JOSEPH RATZINGER: ¿QUIÉN ES?
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LA FE DEL PREFECTO DE LA FE,
CARDENAL JOSEPH RATZINGER
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(o, "Si un ciego guía a otro ciego" — Mt. 15, 14). Pag.2

   Y concluye con un desprecio total de la tardía edad media (Santo Tomás) expresado en estas afirmaciones que siguen:

   "Al vincular el positivismo eclesial con la especulación metafísica, la teología de la tardía edad media se convierte en poco menos que caricatura de la realidad espiritual de la Iglesia, tras la cual apenas puede vislumbrarse ya la pérdida de coherencia lógica." (ídem, pág.308).

   "Se lleva aquí hasta su radicalidad última la reducción medieval de lo peculiar de la Misa a las palabras de la institución (consagración)." (ídem. pág. 313 de la op. cit.). Ahora bien, ¿acaso la Iglesia es del mismo parecer que su Prefecto, que ha de guardar incólume su Fe? ¿Es la misma doctrina? ¿Cree el Cardenal Ratzinger lo que siempre creyó la Iglesia? ¿Lo enseña igual que Ella, con iguales bríos y decisión? Pues bien, no. Es preciso afirmar que todas las citas del Cardenal se oponen de manera flagrante a la enseñanza definida del Magisterio Católico.

   Dice el Papa Inocencio III (1198-1216) hablando de la Santa Misa:

   "Firme e indudablemente con puro corazón creemos y sencillamente con fieles palabras afirmamos que el sacrificio, es decir, el pan y el vino, después de la consagración son el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y en este sacrificio creemos que ni el buen sacerdote hace más ni el malo hace menos, pues no se realiza por el mérito del consagrante, sino por la palabra del Creador y la virtud del Espíritu." (Dz. 424, de la Carta "Ejus exemplo".)

   La misma doctrina es enseñada por el Concilio de Trento:

   "Como sin embargo no había de extinguirse su sacerdocio por la muerte, en la última Cena, la noche que era entregado, para dejar a su Esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible como exige la naturaleza de los hombres, por el que se representara aquél suyo sangriento que había una vez sola de consumarse sobre la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos, y su eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados que diariamente cometemos, declarándose a sí mismo constituido para siempre sacerdote según el orden de Melquisedec, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, los entregó para que los tomaran, a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó con estas palabras: Haced esto en memoria mía, etc., que lo ofrecieran. Así lo entendió y lo enseñó siempre la Iglesia." (Dz. 938. Conc. de Trento)

   "Cristo una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en el altar de la Cruz; enseña el Santo Concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio, y que por él se cumple que, si con corazón verdadero y recta fe, con temor y reverencia, contritos y penitentes nos acercamos a Dios, conseguimos misericordia." (Dz. 940).

   Aun más gravemente lo dicen los cánones del mismo Concilio de Trento acerca del Sacrificio de la Misa fulminando anatemas (excomuniones) a sus infractores. A saber:

   Canon 1°: "Si alguno dijere que en el Sacrificio de la Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio Sacrificio, o que el ofrecerlo no es otra cosa que dársenos a comer Cristo, sea anatema" (Dz. 948)

   Canon 3°: "Si alguno dijere que el Sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del Sacrificio cumplido en la Cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe... sea anatema" (Dz. 950).

   De igual manera estas solemnísimas palabras de la XXII Sesión del Santo Concilio:

   "El Sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, presidiendo en él los mismos legados de la Sede Apostólica, a fin de que la antigua, absoluta y de todo punto perfecta Fe y doctrina acerca del grande misterio de la Eucaristía, se mantenga en la Santa Iglesia Católica y, rechazados los errores y herejías, se conserve en su pureza; enseñado por la ilustración del Espíritu Santo, enseña, declara y manda que sea predicado a los pueblos acerca de aquella, en cuanto verdadero y singular sacrificio". (Dz. 937),

   Lo mismo lo confiesa el Papa Benedicto XIV:

   "Igualmente venero y recibo el Concilio de Trento y profeso lo que en él fue definido y declarado, y particularmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio, por los vivos y los difuntos." (Dz. 1469).

   c) Una falsa noción de la Tradición:

   Si los Sacramentos y la Misa han caído bajo la daga del Cardenal Ratzinger, y, ni siquiera tiene una buena noción de la verdad, es evidente y se sigue que su noción acerca de la Tradición no podría ser nunca buena, sino todo lo contrario. Mirado así, y en los papeles no parece algo grave, pero considere el lector la gravedad increíble de tener como primer defensor oficial de la Fe, al menos por oficio, a un miembro de la jerarquía católica que no sabe qué es la Tradición Católica.

   A riesgo de confundirnos con la falsa ciencia del Cardenal Ratzinger, veamos primeramente cuál es la noción de Tradición para la Iglesia Católica, valiéndonos del mismo Magisterio de la Iglesia y de San Vicente de Lerins.

   A tal efecto nos agrada citar este texto de S. Simplicio Papa (468-483) acerca de la guarda de la Fe recibida, del 9 de enero del año 476:

   "Puesto que mientras esté firme la doctrina de nuestros predecesores, de santa memoria, contra la cual no es lícito disputar, cualquiera que parezca sentir rectamente, no necesita ser enseñado por nuevas aserciones, sino que llano y perfecto está todo para instruir al que ha sido engañado por los herejes y para ser adoctrinado el que va a ser plantado en la viña del Señor, haz que se rechace la idea de reunir un concilio, implorada para ello la fe del clementísimo emperador... Te exhorto, pues, hermano carísimo, a que por todos los modos se resista a los conatos de los perversos de reunir un concilio, que jamás se convocó por otros motivos que por haber surgido alguna novedad en entendimientos extraviados o alguna ambigüedad en la aserción de los dogmas, a fin de que, tratando los asuntos en común, si alguna obscuridad había, la iluminara la autoridad de la deliberación sacerdotal, como fue forzoso hacerlo, primero por la impiedad de Arrio, luego por la de Nestorio y, últimamente por la de Dióscoro y Eutiques. Y, lo que no permita la misericordia de Cristo Dios Salvador nuestro, hay que intimar que es abominable restituir a los que han sido condenados, contra las sentencias de los sacerdotes del Señor, de todo el orbe, y las de los emperadores, que rigen ambos mundos." (Carta Quantum Presbyterorum. Dz. 159).

   Y aquel otro luminoso texto de San Gelasio Papa (492-496):

   "Se nos ha, efectivamente, anunciado que en las regiones de Dalmacia han sembrado algunos la cizaña, siempre renaciente, de la peste pelagiana y que tiene allí tanta fuerza su blasfemia, que engañan a los más sencillos con la insinuación de su mortífera locura. Pero, por la Gracia del Señor, ahí está la pura verdad de la Fe católica, formada de las sentencias concordes de todos los Padres. ¿Acaso nos es a nosotros lícito desatar lo que fue condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados?

   ¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución, porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fue rechazada, pretenda venir nuevamente a examen, si lo que de antiguo fue por nuestros mayores conocido, discutido, refutado, nosotros nos empeñamos en restablecerlo? ¿No es así como nosotros mismos -lo que Dios no quiera y lo que jamás sufrirá la Iglesia- proponemos a todos los enemigos de la verdad el ejemplo para que se levanten contra nosotros? ¿Dónde está lo que está escrito: No traspases los términos de tus padres (Prov. 22, 28) y: Pregunta a tus padres y te lo anunciarán, a tus ancianos y te lo contarán (Deut. 32, 7)? ¿Por qué, pues, vamos más allá de lo definido por los mayores o por que no nos bastan? Si, por ignorarlo, deseamos saber sobre algún punto, cómo fue mandada cada cosa por los Padres ortodoxos y por los antiguos, ora para evitarla, ora para adaptarla a la verdad católica; ¿por qué no se aprueba haberse decretado para esos fines? ¿Acaso somos más sabios que ellos o podremos mantenemos en sólida estabilidad, si echamos por tierra lo que por ellos fue constituido?" (de la Carta "Licet inter varias", Dz. 161)

   No es distinto el pensamiento de San Vicente de Lerins, Maestro de la Tradición católica:

   "Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico. En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única Fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros." (Conmonitorio, pág. 18. ed. Palabra).

   En otras palabras repetiríamos con los Santos esta afirmación: "Quod ubique, quod semper", es decir, lo que en todas partes, lo que siempre. Esa es la regla de oro de la Tradición. No se trata, pues, de las enseñanzas de un doctor aislado, ni de un grupo, ni siquiera de las más antiguas y primitivas como quien identificara Tradición con Iglesia primitiva. La Tradición sería, entonces, lo que siempre ha creído y enseñado la Iglesia de un modo constante y firme a lo largo de los siglos y no solamente el breve resumen de la Fe de la Iglesia primitiva o Apostólica. Ese es justamente un error gigantesco del Cardenal Ratzinger, el confundir la Tradición con la antigüedad primitiva, el resto no sería sino una evolución de los mismos conceptos que acabaron por hacerse dogmas. Para él la Tradición no es lo que siempre o en todas partes se enseñó, sino lo que antes, lo que en la Iglesia primitiva se profesaba y nada más.

   Veamos algunos ejemplos:

   Dice hablando del Bautismo: "Todo esto significa, en primer lugar, que la fórmula del Bautismo fue, en su expresión más antigua, una confesión de fe. Y, a la inversa, que la confesión de fe fue, también en su expresión más antigua, parte del sacramento, acto concreto de conversión y reorientación concreta de la existencia total dentro de la fe de la Iglesia... A mi entender, en esta fórmula primitiva dialogante de la administración se contenían ideas esenciales también y precisamente acerca de las relaciones entre el sacerdote y el seglar entre la Iglesia y los individuos. Más tarde, con el correr del tiempo, se fueron separando cada vez más aspectos que al principio estaban unidos: la fórmula bautismal se fue convirtiendo en pura fórmula, en acto de administración soberana, que se impone como tal y que simplemente está ahí sin que se reclame claramente la presencia del 'enfrente' (?). El credo pasa a ser fórmula simple enl primera persona, que se pronuncia como si la fe fuera el resultado de un análisis filo-sófico, mera doctrina que uno hace suya y que puede tenerse con independencia de los otros." (Ratzinger. op. cit. pág. 38).

   Más adelante, hablando del mismo tema dice:

   "El tema bautismo y formulación de la fe ofrece aspectos completamente diferentes según que se lo contemple desde la teología del cristianismo primitivo o desde la teología contemporánea. En esta última apenas si es posible advertir una relación entre el Bautismo y la formulación lingüística de la fe . . . En la Iglesia primitiva, en cambio, hallamos una estrecha conexión entre ambas realidades." (Ratzinger, op. cit. pág. 119).

   Lo mismo dice oponiendo la fe primitiva a la enseñanza escolástica de la teología (Sto. Tomás):

   "La subsiguiente ritualización del antiguo catecumenado contribuyó lamentablemente a vaciarla de contenido . . . La fórmula sacramental es originariamente una 'fórmula breve de la fe'. .. En su forma actual, y sobre el fondo de la teología escolástica, ha perdido, por supuesto, una buena parte de esta significación y aparece ya sólo como fórmula sacramental, simplemente fórmula de la administración . . . Con esto no sólo se desconoce su carácter de símbolo . . . Si a todo esto se añade que el problema de las condiciones mínimas para el bautismo válido han reducido los requisitos para la esencia del Bautismo al acto mismo de derramar agua, junto con la pronunciación de las palabras de la fórmula, y que, por consiguiente, todo lo demás puede considerarse como mera preparación, de la que, en rigor podría prescindirse, se comprende bien que la figura teológica y litúrgica predominante del tema del bautismo y de la formulación de la Fe son algo poco menos que fuera de lugar. Ahora bien, esto signi-fica que tanto el concepto de fe como el de Bautismo han caído en un cierto aislamiento, con lo que su relación tenia que resultar poco menos que problemática . . . Todo esto ha hecho que en el campo católico la fe se haya reducido a doctrina y que, en consecuencia, también las formulaciones de la fe hayan ido adquiriendo un carácter cada vez más teórico." (Ratzinger, op. cit. págs. 125 y 126).

   En cambio, podríamos comparar sus enseñanzas con aquellas admirables de San Pío X en su encíclica PASCENDI (de 1907) condenando al modernismo y sus errores:

   "A la verdad, por tradición entienden los modernistas cierta comunicación de alguna experiencia original que se hace a otros mediante la predicación y en virtud de la fórmula intelectual". (PASCENDI, Guadalupe, t. I. pág. 788. col. Ia.).

   La supuesta evolución del dogma a la manera modernista es descrita por San Pío X de la siguiente manera, tan similar a lo antes citado del Cardenal Ratzinger:

   "Brota aquél de cierto impulso o necesidad en cuya virtud el que cree trabaja sobre sus pensamientos para ilustrar tanto más su consciencia como las ajenas. Todo este trabajo consiste en penetrar y perfilar la primitiva fórmula de la mente, no en sí misma, según el desenvolvimiento lógico, sino según las circunstancias o, como ellos dicen con menos propiedad, vitalmente. De donde acaece que en torno de aquélla se formen poco a poco, como ya insinuamos, ciertas otras secundarias: las que reunidas después en cuerpo y en un edificio doctrinal, así que son sancionadas por el magisterio público, puesto que responden a la conciencia común, se denominan dogma." (Ídem, PASCENDI DOMINICI GREGIS. pág. 791. col. la y 2a).    

   Buscando mas en las enseñanzas de los Papas vemos con asombro que las últimas citas del Cardenal Ratzinger se oponen de manera flagrante a tres Proposiciones condenadas del Decreto Lamentabili de San Pío X: Propos. condenada no 62: "Los principales artículos del Símbolo Apostólico no tenían para los cristianos de los primeros tiempos la misma significación que tienen para los cristianos de nuestro tiempo." (Dz. 2062).

   Proposición condenada n° 65: "El catolicismo actual no puede conciliarse con la verdadera ciencia, si no se transforma en un catolicismo no dogmático..." (Dz. 2065).

   Propos. condenada no 54: "Los dogmas, los Sacramentos y la Jerarquía, tanto en su noción como en su realidad, no son sino interpretaciones y desenvolvimientos de la inteligencia cristiana que por externos acrecentamientos aumentaron y perfeccionaron el exiguo germen oculto en el Evangelio." (Dz. 2054).

   Consideremos ahora, recurriendo a la paciencia del lector, el siguiente paralelo entre la opinión del Cardenal Ratzinger y la de SS. Pío IX acerca de la teología escolástica, que nos mostrará grandemente su malicia oculta bajo un tinte de conservadorismo mentiroso:

RATZINGER PÍO IX

   "Al vincular el positivismo eclesial con la especulación metafísica, la teología de la tardía edad media se convierte en poco menos que caricatura de la realidad espiritual de la Iglesia, tras la cual apenas puede disimularse ya la pérdida de la coherencia lógica." (Op. cit. pág. 308)

   Proposición condenada N° 13 del Syllabus: "El método y los principios con que los antiguos doctores escolásticos cultivaron la teología, no convienen en manera alguna a las necesidades de nuestros tiempos, ni al progreso de las ciencias". (Guadalupe. T.l. pág. 163. col. I).

   Veamos ahora que piensa el Cardenal Ratzinger de los Santos Padres, los testigos más autorizados de la Tradición Católica.

   Presentemos primero a los Santos Padres en el lenguaje y la enseñanza de San Vicente de Lerins:

   "Mas a éstos se debe prestar fe siguiendo esta regla: lo que todos, o al menos la mayoría, han afirmado claramente, a modo de concilio de maestros perfectamente unánimes, y que han confirmado al aceptarlo, conservarlo y transmitirlo eso es lo que debe ser mantenido como indudable, cierto y verdadero. Al contrario, todo lo que fuera de la doctrina común, e incluso contra ella, haya pensado uno solo aunque sea un santo y docto, un obispo, un confesor, un mártir, debe ser relegado entre las opiniones personales, no oficiales, privadas, que no tienen la autoridad de la opinión común, pública y general; no nos suceda, con sumo peligro para nuestra salvación eterna, que abandonemos la antigua verdad de la doctrina católica para seguir el error nuevo de un solo individuo, según la sacrílega costumbre de los herejes y cismáticos. Para que no haya quien se atreva a despreciar este acuerdo sagrado y universal de los Padres, el Apóstol escribió en su primera Carta a los Corintios: Dios ha puesto en la Iglesia, unos en primer lugar Apóstoles, en segundo lugar Profetas, en el tercero Maestros, a quienes nosotros llamamos doctores, pero el mismo Apóstol a veces les llama profetas, porque explican al pueblo cristiano los misterios del mensaje profético. Cualquiera que se atreva a despreciar a estos hombres puestos por Dios en su Iglesia según los lugares y los tiempos, y que están de acuerdo con la interpretación del dogma católico, no despreciaría a un hombre sino a Dios mismo." (Conmonitorio, págs. 106-107. ed. Palabra).

   Veamos ahora la doctrina del Cardenal Ratzinger al respecto:

   "Podría decirse, en efecto: Bien, en definitiva y por lo que respecta a la exégesis de la Escritura, los Santos Padres no tienen hoy la importancia que tuvieron en el pasado. No obstante, los textos mencionados muestran que para la teología católica de la Escritura y la tradición son norma doctrinal y -podríamos decir- tal vez el valor de los Santos Padres, como intérpretes de la Escritura, sea secundario, pero tienen un valor primario como testigos de la tradición." (op. cit. págs. 162-163). (Hay que aclarar que para el Cardenal, "Tradición" no es lo que siempre y en todas partes, sino lo que al comienzo, lo que en la iglesia primitiva.)

RATZINGER SAN LEÓN IX, PAPA (1049-1054)

   Tal vez la sabiduría de las formulas del Tridentino y del Vaticano en 1870 se halle cabalmente en que hacen desembocar la Tradición en interpretación de la Es-critura, en que entienden a los Santos Padres como expresión de la Tradición porque son explicación de la Biblia.

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"Además anatematizo toda herejía que se levanta contra la Santa Iglesia Católica y juntamente a quienquiera crea que han de ser tenidas en autoridad o haya venerado otras escrituras fuera de las que recibe la Santa Iglesia Católica. De todo en todo recibo los cuatro Concilios y los venero como a los cuatro Evangelios, pues la Santa Iglesia Universa], por las cuatro partes del mundo está apoyada en ellos como en una piedra cuadrada.. ." (Sím-bolo de la Fe, Dz, 349).

   La frase de San León IX nos hace ver que los Padres, como los antiguos concilios no solamente son los intérpretes o testigos de la Tradición antigua, sino además los que conservaron muchas cosas por tradición oral y que no están contenidas en la Sagrada Escritura. En ese texto mismo se ve como el Papa equipara la Tradición a los cuatro Evangelios, como normas de la Fe.

RATZINGER S.S. PÍO XI
   "Tomás de Aquino y los restantes grandes maestros escolásticos del s. XIII son los "padres" de una teología específicamente católico-romana, de la que la cristiandad reformada se siente radicalmente separada y que también le resulta extraña a la mentalidad de la iglesia oriental. En cambio, los maestros de la iglesia antigua exponen un pasado común, que, precisamente como tal, puede significar una promesa para el futuro" (op. cit. pág. 165).

de la Encíclica Studiorum ducem, sobre Sto. Tomás de Aquino:

   ". . . En la lectura de sus escritos, los cuales respiran toda reverencia hacia los Padres de la Iglesia;

y así como él tuvo una santa veneración a los antiguos Doctores, así pareció heredar de todos ellos la inteligencia." (Colección de encíclicas pontificias. Guadalupe, tomo 1. Pág. 1031. col. 2).

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  • * Publicado en el Credidimus Caritati de Julio / Octubre de 1987.

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