Magisterio de la Iglesia

San Vicente de Lerins

CONMONITORIO
(APUNTES PARA CONOCER LA FE VERDADERA)
SAN VICENTE DE LERINS

DOCTRINA DE ESTOS HEREJES

   A primera vista parece que distingue sencillamente dos sustancias en Cristo, pero de repente introduce dos personas. Cometiendo un crimen inaudito, afirma que hay dos Hijos de Dios, dos Cristos, uno es Dios y el otro es hombre, uno es engendrado por el Padre, el otro es nacido de la Madre. Por eso concluye que María Santísima no puede ser llamada Theotokos*, Madre de Dios, sino solamente Christotokos*, Madre de Cristo, en cuanto que de ella nació no el Cristo que es Dios, sino el Cristo que es hombre.

   Solamente alguien que no reflexione puede creer que Nestorio, en sus escritos, admite un solo Cristo y predica una sola persona de Cristo. En realidad, se expresó de una manera engañosa, para poder más fácilmente insinuar el mal a través del bien, según nos dice el Apóstol: por medio de lo que es bueno me ha dado la muerte (35).

   Si en alguna parte de sus escritos proclama que cree en un solo Cristo y en una sola persona de Cristo, lo dice solamente para engañar. En realidad afirma que después de haber nacido de la Virgen, las dos personas se reunieron en un solo Cristo, manteniendo así que en el tiempo de la concepción o del parto virginal -e incluso durante un cierto tiempo después- hubo dos Cristos. Según esto, Cristo habría nacido primero como un simple hombre ordinario, sin estar todavía asociado en la unidad de persona al Verbo de Dios; sólo después habría descendido en Ella persona del Verbo que lo asumiría. y si ahora Cristo sigue asumido en la gloria de Dios, hubo, no obstante, un tiempo durante el cual no había ninguna diferencia entre El y los demás hombres.

LA VERDADERA FE TRINITARIA
Y CRISTOLÓGICA

   12. Antes de seguir adelante, quizá se espera que me detenga a exponer las doctrinas heréticas de quienes acabo de mencionar: Nestorio, Apolinar y Fotino.

   En verdad esto se saldría de mi intento, porque no me he propuesto refutar los errores uno a uno. Si he echado mano de algunos ejemplos: ha sido para demostrar con claridad y evidencia que cuanto dice Moisés es verdad, o sea, para demostrar que, si un doctor de la Iglesia -un profeta, podríamos decir- que interpreta los misterios proféticos, intenta introducir alguna novedad en la Iglesia de Dios, es la Providencia de Dios quien lo permite para probarnos.

   No obstante, no será inútil exponer, de pasada, las doctrinas de los herejes antes citados.

   En cuanto a Fotino, dice que existe un Dios único y solo, que hay que entender según la mentalidad judaica. Niega, por tanto, la plenitud de la Trinidad y mantiene que ni el Verbo de Dios ni el Espíritu Santo son personas* reales. Afirma, además, que Cristo fue solamente un hombre que tuvo su origen en María. Reafirma, de todas las maneras posibles, que debemos honrar a la sola persona de Dios Padre, y a Cristo como puramente hombre.

   Apolinar declara que está de acuerdo con nosotros sobre la unidad de la Trinidad, aunque luego, sobre este mismo punto, su fe no es del todo íntegra. Acerca de la Encarnación del Señor blasfema abiertamente. Dice que en la carne de Nuestro Salvador no había realmente un alma humana, o si la había, no tenía inteligencia ni razón humanas.

   La carne del Señor no fue tomada de la carne de la Santísima Virgen María -afirma-, sino que descendió del cielo al seno de la Virgen. Siempre inconcreto y vacilante, a veces afirmaba que esa carne es coeterna al Verbo de Dios, otras veces que es creada por la divinidad del Verbo. No admitía que en Cristo hay dos sustancias* una divina y una humana, una proveniente del Padre y otra de la Madre.

   Pensaba realmente que la misma naturaleza* del Verbo estaba dividida, como si una parte de El permaneciese eternamente en Dios, mientras que otra parte se había encarnado.

   Así, mientras la verdad afirma que hay un solo Cristo, formado por dos sustancias, él sostenía, al contrario, que dos sustancias se formaron de una sola divinidad de Cristo.

   Nestorio está infectado por un morbo totalmente opuesto al de Apolinar.

13. Estas son las cosas que Nestorio, Apolinar y Fotino, como perros rabiosos, ladran contra la Iglesia Católica: Fotino no admite la Trinidad, Apolinar afirma la convertibilidad de la naturaleza humana del Verbo y niega la existencia de dos sustancias en Cristo, en cuanto que no admite en Cristo un alma entera, o por lo menos no admite en ella la inteligencia y la razón, pretendiendo que el lugar de la inteligencia lo ha ocupado el Verbo de Dios; por último, Nestorio dice que ha habido siempre, o al menos durante un cierto tiempo, dos Cristos.

   En cambio, la Iglesia Católica, que piensa rectamente acerca de Dios y acerca de nuestro Salvador, no profiere blasfemias ni contra el misterio de la Trinidad ni contra la Encarnación de Cristo.

   La Iglesia adora una sola divinidad en la plenitud de la Trinidad y la igualdad de la Trinidad en una única y misma majestad; profesa un solo Cristo Jesús, no dos; el cual es igualmente Dios y hombre. Cree que en El hay una sola persona, pero dos sustancias; dos sustancias, pero una sola persona. Dos sustancias porque el Verbo de Dios es inmutable, y por eso no puede transformarse en carne; una sola persona, porque, admitiendo dos Hijos, podría parecer que la Iglesia adora una cuaternidad y no una Trinidad.

   Pero quizá sea necesario tratar más detenidamente y con mayor precisión este punto. En Dios hay una sola sustancia y tres personas; en Cristo, dos sustancias, pero una sola persona. En la Trinidad hay diversas personas, pero la sustancia es una; en el Salvador hay más sustancias, pero es única la persona(36).

   ¿De qué manera hay en la Trinidad diferentes personas y no diferentes sustancias? Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; y, sin embargo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no tienen diferentes naturalezas, sino una única y la misma naturaleza.

   ¿Y cómo es que en el Salvador hay dos sustancias, pero no dos personas? Porque, evidentemente, una cosa es la sustancia divina y otra la sustancia humana; sin embargo, la divinidad y la humanidad no son dos Cristos, sino un único y el mismo Hijo de Dios, una sola y misma persona, la de un único y mismo Cristo e Hijo de Dios. Igual que en el hombre una cosa es la carne y otra es el alma, y el alma y el cuerpo no forman sino un único y mismo hombre. En Pedro y en Pablo una cosa es el alma y otra cosa es el cuerpo; pero el cuerpo y el alma de Pedro no forman dos Pedros, ni existe un Pablo-alma y un Pablo-carne, subsistentes cada uno por una doble y diferente naturaleza, la del alma y la del cuerpo( 37)

   Así, en un único y mismo Cristo hay dos sustancias, pero una es divina y la otra humana, una procede de Dios Padre, la otra de la Virgen Madre; la primera es coeterna e igual al Padre, la segunda es temporal e inferior al Padre; una es consustancial al Padre, la otra consustancial a la Madre, sin embargo, es un único e idéntico Cristo en ambas sustancias(38) 

   No tenemos, pues, un Cristo-Dios y un Cristo-hombre; el primero increado y el segundo creado; uno impasible y el otro capaz de sufrir; uno igual al Padre y el otro inferior a El; uno engendrado por el Padre y el otro por la Madre. Existe un único y  mismo Cristo que es Dios y hombre, increado y creado, inmutable, impasible, pero que al mismo tiempo ha estado sujeto a cambios y a sufrimientos; un único y mismo Cristo, el cual es juntamente igual e inferior al Padre, generado por el Padre antes de todos los siglos y nacido de la Madre en el tiempo, perfecto Dios y perfecto hombre. En cuanto Dios, posee la plenitud de la divinidad; en cuanto hombre, una humanidad perfecta. Perfecta, repito, que comprende alma y carne: una carne verdadera como la nuestra, tomada de la Madre; un alma inteligente, dotada de pensamiento y de razón.

   En Cristo está, pues, el Verbo, el alma y el cuerpo, pero todo eso es un solo Cristo, un único Hijo de Dios, un Único Salvador y Redentor nuestro.

   Un solo Cristo, no por una mezcolanza corruptible de la divinidad con la humanidad -por lo de más, incomprensible-, sino por una total y singular unidad de persona. Esta unión no modificó ni transformó ni una sustancia ni la otra (que es el error propio de los arrianos*)(39), sino que más bien con juntó en una sola cosa las dos naturalezas, de modo que en Cristo permanecen eternamente tanto la unicidad de una sola y misma persona como también las propiedades específicas de cada naturaleza. De aquí se sigue que Dios no ha comenzado nunca a ser cuerpo, ni el cuerpo cesará en ningún momento de ser tal. El ejemplo de la naturaleza humana puede damos alguna luz al respecto. Cada hombre está compuesto de alma y cuerpo, y así será siempre, y nunca sucederá que el cuerpo se cambie en alma o el alma en cuerpo. Puesto que cada hombre vivirá para siempre en lo sucesivo, en cada uno permanecerá necesariamente siempre la diferencia en las dos sustancias. Así también en Cristo, la propiedad característica de cada sustancia persistirá por toda la eternidad, quedando siempre a salvo la unidad de persona.

REALIDAD DE LA NATURALEZA
HUMANA DE CRISTO

   14. Puesto que estamos pronunciando con mucha frecuencia el término «persona», y decimos que Dios se ha hecho hombre in persona, es preciso prestar atención a que no parezca que afirmamos que el Verbo de Dios ha asumido sólo externamente lo que es propio de la naturaleza humana, limitándose a imitar nuestras acciones; y que no ha tomado parte en la actividad humana como un verdadero hombre, sino sólo aparentemente, como se hace en el teatro, donde un solo actor puede hacer el papel de varios personajes, sin ser realmente ninguno de ellos.

   Cada vez que los actores imitan la conducta de otros, aunque reproduzcan a la perfección su modo de actuar y de comportarse, ellos no son los personajes representados. En realidad, sirviéndome de términos profanos, cuando un actor hace el papel de un sacerdote o de un rey, él no es ni sacerdote ni rey; terminada la representación teatral, cesa de existir también el personaje representado.

   Lejos de nosotros este impío e ignominioso insulto hacia Cristo, propio de la demencia maniquea*. Es tos predicadores de tonterías fantásticas afirman que el Hijo de Dios, Dios mismo, no ha asumido realmente la naturaleza humana, sino sólo una apariencia de hombre en sus actos y en todo su comportamiento. La fe católica, en cambio, afirma que el Verbo de Dios se hizo hombre hasta el punto de asumir todo lo que pertenece a nuestra naturaleza, y no por vía de ficción o de apariencia, sino de una manera real y sustancial. Los actos humanos que llevaba a cabo eran actos suyos propios, y no imitación de actos de otro; su actuar era expresión de su ser. Como cuando nosotros hablamos, conocemos, vivimos, existimos, no imitamos a los hombres, sino que somos realmente tales.

   Pedro y Juan, por ejemplo, eran hombres porque tal era su ser, no por imitación; Pablo no fingía ser Apóstol o Pablo: él era Apóstol, él era Pablo. Así, el Verbo de Dios, asumiendo y poseyendo la carne, predicando, actuando, sufriendo en la carne -sin ningún menoscabo de la propia naturaleza divina- se dignó mostrar que El no imitaba o fingía ser un hombre perfecto, sino que realmente era lo que parecía: hombre verdadero y no apariencia humana.

    Igual que el alma uniéndose a la carne, sin transformarse en carne, no imita al hombre, sino que lo constituye realmente, así también el Verbo de Dios, uniéndose a la naturaleza humana, sin modificarse o confundirse con ella, se ha hecho realmente hombre,
no una imitación o una apariencia de hombre.

   Es preciso, pues, evitar absolutamente dar al término «persona» un significado que suponga una imitación, una diferencia entre el que finge y el personaje objeto de la ficción, en la que quien actúa no es nunca aquel a quien representa.

   Por eso, no suceda nunca que creamos que el Verbo Dios ha asumido de manera ficticia semejante la naturaleza humana. Al contrario, nosotros debemos creer que, permaneciendo inmutable su sustancia divina, ha asumido una naturaleza humana completa en sí, que lo ha hecho ser carne, hombre, realidad humana no simulada, sino verdadera; no imaginaria, sino entitiva; no destinada a cesar de existir como al término de una acción escénica, sino a persistir para siempre de manera sustancial

MARÍA «MADRE DE DIOS»

15. Esta unicidad de persona en Cristo se actuó y fue perfecta no después del parto virginal, sino en el mismo seno de la Virgen. Por lo tanto, debemos atender con todo cuidado a profesar no solamente que Cristo es uno, sino que siempre ha sido uno. Sería una blasfemia intolerable sostener que ahora Cristo es uno, pero que durante un determinado período de tiempo existieron dos: un Cristo después del bautismo; dos, en cambio, en el momento de la natividad. Podremos evitar tan grande sacrilegio sólo si creemos que el hombre se unió a Cristo en la unidad de persona ya desde el seno materno, en el mismo instante de la concepción virginal, y no en el momento de la ascensión o de la resurrección, o en el del bautismo.

   En virtud de esta unidad de persona se atribuye indiferentemente y de manera indistinta al hombre lo que es propio de Dios, y a Dios lo que es propio de la carne (40). Por inspiración divina fue escrito que el Hijo del hombre bajó del cielo(41) y que el Señor de la majestad fue crucificado en la tierra(42). Así nosotros decimos que el Verbo de Dios fue hecho(43), que la Sabiduría misma de Dios fue perfeccionada, que su ciencia fue creada, cuando es la carne del Señor la que ha sido hecha, creada, como fue predicho que sus manos y sus pies serían traspasados(44).

   A causa de esta unidad de persona y en razón de este mismo misterio, es perfectamente católico creer que cuando nació la carne del Verbo de una Madre incontaminada, fue el mismo Dios Verbo quien nació de una Virgen. Negarlo sería una impiedad grande. Nadie, pues, intente jamás privar a María Santísima del privilegio de esta gracia divina y de una gloria tan especial.

   Por el querer determinado del Señor, Dios nuestro e Hijo suyo, debemos proclamarla con toda verdad y acierto Theotokos, Madre de Dios.

   No, ciertamente, entendiéndolo en el sentido de una herejía impía, la cual sostiene que María puede ser dicha Madre de Dios sólo de nombre, en cuanto que ha engendrado a un hombre que después se convirtió en Dios; al modo como usamos comúnmente la expresión: madre de un sacerdote o madre de un obispo, no porque estas mujeres hayan engendrado a un presbítero o a un obispo, sino porque han pues. to en el mundo hombres que después se han hecho sacerdotes u obispos. No en este sentido, repito, María Santísima es Madre de Dios, sino, como se ha dicho antes, porque en su sagrado seno se realizó el misterio sacrosanto por el cual, en razón de una particular y única unidad de persona, el Verbo es carne en la carne, y el hombre es Dios en Dios.

  

CONTÁCTENOS:


NOTAS

  • (35)  Cfr. Rom. 7, 13. (volver)
  • (36)  El texto latino dice: In Trinitate alius, non aliud atque aliud; in Salvatore aliud atque aliud, non alius atque alius. Se comprende mejor esta frase si se advierte que alius indica la persona, y aliud indica la naturaleza. En la Trinidad hay dife rentes alius, es decir, .personas», y un único aliud, o sea, una maturaleza»; en Cristo hay un solo alius, persona», la del Verbo eterno de Dios, y dos aliud, naturalezas, la divina y la humana. Por lo demás, se puede advertir cómo San Vicente de lerins sigue en su exposición la pauta del Quicumque o Símbolo Atanasiano, hasta el punto de que se ha afirmado que no sería San Atanasio el autor de este Símbolo, sino el mismo San Vicente. (volver)
  • (37)  Cfr. Símbolo Atanasiano, 35; esta comparación, aunque sir va para dar una idea de cómo en una sola persona se unen dos sustancias distintas, no es totalmente correcta, porque alma y cuerpo no son naturalezas completas, mientras que la naturaleza humana y la naturaleza divina de Cristo sí lo son. (volver)
  • (38) TERTULIANO ya había hablado claramente de dos naturalezas en Cristo, unidas sin confusión en una sola persona, Jesús, Dios y hombre: Adversus Praxeam, 27: ML 2, 213-216. SAN LEÓN. MAGNO dice lo mismo en el Tomo a Flaviano, Epist. 28: ML 54, 755-781; el CONCILIO DE CALEDONIA (a. 451) formula dogmátic mente esta verdad.  (volver)
  • (39)  No es exacto que este error fuera el propio de los arrianos; éstos afirmaban que el Hijo era inferior al Padre. San Vicente de Lerins debería referirse aquí a los monofisitas, que decían que la naturaleza humana de Cristo se había transformado o ha bía sido absorbida en la naturaleza divina.  (volver) 
  • (40) Ver en el .Breve léxico de conceptos y nombres.: Unión
         hipostdtica.
      (volver)
  • (41)  Cfr. In 3, 13.  (volver) 
  • (42)  Cf 1 Cor, 2, 8.   (volver) 
  • (43)  Cfr. In 1, 14.  (volver) 
  • (44)  Cfr. Salm 21, 17.  (volver)