Magisterio de la Iglesia
Tratado del Amor de Dios
SAN FRANCISCO DE SALES ORACIÓN DEDICATORIA Santísima Madre de Dios, vaso de incomparable elección, Reina del amor soberano; tú eres la más amable, la más amante y la más amada de todas las criaturas. El Padre celestial puso sus complacencias en ti desde la eternidad, destinando tu limpio corazón para perfeccionar el amor santo, a fin de que un día amases a su único Hijo con ternura maternal, de la misma manera que El le quiso desde toda la eternidad con amor de Padre. ¡Oh Jesús, mi Salvador! ¿A quién puedo dedicar lo que voy a decir de tu amor santo mejor que al Corazón amabilísimo de la criatura más amada de tu alma? Mas ¡oh Madre victoriosa!, ¿quién volverá sus ojos hacia ti sin contemplar a tu diestra al que tu Hijo quiso por tu amor honrar con el título de Padre, uniéndole a ti mediante un matrimonio virginal para que fuese tu ayuda y auxiliar en la empresa de educarle y de sostener su infancia? ¡Oh gran José, esposo amantísimo de la Madre del Amado! ¡Cuántas veces llevaste en tus manos al Amor de los cielos y la tierra, mientras que con los abrazos y los besos del divino Infante derretíase tu alma de gozo cuando te susurraba al oído que tú eras su mayor amigo y su carísimo padre!... * * * Colocábanse las lámparas del antiguo templo sobre azucenas de oro (1)... María y José, criaturas sin igual, azucenas sacratísimas de incomparable belleza, entre las que el Amado se apacienta (2) y a todos sus amantes apacienta, si tengo alguna esperanza de que mi obra, inspirada en el amor, Consiga iluminar e inflamar a los hijos de la luz (3), ¿dónde puedo colocarla mejor que en medio de vosotros, flores donde el Sol de justicia, esplendor y blancura de luz eterna (4), se recreó hasta el punto de poner ahí las delicias del amor inefable que su corazón volcó a nosotros? ¡Oh Madre amada del Amado! ¡Oh Esposo amado de la Amada! Con el rostro a vuestros pies, que a mi Salvador llevaron, yo ofrezco, dedico y consagro esta obrita del amor a la inmensa grandeza de vuestro amor, y os lo pido fervorosamente por el Corazón de Jesús, Rey de todos los corazones, adorado por los vuestros, estimulad mi alma y las almas de cuantos lean sus páginas Con todo vuestro poder para que se inflamen en el Espíritu Santo, a fin de que inmolemos en holocausto nuestros afectos a la Bondad divina, y vivamos, muramos y resucitemos eternamente entre las llamas de aquel fuego (5)celestial que Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, deseó Con vehemencia encender en los corazones, y por ello no cesó de trabajar y de gemir hasta la muerte, y muerte de cruz (6). ¡VIVA JESÚS! |
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