persona (...) sino la energía espiritual que
invade el Todo (...) La redención está en el desenfreno del yo (...) en
el retorno al Todo (...) Los dioses retornan. Ellos aparecen más creíbles
que Dios. Hay que renovar los ritos primitivos [precristianos] en los
que el yo se inicia en el misterio del Todo y se libera de sí mismo".El
New Age dice, en una palabra: "abandonemos la aventura del
Cristianismo, que ha fracasado, y, en cambio, volvamos a los dioses".Más
adelante señalará el Card. Ratzinger el influjo de la New Age en
algunas "liturgias" católicas: "hoy se siente el
cansancio de la pura liturgia hablada [pero ¿es que acaso se reduce a
palabras la liturgia católica?] y se desea una liturgia vivencial que
no tarda en acercarse a las tendencias del NewAge: se busca lo
embriagador y extático".
Acabado su examen, pasa el
Card.
Ratzinger a hablar de las "tareas de la teología".Y aquí
comienzan las "notas discordantes".
En
el
banquillo de los acusados: ¡la "teología clásica"!
¿Qué esperaría
el sensus
fidei, o incluso el simple sentido común, del cardenal Prefecto de la
Congregación asignada a la doctrina y a la tutela de la Fe? Esperaría que
tratase a todas estas pseudoteologías como se merecen.
En efecto: la teología
es "la
ciencia que, a la luz de la razón y de la divina revelación, trata de
Dios, y de las criaturas en relación con Dios"; de ahí que
"incluya la Revelación, por parte de Dios, y por parte del
hombre, la fe (...) Como tal, se distingue de la 'teodicea' [o
teología natural], ciencia puramente racional de Dios. Parte la teología
de principios fundamentales que toma, sin discutir, de las fuentes
de la Revelación" (Parente-Piolanti-Garofalo, Dizionariodi
Teologia dogmatica).
De ahí que no
sea posible
considerar como "teologías", sino que han de ser
condenadas como apostasías, los desvaríos heréticos de tales
sedicentes "teólogos", en quienes falta a todas luces el
requisito de la fe, y que en vez de tomar "sin discutir"
sus principios fundamentales de la Revelación, impugnan el hecho mismo de
la divina Revelación, negando la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y,
coherentemente, todos los dogmas de la Fe católica. Pero así es: parece
que para el Card. Ratzinger es "teología" cualquier parlamento
acerca de Dios, aunque sea iniciado y desarrollado sin fe y
contra la fe.
Por lo demás, el
cardenal Prefecto de la Congregación para la Fe, en lugar de incoar un
proceso a estas falsas "teologías", sienta en el banquillo de
los acusados a la teología católica. En efecto, se hace la siguiente
pregunta:"¿por qué se ha mostrado tan indefensa [sic] la
teología
clásica [sic] ante estos acontecimientos?¿Dónde se encuentran
los puntos débiles que la han vuelto ineficaz?". Nótese: "teología
clásica", no teología católica, evitando hasta en los términos
la
discriminación entre verdadera teología y falsas teologías.¿Y por qué
"se ha mostrado", al parecer, "tan indefensa la
teología clásica ante estos acontecimientos"? ¿Acaso no fue
repudiada pura y simplemente, junto con la filosofía "clásica",
por
los "nuevos teólogos" artífices del Vaticano II? ¿O es que tal
vez dichos "acontecimientos" (que, a fin de cuentas, no
son más que herejías que se presentaron antes, en otras ocasiones, en la
historia de la Iglesia) no están refutados por la "teología clásica"?
¿O tal vez debemos pensar que el Card. Ratzinger no está suficientemente
familiarizado con la teología católica?
Por lo que toca a la
"ineficacia"de la "teología clásica", fuerza
es decir que la teología, de suyo, sólo puede tener eficacia en el ámbito
teórico; la eficacia práctica no depende de la especulación teológica,
sino
de la sinceridad de los que yerran, de la intervención tempestiva y eficaz
de la Autoridad (en particular, del dicasterio encargado de la tutela de la
Fe, presidido por el Card. Ratzinger, después del Papa).Santo Tomás, al
comentar el precepto dado por San Pablo a Timoteo("que requieras a
algunos que no enseñen doctrinas heterodoxas",I Tim. 1,
3), recuerda que el deber de la Autoridad es doble: 1) "ponerfreno
a quien enseña lo falso"; 2) "impedir que el pueblo dé oídos
a quien enseña lo falso". Atribuir a la "teología clásica"
la ineficacia de la Autoridad dimisionaria (o algo peor) significa, por
parte del cardenal Prefecto dela Congregación para la Fe, imputar
indebidamente a la teología católica la responsabilidad que le incumbe a
su propio dicasterio en el triunfo de la herejía en el mundo católico.
Y
como
fundamento de la "teología contemporánea", la "exégesis
moderna"
En su intento de hallar
una respuesta a su pregunta: "¿por qué se ha mostrado tan
indefensa la teología clásica [sic] ante estos
acontecimientos?¿Dónde se encuentran los puntos débiles que la han
vuelto ineficaz?", el Card. Ratzinger fija su atención en la exégesis y, nuevamente, en la filosofía kantiana. Hick (pero¿qué
tiene que ver un "presbiteriano" con la teología católica?)
y Knitter (¿y qué tiene que ver con la teología católica un cura
secularizado?) "se remiten, para justificar su labor destructiva
[sic] de la cristología, a la exégesis: dicen que la exégesis ha
probado que Jesús no se consideraba en absoluto hijo de Dios, Dios
encarnado, sino que él habría sido hecho tal después, de un modo
gradual, por obra de sus discípulos [tesis que los modernistas tomaron
y siguen tomando en préstamo a sus "hermanos separados"
racionalistas]. Ambos (...) se remiten, además, a la evidencia filosófica.
Hicknos asegura que Kant ha probado irrefutablemente que lo absoluto o el
Absoluto [porque Dios, para algunos de estos herejes, ni siquiera es
una persona] no puede ser reconocido en la historia ni aparecer en ella
como tal".
De lo cual se desprende
que como
fundamento de la "teología contemporánea", o sea, del
modernismo redivivo, se encuentra la exégesis, o diríamos mejor, una
supuesta exégesis que también arranca del racionalismo agnóstico de
Kant, al cual los "teólogos contemporáneos "han transferido el
carisma de infalibilidad que niegan a la Iglesia. Tampoco hay aquí nada
nuevo: como fundamento del modernismo figuró la "exégesis" de
Loisy, vaciada en los moldes de la exégesis protestante-racionalista, y
como fundamento del neomodernismo figura hoy la "nueva exégesis",
que sigue siendo de cuño protestante-racionalista, y es por esto por lo
que nuestro periódico dedica tanto espacio al problema de la exégesis.
El Card. Ratzinger
extrae la
siguiente conclusión de su explicación: "las preguntas por la exégesis
y por los límites y posibilidad de nuestra razón, es decir, por las
premisas filosóficas de la fe, me parece que indican de hecho el punto
crucial de la crisis de la teología contemporánea [sic], por el
que la fe (y, cada vez más, también la fe de los sencillos) entra en
crisis".
Así pues, "teología
de
la liberación", "relativismo en teología" con
su "destrucción de la cristología", New Age, etc., son
para el Card. Prefecto de la Fe, no herejías y apostasías, sino... la
"teología contemporánea", distinta de la "teología
clásica", no incompatible con ella, como si se tratara de una
variante normal de la única teología.
Luego veremos cómo afronta el
Card. Ratzinger "las preguntas por la exégesis y por los límites
y posibilidad de nuestra razón", que constituyen el fundamento de
la actual crisis de fe. Ahora nos urge señalar que el Card. Ratzinger se
muestra consciente de que la "teología contemporánea",
sin fe o en crisis de fe, no sólo obra la "destrucción de la
cristología", sino que está demoliendo (son sus propias palabras)
"cada vez más, también la fe de los sencillos". ¿Y cuál
considera él que constituye su deber en tanto que Prefecto de la
Congregación para la Fe?
El
"cometido"
de la Autoridad
"Querría
ahora tan sólo
bosquejar la tarea que se nos presenta", dice el Card. Ratzinger,
refiriéndose con ese "nos", como parece lógico, a la
Congregación para la Doctrina de la Fe y a los presidentes de la Comisión
para la Doctrina de la Fe de las Conferencias Episcopales, a los cuales va
dirigida su conferencia.
Y aquí el Card. Ratzingerse
sume en reflexiones teóricas sobre la "exégesis moderna".
Comienza
por decir que, para sostener que "la exégesis ha probado que Jesús
no se consideraba en absoluto hijo de Dios, Dios encarnado, sino que él
habría sido hecho tal después, de un modo gradual, por obra de sus discípulos",
Hick y Knitter "no pueden indudablemente apoyarse [¡menos
mal!] en la exégesis en general, como si se tratase de un resultado
indiscutible y compartido por todos los exégetas (...) Es cierto que un
recorrido global a través de la exégesis moderna [sic] puede dejar
una impresión que se acerca a la de Hick y Knitter". Conque también
aquí,
para el Card. Ratzinger, existe una "exégesis moderna"
distinta,
sí, de la "exégesis en general", pero no incompatible
con ella (suponemos, y así lo esperamos, que ésta última engloba también
a la verdadera exégesis: la exégesis católica). Dicha "exégesis
moderna", que niega radicalmente la divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, ha enterrado claramente a la exégesis católica. Pero esto no
le parece un problema al Card. Ratzinger, que se pone a buscar el
fundamento de la susodicha "exégesis moderna", para la
cual, como para la vieja exégesis modernista, Jesús no es Dios ni nunca
afirmó que lo fuese (cfr. San Pío X,
Pascendi).
"Mi tesis -dice- es
la
siguiente: el hecho de que muchos exégetas piensen como Hicky Knitter, y
reconstruyan como ellos la historia de Jesús [es decir, negando su
divinidad], se debe a que comparten su misma filosofía. No es la exégesis
la que prueba la filosofía [¿?], sino la filosofía la que engendra
la exégesis". ¡Acaba de descubrir el Mediterráneo! Pero ¿es
que hay alguien que no sepa que fue el racionalismo, negador de lo
sobrenatural, el que produjo los delirios de los sistemas protestantes (Formgeschichte,
Redaktiongeschichte, etc.), que presumen de "exégesis"? ¿Y
quién ignora que la "exégesis moderna", copia católica
de la "exégesis" protestante-racionalista, comparte su
presupuesto filosófico: el racionalismo negador de lo sobrenatural?
Siempre se ha sabido. Con la salvedad de que, hasta el Vaticano II, Roma no
reconocía dignidad alguna de "exégesis" a los delirios del
racionalismo protestante, y contra ellos no exponía "tesis",
sino que fulminaba condenas inequívocas. Así, León XIII definió a los
racionalistas como "hijos y herederos" de la
"reforma" luterana, quienes "rechazaron absolutamente
incluso aquellos restos de la fe que habían recibido de sus
padres"; alertó sobre todo a los Obispos, recordando que tales
cosas "deben excitar e inflamar su común solicitud pastoral, de
tal modo que a esta nueva 'ciencia de falso nombre' (I Tim. 6, 20) se
oponga la antigua y verdadera que la Iglesia recibió de Cristo por medio
de sus Apóstoles" (León XIII, encíclica Providentissimus
Deus, 18 de noviembre de 1893). Hoy, en cambio, la "solicitud
pastoral", muerta a manos de la "pastoral" del Vaticano II, no
se excita y no se inflama ya, ni siquiera ante el escándalo de los "sencillos".
El mismo Prefecto de la Congregación para la Fe parece que lo único que
tiene que oponer a la "exégesis moderna" son sus tesis
doctorales. Peor todavía: declara paladinamente que, puesto que "la
fundamentación mediante la teoría del conocimiento kantiana"
goza de sufragios "como acceso hermenéutico incuestionable a la crítica",
"la
autoridad de la Iglesia no puede imponer sin más que se deba encontrar
en la Sagrada Escritura una cristología de la filiación divina".
¡Pues claro que no! Son los herejes los que dictan la ley a la Iglesia, no
la Iglesia a los herejes, y contra ellos la Iglesia, según parece, no
puede hacer hoy lo que siempre ha hecho por derecho divino desde su origen,
imponiendo la "regla de la fe" y excomulgando a quien la niega
pertinazmente: "dobleguemos todo intelecto a la obediencia
de Cristo y estemos prestos a castigar toda desobediencia"
(San
Pablo, II Cor. 10, 5-6; cfr. ivi 13, 2 y ss.; I Cor.4,
18-21; I Cor. 5, 1-5; I Tim. 1, 20; Hech. 5, 1-10).¿De
qué "Iglesia" habla el Card. Ratzinger? No ciertamente de la
Iglesia Católica, sino de la "Iglesia conciliar", que ha
adoptado la errónea concepción de la autoridad propia del liberalismo,
condenada del siguiente tenor por León XIII: "otros
admiten la existencia de la Iglesia (...) pero le niegan la naturaleza y
los derechos propios de una sociedad perfecta, y afirman que la Iglesia
carece del poder legislativo, judicial y coactivo y que sólo le
corresponde la función exhortativa, persuasiva y rectora respecto de
los que espontánea y voluntariamente se le sujetan" (Libertas
Praestantissimum n. 28; Doctrina Pontificia. Documentos políticos,
BAC 174,Madrid 1958) (sobre la "desistencia" de la
autoridad a partir del Concilio, vid. Romano Amerio, Iota Unum,
Salamanca 1995, págs. 110-123).
En efecto: según
el Card.
Ratzinger, la autoridad eclesiástica, si bien "no puede imponer
sin más que se deba encontrar en la sagrada Escritura una cristología de
la filiación divina", no obstante "sí que puede y debe
invitar [¡eso es todo! ¡in camera caritatis!] aexaminar críticamente
la filosofía del propio método". Se ve a las claras que el Card.
Prefecto de la Congregación para la Fe no cree que Nuestro Señor
Jesucristo instituyera en su Iglesia un verdadero poder de gobierno, sino
que estima, a despecho de las Sagradas Escrituras y de la Tradición de la
Iglesia, que Él instituyó tan sólo un cargo de exhortación fraterna. El
doble cometido de la autoridad de "poner freno a quien enseña lo
falso" y de "impedir que el pueblo dé oídos a quien
enseña lo falso", "se inmola hoy ante el principio de la libertad",
escribió
egregiamente Romano Amerio (op. cit., pág.373).
También
Pío
XII tenía razón
"El problema de la exégesis
-concluye
el Card. Ratzinger- se encuentra ligado, como vimos, al problema de la
filosofía. La indigencia de la filosofía, la indigencia a la que la
paralizada razón positivista se ha conducido a sí misma, se ha convertido
en indigencia de nuestra [¿?] fe". Más vale tarde que
nunca. El Card. Ratzinger comienza a entrever no sólo lo que San Pío X
indicó con claridad en la Pascendi,
y León XIII en la
Providentissimus
Deus,
sino también lo que Pío XII denunció con igual claridad en la
Humani
Generis,
cuando reprobó la pretensión de que "satisfaciendo a las
exigencias actuales pueda expresarse también el dogma por las nociones de
la filosofía moderna, ya del inmanentismo, ya del idealismo, ya del
existencialismo, ya de cualquier otro sistema" (Denz.582310).
En rigor, la
teología (y dígase
otro tanto de la exégesis, que aplica normas precisas de orden racional y
de orden teológico, la denominada "hermenéutica") no
necesita de ningún "sistema" filosófico; necesita de la fe y de
la recta razón, y si la Iglesia está acorde con la "filosofía
perenne" y ha adoptado sus términos para la formación de su
doctrina, es porque dicha filosofía es expresión de la sana razón y de
"un verdadero conocimiento de lo creado" (Pío XII, Humani
Generis), y sus términos son "nociones
humanas estables"
(R. Garrigou-Lagrange, O.P., La nouvelle théologie, où va-t-elle?).
La pretensión de fundamentar la Verdad revelada en una filosofía enferma
y malsana, que vaga lejos de la recta razón y del buen sentido común,
cual es el Kantismo, no puede sino concluir en el naufragio de la fe
(personal, y no objetiva, como parece entender el Card. Ratzinger, aunque
en el naufragio se arrastre a muchas almas). Para salvarse de tal desastre
habría bastado la humilde obediencia al Magisterio de los Romanos Pontífices:
"te doy gracias, oh Padre, porque has escondido estas cosas a los
sabios y a los inteligentes según el mundo, y las has revelado a los
humildes"(cfr. Lc. 10, 21).
Contra
el
agnosticismo... más agnosticismo
Una vez acabado su diagnóstico,¿qué
remedio propone el Card. Ratzinger para curar a la exégesisy a la teología?
¿Acaso el retorno a la "filosofía perennemente válida"?
¿Al sano realismo cristiano?. Ni pensarlo. Si bien el diagnóstico del
Card. Ratzinger coincide con el de San Pío X y Pío XII, no así la
terapia. SanPío X y Pío XII (por no hablar de los otros Romanos
Pontífices) oponen
a la falsa filosofía moderna la filosofía perenne y, ante todo, el
tomismo, que "se fundamenta sobre la capacidad de la razón humana
y rechaza todo escepticismo, total o parcial" (Romano Amerio, op.
cit., pág. 367). El Card. Ratzinger, en cambio, alude a la necesidad
de un "nuevo diálogo (...) entre fe y filosofía" para
liberar la razón; pero, precisamente porque quiere que sea "nuevo",
se apresura a cerrar el paso a cualquier tentativa de
"restaurar" la "filosofía perenne": "soy de la
opinión -afirma- de que ha naufragado ese racionalismo [el sano,
que no contrasta con la fe, sino que la sirve] neo-escolástico [y,
por ende y con mayor motivo aún, la escolástica] que, con una razón
totalmente
independiente de la fe, intentaba reconstruir con una pura certeza
racional
los praeambula fidei". No sólo eso, sino que "no
pueden acabar de otro modo las tentativas que pretenden lo mismo",nos
asegura el Card. Ratzinger. Lo que significa, en otras palabras, que para
el Card. Ratzinger es imposible demostrar con argumentos de pura razón
los
dos hechos sobre los que se funda el Cristianismo: 1) que Dios existe;2)
que Dios ha hablado verdaderamente. Pero, preguntamos, ¿por qué es
inalcanzable, a lo que parece, la "pura certeza racional"
de los praeambula fidei? ¿No equivale esto a afirmar que el
conocimiento metafísico es imposible? ¿Y no es éste precisamente el
postulado kantiano que el Card. Ratzinger ha criticado hasta ahora? Y así,
el Card. Prefecto de la Congregación para la Fe no sólo opone
agnosticismo a agnosticismo, sino que declara errada a toda la Iglesia, que
por el contrario ha enseñado y defendido durante dos mil años la
posibilidad de justificar racionalmente el acto de fe, comenzando por su
divino Fundador, que apela a la razón (Jn. 10, 37-38: "si
no queréis creerme a Mí, creed a mis obras"), siguiendo por los
Apóstoles (cfr. I Pedr.3, 15; Rom. 12, 1, etc.), los
Apologistas, que defendieron la credibilidad del Cristianismo con
argumentos de pura razón, y los Padres de la Iglesia (San Agustín: ratio
antecedit fidem, "la razón precede a la fe"), hasta llegar
al dogmático Vaticano I ("la recta razón demuestra los
fundamentos de la fe", Denz.581799) y Pío XII, quien
en vísperas, por decirlo así, del Vaticano II, contra los neomodernistas
que "atacan el carácter racional de la 'credibilidad' de la fe
cristiana" (Humani
Generis, Denz.58 2319),
ratifica que "se puede probar con certeza el origen divino de la
religión cristiana con sola la luz natural de la razón" (ivi);
de ahí que para un católico sea de fe que la credibilidad de la Revelación
se prueba con argumentos de pura razón. Además, si la Iglesia se ha
equivocado durante dos mil años tocante a la justificación racional del
acto de fe, si la vía de los praeambula fidei está destinada al
fracaso, no queda sino continuar en esa "vía del escepticismo, de
la fantasía y de la herejía" que retorna fatalmente al
modernismo (Garrigou-Lagrange, O.P. art. cit.), del que escribe San
Pío X que "sentados estos principios [los del agnosticismo
kantiano] cualquiera puede ver fácilmente qué queda dela teología
natural, qué de los motivos de credibilidad, qué de la revelación
externa. Y es que todo eso lo suprimen los modernistas" (Pascendi,
Denz.58 2072). En efecto, el Card. Ratzinger, aunque parece
distanciarse un tanto de los "principios" del modernismo,
es decir, del agnosticismo kantiano, continúa sin embargo compartiendo las
consecuencias que, coherentemente, extrajeron y siguen extrayendo los
modernistas, a cuya semejanza suprime los praeambula fidei: teología
natural y motivos de credibilidad. Extrañamente, el Card. Ratzinger acepta
el principio de que "la fe libera y protege a la razón de los
errores" (Vaticano I, D.B. 1799), pero no acepta el principio
igualmente sancionado por el Vaticano I, de que "la recta razón
demuestra los fundamentos de la fe" (ivi); por lo cual la
fe, para él, carece de fundamentos racionales. Pero, entonces, nos
preguntamos, ¿cómo puede dejarse "curar" la razón por una
"fe" que no tiene argumentos para justificarse ante aquélla?
Del
agnosticismo
al latitudinarismo: "formas sucedáneas" de fe
A lo largo de esta
vía del
agnosticismo continúa el Card. Ratzinger sin titubeos, hasta el término
de su conferencia, y extrae de ella la totalidad de sus conclusiones más
ruinosas.
"Si consideramos la
presente situación cultural [N. de la R.: la edición italiana
del Osservatore Romano dice 'situación religiosa'; nosotros nos guiamos por la edición española, ignorando a
qué circunstancia
atribuir esta llamativa diferencia], acerca de la cual he intentado dar
algunas indicaciones, nos debe francamente parecer un milagro que, a pesar
de todo, todavía haya fe cristiana. Y no sólo en las formas sucedáneas
[¡sic!] de Hick, Knitter y otros; sino la fe completa y serena
del Nuevo Testamento, de la Iglesia de todos los tiempos".
Así, pues, "Hick,
Knitter
y otros", que niegan la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
la
Iglesia, los Sacramentos y, en sustancia, todo el Cristianismo, para el
Card. Ratzinger " a pesar de todo" continúan teniendo fe
cristiana, ¡aunque en "formas sucedáneas"! Habría que
preguntarse qué quiere decir "tener fe cristiana" para el Card.
Prefecto de la Congregación para la Fe. Además, esa "fe completa
y serena" de la "Iglesia de todos los tiempos",
que parece diferir de las apostasías actuales tan sólo en completitud y
tono, una vez eliminados los praeambula fidei carece de títulos de
credibilidad que puedan ser reivindicados ante la razón respecto de las
mentadas "formas sucedáneas". El Card. Ratzinger se
pregunta, en efecto: "¿por qué tiene la fe [la
de "todos los tiempos", así como sus "formas sucedáneas"],
en suma,
todavía una oportunidad?". Respuesta: "yo diría lo
siguiente: porque está de acuerdo con lo que el hombre es (...) En el
hombre anida un anhelo inextinguible hacia lo infinito. Ninguna de las
respuestas intentadas es suficiente [pero esto ¿hay que creerlo bajo
palabra o hay que conocer por experiencia todas las religiones?] ;sólo
el
Dios [pero que, en opinión del Card. Ratzinger, la razón no puede
demostrar que es verdaderamente tal] que se hizo él mismo finito para
abrir nuestra finitud y conducirnos a la amplitud de su infinitud [¿no
para redimirnos del pecado?] responde ala pregunta de nuestro ser".
Así pues, lo que
al parecer
explica la "oportunidad" (la "vitalidad",
decían los
modernistas) de la "fe" ("de todos los tiempos"
o en sus "formas sucedáneas", poco importa), no son
motivos de orden histórico y racional, ni, por ende, la verdad del
Cristianismo, sino tan sólo la apreciación subjetiva que nos lleva a
constatar que satisface las profundas exigencias de nuestra naturaleza. No
obstante, no es esa la doctrina católica; ésa es la apologética
modernista
(cfr. San Pío X, Pascendi), fundada
en la aseverada
imposibilidad del conocimiento metafísico (o agnosticismo o escepticismo),
que el Card. Ratzinger parecería querer abandonar en la primera parte de
su conferencia.
Se hace así
patente por qué el
Card. Ratzinger tiene un concepto tan lato de "teología"
y
de "fe" como para englobar de todo en él: teología y
herejías, fe y apostasía. En el sendero que continúa frecuentando, el de
la negación de la capacidad cognoscitiva de la razón, le falta el "instrumento
para discernir la fe de lo que no lo es" (Romano Amerio, op.
cit., pág. 242), y consecuentemente para discriminar la teología de
la no-teología, la verdad de la herejía: "todas las teologías
resultan anuladas por equivalencia, y el nudo de la religión sigue siendo
(según el principio modernista) el sentimiento, lo vivido"
(ivi,pág. 370).
No vemos cómo
puede sustraerse
al anatema del Vaticano I dicha posición del cardenal Prefecto de la Fe:
"si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble
por signos externos y que, por lo tanto, deben los hombres moverse a la fe
por sola la experiencia interna de cada uno y por la inspiración privada,
sea anatema" (Denz.581812).
Romualdus
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REGRESAR
PORTADA
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Tomado de SíSí NoNo