“Quæ secundum faciem sunt, videte” (II Corintios, 10, 7).:
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“Mirad (videte) los falsos apóstoles (quæ
secundum faciem sunt), es
decir, examinadlos; en otras palabras, sopesad sus actos,
es imposible
que a lo largo de todo el bien que afectan no se haga algo que os pueda
descubrir su intención perversa: «Por sus frutos los conoceréis»
(San Mateo, 7, 26)”. |
(Comentario de Santo Tomás de Aquino |
a la IIª Carta a los
Corintios). |
En “Le
Sel de la terre”[2] 5, pág. 62 y ss. el
Padre Gérard Mura[3] nos
brinda un panorama general
sobre
el Cardenal Ratzinger:
“¿Se puede decir que el Cardenal Ratzinger es un obispo realmente tradicional y confiable en
materia doctrinal? En 1968 Joseph Ratzinger, profesor de la universidad de Tubinga, fue uno de los
treinta y ocho responsables de la «Declaración sobre la libertad y la función de los teólogos en la Iglesia»,
publicada en el número de diciembre de 1968 de la edición francesa de la revista Concilium. El texto
constituye un violento ataque contra la Congregación para la Doctrina de la Fe, y por su intermedio,
a los actos del magisterio papal considerados como un freno a la libertad de los teólogos. Entre los
demás responsables se puede citar a los teólogos progresistas Marie-Dominique Chenu, Yves Congar,
Walter Kasper, Hans Küng, Karl Rahner y Edward Schillebeeckx.
“El Padre Congar, a pesar de estar en la avanzada, manifestó sus reservas sobre el texto: «Roma
lamentó mucho este documento. Está lejos de satisfacerme; cuando se me presentó la primera redacción
estaba hospitalizado, solo, sin ayuda, sin poder obrar como hubiese querido. Con todo, le hice ciertas
observaciones; dos o tres fueron aceptadas, no así la principal. Así, pues, no estoy en todo de
acuerdo con esta declaración que sin embargo firmé, y sé que mi firma ha comprometido algunas otras»[4].
“Podría replicarse que el Cardenal Ratzinger no se hace cargo de todos los escritos del profesor
Ratzinger. No obstante, cuando Vittorio Messori le pregunta si consideraba que su colaboración en la
revista Concilium era un «pecado de juventud», el Cardenal en modo alguno responde de modo
análogo al Padre Congar, deplorando la «Declaración» de 1968. Al contrario, afirma que mientras los
demás responsables de la revista han cambiado, él se mantiene fiel al espíritu
primitivo, situando este
cambio radical hacia 1973, es decir cinco años después de la «Declaración».
“Pasemos ahora a las declaraciones que ha hecho después de su cardenalato. ¿Puede afirmarse que
quien hace la siguiente aserción es un obispo doctrinalmente confiable? «El problema de los años
sesenta consistía en absorber los mejores valores fruto de dos siglos de cultura ‘liberal’. Son valores que
si bien han nacido fuera de la Iglesia, pueden encontrar su lugar —purificados y corregidos— en su
visón del mundo. Eso es lo que se ha hecho». «Debemos afirmar que durante el Concilio Vaticano II se
aprobaron valores que no provienen de la Iglesia sino de dos siglos de espíritu liberal, aunque
purificados y corregidos».
“¿Puede decirse que quien ha escrito la siguiente declaración es un obispo doctrinalmente
confiable? «Gaudium et Spes (junto a los textos sobre la libertad religiosa y las religiones en el mundo) es
una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra-Syllabus (…) Este documento constituye una
especie de contra-Syllabus en la medida en que representa una tentativa de reconciliar oficialmente a
la Iglesia con el mundo, tal como es desde 1789».
“¿Puede aseverarse que quien ha redactado la siguiente declaración es un obispo doctrinalmente
confiable? «Afirma (el documento sobre la vocación eclesial del teólogo), quizás por primera vez de
modo claro, que existen decisiones del magisterio que no pueden considerarse como la última palabra
en una materia en cuanto tal, sino un estímulo sustancial en relación al problema y sobre todo una
expresión de prudencia pastoral, una especie de decisión provisional.
“Su sustancia permanece válida, pero los detalles respecto a los cuales las circunstancias de tiempo
han ejercido influencia pueden postular una posterior rectificación. En este sentido, pueden serlo las
declaraciones de los papas durante el siglo pasado tanto en relación a la libertad religiosa como a las
decisiones antimodernistas de principios de este siglo, en particular las decisiones de la Pontificia
Comisión Bíblica de la época.
”En cuanto voz de alarma respecto a adaptaciones precipitadas y superficiales, están plenamente
justificadas; una personalidad como Johann Baptist Metz afirmó, por ejemplo, que las decisiones
antimodernistas de la Iglesia le hicieron el gran servicio de preservarla de hundirse en el mundo
liberalburgués. Pero en los detalles relativos a los contenidos, han sido superadas después de haber
cumplido su papel pastoral en un momento preciso».
“¿Puede afirmarse que quien ha escrito la declaración siguiente es un obispo doctrinalmente
confiable? «Sería absurdo pretender volver para atrás, retroceder hacia un sistema de cristiandad
política. Pero es verdad que nosotros tenemos una responsabilidad en este mundo y que como católicos
queremos realizar nuestra contribución. No queremos imponer el catolicismo a Occidente sino que los
valores fundamentales del cristianismo y los valores liberales preponderantes en el mundo actual puedan
reencontrarse y fecundarse mutuamente»”.
A todo esto se pueden agregar algunos textos del Cardenal citados en otros números de “Le
Sel de la terre” que descubren sus carencias doctrinales (confrontar el número citado en
referencia para acceder a explicaciones más detalladas):
- Extracto de “Le Sel de la terre” 1, pág. 31:
“Tras haber explicado que en los años 30 los teólogos alemanes habían comenzado a criticar el
concepto de Cuerpo místico, (Ratzinger) prosigue:
“Nos preguntábamos si la imagen del Cuerpo místico no constituía un punto de partida demasiado
estrecho para la definición de las múltiples formas de pertenencia a la Iglesia ya presentes en los
complicados meandros de la historia de la humanidad. La imagen de Cuerpo no ofrece sino una sola
forma de representación de pertenencia, que es la de «miembro». Se es miembro o no se es; no hay
término medio. Con todo, ¿no podía cuestionarse si el punto de partida de esta imagen no sería
justamente demasiado estrecho, ya que existen evidentemente grados intermedios en la realidad?
Entonces se apeló al concepto de “pueblo de Dios”, que desde ese punto de vista es mucho más amplio y
flexible. La constitución Lumen Gentium lo hizo suyo exactamente según esta acepción al describir la
relación de los cristianos no católicos con la Iglesia Católica mediante el concepto de «conexión»
(coniunctio) y el de los no cristianos mediante la noción de «ordenación»
(ordinario); en ambos casos, se
apoya sobre la idea de pueblo de Dios (nº. 15 y 16)”.
- Extracto de “Le Sel de la terre” 1, págs. 54-55:
“Ciertos textos devocionales parecen sugerir la idea que la fe cristiana en la Cruz se representa un
Dios cuya justicia inexorable ha requerido un sacrificio humano, el sacrificio de su propio Hijo. Y se
huye horrorizado de una justicia cuya terrible cólera suprime toda credibilidad al mensaje del
amor”. (…)
Esta objeción que Ratzinger recupera es una tesis de los protestantes liberales
(¡se ve cuánto ha impregnado el protestantismo a los hombres de Iglesia!) pero no es nueva porque ya en su
época Santo Tomás alude a ella en términos menos atrevidos en la q. 47, a. 3 (1ª objeción).
- Extracto de “Le Sel de la terre” 5, pág. 84:
Habiendo un diario “conocido e influyente” titulado “Ratzinger confirma la prohibición de los
anticonceptivos”, el Cardenal escribe:
“En toda la prensa internacional no encontré nada más desquiciado”, tras lo cual responde
evocando la ley de la gradualidad: “La gradualidad es una idea nueva del sínodo, se ha convertido en una de
sus perspectivas más profundas y que sigue estando presente en todas las cuestiones
particulares”.
- Extracto de “Le Sel de la terre” 16, págs. 187-188:
Comentando el artículo 22 de la constitución “Gaudium et Spes”, el teólogo Joseph Ratzinger
señalaba:
“Podría decirse que aquí, por primera vez en un texto magisterial, aparece un nuevo tipo de
teología totalmente cristocéntrica, que se anima a presentar a partir de Cristo una teología concebida
como una antropología y (que) por eso, sólo entonces se transforma radicalmente en teológica, en el
sentido que a través de Cristo también incluye al hombre en su discurrir acerca de Dios,
manifestando así la profunda unidad de la teología”.
- “Le Sel de la terre” 37, pág. 232, nota 1:
“El Cardenal Ratzinger explica en una conferencia publicada en «Documentation catholique» que
la Iglesia existe, a la vez, únicamente en la Iglesia Católica, pero también en las otras comunidades
cristianas. La explicación de esta contradicción se encuentra —dice el Cardenal— en el pecado:
"En la paradoja de la diferencia entre singularidad y concretización de la Iglesia, por un lado, y la
existencia de una realidad eclesial fuera del sujeto único, por otro, se refleja el carácter contradictorio
del pecado humano, la contradicción de la división” (“DC” 2224, 2 de abril de 2000, pág. 311).
“El Cardenal no explica qué contradice a qué en el pecado, ni cómo esta contradicción podría
constituir una excepción al principio de no contradicción en el caso de proposiciones al mismo
tiempo afirmativas: “La Iglesia está presente sólo en la Iglesia Católica” y “La Iglesia está presente
fuera de la Iglesia Católica”. Semejante manera de hablar nos obliga a preguntarnos si no es una
pérdida de tiempo intentar discutir con tales interlocutores. Cum negante principia non disputatur,
como dice el adagio escolástico: no sirve para nada discutir con quien niega los principios”.
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