LA SEUDO
RESTAURACIÓN DE RATZINGER:
Extractado de: http://www.marcel-lefebvre-tam.com/index_spa.htm
La Revolución nos advierte, por boca
del Card. Ratzinger, que ha sonado la hora de la restauración,
que «ya ha
comenzado en la Iglesia»;
después de los excesos de Pablo VI, hay que dar marcha atrás
para evitar el mayor número posible de reacciones e intentar que
el mayor número de fieles acepten lo esencial del Concilio.
Viendo a la Iglesia conciliar acumular sin prisa demasiado
material del tipo “Pseudo Restauración” (teorías del Card.
Ratzinger, del Opus Dei y de algunos obispos), es lógico pensar
que dicho material sea utilizado y para eso tenemos que
prepararnos. Puede
ser que estemos en vísperas de una operación de gran
envergadura, no inferior al Concilio Vaticano II [1].
El Card. Ratzinger, en efecto, comienza a distribuir las “sorpresas”: en 1984,
anunciaba la “Restauración” (Jesús, 1984) y 9 años después, sin prisa, declaraba
que se dará la vuelta a los altares (Il Sábato, 24 de Abril de
1993).
Sin
embargo, aun si en el futuro tuviéramos la sorpresa de ver
restaurar obligatoriamente en toda la Iglesia la Misa de San Pío
V, los hombres que actualmente dirigen la Iglesia pueden hacerlo
sin por ello abandonar la lógica de la Revolución liberal.
Porque la doctrina liberal, en el fondo, no pide a la Iglesia más
que una sola cosa:
que
renuncie a la Realeza social de Nuestro Señor Jesucristo, al
Estado Confesional,
a las consecuencias políticas de la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, tal como lo enseña el Magisterio Romano tradicional.
Actualmente quieren una nueva doctrina social: será el exílio de
N. S. J.C. de la sociedad temporal.
Si, conseguido esto, después, “en las
sacristías” se celebra la Misa de San Pío V, esto ya
no inquieta a la Revolución liberal; esta parece ser la idea dominante del Nuevo
Orden Mundial que, a cambio, ve a la Autoridad Romana aceptando, y enseñando lo
que fue condenado sin discusión, de manera infalible e irreformable desde la
llamada Revolución Francesa.
Nosotros nos preparamos para nuevas "sorpresas" el mismo "cardenal", tranquilizando a los amos del mundo, nos garantiza
que «si por
Restauración se entiende volver atrás, entonces ninguna
Restauración es posible.» ¡Promete,
de algún modo, no salir de la lógica de la Revolución liberal!
La formula del futuro “catolicismo” sería más o menos ésta:
“tradicionalista
sí, pero en privado”.
La
intención de terminar con el “caso Lefebvre” (el más
conocido de los grupos tradicionalistas) está declarada
abiertamente (cfr.
“Entretien
sur la Foi” -
J. Ratzinger - cap. 2: “un
remedio contra el anacronismo” y
30 Giorni, octubre de 1988: “la
operación para recuperar a los tradicionalistas continúa”.
Pero «a pesar de
esta agresiva “operación recuperación” bien conducida y
puesta en marcha por las autoridades vaticanas, el ejército
tradicionalista está lejos de ser vencido y de
batirse en retirada, como muchos lo creen hoy» (Il
Sábato, 8 de Julio de 1989).
El Card.
Ratzinger nos señala uno de los fines de esta operación en una
entrevista a
Il Regno (Abril de 1994). Después de haber reconocido que «el
fenómeno lefebvrista está en expansión...» y
«esto hace difícil una acción en el futuro» (puede ser
una excomunión en bloque o la criminalización so pretexto de
fundamentalismo para entregarnos en brazos del Nuevo Orden
Mundial), quiere
poner una cuña entre los que quieren la liturgia tradicional y
los que quieren también el Reino social de Nuestro Señor
Jesucristo (entendiendo
esta actitud como un «endurecimiento
creciente de los responsables»).
Este es su plan.
Por lo tanto, ¡preparémonos! Cuando la Pseudo-Restauración
esté madura y salga adornada con todos sus encantos -con la ayuda
de fuerzas ajenas a la Iglesia tendremos la oportunidad de oír
repetir los eternos slogans de los traidores: «aceptemos,
más vale ceder un poco que perderlo todo», «no hay que batirse
para no ser vencido, hay que salvar lo que puede salvarse»,
etc. Eso no es la
lógica de la fe, eso es sentimentalismo.
Aunque en ciertos
puntos, Joseph Ratzinger dé un paso atrás, tengamos en cuenta que esa es una maniobra típica de la Revolución, indispensable para eliminar,
recuperar, y adormecer a la reacción.
La historia, maestra de vida, enseña que, en la
sociedad temporal durante la Revolución liberal, llamada francesa,
Robespierre y los Jacobinos tendían a las consecuencias más radicales, entre otras el igualitarismo económico;
esta actitud creó violentas reacciones en el ala burguesa de esta
misma Revolución, que solamente quería el igualitarismo religioso, político y
social. Para sobrevivir la Revolución debió dar un paso atrás: Napoleón combatió a
los “extremistas” reintroduciendo la Monarquía, pero conservando en el Código de
Napoleón los nuevos principios de libertad, igualdad, fraternidad, es decir los
derechos del hombre. En efecto, negada la existencia de la Verdad objetiva, el derecho a
practicar públicamente cualquier convicción de su propia conciencia se impone
naturalmente, de ahí nacen el relativismo y el igualitarismo religioso, civil y político.
Napoleón introdujo por la fuerza este código
liberal en toda Europa, y hoy todos los Estados, anteriormente católicos,
tienen una constitución liberal que implica un cambio cultural y social, con la
transformación de los modelos de vida del país.
En la Iglesia
conciliar, puede llegar a producirse la
misma situación, según una interesante analogía: Se comprende fácilmente que los
modernistas a quienes falta la visión sobrenatural, busquen recuperar la reacción según
el ejemplo histórico de que disponen.
Después de los excesos en la teología, en la
moral y en la liturgia de la época de Pablo VI, que provocaron fuertes reacciones, la
Revolución puede buscar dar un paso atrás, en ciertos dominios.
El Card. Ratzinger lo declara oficialmente, y con
autoridad en la famosa entrevista
de la revista Jesús (Noviembre
de 1984) publicada con la mención “texto aprobado por S. E. Card. Ratzinger
el 1 de octubre”; uno de los subtítulos afirma:”¿Restauración?
Sí, si esto significa un nuevo equilibrio”.
“Si por restauración se entiende una vuelta al
pasado, entonces no es posible restauración alguna: La Iglesia se encamina
hacia el cumplimiento de la Historia, fijos los ojos en el Señor. Pero si por
“Restauración” se entiende la búsqueda de un nuevo equilibrio, después de las exageraciones
de una apertura al mundo sin discernimiento, después de las interpretaciones demasiado
positivas de un mundo agnóstico y ateo, entonces, sí, esta
“restauración” es deseable, además, está en marcha...”
“El problema de los años sesenta era el de
adoptar los mejores valores representados por dos siglos de cultura «liberal» [2].
Porque hay valores que habiendo nacido fuera de la Iglesia, pueden, una vez
enmendados, encontrar su lugar en su visión del mundo, esto se ha hecho. Pero hoy el
ambiente es diferente, demasiadas cosas han empeorado, respecto a lo que
justificaba un optimismo tal vez ingenuo. Es necesario buscar nuevos equilibrios.”
La Revolución ha
conseguido "hacerse amar
por aquellos mismos de los cuales es su
enemiga mortal".
Estudiando las doctrinas del Cardenal
Ratzinger en el Concilio, que no han sido nunca desmentidas, y que son las
mismas de toda la corriente progresista, tiene uno la tentación de pensar que
mientras la corriente progresista sigue poniendo en práctica las conclusiones lógicas
y los más radicales principios de libertad, igualdad y fraternidad, el Cardenal
Ratzinger, con los conservadores, se ocupa de dirigir la fase conservadora de la
Revolución en la Iglesia con el fin de recuperar y eliminar toda reacción.
Durante el
Concilio, era (y sigue siéndolo) uno de los representantes del progresismo:
“Ratzinger.... aparece como
un de los fundadores de la Revista internacional "Concilium" que reunía
lo que entonces se llamaba “ala
progresista” de
la teología”
(“Jesus” noviembre 1984. pg.69).
Su progresismo es visible en sus escritos,
contra el centralismo romano, sobre la infalibilidad
del pueblo cristiano, contra el “constantinismo” en particular sobre
el Syllabus y las deformaciones de las doctrinas de Pío IX y San Pío X, sobre
los peligros del “fariseismo” en la Iglesia, en los discursos sobre
la colegialidad, sobre “El Papa que no es Pedro”, sobre la crítica
de la teología que se limita al Magisterio que él denomina “teología de
las Encíclicas” que “nacen del miedo” o de “la poca fe”
o de “la teología de la conservación” y sobre los errores del “papismo”
[3].
Aún reconociendo a cada persona el
derecho a cambiar de idea, el mismo Cardenal en
el libro “Entretien sur la foi”, afirma explicitamente: “No soy
yo el que ha cambiado, son ellos
(los de “Concilium”), [...] Siempre he querido permanecer fiel
Vaticano II, este hoy de la Iglesia, sin nostalgia
por un ayer irremediablemente pasado,
sin impaciencia por un futuro que no nos pertenece”
[4].
Si los demás teólogos
progresistas siguen extrayendo las consecuencias lógicas de su jacobinismo, el
Cardenal Ratzinger, separándose de sus compañeros de ruta, asume y se
convierte en el porta-estandarte de la reacción -previsible tras la Revolución
liberal del Concilio- intentando atraer hacia sí a todos los descontentos, cediendo
en todo lo que puede ser cedido, pero conservando fielmente los principios de la
libertad religiosa, la colegialidad y el ecumenismo, a ejemplo de los
girondinos con Napoleón durante la Revolución Francesa.
1.- Las
ideas del Cardenal Ratzinger.
A) “Entretien sur la foi”
En el libro Entretien sur la foi, el Cardenal Ratzinger se declara
favorable a una vía intermedia, entre la posición católica tradicional y el
progresismo. (cf.
cap. 2. p. 27, “Dos
errores opuestos”). “La cuestión clave [...] no consiste en “volver hacia
atrás”, sino más bien en “volver a los textos auténticos del auténtico
Vaticano II”.
Defender hoy la
verdadera Tradición de la Iglesia significa defender el Concilio” (cf.
p. 32).
Según el Cardenal, no hay ninguna ruptura con la Tradición. “Es
también culpa nuestra si hemos dado excusa, tanto a la “derecha”
como a la “izquierda” para
que puedan pensar que el Vaticano II constituye una “ruptura”,
un abandono de la Tradición. Por el contrario, hay una continuidad, que no
permite ni regreso al pasado ni huida hacia adelante... Es el hoy
de la Iglesia al que debemos
permanecer fieles, no al ayer ni
al mañana.” (cf .p. 32).
El Cardenal manifiesta su intención de terminar con el caso Lefebvre: “Su
receta para eliminar toda razón de ser al caso Lefebvre
[...] mostrar la verdadera faz del
Concilio: así se podrá privar de fundamento a estas falsas protestas.”
(cf. p. 35, “Un remedio contra el anacronismo”).
“Vaticano II,
tenía razón al desear una revisión de las relaciones entre la Iglesia y el
mundo. Porque hay unos valores que, incluso si han nacido fuera de la Iglesia,
pueden, una vez corregidos, encontrar su lugar dentro de la visión de la
Iglesia.
En
aquellos años se ha trabajado en este sentido,
pero quien piense que estas dos realidades pueden unirse o
incluso identificarse sin conficto, demostraría no conocer
ni la Iglesia ni el mundo. (cf .p. 38, “Ruptura
no, si no continuidad”).
“He aquí la respuesta textual del Cardenal: Si
por restauración se entiende una marcha atrás, entonces ninguna restauración
es posible. La Iglesia camina
hacia el cumplimiento de la historia, mira hacia adelante, hacia el Señor que
viene. No, no se da marcha atrás, y no es posible dar la vuelta: ninguna
restauración en este sentido será posible. Pero, si por restauración se
entiende la búsqueda de un nuevo equilibrio, después de las exageraciones de
una apertura indiscriminada al mundo, después de las interpretaciones demasiado
positivas de un mundo agnóstico y ateo, bien, entonces una restauración,
entendida en ese sentido, es decir, un equilibrio renovado de las orientaciones
y de los valores en el interior de la catolicidad, sería deseable e incluso
ya ha comenzado en la Iglesia. En ese sentido, se puede decir que la primera
fase, después del Vaticano II ya ha concluido.”
(cf. p. 40, “Restauracion”)
El Cardenal Ratzinger pone sus esperanzas en los movimientos, sin
mencionar al Opus Dei -que, según
nosotros, es el más importante en la fase de la Seudo-Restauración- porque
ello le hubiera causado todavía más problemas y hubiese, posiblemente, puesto
al desnudo el plan.
“En ellos se
dibuja -aunque sin hacer ruido- lo que nos haría soñar con una aurora o un
nuevo Pentecostés en la Iglesia. Me refiero, por ejemplo, al Movimiento Carismático,
o Camino Neocatecumenal, los Cursillos, los Focolari, Comunión y Liberación,
etc.” (cf. p.
47, “La Esperanza de los Movimientos”)
El Cardenal también
ve a los descontentos a los que hay que recuperar para impedir
que caigan en manos de los integristas: “Ante
ciertas aplicaciones concretas de la reforma litúrgica, y sobre todo, ante las
opiniones de ciertos liturgistas, la
dimensión del descontento es más amplia que en el integrismo”
(cf. cap .IX, “Riquezas
a salvar”, pág. 141).
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