Busich Escobar, Ismael
Buenos Aires, la gran provincia: 1880-1930
Dr. CARLOS MEYER PELLEGRINI
Nació en Buenos Aires el año
1874, cursando sus primeros estudios en el Liceo Real de la ciudad de Hamburgo,
a donde lo llevara su padre, don Martín Meyer, de noble ascendencia alemana.
De regreso en la tierra natal, ingresó a la Facultad de Derecho, doctorándose
en 1896, con una brillante tesis sobre “Ministerio parlamentario.”
Sus estudios de jurisprudencia los amplió más tarde siguiendo
cursos superiores en la Universidad de Berlín. Vinculado a importantes
empresas y a negocios financieros de alto vuelo, el doctor Meyer Pellegrini
acreditó luego la solidez de sus conocimientos jurídicos. Aunque
la política no lo substrajo en absoluto al ejercicio de la profesión,
se mezcló en ella, sin embargo, y en los albores de la presidencia de
Quintana fué electo diputado al Congreso por la capital federal cumpliendo
íntegro su período de 1904 a 1908 para ser reelecto por un nuevo
cuatrienio, de 1908 a 1912.
En 1913 fué llamado por
el presidente Roque Sáenz Peña a ejercer el ministerio de Obras
Públicas, cargo en el cual destacó sus singulares aptitudes de
hombre de gobierno, poniendo en evidencia también su consecuencia política,
pues cuando el doctor Sáenz Peña, a causa de la enfermedad que
lo llevara a la tumba, delegó el mando en su sustituto legal el doctor
de la Plaza, no titubeó el doctor Meyer Pellegrini en declinar el ministerio
que con tanto brillo venía desempeñando, para facilitar la acción
gubernativa del presidente provisorio, a pesar del ofrecimiento de éste
para que continuara al frente de la cartera. A partir de entonces, el doctor
Meyer Pellegrini volvió al ejercicio de su profesión y a la organización
de empresas financieras que han propendido al progreso del país.
CAPITULO XXVIII
Doctor Carlos Meyer Pellegrini
Interventor Nacional
1930
Sumario. -Situación general del país a mediados de 1930. - Errores
de la presidencia Irigoyen. -La opinión pública es adversa al
orden de cosas creado por el radicalismo irigoyenista. -Preludios revolucionarios.
-El pueblo en la calle. -El estallido del 6 de septiembre. -El. gobernador Crovetto
y sus ministros se alejan de La Plata . -El teniente coronel Irusta al cuidado
del orden. -El ex Presidente Irigoyen en la capital de la provincia. -El coronel
Giordano, comisionado militar. - Designación del doctor Carlos Meyer
Pellegrini como Interventor Federal. -Sus ministros. -Manifestaciones de júbilo
popular.
- Propósitos del Interventor. -Sus primeros actos.
La situación política y económica de la República
a mediados del año 1930 habia llegado a un grado tal de confusión
y de desorden, que la crisis se insinuaba fatal e inexorable. El Presidente
de la República, doctor Hipólito Irigoyen, había acumulado
virtualmente la suma del poder público, pues su voluntad soberana manejaba
sin control, no sólo los resortes de la Nación, sino también
los de la mayoría de las provincias federales, cuyos gobernantes se le
habían sometido incondicionalmente. Irigoyen había sido votado
en 1928 por una gran parte del electorado argentino, y esta expresión
de simpatía de la opinión, producto de un equivocado espejismo,
era interpretada jactanciosamente como un plebiscito incancelable, que podía
justificar todo género de excesos en el ejercicio del poder.
Cuando no habían transcurrido aún dos años de este gobierno,
ya el pueblo argentino, volviendo sobre sus pasos, lo repudiaba. Errores de
todo orden señalaban su actuación; atropellos sin precedentes
en nuestra historia institucional sembraban la inquietud en los ánimos
y predisponían a la protesta; todo ello, unido a una aguda crisis económica
que tenía su origen en el abándono con que el gobierno contemplaba
los problemas vinculadas a la riqueza. y al trabajo nacionales, creó
un ambiente de desasosiego e intranquilidad propicio a las reacciones populares.
A fines de agosto aun el Congreso no había iniciado su período
ordinario de sésiones, por culpa de una mayoría complaciente que
creía interpretar con su actitud negativa los deseos del P. E. La oposición,
sin embargo, luchaba con altivez, y ya en los primeros días de septiembre
salió a la calle para exteriorizar su descontento. Algunas manifestaciones
públicas dieron al gobierno la sensación del peligro que lo amenazaba,
arreciando el clamor público cuando trascendió al ambiente caldeado
por la pasión, la certeza de que el Presidente, cuya avanzada edad lo
hacía fácil presa de la camarilla que la rodeaba, hallábase
enfermo e imposibilitado para seguir desempeñando con eficacia sus funciones.
El 5 de septiembre los amigos del doctor Irigoyen obtuvieron que delegara
el mando, por un tiempo prudencial, en el Vicepresidente, doctor Enrique Martínez,
y este mandatario no halló otro arbitrio, para dominar la exaltación
de los ánimos, que decretar el estado de sitio en la capital federal.
Pero toda medida de previsión era ya tardía. El despertar cívico
se había operado en el alma popular, trascendiendo al ejército,
con cuyo concurso se produjo el levantamiento del 6 de septiembre que dió
en tierra con el poder discrecional del gobierno elegido en 1928, el cual fué
sustituído en la tarde del día recordado por la Junta Provisional,
cuyo presidente fué el general José F. Uriburu, secundado por
ciudadanos eminentes en el orden civil, y por los más reputados jefes
del ejército y de la armada en el orden militar.
El triunfo de la revolución fué tan rápido e instantáneo
que tomó de soepresa a los gobiernos provinciales políticamente
concordes con el régimen depuesto. El gobernador de Buenos Aires hallábase
en La Plata, con sus ministros, cuando recibió la noticia de que la revolución
se hallaba triunfante en la Metrópoli, y aunque en un principio pensó
en organizar fuerzas provinciales para salir en apoyo del gobierno derrocado,
desistió de tomar medida alguna en ese sentido al demostrársele
la inutilidad de toda resistencia. Fué entonces que el señor Crovetto
y sus ministros abandonaron el recinto gubernativo y se alejaron de La Plata,
sin considerar necesario producir ningún documento oficial.
Una orden telegráfica del Presidente provisional encomendó el
mantenimiento del orden local al comandante del regimiento 7.° de guarnición
en La Plata, teniente coronel Horacio Irusta, quien tuvo también a su
cargo el cuidado de la. persona del ex Presidente Irigoyen, que en las últimas
horas de la tarde se había trasladado de Buenos Aires a La Plata, y que
luego de una breve permanencia en la casa de gobierno pasaba a alojarse en el
cuartel del regimiento 7, donde, por orden del gobierno provisional, quedó
detenido.
La gravedad del momento impuso a los directores del cambio gubernamental producido,
el deber de no descuidar la situación en que quedaba la provincia de
Buenos Aires, cuyo gobierno no debía estar acéfalo ni una hora.
Lo mismo ocurría en esos instantes en las otras provincias, y ello determinó
a la Junta Revolucionaria a encomendar perentoriamente el mando militar y civil
en cada Estado a un militar de su más absoluta confianza. Fué
así designado comisionado para la provincia de Buenos Aires el coronel
José D. Giordano, quien, hallándose en la capital federal, se
trasladó inmediatamente a La Plata y tomó posesión del
gobierno abandonado, en la madrugada del día 7 de septiembre.
El coronel Giordano recibió instrucciones para asegurar la tranquilidad
en toda la provincia y principalmente en su capital, donde se hallaba accidentalmente
residiendo el ex Presidente Irigoyen, interin el nuevo gobierno designaba el
Interventor Federal que asumiría con la plenitud de sus facultades, el
gobierno de Buenos Aires.
Con fecha 9 de septiembre fué designado para tan elevadas funciones
el doctor Carlos Meyer Pellegrini, y dos días después se trasladaba
a La Plata y tomaba posesión del cargo en medio de delirantes manifestaciones
de entusiasmo popular y sin que nada turbara la tranquilidad pública
en la vasta extensión de la provincia.
El doctor Meyer Pellegrini había organizado previamente su gabinete en
la siguiente forma :
Ministro de Gobierno, doctor Clodomiro Zavalía.
” ” Hacienda,
doctor Antonio Robirosa.
” ” O.
Públicas, doctor Eduardo Arana.
Cuando aquella tarde del 11 de septiembre el doctor Meyer Pellegrini salió
a los balcones del palacio gubernativo, rodeado de sus ministros y de las más
distinguidas personalidades de la provincia, pudo contemplar con honda emoción
patriótica el clamoroso júbilo popular que traducía la
confianza con que era recibido, y la fe que su honrada palabra tenía
que producir en la opinión. “Los propósitos y el prpgrama
de nuestra acción, son claros y definidos- dijo en esa oportunidad -.Venimos
a presidir la reorganización de los poderes y autoridades de la provincia
en cumplimiento de la solemne promesa del Superior Gobierno Provisorio de la
Nación, de llevar a ésta en el más corto plazo posible
a la normalidad de su vida constitucional. Al cumplimiento de esta misión
hemos de proceder con la más alta imparcialidad y rectitud, pues queremos
que hayan terminado para siempre los gobiernos de crudo partidismo y que volvamos
a los gobiernos del pueblo y para el pueblo, sin distinción de clases
ni de colores políticos.
No abrigamos sentimientos de venganza ni de odio; respetamos al adversario
sincero a la par del amigo y aspiramos que bajo el amparo de nuestra acción
imparcial puedan desenvolverse libremente todas las aspiraciones legítimas
dentro del orden y de la legalidad.
Creo que mi pasada vida pública, aunque modesta, es una garantía
de la sinceridad de mis intenciones; pero si ello no fuese para algunos garantía
suficiente, quieran ellos recordar que tengo que cuidar un doble legado sagrado
para mí, al que no renunciaré jamás. Colaborador del Presidente
Roque Sáenz Peña y de su eminente ministro Indalecio Gómez,
dos nombres que sería injusto dejar de recordar en estas horas, no he
de permitir que con mi tolerancia sea violada la gran ley que lleva sus nombres,
y bajo cuyos auspicios hemos de reconstituir las autoridades institucionales
de la Nación; por otra parte, mi segundo apellido obliga a cumplir lo
que se promete.
Sin embargo, esta imparcialidad y desvinculación absoluta de todo partido
o bando político, con la que vengo a presidir los destinos de la provincia,
no quiere decir que desconozco el mérito imborrable contraído
por todos los partidos de oposición que han luchado en la Nación
durante los últimos años, y muy especialmente en esta provincia,
y cuya acción perseverante y patriótica ha contribuído
en primer término a levantar el espíritu cívico, a fin
de llevarlo a la airada reivindicación de sus derechos.
Ahora manos a la obra, señores: Ruego al Todopoderoso quiera iluminar
mis actos; solicito el concurso de todos ya vosotros, pueblo de Buenos Aires,
pido que entonéis conmigo el grito: “¡Viva la patria!”.
La recepción popular del Interventor adquirió contornos extraordinarios,
porque los acontecimientos del 6 de septiembre habían exaltado en el
pueblo el sentimiento de su propia altivez y su dignidad ciudadana. Las palabras
promisoras del Interventor, y las no menos elocuentes que en este mismo acto
pronunció el ministro de Gobierno, doctor Zavalía, calurosamente
aplaudidas por más de diez mil personas aglomeradas en la plaza San Martín,
fueron el feliz presagio de una actuación que hasta hoy se prolonga sin
tropiezos ni cortapisas.
Los primeros actos de la Intervención tuvieron, naturalmente, carácter
político, y ellos consistieron en la disolución de todas las municipalidades
y consejos escolares de la provincia, haciéndose dé inmediato
la designación de comisionados en ambas ramas de la administración
comunal. A los pocos días de haber asumido el gobierno el doctor Meyer
Pellegrini, los 110 partidos de la provincia estaban a su vez intervenidos,
y la vida administrativa se desarrollaba normalmente .
Sería prematuro, claro está, cualquier apreciación definitiva
acerca de la obra de este gobierno excepcional que recién empieza, pero
no abonaría nuestra sincera imparcialidad si no consignáramos,
en este lugar, la impresión que hoy se recoge en todos los ámbitos
de la provincia de Buenos Aires, alentadora en grado sumo por las esperanzas
que encierra y por la confianza que revela en la acción qe los hombres
que han Ilegado al poder mediante un impulso generoso de perfeccionamiento democrático.
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