"Nos, que amamos la verdad y los dogmas de la verdad, de
ningún modo seguiremos a los herejes, sino que, pisando las huellas de la Fe
que nos han dejado los Santos Padres, custodiaremos contra todos los errores el
depósito de la divina revelación." (Guadalupe, t. 2, Pág.. 1656, col.
1).
II) Fruto de su fondo . . .
Si consideramos atentamente y como leyendo entre líneas la
obra del Cardenal Ratzinger, veremos, ayudándonos un poco con la historia de la
filosofía y de la Teología, que nos encontramos ante un pensador completamente
penetrado por el idealismo hegeliano y el evolucionismo del padre T. de
Chardin.
A) Idealismo
hegeliano:
Inicialmente el Cardenal presenta una noción equívoca y
falsa de la historia, presentando la misma como una oposición de sabor
hegeliano e identificando, de hecho, historia con historia de la salvación, en
medio de un lenguaje confuso:
"Dondequiera los hombres, superando las simples diarias
confrontaciones, saben enfrentarse con las fuerzas salvadoras y amenazadoras del
cosmos y se reconocen como comunidad que sale al encuentro de la necesidad
existencial y construye por encima de los límites de las generaciones una forma
existencial cobijadora y protectora, allí surge la historia como historia de
la salvación. " (op. cit. pág. 181).
Así considerada la historia como "una comunidad que se
constituye en forma cobijadora por encima de las generaciones", por el solo
hecho de ser historia se hace historia de la salvación. Si fuera así, la
redención estaría de más.
Peor aún, la Fe cristiana no sería fruto de una voluntad
redentora de Dios que se encarnó para salvarnos sino que surgiría como fruto
de una "convulsión histórica".
"Procediendo así, comprobaremos que también la Fe
cristiana ha surgido de una convulsión histórica, provocada por la
ruptura de una antigua consciencia histórica: el mensaje de Jesús presupone
que la forma histórica del judaísmo tardío se estaba haciendo cada vez más
discutible. "(op. cit. pág. 184).
Y ya se presenta claramente hegeliano en la siguiente
afirmación:
".
. . Entonces queda bien en claro el primado de la historia sobre la metafísica,
sobre toda la teología de la esencia y del ser." (Ratzinger, op. cit.
pág: 220).
La primacía de la historia sobre la esencia es una tesis
netamente hegeliana. Para Hegel la esencia es, propiamente hablando historia,
devenir, evolución. Todo evolucionó, mejor dicho, la Idea absoluta en su
evolución hace la historia hasta su final realización. El ser en lo más
íntimo de su constitución es "hacerse". Falacia consumada ya que es
imposible una historia que no lo sea de sujetos permanentes, si lo único
permanente es el cambio y no las cosas, en realidad, nada cambiaría ya que el
cambio no tiene realidad propia sino que es "cambio de algo".
B) Evolucionismo:
Para el Padre Teilhard de Chardin
la humanidad
evoluciona sobre si misma hacia el punto de su consumación que es Cristo mismo,
el punto "omega". Nada tan contrario a la verdad católica. Sin
embargo veamos el tinte teilhardiano del Cardenal Ratzinger:
"Jesús es el Cristo, Dios es hombre, y el futuro del
hombre es, pues, ahora, ser uno con Dios y, por ello, un ser uno con la
humanidad, que llegará a ser el hombre único y definitivo en la múltiple
unidad que crea el éxodo del amor. " (Ratzinger, op. cit. pág. 226).
III) Que produce en su
doctrina...
Llegados a este punto pareciera superfluo, exagerado o
malicioso el querer seguir buscando errores en el Prefecto para la Doctrina de
la Fe, sin embargo, puestas las causas se dan los efectos que son también
aberrantes y terribles, más aún considerando el puesto clave que ocupa en la
Iglesia y el falso renombre de conservador que ostenta aquél de quien hablamos.
Todo lo dicho hasta ahora produce en su doctrina y en su fe
un espantoso relativismo. Las cosas pierden realidad, pierden relación
con alguna norma fija, algo así como algún navegante que quisiera aventurarse
sin un punto de referencia, mar adentro, ya sea en tierra o en el cielo. Este
relativismo determina en "el gran conservador" de la línea media:
A) Democratismo:
Veamos el error dicho con aparente sencillez y naturalidad:
"En realidad, las instituciones dependen de las fuerzas
vivas que surgen espontáneamente en la comunidad. Si no están respaldadas por
estas fuerzas, degeneran en formalismo vacío." (Ratzinger, op. cit. pág.
367). Es una afirmación falacísima. Las instituciones en la Iglesia (porque de
eso se trata) proceden de Dios o a lo sumo de la Autoridad misma de la Iglesia
que las instituye y que ha sido constituida como tal por Dios. "Omnis
potestas a Deo". Toda potestad viene de Dios.
El error consiste, precisamente, en introducir un elemento
democrático en el magisterio eclesiástico.
Dice el Cardenal:
"En este sentido, puede verse, con entera justicia, en
la función del magisterio eclesiástico un elemento democrático que se remonta
a los orígenes mismos del cristianismo." (op. cit. del Card. pág. 391)
"Con
lo dicho queda también en claro cuál es la tarea de los obispos como
representantes de la Iglesia, frente a la teología. En este sentido desempeñan
una función totalmente democrática que, por lo demás, no se apoya en la
estadística, sino en el don común del Bautismo." (ídem, pág. 298).
San Pío X, en cambio, pensaba completamente distinto. En
su gran encíclica PASCENDI
describe la tesis modernista acerca de la autoridad
en la Iglesia:
"A la medida que se dice que la Iglesia nace de la
colectividad de las consciencias, así igualmente la autoridad procede
vitalmente de la misma Iglesia. La autoridad, pues, lo mismo que la Iglesia,
brota de la consciencia religiosa, a la que, por tanto, está sujeta, y si
desprecia esa sujeción obra tiránicamente. Vivimos ahora en una época en que
el concepto de libertad ha cobrado su mayor altura. En el estado civil la
consciencia pública introdujo el régimen popular. Pero una, como la vida, es
la consciencia del hombre. Pues si no se quiere excitar y fomentar la guerra
intestina de las consciencias humanas tiene la autoridad eclesiástica el deber de
usar de las formas democráticas, tanto más que si no las usa la amenaza la
destrucción. .. Así discurren los modernistas." (Guadalupe. t. 1, pág.
792-793. col. 2 y 1).
Este democratismo se ve expresado en la obra del Cardenal del
Vaticano II en la manera de interpretar al episcopado a la manera de
colegialidad.
Dice el Cardenal, valiéndose de una errónea inferencia:
"No es que cada obispo en particular sea sucesor de un
Apóstol concreto (estamos de acuerdo) sino que el colegio de los obispos es la
continuación del Colegio de los Apóstoles (podría admitirse). En
consecuencia, nunca se es obispo en solitario sino "esencialmente"
junto a los demás." (op. cit. pág. 449)
Tomado en sentido amplio, es cierto que cada obispo en
particular no es sucesor de un Apóstol en particular y también que los obispos
en general son los sucesores de los Apóstoles, pero la conclusión del Cardenal
es exagerada: "se es obispo esencialmente junto a los demás".
Es mentira. Lo formal del episcopado como jerarquía de la
Iglesia no es la unión con los otros obispos ni formar parte del colegio de los
obispos. Si hubiera una guerra y murieran todos los obispos menos uno, éste
seguiría siempre siendo obispo, aún "en solitario". En orden a la
autoridad en la Iglesia se es obispo por la unión a Pedro y no por la unión con los otros. Lo formal, lo esencial del
episcopado viene de arriba por vía jerárquica y no de los lados por vía
igualitaria y democrática. Así lo instituyó Nuestro Señor y eso es
invariable. Los mismos Apóstoles ¿eran Obispos de la Iglesia Católica por su
unión con Pedro a quien Jesucristo constituyó "Piedra" de su
Iglesia. Aceptado este error la colegialidad se hace necesaria y hasta
aparentemente de origen divino, lo cual es, a las claras, falso.
Veamos, en cambio, cómo
S.S. Pío VI, quien gobernara
la Iglesia de 1775 a 1799, afirmaba, ya en 1786, condenando la doctrina de Febronio,
principios opuestos a las afirmaciones del Cardenal Ratzinger:
"... Este era el hombre que había recibido de Dios
las llaves del Reino de los Cielos con potestad de atar y desatar: aquél a
quien ningún obispo se le podía igualar; de quien los obispos mismos reciben
su autoridad, al modo que él mismo recibió de Dios su suprema potestad; que
él, a la verdad, es el vicario de Cristo, la cabeza visible de la Iglesia, el
juez supremo de los fieles." (Dz. 1500)
La misma doctrina se deja ver en las disposiciones del
Código de derecho canónico promulgado en 1914 por el P.P. Benedicto XV:
canon 329: "Los Obispos son sucesores de los Apóstoles,
y por institución divina están colocados al frente de las iglesias peculiares
que gobiernan con potestad ordinaria bajo la autoridad del Romano Pontífice."
canon 334: "Los obispos residenciales son pastores
ordinarios e inmediatos en las diócesis a ellos confiadas."
canon 335: "Compete a los Obispos el derecho de gobernar
y el deber de hacerlo en la diócesis, así en las cosas espirituales como en
las temporales, con potestad legislativa, judicial y coactiva, que han de
ejercer en conformidad con los sagrados cánones."
B) Modernismo:
Ya pareciera bastante lo dicho para descubrir que en el
Cardenal Ratzinger encontramos a un modernista bajo la púrpura cardenalicia. Un
modernista que embelesa a los incautos que lo siguen como a un "maestro de
la Fe", cuando en realidad es maestro del error.
Sirvan de primer ejemplo la manera de calificar a Nuestro
Señor Jesucristo empleada por el Cardenal Prefecto, que por lo deletérea y
confusa ya bastaría para rechazarla. Notemos estas palabras de San Pío X antes
de dedicarnos al Cardenal:
"Y como una táctica, a la verdad insidiosísima, de los
modernistas, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y
en su conjunto sino dándolas en un cierto modo por fragmentos y esparcidas acá
y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus
ideas cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes."
(PASCENDI, Guadalupe, t. 1. Pág.. 782. col.
2)..
RATZINGER
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CONCILIO DE CALCEDONIA:
(a.451):
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"Ser hijo significa ante todo que Jesús es un
orante. Que en el fondo mismo de su existencia está siempre abierto al
Dios vivo, también cuando actúa entre los hom bres o cuando descansa,
que siempre es escuchado, que pone siempre su existencia como intercambio
con el y vive así totalmente de esta profundidad." "Este es el
diálogo que le hace libre para salir al encuentro de los hombres, que le hace libre para
servir. Es el diálogo que le enseña a comprender la Escritura sin
escuela y sin
maestros, y más pro-fundamente que todos ellos, a comprenderla desde Dios
mismo." [Op. cit. pág. 35) |
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"Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una
voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, Nuestro
Señor Jesucristo, el mismo per-fecto en la divinidad y el mismo perfecto
en la humanidad. Dios verdaderamente, y al mismo tiempo verdaderamente
hombre de alma racional y de cuerpo, consubstancial con el Padre en cuanto a In divinidad, y el mismo
consubstancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros
menos en el pecado . . . Unigénito en dos naturalezas, sin confusión,
sin cambio, sin división, sin separación . . . concurriendo en una
misino Persona . . . no partido o dividido en dos personas, sino uno
solo y el mismo ... (Dz. 148, San León Magno). |
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... Aparece la experiencia de la oración que,
a su vez, se apoya en el sacramento, esto es, en la experiencia de Dios
vivida por Jesucristo y luego transmitida a los discípulos y de nuevo
revivida en la Iglesia. Jesucristo pudo ser revelador precisamente
porque Dios se le reveló. (Ratzinger, op. cit. pág. 141) |
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SAN AGATON PP. (678-681).
Concilio Romano del año
680:
"... Jesucristo, Hijo de Dios unigénito,
subsiste de dos y en dos substancias, sin confusión, sin conmutación, sin
división e inseparablemente, sin que jamás se suprimiera la
diferencia de las naturalezas por la unión, sino más bien quedando a
salvo la propiedad de una y otra naturaleza y concurriendo en una sola
persona y en una sola subsistencia, no distribuido o diversificado en la
dualidad de personas ni confundido en una sola naturaleza compuesta; sino
que reconocemos, aún después de la unión substancial a uno solo y el
mismo Hijo unigénito, Dios Verbo ..." (Dz. 288). |
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