GLORIA OLIVAE *
Joseph Ratzinger - Benedicto XVI
Por CARL ANGERMAYR
La profería de los papas de San Malaquías
señala algunas particularidades de los papas hasta el fin del mundo. En breves
vaticinios, describe a los ocupantes de la sede papal, inclusive a
los antipapas, a partir del Medioevo. Pero como esta profecía sólo apareció por primera vez en 1595,
no es posible que San Malaquías sea su autor. Se supone que
el autor puede haber sido San Felipe Neri; en todo caso eso es lo que muy verosímilmente hay que aceptar.
Los vaticinios para los últimos papas son los siguientes: Pastor angélicus, Pió XII; Pastor et nauta, Juan XXIII; Flos
florum (flor de las flores), Paulo VI; De medietate lunae (de la mediedad de la luna), Juan Pablo I.
La predicción sobre el ya fallecido Juan Pablo II dice De labore solis (sobre la tribulación del sol). Para entender este lema interesa el significado de la palabra sol. Como
la profecía menciona otra vez esta palabra, sin duda con el sentido de Iglesia, se desprende que el vaticinio se refiere a una tribulación de la Iglesia. Pero labor solis también designa en latín
la caída del sol. Por consiguiente puede aludirse allí una caída u ocultamiento de
la Iglesia. De hecho estaría bien caracterizada con eso la época de Juan Pablo II, pues bajo él
la destrucción de la Fe, la decadencia de la Iglesia católica y su desplazamiento por una contra-iglesia
la iglesia romano-ecumenista-avanzó a pasos de gigante y de
la Iglesia Católica visible quedó apenas si una fachada y de los fieles un pequeño resto.
Para el sucesor de Juan Pablo II está dispuesto el nombre Gloria olivae, o sea, gloria del olivo. Según
la Epístola a los romanos (11, 17) Israel es el olivo de cultivo donde los cristianos gentiles son injertados como
ramas(1).
El lema podría pues entenderse también como gloria del
judaísmo (contemporáneo). El acercamiento al judaísmo actual y el reconocimiento de los judíos contemporáneos como "nuestros hermanos mayores", realizado por
Wojtila, podría ser extremado por su continuador.
En todo caso Ratzinger, el nacido en Marktl del Inn, es decisivamente corresponsable de
la obra funesta de su predecesor, pues como prefecto de la Congregación de
la Fe conoció y compartió todas sus herejías. Se lo llamó al Vaticano ya como a uno de los que quería transformar esencialmente
la Fe. De allí en más continuará siguiendo la
línea anticrística de Juan Pablo II.
El profesor Paul Hacker, de Munster, ya describió en los años 70
el programa de Ratzinger como "tan monstruoso como genuinamente protestante". Para Hacker, Ratzinger es un destructor de dogmas. Hacker hizo notar también que con su doctrina de
la Eucaristía Ratzinger contradijo directamente dos cánones
del Concilio de Trento, (Su crítica apareció en SAKA-Informationen 1989). En su doctrina
eucarística Ratzinger difundió además doctrina no
católica o anti-católica respecto de la fe, la Ecumene, el sacerdocio,
la Iglesia y la escatología. Pero lo decisivo es su concepción de
la persona de Jesucristo. Su afirmación característica en esto es: "La expresión
fundamental del dogma del
«Hijo consubstancial», donde puede compendiarse todo el testimonio
de los antiguos Concilios, simplemente traduce el hecho de la devoción a Jesús al vocabulario técnico de filosofía y teología, y nada más"
(del libro Schauen auf den Durchbohrten -"Miradas al Traspasado"-,
Einsiedeln 1984, p. 29). A Ratzinger, como surge claramente de este escarnio al dogma católico, hay que considerarlo un
arriano que niega la divinidad de Cristo. Nada cambia al respecto si
ocasionalmente, como cualquier modernista, profiere también expresiones dogmáticas verdaderas acerca
del Hijo de Dios.
La negación del Redentor divino es una consecuencia necesaria de la doctrina de la redención de
todos Esta falsa doctrina, según la cual todos los hombres van al
cielo, debe ser considerada el fundamento de la iglesia romano-ecumenista. Para que se adhieran a esta idea
la mayor parte posible de gente, y no lo olviden, se la proclama abiertamente a los presentes en cualquier
celebración eucarística. Pero he aquí que no se logra que esta redención de todos vuelva a compaginarse de algún modo convincente con
la muerte de Jesús en la Cruz o con su encarnación humana, como intentó
Wojtila. Pues claro que con ella a los hombres que vivieron antes de Cristo se los comprendería sólo tras
la muerte de ellos; no estarían redimidos por ende a partir
del nacimiento. Por eso la Conferencia episcopal alemana, en su declaración
del 23 de septiembre de 2004, extrajo la única conclusión posible y trasladó
la redención al Padre celestial, con lo que se la quitó a Jesús. Pero si Jesús no es
el Redentor entonces se equivocó y su crucifixión fue inútil. Tampoco puede ser pues verdadero Dios. Por eso que Ratzinger como arriano hará que
la línea de su predecesor resalte más claramente aún. No cabe dudar de que
la iglesia romano-ecumenista sólo puede unirse con el judaísmo si su conductor ha renunciado a
la fe en la divinidad del Redentor. En el rechazo de la divinidad de Jesucristo está por cierto
el punto central del judaísmo actual.
Ya un día después de su asunción organizó Ratzinger un "gran encuentro ecuménico", como
él dice. Tuvo lugar en una audiencia a dirigentes religiosos y eclesiásticos a quienes explicó: "Les aseguro que de aquí en más
la Iglesia quiere construir puentes de amistad hacia los partidarios de todas las religiones, para buscar
el verdadero bien de cada persona y de la sociedad, como un todo'' (Süddetsche Zeitung del
26/4). Como su predecesor, dejó claro así que no quiere seguir
la imperiosa exigencia del apóstol Pablo en Corintios II, 6,
14-16. Allí se dice: "No os juntéis bajo un mismo yugo con los
infieles.
¿Pues qué participación hay entre la justicia y la impiedad? ¿O
qué tiene en común la luz con las tinieblas?
¿Y qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿De qué participa
el creyente con el incrédulo?
¿En qué se conforman el templo de Dios con el de los ídolos? Porque nosotros somos templos de Dios vivo."
De la profecía de Malaquías debe extraerse una reflexión más, que también apunta a
la negación de la verdad por la nueva Roma. Gloria olivae es
el último papa en esta lista antes de los acontecimientos finales. Después de mencionarlo,
la profecía concluye: En la última persecución
(la mayor) de la santa Iglesia romana, Pedro, un romano, la regirá. Apacentará las ovejas en medio de muchas tribulaciones. Luego
la ciudad de las siete colinas será destruida y el juez temible regirá a su pueblo." Ciudad de siete colinas alude a Roma y así también a
la prostituta romana descripta por el Apocalipsis (17, 3-18) Por su aniquilación habrá gran júbilo en
el cielo (19, 1-3).
Antes de la destrucción de Roma está empero el breve tiempo del Anticristo
(13, 14-13). Según algunos padres de
la Iglesia será un judío. Pero la aparición del Anticristo
debe ser preparada. Y el arrianismo de la cabeza romana y de las conferencias episcopales -en suma, de
la iglesia romano-ecumenista entera, que quiere por cierto fusionarse con todas las religiones y sectas- es así un supuesto necesario para esa tarea. El Anticristo puede luego edificar sobre eso y presentarse como
el verdadero Cristo. Vista así, la profecía permitiría explicar
la imagen de gloria olivae como advertencia para los cristianos de los
últimos tiempos.
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