Y concluye con un
desprecio total de la tardía edad media (Santo Tomás) expresado en estas
afirmaciones que siguen:
"Al vincular
el positivismo eclesial con la especulación metafísica, la teología de la
tardía edad media se convierte en poco menos que caricatura de la realidad
espiritual de la Iglesia, tras la cual apenas puede vislumbrarse ya la pérdida
de coherencia lógica." (ídem, pág.308).
"Se lleva
aquí hasta su radicalidad última la reducción medieval de lo peculiar de la
Misa a las palabras de la institución (consagración)." (ídem. pág. 313
de la op. cit.). Ahora bien, ¿acaso la Iglesia es del mismo parecer que su
Prefecto, que ha de guardar incólume su Fe? ¿Es la misma doctrina? ¿Cree el
Cardenal Ratzinger lo que siempre creyó la Iglesia? ¿Lo enseña igual que
Ella, con iguales bríos y decisión? Pues bien, no. Es preciso afirmar que
todas las citas del Cardenal se oponen de manera flagrante a la enseñanza
definida del Magisterio Católico.
Dice el Papa
Inocencio III (1198-1216) hablando de la Santa Misa:
"Firme e
indudablemente con puro corazón creemos y sencillamente con fieles palabras
afirmamos que el sacrificio, es decir, el pan y el vino, después de la
consagración son el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Nuestro Señor
Jesucristo, y en este sacrificio creemos que ni el buen sacerdote hace más ni
el malo hace menos, pues no se realiza por el mérito del consagrante, sino por
la palabra del Creador y la virtud del Espíritu." (Dz. 424, de la Carta
"Ejus exemplo".)
La misma doctrina
es enseñada por el Concilio de
Trento:
"Como sin embargo no había de extinguirse su sacerdocio
por la muerte, en la última Cena, la noche que era entregado, para dejar a su
Esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible como exige la naturaleza de los
hombres, por el que se representara aquél
suyo sangriento que había una vez sola de consumarse sobre la cruz, y su
memoria permaneciera hasta el fin de los siglos, y su eficacia saludable se
aplicara para la remisión de los pecados que diariamente cometemos,
declarándose a sí mismo constituido para siempre sacerdote según el orden de
Melquisedec, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de
pan y vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó para que los
tomaran, a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo
Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó con estas
palabras: Haced esto en memoria mía, etc., que lo ofrecieran. Así lo entendió
y lo enseñó siempre la Iglesia." (Dz. 938. Conc. de Trento)
"Cristo una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en
el altar de la Cruz; enseña el Santo Concilio que este sacrificio es
verdaderamente propiciatorio, y que por él se cumple que, si con corazón
verdadero y recta fe, con temor y reverencia, contritos y penitentes nos
acercamos a Dios, conseguimos misericordia." (Dz. 940).
Aun más gravemente lo dicen los cánones del mismo Concilio de
Trento acerca del Sacrificio de la Misa fulminando anatemas (excomuniones) a sus
infractores. A saber:
Canon 1°: "Si alguno dijere que en el Sacrificio de la
Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio Sacrificio, o que el ofrecerlo no
es otra cosa que dársenos a comer Cristo, sea anatema" (Dz. 948)
Canon 3°: "Si alguno dijere que el Sacrificio de la Misa
sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del
Sacrificio cumplido en la Cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al
que lo recibe... sea anatema" (Dz. 950).
De igual manera estas solemnísimas palabras de la XXII
Sesión del Santo Concilio:
"El Sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de
Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, presidiendo en él los
mismos legados de la Sede Apostólica, a fin de que la antigua, absoluta y de
todo punto perfecta Fe y doctrina acerca del grande misterio de la Eucaristía,
se mantenga en la Santa Iglesia Católica y, rechazados los errores y herejías,
se conserve en su pureza; enseñado por la ilustración del Espíritu Santo,
enseña, declara y manda que sea predicado a los pueblos acerca de aquella, en
cuanto verdadero y singular sacrificio". (Dz. 937),
Lo mismo lo confiesa el
Papa Benedicto XIV:
"Igualmente venero y recibo el Concilio de Trento y
profeso lo que en él fue definido y declarado, y particularmente que en la Misa
se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio, por los vivos
y los difuntos." (Dz. 1469).
c) Una falsa noción de la Tradición:
Si los Sacramentos y la Misa han caído bajo la daga del
Cardenal Ratzinger, y, ni siquiera tiene una buena noción de la verdad, es
evidente y se sigue que su noción acerca de la Tradición no podría ser nunca
buena, sino todo lo contrario. Mirado así, y en los papeles no parece algo
grave, pero considere el lector la gravedad increíble de tener como primer
defensor oficial de la Fe, al menos por oficio, a un miembro de la jerarquía
católica que no sabe qué es la Tradición Católica.
A riesgo de confundirnos con la falsa ciencia del Cardenal
Ratzinger, veamos primeramente cuál es la noción de Tradición para la Iglesia
Católica, valiéndonos del mismo Magisterio de la Iglesia y de San Vicente de
Lerins.
A tal efecto nos agrada citar este texto de
S. Simplicio
Papa (468-483) acerca de la guarda de la Fe recibida, del 9 de enero del
año 476:
"Puesto que mientras esté firme la doctrina de nuestros
predecesores, de santa memoria, contra la cual no es lícito disputar,
cualquiera que parezca sentir rectamente, no necesita ser enseñado por nuevas
aserciones, sino que llano y perfecto está todo para instruir al que ha sido
engañado por los herejes y para ser adoctrinado el que va a ser plantado en la
viña del Señor, haz que se rechace la idea de reunir un concilio, implorada
para ello la fe del clementísimo emperador... Te exhorto, pues, hermano
carísimo, a que por todos los modos se resista a los conatos de los perversos
de reunir un concilio, que jamás se convocó por otros motivos que por haber
surgido alguna novedad en entendimientos extraviados o alguna ambigüedad en la
aserción de los dogmas, a fin de que, tratando los asuntos en común, si alguna
obscuridad había, la iluminara la autoridad de la deliberación sacerdotal,
como fue forzoso hacerlo, primero por la impiedad de Arrio, luego por la de
Nestorio y, últimamente por la de Dióscoro y Eutiques. Y, lo que no permita la
misericordia de Cristo Dios Salvador nuestro, hay que intimar que es abominable
restituir a los que han sido condenados, contra las sentencias de los sacerdotes
del Señor, de todo el orbe, y las de los emperadores, que rigen ambos mundos." (Carta Quantum Presbyterorum. Dz. 159).
Y aquel otro luminoso texto de
San Gelasio Papa (492-496):
"Se nos ha, efectivamente, anunciado que en las regiones
de Dalmacia han sembrado algunos la cizaña, siempre renaciente, de la peste
pelagiana y que tiene allí tanta fuerza su blasfemia, que engañan a los más
sencillos con la insinuación de su mortífera locura. Pero, por la Gracia del
Señor, ahí está la pura verdad de la Fe católica, formada de las sentencias
concordes de todos los Padres. ¿Acaso nos es a nosotros lícito desatar lo que
fue condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas
por ellos arrancados?
¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución,
porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fue rechazada, pretenda venir
nuevamente a examen, si lo que de antiguo fue por nuestros mayores conocido,
discutido, refutado, nosotros nos empeñamos en restablecerlo? ¿No es así como
nosotros mismos -lo que Dios no quiera y lo que jamás sufrirá la Iglesia-
proponemos a todos los enemigos de la verdad el ejemplo para que se levanten
contra nosotros? ¿Dónde está lo que está escrito: No traspases los términos
de tus padres (Prov. 22, 28) y: Pregunta a tus padres y te lo anunciarán, a tus
ancianos y te lo contarán (Deut. 32, 7)? ¿Por qué, pues, vamos más allá de
lo definido por los mayores o por que no nos bastan? Si, por ignorarlo, deseamos
saber sobre algún punto, cómo fue mandada cada cosa por los Padres ortodoxos y
por los antiguos, ora para evitarla, ora para adaptarla a la verdad católica;
¿por qué no se aprueba haberse decretado para esos fines? ¿Acaso somos más
sabios que ellos o podremos mantenemos en sólida estabilidad, si echamos por
tierra lo que por ellos fue constituido?" (de la Carta "Licet inter
varias", Dz. 161)
No es distinto el pensamiento de
San Vicente de Lerins,
Maestro de la Tradición católica:
"Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y
enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de
los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico. En la Iglesia
Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído
en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente
católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma
etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la
universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad,
si confesamos como verdadera y única Fe la que la Iglesia entera profesa en
todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los
sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres;
el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las
definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros." (Conmonitorio, pág. 18. ed. Palabra).
En otras palabras repetiríamos con los Santos esta afirmación:
"Quod ubique, quod semper", es decir, lo que en todas partes, lo que
siempre. Esa es la regla de oro de la Tradición. No se trata, pues, de las
enseñanzas de un doctor aislado, ni de un grupo, ni siquiera de las más
antiguas y primitivas como quien identificara Tradición con Iglesia primitiva.
La Tradición sería, entonces, lo que siempre ha creído y enseñado la Iglesia
de un modo constante y firme a lo largo de los siglos y no solamente el breve
resumen de la Fe de la Iglesia primitiva o Apostólica. Ese es justamente un
error gigantesco del Cardenal Ratzinger, el confundir la Tradición con la
antigüedad primitiva, el resto no sería sino una evolución de los mismos
conceptos que acabaron por hacerse dogmas. Para él la Tradición no es lo que
siempre o en todas partes se enseñó, sino lo que antes, lo que en la
Iglesia primitiva se profesaba y nada más.
Veamos algunos ejemplos:
Dice hablando del Bautismo: "Todo esto significa, en
primer lugar, que la fórmula del Bautismo fue, en su expresión más antigua,
una confesión de fe. Y, a la inversa, que la confesión de fe fue, también en
su expresión más antigua, parte del sacramento, acto concreto de conversión y
reorientación concreta de la existencia total dentro de la fe de la Iglesia...
A mi entender, en esta fórmula primitiva dialogante de la administración se
contenían ideas esenciales también y precisamente acerca de las relaciones
entre el sacerdote y el seglar entre la Iglesia y los individuos. Más tarde,
con el correr del tiempo, se fueron separando cada vez más aspectos que al
principio estaban unidos: la fórmula bautismal se fue convirtiendo en pura
fórmula, en acto de administración soberana, que se impone como tal y que
simplemente está ahí sin que se reclame claramente la presencia del 'enfrente'
(?). El credo pasa a ser fórmula simple enl primera persona, que se pronuncia
como si la fe fuera el resultado de un análisis filo-sófico, mera doctrina que
uno hace suya y que puede tenerse con independencia de los otros."
(Ratzinger. op. cit. pág. 38).
Más adelante, hablando del mismo tema dice:
"El tema bautismo y formulación de la fe ofrece
aspectos completamente diferentes según que se lo contemple desde la teología
del cristianismo primitivo o desde la teología contemporánea. En esta última
apenas si es posible advertir una relación entre el Bautismo y la formulación
lingüística de la fe . . . En la Iglesia primitiva, en cambio, hallamos una
estrecha conexión entre ambas realidades." (Ratzinger, op. cit. pág.
119).
Lo mismo dice oponiendo la fe primitiva a la enseñanza
escolástica de la teología (Sto. Tomás):
"La subsiguiente ritualización del antiguo catecumenado
contribuyó lamentablemente a vaciarla de contenido . . . La fórmula
sacramental es originariamente una 'fórmula breve de la fe'. .. En su forma
actual, y sobre el fondo de la teología escolástica, ha perdido, por supuesto, una buena parte de esta significación
y aparece ya sólo como fórmula sacramental, simplemente fórmula de la
administración . . . Con esto no sólo se desconoce su carácter de símbolo .
. . Si a todo esto se añade que el problema de las condiciones mínimas para el
bautismo válido han reducido los requisitos para la esencia del Bautismo al
acto mismo de derramar agua, junto con la pronunciación de las palabras de la
fórmula, y que, por consiguiente, todo lo demás puede considerarse como mera
preparación, de la que, en rigor podría prescindirse, se comprende bien que la
figura teológica y litúrgica predominante del tema del bautismo y de la
formulación de la Fe son algo poco menos que fuera de lugar. Ahora bien, esto
signi-fica que tanto el concepto de fe como el de Bautismo han caído en un
cierto aislamiento, con lo que su relación tenia que resultar poco menos que
problemática . . . Todo esto ha hecho que en el campo católico la fe se haya
reducido a doctrina y que, en consecuencia, también las formulaciones de la fe
hayan ido adquiriendo un carácter cada vez más teórico." (Ratzinger,
op. cit. págs. 125 y 126).
En cambio, podríamos comparar sus enseñanzas con aquellas
admirables de San Pío X en su encíclica PASCENDI
(de 1907)
condenando al modernismo y sus errores:
"A la verdad, por tradición entienden los modernistas
cierta comunicación de alguna experiencia original que se hace a otros
mediante la predicación y en virtud de la fórmula intelectual". (PASCENDI, Guadalupe, t. I. pág. 788. col. Ia.).
La supuesta evolución del dogma a la manera modernista es
descrita por San Pío X de la siguiente manera, tan similar a lo antes
citado del Cardenal Ratzinger:
"Brota aquél de cierto impulso o necesidad en cuya
virtud el que cree trabaja sobre sus pensamientos para ilustrar tanto más su
consciencia como las ajenas. Todo este trabajo consiste en penetrar y perfilar
la primitiva fórmula de la mente, no en sí misma, según el
desenvolvimiento lógico, sino según las circunstancias o, como ellos dicen con
menos propiedad, vitalmente. De donde acaece que en torno de aquélla se formen
poco a poco, como ya insinuamos, ciertas otras secundarias: las que reunidas
después en cuerpo y en un edificio doctrinal, así que son sancionadas por el
magisterio público, puesto que responden a la conciencia común, se denominan
dogma." (Ídem, PASCENDI
DOMINICI GREGIS. pág. 791. col. la y 2a).
Buscando
mas en las enseñanzas de los Papas vemos con asombro que las últimas
citas del Cardenal Ratzinger se oponen de manera flagrante a tres
Proposiciones condenadas del Decreto Lamentabili de San Pío X: Propos.
condenada no 62: "Los principales artículos del Símbolo Apostólico
no tenían para los cristianos de los primeros tiempos la misma
significación que tienen para los cristianos de nuestro tiempo."
(Dz. 2062).
Proposición condenada
n° 65: "El catolicismo
actual no puede conciliarse con la verdadera ciencia, si no se
transforma en un catolicismo no dogmático..." (Dz. 2065).
Propos. condenada no
54: "Los dogmas, los
Sacramentos y la Jerarquía, tanto en su noción como en su realidad, no
son sino interpretaciones y desenvolvimientos de la inteligencia
cristiana que por externos acrecentamientos aumentaron y perfeccionaron
el exiguo germen oculto en el Evangelio." (Dz. 2054).
Consideremos ahora,
recurriendo a la paciencia del lector, el siguiente paralelo entre la
opinión del Cardenal Ratzinger y la de SS. Pío IX acerca de la teología
escolástica, que nos mostrará grandemente su malicia oculta bajo un
tinte de conservadorismo mentiroso:
RATZINGER |
PÍO IX |
"Al vincular el positivismo eclesial con la
especulación metafísica, la teología de la tardía
edad media se convierte en poco menos que caricatura de la realidad
espiritual de la Iglesia, tras la cual apenas puede disimularse ya la
pérdida de la coherencia lógica." (Op. cit. pág. 308) |
|
Proposición condenada N° 13 del Syllabus: "El método y los principios con que los
antiguos doctores escolásticos cultivaron la teología, no convienen en
manera alguna a las necesidades de nuestros tiempos, ni al progreso de las
ciencias". (Guadalupe. T.l. pág. 163. col. I). |
|
Veamos ahora que piensa el Cardenal Ratzinger de los Santos Padres,
los testigos más autorizados de la Tradición Católica.
Presentemos primero a los Santos Padres en el lenguaje y la enseñanza
de San Vicente de Lerins:
"Mas a éstos se debe prestar fe siguiendo esta regla: lo
que todos, o al menos la mayoría, han afirmado claramente, a modo
de concilio de maestros perfectamente unánimes, y que han
confirmado al aceptarlo, conservarlo y transmitirlo eso es lo que
debe ser mantenido como indudable, cierto y verdadero. Al contrario,
todo lo que fuera de la doctrina común, e incluso contra ella, haya
pensado uno solo aunque sea un santo y docto, un obispo, un
confesor, un mártir, debe ser relegado entre las opiniones
personales, no oficiales, privadas, que no tienen la autoridad de la
opinión común, pública y general; no nos suceda, con sumo peligro
para nuestra salvación eterna, que abandonemos la antigua verdad de
la doctrina católica para seguir el error nuevo de un solo
individuo, según la sacrílega costumbre de los herejes y cismáticos.
Para que no haya quien se atreva a despreciar este acuerdo sagrado y
universal de los Padres, el Apóstol escribió en su primera Carta a
los Corintios: Dios ha puesto en la Iglesia, unos en primer lugar Apóstoles,
en segundo lugar Profetas, en el tercero Maestros, a quienes
nosotros llamamos doctores, pero el mismo Apóstol a veces les llama
profetas, porque explican al pueblo cristiano los misterios del
mensaje profético. Cualquiera que se atreva a despreciar a estos
hombres puestos por Dios en su Iglesia según los lugares y los
tiempos, y que están de acuerdo con la interpretación del
dogma católico, no despreciaría a un hombre sino a Dios mismo."
(Conmonitorio, págs. 106-107. ed. Palabra).
Veamos ahora la doctrina del Cardenal Ratzinger al respecto:
"Podría decirse, en efecto: Bien, en definitiva y por lo
que respecta a la exégesis de la Escritura, los Santos Padres no
tienen hoy la importancia que tuvieron en el pasado. No obstante,
los textos mencionados muestran que para la teología católica de
la Escritura y la tradición son norma doctrinal y -podríamos
decir- tal vez el valor de los Santos Padres, como intérpretes de
la Escritura, sea secundario, pero tienen un valor primario como
testigos de la tradición." (op. cit. págs. 162-163). (Hay
que aclarar que para el Cardenal, "Tradición" no es lo
que siempre y en todas partes, sino lo que al comienzo, lo que en
la iglesia primitiva.)
RATZINGER |
SAN
LEÓN IX, PAPA (1049-1054) |
Tal vez la sabiduría de las formulas del
Tridentino y del Vaticano en 1870 se halle cabalmente en que hacen
desembocar la Tradición en interpretación de la Es-critura, en que
entienden a los Santos Padres como expresión de la Tradición porque son explicación de la Biblia. |
. |
. |
. |
. |
. |
. |
|
"Además anatematizo toda herejía que se levanta
contra la Santa Iglesia Católica y juntamente a quienquiera crea que han
de ser tenidas en autoridad o haya venerado otras escrituras fuera de las
que recibe la Santa Iglesia Católica. De todo en todo recibo
los
cuatro Concilios y los venero como a los cuatro Evangelios, pues la
Santa Iglesia Universa], por las cuatro partes del mundo está apoyada en
ellos como en una piedra cuadrada.. ." (Sím-bolo de la Fe, Dz, 349). |
|
La frase de San León IX nos hace ver que los Padres, como
los antiguos concilios no solamente son los intérpretes o testigos de la
Tradición antigua, sino además los que conservaron muchas cosas por tradición
oral y que no están contenidas en la Sagrada Escritura. En ese texto mismo se
ve como el Papa equipara la Tradición a los cuatro Evangelios, como normas de
la Fe.
RATZINGER |
S.S.
PÍO XI |
"Tomás de Aquino y los restantes grandes maestros
escolásticos del s. XIII son los "padres" de una teología
específicamente católico-romana, de la que la cristiandad reformada se
siente radicalmente separada y que también le resulta extraña a la
mentalidad de la iglesia oriental. En cambio, los maestros de la iglesia
antigua exponen un pasado común, que, precisamente como tal, puede
significar una promesa para el futuro" (op. cit. pág. 165). |
|
de la Encíclica Studiorum ducem, sobre Sto. Tomás de
Aquino:
". . . En la lectura de sus escritos, los cuales
respiran toda reverencia hacia los Padres de la Iglesia;
y así como él tuvo una santa veneración a los
antiguos Doctores, así pareció heredar de todos ellos la inteligencia." (Colección de encíclicas pontificias. Guadalupe,
tomo 1. Pág. 1031. col. 2). |
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