Magisterio de la Iglesia
San
Vicente de Lerins
CONMONITORIO
(APUNTES PARA CONOCER LA FE VERDADERA)
SAN VICENTE DE LERINS
6. El ejemplo verdaderamente grande y divino de estos Bienaventurados debería ser objeto constante de meditación para todo verdadero católico. Ellos, irradiando como un candelabro de siete brazos la luz septiforme del Espíritu Santo(9), han mostrado, de manera clarísima, a los que vendrían detrás, cómo en un futuro, ante cualquier verborrea jactanciosa del error, se puede aniquilar la audacia de innovaciones impías con la autoridad de la antigüedad consagrada. Por lo demás, esta manera de actuar no es novedad en la Iglesia; efectivamente, en ella siempre se observó que cuanto más ha crecido el fervor de la piedad, con tanta mayor presteza se ha puesto barrera a las nuevas invenciones. Hay una gran cantidad de ejemplos, pero para no alargarme demasiado, sólo me referiré a uno, adecuadísimo para nuestra finalidad, tomándolo de la historia de la Sede Apostólica. Todos podrán ver, con más claridad que la propia luz, con cuánta fortaleza, diligencia y celo los venerables sucesores de los santos Apóstoles han defendido siempre la integridad de la doctrina recibida una vez para siempre. Sucedió que el Obispo de Cartago, Agripino, de piadosa memoria, tuvo la idea de hacer que los herejes se volvieran a bautizar; y esto contra la Escritura, contra la norma de la Iglesia universal, contra la opinión de sus colegas, contra las costumbres y los usos de los Padres(10). Esto dio origen a grandes males, porque no sólo ofrecía a todos los herejes un ejemplo de sacrilegio, sino que también fue ocasión de error para no pocos católicos. Dado que en todas partes se protestaba contra esta novedad, y en cada sitio los obispos tomaban diferentes posturas con respecto a ella, según les dictaba su propio celo, el Papa Esteban, de santa memoria, Obispo de la Sede Apostólica, se sumó con mayor fuerza que nadie a la oposición de sus colegas, pues entendía -acertadamente, a mi parecer- que debía sobbrepasar a todos en la devoción a la fe tanto cuanto los sobrepasaba por la autoridad de su Sede(11). Escribió entonces una carta a África y decretó en estos términos: «Ninguna novedad, sino sólo lo que ha sido transmitido». Sabía aquel hombre santo y prudente que la misma naturaleza de la religión exige que todo sea transmitido a los hijos con la misma fidelidad con la cual ha sido recibido de los padres, y que, además, no nos es lícito llevar y traer la religión por donde nos parezca, sino que más bien somos nosotros los que tenemos que seguirla por donde ella nos conduzca. Y es propio de la humildad y de la responsabilidad cristiana no transmitir a quienes nos sucedan nuestras propias opiniones, sino conservar lo que ha sido recibido de nuestros mayores. ¿Cómo acabó, pues, la cosa? ¿Cómo había de acabar sino de la manera acostumbrada y normal? Se atuvieron a la antigüedad y se rechazó la novedad. ¿Es que acaso no hubo defensores de la innovación? Al contrario, hubo un tal despliegue de ingenios, una tal profusión de elocuencia, un número tan grande de partidarios, tanta verosimilitud en las tesis, tal cúmulo de citas de la Sagrada Escritura, aun que interpretada en un sentido totalmente nuevo y errado, que de ninguna manera, creo yo, se habría podido superar toda aquella concentración de fuerzas, si la innovación tan acérrimamente abrazada, defendida, alabada, no se hubiera venido abajo por sí misma, precisamente a causa de su novedad. ¿ Qué ocurrió con los decretos de aquel concilio africano y cuáles fueron sus consecuencias?(12). Gracias a Dios no sirvieron para nada. Todo se esfumó como un sueño y una fábula y fue abolido como cosa inútil, rechazado, no tenido en cuenta. Pero he aquí que se produjo una situación paradójica. Los autores de aquella opinión son considerados católicos, y en cambio sus seguidores son herejes; los maestros fueron perdonados y los discípulos condenados. Quienes escribieron los libros erróneos serán llamados hijos del reino, mientras que el infierno acogerá a quienes se hacen sus defensores(13). ¿ Quién puede ser tan loco hasta el punto de poner en duda que el beato Cipriano*, luz esplendorosa entre todos los santos obispos y mártires, reina junto con sus colegas eternamente con Cristo? Y al contrario, ¿quién podría ser tan sacrílego que negase que los donatistas y las otras pestes, que presuntuosamente quieren rebautizar apoyándose en la autoridad de aquel concilio, arderán eternamente con el diablo? ASTUCIA TÁCTICA DE LOS HEREJES 7. A mi modo de ver, un juicio tan severo fue pronunciado por el Cielo a causa de la malicia de estos mixtificadores, que no dudaban en encubrir con otro nombre las herejías que fabricaban. Con frecuencia se apropiaban de pasajes complicados y poco claros de algún autor antiguo, los cuales, por su misma falta de claridad parecía que concordaban con sus teorías; así simulaban que no eran los primeros ni los únicos que pensaban de esa manera. Esta falta de honradez yo la califico de doblemente odiosa, porque no tienen escrúpulo alguno en hacer que otros beban el veneno de la herejía, y por que mancillan la memoria de personas santas, como si esparcieran al viento, con mano sacrílega, sus cenizas dormidas. Haciendo revivir determinadas opiniones, que mejor era dejar enterradas en el silencio, llevan a cabo una difamación. En esto siguen a la perfección las huellas de su primer modelo Cam, que no sólo no se preocupó de cubrir la desnudez de Noé, sino que la hizo notar a los demás para burlarse(14). A causa de una ofensa tan grave a la piedad filial, hasta sus descendientes estuvieron incursos en la maldición que mereció su pecado. Su comportamiento fue totalmente contrario al de sus hermanos, los cuales se negaron a profanar con su mirada la venerable desnudez de su padre y a exponerle a las miradas de otros, sino que, como está escrito, lo cubrieron acercándose de espaldas. No aprobaron ni censuraron el error de aquel hombre santo, y por eso merecieron una espléndida bendición, que se extendió a sus hijos de generación en generación. Pero volvamos a nuestro tema. Debemos tener horror, como si de un delito se tratara, a alterar la fe y corromper el dogma; no sólo la disciplina de la constitución de la Iglesia nos impide hacer una cosa así, sino también la censura de la autoridad apostólica. Todos conocemos con cuánta firmeza, severidad y vehemencia San Pablo se lanza contra algunos que, con increíble frivolidad, se habían alejado en poquísimo tiempo de aquel que los había llamado a la gracia de Cristo, para pasarse a otro Evangelio, aun que la verdad es que no existe otro Evangelio(15); además, se habían rodeado de una turba de maestros que secundaban sus caprichos propios, y apartaban los oídos de la verdad para darlos a las fábulas(16), incurriendo así en la condenación de haber violado la fe primera(17). Se habían dejado engañar por aquellos de quienes escribe el mismo Apóstol en su carta a los hermanos de Roma: Os ruego, hermanos, que os guardéis de aquellos que originan entre vosotros disensiones y escándalos, enseñando contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; evitad su compañía. Estos tales no sirven a Cristo Señor nuestro, sino a su propia sensualidad; y con palabras dulces y con adulaciones seducen los corazones de los sencillos(18). Se introducen en las casas y hacen esclavas a las mujerzuelas cargadas de pecados y movidas por toda clase de deseos, las cuales, aunque siempre dispuestas a instruirse, no consiguen llegar nunca al conocimiento de la verdad(19). Charlatanes y seductores, revolucionan familias enteras, enseñando lo que no conviene, con el fin de adquirir una vil ganancia(20). Hombres de mente corrompida y descalificados en materia de fe(21), presuntuosos e ignorantes, que se enzarzan en discusioncillas y en diatribas estériles; privados de la verdad, piensan que la piedad es algo lucrativo(22). Como no tienen nada en que ocuparse, se dedican al correteo; y no sólo están ociosos, sino que son parlanchines e indiscretos, hablando de lo que no deben(23). Han despreciado una buena conciencia y han naufragado en la fe(24). Sus palabrerías fútiles y profanas hacen que cada vez vayan más adelante en la impiedad, y esas palabras suyas corroen como la gangrena(25). Con razón se ha escrito de ellos: no lograrán sus intentos, por que su necedad se hará patente a todos, como se hizo la de aquellos (Jannes y Mambres)(26). |
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