JOSEPH
RATZINGER SE PRESENTA:
Discurso de presentación a la
Academia Pontificia de las Ciencias
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 16 mayo 2005 (ZENIT.org).-
Publicamos el discurso de presentación del cardenal Joseph
Ratzinger al haber sido nombrado, el 13 de noviembre de 2000,
miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias, junto al
cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo emérito de Milán. Se
pide a los nuevos académicos que se presenten.
* * *
Señor
Presidente, estimados colegas, nací en 1927 en Marktl, en Baviera
del Norte. Cursé mis estudios filosóficos y teológicos
inmediatamente después de la guerra, desde 1946 a 1951. En este
período, la formación teológica de la facultad de Munich estuvo
esencialmente determinada por el movimiento bíblico, litúrgico y
ecuménico del tiempo entre las dos Guerras Mundiales.
El estudio bíblico fue fundamental y esencial en
nuestra formación, y el método histórico-crítico ha sido
siempre muy importante para mi propia formación y trabajo teológico
subsiguiente.
En general, nuestra formación se orientó históricamente,
y por eso, aunque mi área de especialidad fue la teología sistemática,
mi disertación doctoral y mi trabajo postdoctoral presentaron
argumentos históricos. Mi disertación doctoral se centró en la
noción de pueblo de Dios en San Agustín; en este estudio, me fue
posible observar cómo Agustín mantuvo diálogo con diversas
formas de Platonismo, el Platonismo de Plotino por un lado y de
Porfirio por el otro. La filosofía de Porfirio fue una re-fundación
del Politeísmo y una fundación filosófica de las ideas de la
religión griega clásica, combinada con elementos de religiones
orientales. Al mismo tiempo, Agustín mantuvo diálogo con la
ideología romana, especialmente después de la ocupación de Roma
por los godos en el 410, y por eso fue muy fascinante para mí
observar cómo a través de estos diferentes diálogos y culturas
él define la esencia de la religión cristiana. Él vio la fe
cristiana, no en continuidad con las religiones anteriores, sino
mejor aún en continuidad con la filosofía, entendida como la
victoria de la razón sobre la superstición. Así pues,
comprender la idea original de Agustín y de muchos otros Padres
sobre la posición del cristianismo en este período de la
historia del mundo fue muy interesante para mí y, si Dios me da
tiempo, espero desarrollar esta idea más adelante.
Mi trabajo postdoctoral se centró en San
Buenaventura, un teólogo franciscano del siglo XIII. Descubrí un
aspecto de la teología de Buenaventura no basado en la literatura
previa, a saber, su relación con una nueva idea de historia
concebida por Joaquín de Fiore en el siglo XII. Joaquín entendió
la historia como la progresión desde un período del Padre (un
tiempo difícil para los seres humanos bajo la ley), a un segundo
período de la historia, el del Hijo (con más libertad, más
franqueza, más fraternidad), a un tercer período de la historia,
el período definitivo de la historia, el tiempo del Espíritu
Santo. Según Joaquín, éste debió ser un tiempo de reconciliación
universal, de reconciliación entre el este y el oeste, entre
cristianos y judíos, un tiempo sin ley (en el sentido paulino),
un tiempo de verdadera fraternidad en el mundo. La interesante
idea que descubrí fue que una significativa corriente entre los
franciscanos estaba convencida de que San Francisco de Asís y la
Orden Franciscana marcaron el principio de este tercer período de
la historia, y fue su ambición actualizarlo; Buenaventura mantuvo
un diálogo crítico con esta corriente.
Tras finalizar mi trabajo postdoctoral me ofrecieron
un cargo en la Universidad de Bonn para enseñar teología
fundamental, y en este período la eclesiología, la historia y la
filosofía de la religión eran mis principales áreas de trabajo.
Desde 1962 a 1965 tuve la maravillosa oportunidad de
estar presente en el Concilio Vaticano II como un experto; éste
fue un tiempo muy grato de mi vida, en el cual me fue posible
formar parte de esta reunión, no sólo entre obispos y teólogos,
sino también entre continentes, distintas culturas, y distintas
escuelas de pensamiento y de espiritualidad en la Iglesia.
Luego acepté un cargo en la Universidad de Tubinga (Tübingen),
con la intención de estar más cerca de la «escuela de Tubinga»,
la cual hizo teología de una manera histórica y ecuménica. En
1968 se produjo una explosión sumamente violenta de teología
marxista, y por eso cuando me ofrecieron un cargo en la nueva
Universidad de Ratisbona, acepté no sólo porque pensé que sería
interesante colaborar con el desarrollo de una nueva universidad,
sino también porque mi hermano era el director del coro de la
Capilla de la Catedral. Deseaba, asimismo, que fuera un tiempo
tranquilo para desarrollar mi trabajo teológico. Durante mi
tiempo libre allí escribí un libro acerca de la escatología y
un libro acerca de los principios de la teología, tales como el
problema del método teológico, el problema de la relación entre
la razón y la revelación, y entre la tradición y la revelación.
La Biblia fue también un punto de principal interés para mí.
Cuando comenzaba a desarrollar mi propia visión teológica,
en 1977 el Papa Pablo VI me nombró arzobispo de Munich, y por
eso, al igual que el cardenal Martini, tuve que interrumpir mi
trabajo teológico. En noviembre de 1981, el Santo Padre, el Papa
Juan Pablo II, me pidió que me desempeñara como prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe. El prefecto de la
Congregación es también el presidente de dos importante
Comisiones, la Comisión Teológica Internacional y la Pontificia
Comisión Bíblica. La labor de estos dos organismos, cada uno
compuesto por veinte o treinta profesores propuestos por los
obispos del mundo, se realiza en completa libertad y actúa como
conexión entre la Santa Sede y las oficinas de la Curia Romana
por un lado, y el mundo teológico por el otro. Me ha sido muy
provechoso servir como presidente de estas dos Comisiones, porque
me permitió continuar de alguna manera mi contacto con los teólogos
y con la teología. En estos años, las dos Comisiones han
publicado un buen número de documentos muy importantes.
En particular, dos documentos de la Comisión Bíblica
fueron muy bien recibidos por los círculos ecuménicos y por el
mundo teológico en general. El primero era un documento acerca de
los métodos de exégesis. En los cincuenta años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial hemos sido testigos de interesantes avances
en metodología, no sólo con el clásico método histórico-crítico,
sino también con nuevos métodos que toman en consideración la
unidad de la Biblia en los diversos desarrollos literarios, y
también nuevos métodos. Creo que este documento fue realmente un
hito; fue muy bien recibido, como dije, por la comunidad científica.
El segundo documento fue publicado el año pasado y
se refiere a la relación entre la Santa Biblia del pueblo judío,
el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento. Se centra en la
cuestión del sentido gracias al cual las dos partes de la Biblia,
cada una con historias muy diferentes, pueden ser consideradas una
sola Biblia, y en qué sentido una interpretación cristológica
del Antiguo Testamento --no tan evidente en el texto como tal--
puede ser justificada, así como nuestra relación para con la
interpretación judía del Antiguo Testamento. En este sentido, la
reunión de los dos libros es asimismo la reunión de dos
historias a través de sus culturas y realizaciones religiosas.
Esperamos que este documento también sea muy beneficioso para el
diálogo entre cristianos y judíos.
La Comisión Teológica ha publicado documentos
acerca de la interpretación del dogma, de las faltas de la
Iglesia en el pasado --de suma importancia luego de las peticiones
de perdón realizadas en repetidas ocasiones por el Santo Padre--
y de otros documentos. Actualmente estamos publicando un documento
acerca del diaconado y otro acerca de la revelación y la
inculturación.
Este último argumento, el encuentro entre diferentes
culturas, esto es, el diálogo intercultural e interreligioso, es
en la actualidad el tema central para nosotros en nuestra
Congregación. Tras la desaparición de la teología de la
liberación en los años que siguieron a 1989, se desarrollaron
nuevas corrientes en teología; por ejemplo, en América Latina
existe una teología indígena. La idea es re-hacer la teología a
la luz de las culturas pre-colombinas. También nos estamos
ocupando del problema de cómo la fe cristiana puede estar
presente en la gran cultura india con sus ricas tradiciones
religiosas y filosóficas.
Las reuniones de la Congregación para la Doctrina de
la Fe con obispos y teólogos, destinada a descubrir cómo es
posible una síntesis intercultural en el presente sin perder la
identidad de nuestra fe es emocionante para nosotros, y yo pienso
que es un tema importante incluso para los que no son cristianos o
no son católicos.
Les agradezco por el honor de estar presente entre
ustedes.
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