Crimen y
Lujuria
Por
Maximiliano
Curcio
Sinopsis:
Es la época de la Segunda Guerra Mundial en Shanghai. Wong Chia Chi
es una universitaria china que participa en las actividades de un
grupo de teatro en el que ha ingresado tras conocer a un carismático
compañero de estudios, Kuang Yu Min. Mientras Wong disfruta actuando
sobre el escenario, Kuang le propone que interprete un papel mucho
más peligroso en la vida real: convertirse en la señora Mak y trabar
amistad con la esposa de un importante colaboracionista de los
japoneses, el señor Yee. La idea es tender a este último una trampa
para que Kuang y sus secuaces le liquiden. En su momento, sin
embargo, el plan se frustra, pero al cabo de varios años Kuang
vuelve a aparecer en la vida de Wong y le pide que reanude su
mortífera misión…
* * * * /
MUY BUENA
Ang Lee,
el versátil director oriental que asombrara al mundo con su
fantástica épica “El Tigre y el Dragón” allá por el año 2000
y que incursionara con relativo éxito comercial en Hollywood con la
adaptación de “Hulk” nos sorprende esta vez con un thriller
de espionaje que se basa en el cuento homónimo de la escritora china
Eileen Chang y que está ambientado en la Segunda Guerra Mundial y
resulta de corte similar a esa gran película llamada “Black Book
– El Libro Negro” que dirigió Paul Verhoeven el año último y
que en no menos calibre generara también revuelo y críticas a favor
y en contra de igual magnitud.
Nunca
ajeno a las polémicas, Lee es un autor comprometido (su film más
audaz “Secreto en la Montaña” lo demuestra) y aquí el eje de
dicha polémica resulta el clima de violencia y de sexo de alto
contenido incluido en el film. No como leit motive de este, pero si
como motor vital y funcional a la trama en el sentido que Lee no se
regodea en estas imágenes, pero si las utiliza de forma impecable
para desencadenar el conflicto que sirve como punto de partida a
este rompecabezas pausado y lentamente (a veces en demasía) narrado
en qué consiste la trama, inundada de la corrupción, el pecado, la
venganza y el deseo que tiñen a sus personajes y hacen honor al
título del film.
Como
costumbre en sus films, con un reparto sobrio apoyado en figuras
locales de resonancia y rubros técnicos impecables (que aquí
ambientan de forma magnífica a la historia) Lee construye con
paciencia y cadencia un relato de dos horas y media que requiere de
atención y de saber apreciar esas sutilezas que Lee utiliza como
recursos para, con su pausa y artesanía oriental provocar el impacto
desde miradas, gestos de sus personajes o bien climas de intriga y
poco dialogo. En las antípodas del mencionado film de Verhoeven
donde el nervio y la tensión fluían en la pantalla. El efecto es el
mismo, el resultado igual de notable, pero el lenguaje
cinematográfico de Lee es más depurado y menos estruendoso. Será sin
dudas, disfrutado por sus más fieles seguidores en una vuelta a las
fuentes de este incursioncita en tierras americanas.
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