TUA DOCTRINA NON EST MEA Padre
Andrés Morello
Mayo de 2006
Nada
más cierto, Aquél que era la Verdad eterna, inmutable e
incontestable, Nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho hombre,
repetía aquí en la tierra sus decires eternos: Lo que Dios es
y lo que las cosas son y serán siempre. La Verdad no cambia
porque no es más que lo que es; si pudiera cambiar la verdad
habrían de cambiar las cosas sin dejar de ser lo que son y eso
es absurdo. Vista el varón de mujer, finja que lo es, sea
amanerado y afeminado, pero jamás será mujer. Cada cosa es lo
que es. Si esto vale para las cosas y para los hombres,
necesariamente vale para la doctrina que es verdad para
salvarnos. Ni los postulados de la Fe pueden cambiar, ni la
naturaleza de la Iglesia. No la Fe porque es lo revelado
por Dios, no la Iglesia porque Ella es como Dios la quiso y la
quiere.
Así las cosas, se entiende la noción de Jerarquía en la
Iglesia que Dios la quiso que sea de tal manera y para tal fin;
la noción de Magisterio que es enseñanza de la doctrina que
Dios enseñó; la de Tradición que es esa Fe enseñada por esa
Maestra fundada por Jesucristo para que diga por boca de hombres
consagrados y bajo Su guía sobrenatural Su doctrina y Su
verdad. Bien pudiera y debiera decir un Cardenal, un Obispo, un
Pontífice o un Concilio: "Mi doctrina no es mía sino la
de Aquél que me ha enviado."
Esto
es una verdad teológica absoluta y por lo mismo invariable. Ha
de enseñarse lo de Dios, lo de Jesucristo, lo que
como sagrado tesoro guardó siempre la Iglesia; no su inventiva
ni su fantasía. Dice y debe decir lo que aprendió y como lo
aprendió, con un respeto total a una doctrina que no es suya
sinó de Dios, y si es suya lo es porque es de Dios.
La Jerarquía en la Iglesia es, entonces, guardiana
de la Tradición y del Sacrificio. La doctrina es un
conjunto de nociones sobrenaturales que hacen el nudo de nuestra
Fe. Esa doctrina repetida a lo largo de los siglos, siempre la
misma, siempre idéntica, siempre de la misma manera, en todo
lugar y tiempo, eso es la Tradición . En boca del Papa San Agatón,
quien así la definiera: “Quod ubique, quod semper docuit
Ecclesia” “Lo que siempre y en todo lugar enseñó la
Iglesia”
¿Puede
un Papa cambiar lo que otro definió asistido por Dios?: Jamás.
¿Puede
un Papa modificar de manera esencial algún punto de la
doctrina?: Nunca.
Es de la naturaleza propia de su Pontificado, de
la esencia de su investidura, decir la Verdad de Dios.
Verdad que no cambia ni puede cambiar por ser simplemente la
expresión del pensamiento de Dios acerca de lo que debemos
creer y profesar, pensamiento que por ser expresión de la
realidad sobrenatural no cambia ni puede cambiar. En el Cielo
como en la tierra las cosas son siempre lo que son.
¿Puede
decir algo contrario a su naturaleza de Pontífice
asistido por Dios, de manera solemne o enseñando a la
Iglesia Universal?: Jamás. Si alguien lo hace no es Pedro, ni
es Juan, ni es el Colegio de los Apóstoles. Es Caifás o un
nuevo Sanhedrín.
¿Qué
pasa ahora?
El
26 de abril de este año, 2006, (Agencia ACI), el Cardenal
Ratzinger, Benedicto XVI, en la Audiencia General del miércoles,
ante una asistencia de 50.000 personas afirmó un concepto de
tradición distinto, diferente, opuesto al enseñado desde
siempre por la Santa Iglesia.
Pedro
no puede negar a Pedro. Benedicto no puede negar a San Agatón
Papa.
Prestemos atención. La doctrina es distinta.
La
doctrina tradicional de la Iglesia es expresión de su Fe
milenaria y de la verdad siempre creida y profesada. En la
Iglesia la autoridad está al servicio de la Fe. Una
doctrina nueva es expresión de una fe distinta. Modificar la
doctrina es modificar la Fe, ya no es estar al servicio de Ella
sino cambiarla contrariando todo derecho.
La afirmación del Cardenal Ratzinger, Benedicto XVI,
dice así con términos muy alambicados:
“En sentido teológico se llama Tradición a:
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