JOSEPH RATZINGER: ¿QUIÉN ES?
.
.

¿HABEMUS PAPAM?
Eberhard Heller

   Este tipo de renuncia a la verdad se encuentra en el decreto sobre la así llamada libertad religiosa, a menudo mal entendido, pero especialmente en el decreto Lumen gentium (LG) sobre la Iglesia, pues los esfuerzos ecuménicos para la unidad con otras Iglesias (parciales) dependen largamente de decisiones doctrinales de la Iglesia sobre sí misma. Surge así un sistema doctrinal de proposiciones que se sostienen entre sí. Las explicaciones de la constitución eclesiástica LG enlazan con la comprensión de la Iglesia como misterio: "La sociedad provista de órganos jerárquicos y el cuerpo místico de Cristo, la asociación visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia obsequiada con dones celestiales, no deben considerarse dos dimensiones distintas, sino que constituyen una única realidad compleja que crece conjuntamente a partir de un elemento humano y divino. [...] Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Credo confesamos como una, santa, católica y apostólica" (LG 8). De esta realidad compleja se dice luego: "Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, es realizada (subsistit) en la Iglesia católica, guiada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunidad con él."   Según Thönissen, este pasaje de LG admite la siguiente interpretación: "El análisis de este pasaje del texto señala tres perspectivas: 

  • a) La Iglesia una de Jesucristo existe en la concretidad histórica; encuentra su forma de existencia concreta en la Iglesia católica; la Iglesia una existe realmente. 

  • b) La Iglesia católica no es absolutamente –indiscerniblemente– idéntica con la Iglesia una de Cristo, pero existe en relación fundamental y esencial con ella. El ser de la Iglesia de Jesucristo es por cierto siempre mayor que la existencia concreta de la Iglesia católica. 

  • c) Fuera de los límites de la Iglesia católica no hay ningún vacío eclesial. ‘Realidad eclesiástica’ hay también fuera de la Iglesia católica. Aquí subyace pues el entero problema ecuménico." [10] 

   También fuera del organismo de la Iglesia católica pueden hallarse entonces "elementos de santificación y de verdad [...] que como dones propios de la Iglesia de Cristo impulsan hacia la unidad católica" (LG 8). Aunque el Vaticano II siga hablando de la Iglesia católica en la que está 
realizada la Iglesia única concebida por Cristo, sin embargo el subsistit de LG permite en la Iglesia la pluralidad en tanto comunidad de Iglesias parciales. Thönissen concluye en coherencia con esta interpretación: "El Concilio ha entendido la unidad como Communio. De ahí se sigue que la Iglesia de Jesucristo se sostiene en las Iglesias locales o parciales y a partir de ellas."[11]   Por eso con la "unidad católica del pueblo de Dios" (UR 13) es posible también la comunidad de Iglesias parciales. 

   Para alcanzar en definitiva una unidad total de las Iglesias parciales, donde esa unidad debería estar realmente simbolizada por la Eucaristía, el 25 de mayo de 1995 publicó Juan Pablo II la encíclica Ut unum sint (UUS) –"Para que todos sean uno", Jn. 17, 21–, en la que se remite a decisiones del Vaticano II y a sus esfuerzos ecuménicos: "El Concilio Vaticano II expresa la resolución de la Iglesia de aceptar la tarea ecuménica en favor de la unidad de los cristianos, e impulsarla adelante con convencimiento y resolución" (UUS 8). Pero también concede: "Ahora podemos preguntarnos cuán largo es el camino que nos separa de aquel día glorioso en que se alcance la unidad plena en la fe, y podamos celebrar en concordia mutua la Santa Eucaristía del Señor. [...] El fin último del movimiento ecuménico es el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los bautizados. Con vistas a este fin todos los resultados alcanzados hasta ahora son sólo un fragmento del camino, aunque positivo y muy prometedor." (UUS 77) 

   Ante el extravío de la unidad originaria, perdida por cisma y herejía, es especialmente llamativo que se diga "que este santo propósito de la reconciliación de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia una y única de Cristo, sobrepasa las fuerzas y las capacidades humanas" (UR 24), frase repetida en el Nº 822 del nuevo Catecismo de la Iglesia católica de 2003. Ahí se define un objetivo, perdido en verdad por un comportamiento humano equivocado, pero cuya recuperación se sustrae a las posibilidades de la Iglesia. Así pues, si es que algo se consigue, –por ejemplo la "Declaración común sobre la justificación", celebrada como piedra miliar del ecumenismo–, he allí necesariamente el "éxito" de Dios, aunque su formulación se aparte de la fe católica. 

   Ratzinger estuvo y está involucrado en este proceso del llamado ecumenismo y comparte activamente su configuración: como teólogo conciliar, como profesor, como obispo de Munich, como prefecto de la Congregación de la Fe... y ahora como Benedicto XVI, en cuya calidad designa como una de sus tareas más importantes la "solicitud fundamental del ecumenismo" (Alocución del 20 de abril a los cardenales, es decir, ¡un día después de su elección!). Pero contra otros muchos ecumenistas, Ratzinger quiere que estos esfuerzos ecuménicos se desarrollen como un proceso aproximativo en pasos metódicos, controlables y controlados.

   Como enfatiza en sus entrevistas, no quiere la unidad buscada a partir del mínimo común denominador, es decir, sobre la base de una concordancia doctrinal mínima, sino como comunidad de las Iglesias (parciales). En este sentido habla de "polifonía". Ratzinger tratará pues de seguir desarrollando la Ecumene como proceso según la "polifonía" que él dice, es decir, se esforzará por buscar una unidad eclesiástica donde las llamadas Iglesias parciales puedan conservar su autonomía respecto de sus conceptos teológicos y su especial comprensión de las cuestiones litúrgicas. A diferencia de Küng que, discutiendo el papel de Ratzinger como uno de los teólogos conciliares decisivos, quiere atribuírselo a sí mismo y se alegra de que se vulneren dogmas eclesiásticos, como de romper las copas tras un brindis, Ratzinger introduce tales rupturas con mucha más precaución, y las oculta en fórmulas que luego expresan un "consenso diferenciado", palabra mágica aplicada a la interpretación de la Declaración común sobre la doctrina de la justificación (DDJ) firmada el 31 de octubre de 1999. Querían sacar de en medio todas las antiguas condenas doctrinales, que de acuerdo con la polifonía sólo hubieran estorbado. 

   La DDJ es el resultado de un diálogo que iniciaron representantes de la Alianza Mundial Luterana y de la Iglesia Católico-Romana hace más de treinta años. La cuestión de la justificación siempre estuvo en su centro. La tesis central de la DDJ dice en su Nº 15: "Sólo gracias a la fe en el acto salvífico de Jesucristo, y no a causa de nuestro mérito, somos acogidos por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos capacita e incita para las obras buenas." Según información de los miembros de la comisión, Ratzinger tuvo parte en la redacción de esta declaración, cuya firma al menos tuvo lugar bajo su égida. Aunque Ratzinger haya vuelto a distanciarse de esta fórmula, ella sigue desde entonces obligatoriamente en vigor. Pero hay que tener presente que el pasaje citado entraña elementos de contenido protestante condenados por Trento.[12]

   Según la concepción católica, la justificación significa para el hombre la supresión del pecado original y la recuperación de la gracia santificante, lo que sucede por primera vez en el bautismo. Dios saca al hombre del pecado, si el hombre quiere, si él agarra libremente la mano de Dios. El hombre interviene pues en la justificación de modo totalmente activo. Fe, esperanza y caridad son actos morales libres del hombre. Es decir que si el creyente quiere permanecer en la gracia de Dios, la colaboración debe mantenerse mediante actos buenos y morales. Cristo dice: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre en el cielo" (Mt. 7, 21). "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." (Mt. 19, 17) ¡Pero una mera "justificación por las obras", como se atribuyó a la posición católica, no existe! Según la concepción protestante las obras buenas son la consecuencia necesaria de la justificación. Y según ella hay que entender cuando la DDJ dice: la justificación es lo único que nos capacita e incita "para las obras buenas". 

   Pero los ecuménicos como Thönissen lo ven de otro modo: «Esta solidaridad fundamental en la comprensión de la justificación permite constatar que las condenas doctrinales recíprocas pronunciadas en el siglo XVI a propósito de la justificación ya no afectan al interlocutor actual. Esto no excluye diferencias en el lenguaje, en la configuración teológica y en el acento con que se comprende la justificación. Pero a la luz de la concordancia ganada estas diferencias pierden su carácter de divisoras de Iglesias. Con ello se expresa que el fin de los esfuerzos ecuménicos no es una unicidad que excluye todas las diferencias, sino una ‘diversidad reconciliada’ que enriquece la cristiandad. Entretanto la teología ecuménica llama a una coincidencia así un ‘consenso diferenciado’». [13]

   Los ecumenistas ven una dura recaída en la declaración Dominus Iesus de Ratzinger. Las afirmaciones acerca de las Iglesias y las comunidades eclesiales, sobre todo las del cap. 4, molestaron a gente como el cardenal Kasper y los representantes de la "Iglesia" evangélica: "Hay pues una única Iglesia de Cristo, que subsiste [14] en la Iglesia católica y que es guiada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunidad con él. Las Iglesias que en verdad no están en comunidad perfecta con la Iglesia católica, pero se ligan con ella por vínculos íntimos, como la sucesión apostólica y la eucaristía válida, son auténticas Iglesias parciales. Por eso la Iglesia de Cristo también está presente y operante en estas Iglesias [...]. Las comunidades eclesiales que no han conservado el episcopado válido y la realidad originaria y plena del misterio eucarístico, no son Iglesias en sentido auténtico" (Nº 17). Estas afirmaciones pretendidamente "católicas" impiden advertir que aquí se está trabajando con un concepto de Iglesia, acuñado por LG, que contradice la declaración de Pío XII en Mystici Corporis. (No me interno aquí más en este problema porque en la siguiente exposición es tratado especialmente.)[15]

   Sobre el desarrollo actual del ecumenismo el propio Ratzinger adopta una postura totalmente reservada, incluso más bien escéptica: "Estábamos de hecho demasiado confiados cuando creíamos que los diálogos teológicos podrían restablecer la unidad de fe en un tiempo más o menos breve. Nos equivocamos cuando nos metimos en la cabeza que esta finalidad tendría que alcanzarse simplemente dentro de plazos establecidos. Por un momento habíamos confundido teología con política, diálogo sobre la fe con diplomacia. Queríamos hacer por nosotros mismos lo que sólo Dios puede hacer. Por eso debemos aprender la disposición a buscar constantemente, sabiendo que el buscar mismo es un modo de hallar, que estar en camino y proseguir sin descanso constituye la única actitud adecuada para el hombre en peregrinación a lo eterno." [16]

   Sin embargo, según Ratzinger, este proceso debe continuarse en pasos medidos con precisión, un proceso de todos modos hace tiempo fuera de control, porque para los implicados en él la relevancia teológica de semejante disciplina ya no es asequible, ni gobierna siquiera ya al propio Ratzinger, como muestra el siguiente hecho. En el así llamado "Día de los católicos" de 2003, en Berlín, el Profesor Gotthold Hasenhüttl   [17] fue suspendido de su cargo por la Congregación de la Fe, cuyo jefe fue Ratzinger hasta hace poco, por "abuso grave" de su cargo dada su "participación en una celebración eucarística con protestantes", castigo ratificado en 2004.
[18] 
Pero en el funeral de Juan Pablo II, el "juez" Ratzinger administró la "comunión" al fundador protestante de Taizé precisamente, a Roger Schütz, sin que se sepa que Ratzinger se haya suspendido por eso a sí mismo. Con ello Ratzinger se sabía en conformidad con su fallecido jefe, quien en su capilla privada también había repartido la "comunión" a invitados protestantes. Ratzinger se convierte aquí en testigo contra sí mismo. [19]   

   La Ecumene, tal como el Vaticano II la concibió, no sólo es problemática, es irrealizable, ya que una unificación es inviable por incompatibilidad de las posiciones respectivas de los diversos miembros eclesiales. Tampoco puede superarse con el truco del "consenso diferenciado". Por aducir sólo un ejemplo, entre muchos: ¿Cómo se imagina Ratzinger una "polifonía" teológica basada en posiciones recíprocamente excluyentes del todo? Tomemos simplemente el problema de la presencia real de Cristo bajo las formas de pan y vino. Según la concepción católica, el sacerdote ha obtenido mediante su consagración pleno poder para transformar durante la misa en la transubstanciación, si usa las fórmulas válidas, el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.

   Los protestantes rechazan el sacerdocio de consagración, se limitan al sacerdocio general. Cristo se hace real, según Lutero, en el momento de la ingestión. Esta presencia real no se basa sin embargo en el poder pleno para transubstanciar las formas de pan y vino, sino en la fe en la fuerza operante de la intervención de Cristo, y hace depender su posibilidad de la omnipresencia del hombre-Dios exaltado. [20] ¿Cómo pretende Ratzinger reconciliar en una "polifonía" estas posiciones excluyentes? ¡Imposible! Ese tipo de unión, para seguir con la terminología musical de Ratzinger, desembocará necesariamente en una cacofonía. 

   En definitiva la Ecumene culminará en una formación, similar a la Unión Europea, que si no se disolviera en una papilla de unidad teológica, ni se la redujera simplemente al "mínimo común denominador" –opción que Ratzinger conscientemente excluye–, se limitará a momentos periféricos de carácter organizativo. La Ecumene se mostrará ilusoria y, después de destruir todos los niveles religiosos, terminará en un desastre, porque a pesar de la supuesta autonomía que debiera conservarse, hoy en la praxis se ha desplegado ya una mescolanza de posiciones particulares teológicamente insostenibles que ha pervertido por completo la verdadera doctrina. Por esto se verán afectados en primer lugar aquellos países de Europa y América del Norte que fantasearon sobre una reunificación de las "Iglesias", ¡sin unidad en la Fe! Más bien inafectados permanecerán países como Croacia, los continentes centro y sudamericanos, África, India, donde al menos la situación económica es tal que los hombres todavía tienen que preocuparse por resolver problemas de subsistencia. Por eso tal vez ofrezca aún un cierto asidero el afincamiento en lo religioso, y por allí en posiciones fundamentales que en sí no cejan, muy pese a la presión modernista sobre lo litúrgico, desgravada empero de un debate ecuménico ideológicamente conducido.

   En el presente debate no se trata de hurgar en las profusas exposiciones teológicas de Ratzinger [21] 
en busca de herejías: excedería por demás el espacio de este ensayo y no le haría justicia al autor.[22] . Pero para responder a la pregunta inicial acerca de si Ratzinger es Papa, basta con señalarlo como uno de los codefensores capitales de una idea –a saber, el ecumenismo vaticano– absolutamente herética en tanto que en ella verdad y error son conscientemente colocados al mismo nivel. Esta transformación semántica conciliar la confirma, entre otros, el Profesor P. Claude Geffre O.P., decano de la Facultad de teología de Saulchoir, en Le Monde del 25 de enero de 2000: "En el Concilio Vaticano II la Iglesia católica descubrió y aceptó que no posee el monopolio de la verdad, que tiene que tener abiertos sus oídos al mundo. [...] Aquellas [religiones] opuestas a estas reivindicaciones legítimas están condenadas a reformarse o a desaparecer." 

   Tampoco hay que olvidar que Ratzinger fue la mano derecha y la cabeza teológica de su jefe, para el que un teólogo norteamericano enumera 101 herejías. A la pregunta de Seewald sobre si Ratzinger tuvo serios problemas con su jefe en cuestiones de fe, él responde: "Diferencias en el sentido auténtico de la palabra no hubo."[23]
. ¡Y uno de los primeros actos de Benedicto XVI en su ministerio fue pretender darle categoría de santo a este hombre! 

Por eso: ¿Habemus Papam? 

¡Non! Habemus Ratzinger! 

EL PROGRAMA PREVISIBLE DE RATZINGER 

   Aunque la discusión mostró que Ratzinger no cumple las condiciones establecidas por el Papa Pablo IV, en la bula Cum ex Apostolatus officio del 15 de febrero de 1559, para una asunción legítima del cargo, es relevante sin embargo lo que pueda esperarse de él como sucesor de Juan Pablo II. En la alocución a los cardenales del 20 de abril esbozó su programa: 

  • 1) La celebración del cuadragésimo jubileo del Vaticano II, cuyas declaraciones han de considerarse una brújula. 

  • 2) Continuación del diálogo teológico. 

  • 3) "Purificación del recuerdo": con lo que son aludidas las peticiones de perdón. 

  • 4) Continuación de las tendencias ecuménicas. 

  • 5) Continuación del diálogo interreligioso. 

   Pero al margen de estos puntos programáticos, le incumben otros problemas que le llevaron los llamados modernistas: entre otros la ordenación de mujeres, la inseminación artificial, el aborto, la comunidad eucarística con los protestantes, etc. A estas exigencias podría darles una clara negativa, como muestra la condena pronunciada entretanto, como "expresiones de una libertad anárquica", a los llamados matrimonios-homo: "Matrimonio y familia no son una construcción sociológica voluble, sino resultado de situaciones históricas y económicas especiales." (sic!) (FOCUS-Online del 7 de junio de 2005) 

   Ratzinger no tuvo gran interés en la reforma litúrgica: las innovaciones eran para él en parte una "crueldad". Esclarecedor también en este contexto es lo que escribió acerca de la reforma litúrgica, que, según él, "no representa una revivificación, sino una devastación" (Prólogo a: Gamber, Die Liturgiereform, Le Barroux 1992, p. 6): "Estoy convencido de que la crisis eclesiástica en la que hoy nos hallamos, procede en su mayor parte del desmoronamiento de la liturgia." (La mia vita, ricordi 1929-1997, Roma 1997). En otro lugar escribe: "Quisiera señalar explícitamente que el título con que en 1970 se presentó el llamado Misal de Paulo VI es totalmente correcto desde el punto de vista de la historia de la liturgia: Missale Romanum ex Decreto Sacrosanti Concilii Vaticani II instauratum. Auctoritati Pauli PP. VI promulgatum. Aquí está plenamente expresa la continuidad del desarrollo, que no se mantuvo vigente sin embargo durante su introducción y tramitación de hecho en la Iglesia. Como ya he dicho, considero este Misal ‘en muchos aspectos como una verdadera mejora y enriquecimiento’. Lo que ha dañado y sigue dañando profundamente a la Iglesia es el foso abierto entre lo ‘preconciliar’ y lo ‘postconciliar’, como si se tratara de dos Iglesias y de dos liturgias, como si lo que antes era lo más santo fuera ahora lo más prohibido y malo. Una institución que procede así con su historia y con los hombres que le pertenecen no debe asombrarse de las consecuencias negativas. Por lo demás, justamente esta insistencia sobre una supuesta oposición dañó la recepción del Misal renovado más que ninguna otra cosa. Por eso sólo puedo decir una y otra vez con insistencia que esta ‘excomunión’ del antiguo Misal tiene que terminar, también precisamente a causa de la correcta apropiación del nuevo."[24]

   Ya que ha concedido que la fórmula consagratoria del cáliz fue mal traducida con el "para todos", y que él mismo critica la versión alemana del Novus Ordo por contener otros errores, bien podría ser que, por un lado, devolviera a la misa tridentina su rango como liturgia de la era preconciliar y, por otro, procurara salvar dicho Ordo, al menos en la versión alemana. Acerca de las divergencias de los "misales" alemanes respecto del original latino, escribe: "A partir de ahora, no debería ser posible hablar sin más de la ‘configuración de banquete’ de la eucaristía, afirmación al respecto que se basa en una mala comprensión del acontecimiento fundamental y lleva en general a una mala comprensión del sacramento. Menos aún debe designarse la eucaristía simplemente como ‘banquete’ (ni siquiera simplemente como ‘banquete sacrificial’). Bajo este punto de vista es imperioso desear una revisión de la traducción alemana del Misal de Paulo VI, donde, sobre todo en las postcomuniones, frente al original latino la palabra ‘banquete’ casi se ha convertido en la designación regular de la eucaristía produciéndose así una contradicción objetiva con el texto original del Misal."[25]     

   Por eso, con la concesión sin trabas de la Misa antigua, "a causa de la correcta apropiación del nuevo [Ordo]", como él dice, podría complacer plenamente por ejemplo a los lefebvristas –quienes fundamentan su resistencia exclusivamente en la lucha de ritos por la misa– y así paralizarlos: con la autorización irrestricta de la Misa antigua se colmarían sus supuestos reclamos. Luego Ratzinger podría exigirles con justicia su incorporación a las estructuras eclesiásticas y el pleno reconocimiento de los superiores locales, bajo renuncia a su especial status anterior como cuasi-orden. A la mayor parte de los lefebvristas, que sólo apuntan a satisfacer las necesidades tradicionalmente religiosas de su clientela, también podría bastarle una oferta así, y seguramente se llegaría a la formación de dos asentamientos, con lo cual los disconformes con este compromiso tendrían que decir por fin qué es lo que en propiedad teológica y eclesialmente quieren, o bien en qué puntos se diferencian de nosotros los sedevacantistas. Pues hasta ahora han temido, como el diablo al agua bendita, aplicar el concepto de "herejía" a todas las innovaciones que también ellos consideran contradictorias con la fe.[26]

PERSPECTIVAS HIPOTÉTICAS   

   Permítaseme aquí especular por una vez sobre qué sucedería si Ratzinger, de hecho una cabeza refinada –en las filas tradicionalistas no conozco a nadie que pueda estar a su altura o demostrar un saber tan abarcador–, reconociera la entera medida de la destrucción a cargo del Vaticano II y efectuara un viraje radical. ¿Qué resultaría de semejante conversión? Supongamos que derogara todas las innovaciones en el ámbito de la liturgia y las reformas de los ritos sacramentales, que extirpara las demás herejías, etc. ¿No podría con tales actos ser reconocido en definitiva como Papa ortodoxo y legítimo? Descontando que partes enteras de la Iglesia conciliar se apartarían de él, eso no modificaría nada en el estado de real vacancia de la Sede. Aquí se aplicarían otra vez las precisiones de Paulo IV (cuarto), según los cuales un hereje está (y permanece) incapacitado para ejercer el ministerio. Ratzinger, como jefe de la Iglesia conciliar, podría empero guiarla a la conversión y dirigirse con una abjuratio pública a los cristianos católicos ortodoxos y pedirles perdón, ya que no conozco ministros a los que en este asunto pudiera Ratzinger dirigirse, a alguno de los obispos tradicionalistas por ejemplo, porque entretanto de un modo o de otro todos ellos se han desacreditado. Así seguramente grandes partes de la cristiandad volverían a ser ganadas para la Iglesia verdadera, pues la revolución no vino del pueblo creyente, sino "desde arriba", pero la restitución de la Iglesia tendría que efectuarse sin embargo según las condiciones esbozadas en EINSICHT para una restitución de la Iglesia como institución de salvación.

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

a

.

REGRESAR

PORTADA


NOTAS
  • [10] Ibíd., p. 6.  

  • [11]  Ibíd., p. 8. 

  • [12] Está previsto un ensayo específico sobre la Declaración común sobre la doctrina de la justificación y el papel que Ratzinger desempeñó en ella.

  • [13] Thönissen, Wolfgang: Ökumene nach katholischem Verständnis, p. 8. 

  • [14] "Subsiste" debe interpretarse según la concepción herética de la Iglesia en
    Lumen gentium.  

  • [15] Sobre la interpretación de Dominus Iesus, cfr. también Gaudron, Matthias: Das vatikanische Dokument Dominus Jesus - was soll man davon halten?, en: "Mitteilungen der Priesterbruderschaft St. Pius X", No. 263, Noviembre 2000; igualmente Barth, Heinz-Lothar: Note zu Dominus Jesus, en: "Kirchliche Umschau",  No. 10, Octubre 2000. Remito a mi propia exposición, Dominus Jesus - Rückkehr zur wahren Kirche oder ökumenischer Störfall, en: EINSICHT XXXI, 6, pp. 199 s.

  • [16] Ratzinger, Joseph: Weggemeinschaft des Glaubens, Augsburgo 2002, p. 230. 

  • [17]  Hasenhüttl, que fue asistente de Küng en Tubinga, conoció personalmente a Ratzinger, cuando éste, a instancias de Küng, obtuvo la segunda cátedra de teología en Tubinga. Hace poco (AP, 18 de abril de 2005), Hasenhüttl se pronunció  muy positivamente sobre su juez Ratzinger: "Antes me ayudó mucho y también me apoyó en publicaciones de crítica a la Iglesia." (www.cardinalrating.com/cardinal 84_article_1359.htm)

  • [18] JUNGE FREIHEIT del 10.12. 2004.

  • [19] Expone el hecho el Süddeutsche Zeitung del 9/10 de abril de 2005. También la televisión relató este incidente referido a Hasenhüttl, de 71 años.

  • [20] Para la exposición de las diferencias doctrinales entre católicos y protestantes, cfr. Möhler, J. A.: Symbolik oder Darstellung der dogmatischen Gegensätze der Katholiken und Protestanten nach ihren öffentlichen Bekenntnisschriften, 7ª ed., Regensburg 1909; asimismo, Holzapfel, Heribert: Katholisch und Protestantisch - eine leidenschaftslose Klarstellung, 2ª ed., Friburgo 1931.  

  • [21] Sobre la bibliografía de Ratzinger, cfr. Heim, Maximilian Heinrich: Joseph Ratzinger. Kirchliche Existenz und existenzielle Theologie unter dem Anspruch von Lumen Gentium, Frankfurt 2004; también, Baier, Walter: Weisheit Gottes - Weisheit der Welt, St. Ottilien 1987; también http:/teol.de/nopublic/biratzi.htm.

  • [22] Para valoración de los escritos teológicos de Ratzinger, cfr. p. e. Kröger, Athanasius: Die eigenwillige Theologie von Kardinal Ratzinger, en UVK 12 de 1982, Athanasius: Die eigenwillige Theologie von Kardinal Ratzinger, en UVK 12 de 1982, pp. 150 ss., donde el autor señala que a Ratzinger, en "su doctrina y modos de formulacion", apenas podía distinguírselo de Karl Rahner y Hans Küng. También Die "neue Theologie" oder "Sie glauben, gewonnen zu haben", Sion 1995.

  • [23] Ratzinger, Joseph: Salz der Erde, p. 114. 

  • [24] Ratzinger, Joseph: Aus meinem Leben - Erinnerungen (1927-1997), Munich 1998, pp. 189 ss.

  • [25] Ratzinger, Joseph: Das Fest des Glaubens, Kempten 1993, pp. 47 ss.

  • [26]  Sobre las expectativas puestas en Benedicto XVI, cfr. también Oschwald, Hanspeter: Der deutsche Papst, pp. 167 ss., pp. 253   ss. él."