Magisterio de la Iglesia

San Juan Eudes

VIVA JESÚS Y MARÍA
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO V

CAPÍTULO V
Cuarto cuadro, en el que se representa al Corazón de la Madre de Dios,
como fuente y manantial inagotable de una infinidad de bienes

   El cuarto cuadro del bienaventurado Corazón de la Benditísima Virgen, es otra maravillosa Fuente que Dios hizo salir de la tierra al principio del mundo, de la cual se nos habla en estos términos en el capítulo segundo del Génesis: «Una fuente salía de la tierra que regaba toda la superficie de la tierra»1[148]. Porque San Buenaventura nos dice que esta fuente figuraba a la Santísima Virgen2[149]. Mas nosotros podemos también racionalmente decir que es una figura de su Corazón, el cual es verdaderamente una fuente viva cuyas aguas celestiales riegan no sólo toda la tierra, sino todas las cosas creadas que hay en la tierra y en el cielo.

   Es la fuente sellada de la Santa Esposa, que su Divino Esposo llama: Fons signatus; porque siempre estuvo cerrada, no solamente al mundo, al demonio y a toda clase de pecado, sino hasta a los mismos Querubines y Serafines, a los que toca el conocimiento de varios tesoros inestimables y secretos maravillosos que Dios ha escondido en este Corazón y en esta fuente, y que sólo de Él son conocidos.

   El corazón del hombre es malo e inescrutable, dice la divina Palabra; ¿quién le podrá conocer?[150]. Mas hablemos de otra forma del Corazón de la Reina de todos los Santos, y digamos: «Santo e impenetrable es el Corazón de María; ¿quién será capaz de conocerle?; sino sólo Dios, el cual, habiendo encerrado todos sus tesoros, ha puesto en él su sello, tanto para que nadie entre en él que no le sea grato, como para mostrarnos que contiene riquezas tan grandes, que sólo a aquel que le ha creado pertenece saber su cantidad, su calidad y su precio? «Dios la ha creado para su divino Espíritu, y sólo Dios es quien la conoce y sabe el número y medida» de las gracias que ha encerrado en esta fuente sellada, de la cual podemos decir que es: una fuente de luz; una fuente de agua bendita y santa; una fuente de agua viva y vivificante; una fuente de leche y de miel; una fuente de vino; una fuente que es el origen de un caudaloso río, mejor de cuatro ríos maravillosos; una fuente, en fin, que es el manantial de una infinidad de bienes.

1. FUENTE DE LUZ Y CONSUELO

   1.— Es una fuente de luz, cuya sombra y figura nos es manifestada en la reina Esther, que el Espíritu Santo nos pinta, en las Divinas Escrituras, como una pequeña fuente que se convierte en una grande luz y luego se transforma en un sol[151]. Es ésta la fuente del sol, fons solis, de que se hace mención en el libro de Josué[152].

   Si, el Corazón de María, lo mismo que su nombre que significa iluminada, iluminadora, y estrella del amor, es una fuente de luz: pues la Santa Iglesia la contempla y honra como fuente resplandeciente de la verdadera luz; y la saluda como puerta por la cual entró la luz divina en el mundo. Sí, el Corazón de María es la fuente del sol, pues María es la Madre del Sol de justicia, y este divino Sol es el fruto del Corazón de María como antes se ha dicho.

   2.— Es una fuente de agua, pero de agua bendita, santa y preciosa. Me refiero al agua de tantas y tantas lágrimas como han salido de esta sagrada fuente, para unirse a las lágrimas del Redentor y cooperar de este modo con Él a nuestra redención. ¡Oh, cuántos arroyos de lágrimas han brotado de vuestros ojos de paloma, Virgen Sagrada, de las cuales Vuestro Corazón amoroso devoto y piadoso fue el manantial! Lágrimas de amor, lágrimas de caridad, lágrimas de devoción, lágrimas de alegría, lágrimas de dolor y de compasión. ¿Cuántas veces este abrasado amor, en el que ardía vuestro Corazón, por un Dios tan amable, os ha hecho derramar arroyos de lágrimas, viéndole no solamente tan poco amado, sino tan odiado, tan ultrajado, tan deshonrado por la mayor parte de los hombres, que tienen infinitas obligaciones de servirle? ¿Cuántas veces vuestra caridad inflamada, por las almas creadas a imagen de Dios, y rescatadas por la sangre preciosa de vuestro Hijo, os ha hecho deshaceros en lágrimas, viendo que se pierden a millones por su pura malicia, a pesar de lo que Él hizo y sufrió para salvarlas? Cuántas veces los santos Ángeles han visto correr por vuestras sagradas mejillas las santas lágrimas de una sincerísima devoción en vuestras santas conversaciones con la Divina Majestad: pues el don de lágrimas, que ha sido concedido a tantos santos, sin duda que no falta a aquella que nos asegura poseer la plenitud de todos los dones y de todas las gracias que han sido comunicadas a los santos: ¿Acaso no es también verdad, oh Madre de Jesús, que la alegría de que fue henchido vuestro Corazón en diversas ocasiones, mientras vivíais aquí con vuestro Hijo muy amado, ha hecho brotar de vuestros ojos una dulce lluvia de lágrimas, pero lágrimas de alegría y consuelo: como cuando se encarnó en vuestras entrañas sagradas; cuando visitasteis a vuestra prima Isabel; cuando le visteis nacer en Belén; cuando le visteis adorado por los Santos Reyes; cuando le encontrasteis en el templo entre los Doctores, después de haberle buscado durante tres días; cuando os visitó después de su Resurrección; y cuando le visteis subir gloriosamente al cielo?

2. FUENTE DE GRACIA

   3.— Es también una fuente de agua viva, es decir, una fuente no sólo de luz, como hemos visto antes, sino una fuente de gracia. Y esto no nos debe sorprender, ya que hace tiempo que la Madre del Salvador fue declarada por la boca de un Arcángel llena de gracia: Gratia plena y proclamada por el oráculo de la Iglesia Mater gratiæ, Madre de gracia; Mater divinæ gratiæ, Madre de la Divina gracia. Está tan llena de gracia, dice el doctor angélico Santo Tomás, que tiene suficiente para repartir entre todos los hombres[153].

   Sí, su liberalísimo Corazón es una fuente de agua viva que derrama sus aguas salutares por todos los lados, sobre las tierras no solamente de los buenos, sino también de los malos, a imitación del buenísimo y misericordiosísimo Corazón del Padre celestial, que hace llover sobre justos y pecadores. He aquí por qué el Espíritu Santo en un lugar, llama a este Corazón amante de la Madre de misericordia fuente de los jardines[154]. Y en otro lugar dice que es una fuente que riega el torrente de las espinas[155].

   ¿Cuáles son estos jardines y cuál este torrente de espinas, regados por las aguas de esta hermosa fuente? Los jardines son todas las santas Ordenes de la Iglesia, en los cuales se lleva una vida verdaderamente cristiana y santa. Pues éstas son los jardines deliciosos para el Hijo de Dios, llenos de aquellas flores y frutos que pide la Santa Iglesia cuando dice: Confortadme con flores, rodeadme con frutos porque desfallezco de amor. Estos jardines son también todas las almas santas, de cualquier estado y condición que sean, en las cuales el Divino Esposo tiene sus delicias, entre las flores hermosas de sus santos pensamientos, deseos y afectos de que están llenas, y entre los frutos agradables de la práctica de las virtudes y de las buenas obras. Y no es necesario pensar por esto que ellas le atribuyan una cosa que no pertenece más que a Dios.

   Pues es cierto que Dios es el primero y soberano manantial de todas las gracias; mas esto no impide que haya otras fuentes de gracia, según el testimonio de la divina Palabra. De otro modo, nos habría anunciado en vano el Espíritu Santo por la boca de un Profeta, que sacásemos con alegría las aguas de la gracia en las fuentes del Salvador. No dice en la fuente, sino en las fuentes.

   ¿Cuáles son estas fuentes del Salvador? Son los Santos Profetas y Apóstoles, los pastores y sacerdotes de su Iglesia, y todos aquellos a quienes ha establecido para ser dispensadores de sus divinas gracias. Mas estas son fuentes inferiores y dependientes del soberano manantial, del cual ellos sacan y reciben sus aguas para comunicarlas a los jardines, es decir a las almas dispuestas a recibirlas; y para comunicarlas, no como causas primeras y eficientes o meritorias, especialmente de las gracias justificantes, lo, cual pertenece sólo a Dios y al Hombre-Dios, sino como causas segundas que obran dependiendo de la primera; como causas morales, que no operan físicamente, sino moralmente; como causas instrumentales, que son como instrumentos en las manos de Dios, pero instrumentos vivos y libres que cooperan libremente con él en la salvación de los hombres, sea por sus oraciones y sus lágrimas, sea por sus instrucciones y consejos, sea por el ejemplo de su vida, o de cualquier otra manera.

   Ahora bien, el Corazón de la Madre de la Gracia es la primera y principal entre estas fuentes, pero con muchas ventajas y privilegios por encima de ellas.

   En primer lugar, por haber recibido dentro de si con plenitud todas las aguas de la gracia, como ya se ha dicho. En segundo lugar, por haberla concedido Dios poderes singularísimos que sólo al corazón de una Madre de Dios pertenecen, con poder para comunicarlos por varias vías extraordinarias sólo conocidas de Aquel que quiso honrarla con semejantes prerrogativas.

   Mas no solamente es la fuente de los jardines, cuyas aguas riegan las almas justas y santas; es también la fuente del torrente de las espinas. Estas espinas son los hombres malvados, cuya vida está toda ella erizada de las espinas de sus pecados.

   Ahora bien, el Corazón de la Madre de la Misericordia se halla tan lleno de bondad, que hace sentir sus efectos hasta en el torrente de las espinas, o más bien en las espinas arrastradas por el torrente al fuego del infierno para allí arder eternamente. Pues las aguas maravillosas de esta sagrada fuente, viniendo a regar estas espinas muertas e infructuosas, aptas tan sólo para arder en el fuego eterno, hacen resucitar a algunas, transformándolas en árboles hermosos, pronto llenos de buenos frutos, dignos de ser servidos en la fuente del Rey Eterno. La razón de esto es porque las divinas aguas de esta fuente son no sólo vivientes, sino vivificantes.

   De tal suerte que es no sólo una fuente de agua viva, sino una fuente de vida, y de vida eterna.

   No oís a Nuestro Señor que dice que, cuando el agua de su gracia está en un alma se convierte en una fuente de vida, y de vida eterna; y que de las entrañas de aquellos que creen en él brotarán ríos de agua viva. Si esto se cumple en todas las almas y en todos los corazones que poseen la fe y la gracia del Salvador, ¿qué será del Corazón de su Divina Madre, más lleno de fe, de gracia y de amor que todos los corazones de los fieles juntos, sino una fuente de agua viva y vivificante, de virtud tan admirable, que no solamente conserva la vida en aquellos que ya la tienen, les preserva de la muerte y los hace inmortales, no solamente fortifica a los débiles y desfallecidos, no solamente da la salud a los enfermos, sino que hasta resucita a los muertos? Pues ella es de la naturaleza de las aguas milagrosas del torrente de que habla Ezequiel que dan la vida a todo cuanto tocan[156].

3. SUSTENTO DEL ALMA

   4.— Mas como no es suficiente el dar la vida, si no se la provee del alimento necesario para alimentarla y sostenerla: este Corazón maternal no sólo es fuente de agua viva y vivificante, sino también, fuente de leche, de miel, de aceite y de vino.

   De leche y de miel; pues no oís al Divino Esposo que le habla así: «Tus labios destilan miel, oh Santa Esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua»[157], es decir, tus palabras están llenas de dulzura y suavidad, y en consecuencia de ellas está lleno tu Corazón. Pues estando como están siempre de acuerdo, su Corazón y su lengua, y existiendo una perfecta conformidad entre sus palabras y sus sentimientos, si ella tiene leche y miel en la boca, también la tendrá en su Corazón; y no la tiene bajo la lengua y sobre sus labios, sino en cuanto que está de ellas lleno su Corazón.

   Además no la oís a ella misma que dice: «Mi espíritu es más dulce que la miel; y la herencia de mi Corazón es una mansedumbre y suavidad que sobrepasa la de la miel»[158]. De donde se deduce que su Corazón es una verdadera fuente de leche y de miel, cuyos arroyos discurren incesantemente derramándose en los corazones de sus verdaderos hijos; para verificar estas palabras del Espíritu Santo: «Seréis llevados a los pechos y acariciados sobre el regazo, como una madre acaricia a su hijito»[159]. Felices quienes no pongan óbice a la eficiencia de esas palabras, por lo que a ellas toca. Felices quienes no se hagan sordos a la voz de esta dulcísima Madre, que llama continuamente: «Desead hijos míos, desead, como niños recién nacidos, la leche de la inteligencia y de la inocencia, a fin de que crezcáis poco a poco, y os fortifiquéis por este alimento en aquel que es vuestra salud»[160]. Venid, a comer mi miel y a beber de mi leche, a fin de que gustéis y veáis cuán dulce y delicioso es servir y amar a aquel que me ha hecho tan dulce y amable a sus hijos, y cuán lleno está mi Corazón de ternura y de sinceridad para con aquellos que me aman: «Yo amo a los que me aman»[161].

   Ved, pues, cómo el Corazón de esta Madre del Amor Hermoso es fuente de leche y de miel para todos sus hijos, especialmente para los aun débiles, tiernos y delicados, incapaces de un alimento más sólido.

   5.— Es también una fuente de aceite, esto es de misericordia para todos los miserables. Es además una fuente de vino, para dar vigor y fuerza a los necesitados; para alegrar a los que están tristes y afligidos, según estas palabras divinas: «Dad vino a los que están en amargura de Corazón»[162], para alegrar a los que consuelan a los demás por espíritu de caridad, y sobre todo para embriagar del vino del amor sagrado a los que trabajan en la salvación de sus prójimos. A ellos es a quienes esta Madre amorosa, toda abrasada en el celo de la salvación de las almas, clama fuertemente: Venid hijos míos, venid los amados de mi corazón, venid a sacar el vino celestial del amor divino en la fuente del Corazón de vuestra Madre, bebed saboreándolo, pues no puede haber exceso. «Bebed y embriagaos»[163], queridos, «id a este purísimo vino, que es padre de la virginidad y de todas las santas vírgenes[164]; de este mismo vino del que están siempre embriagados los Serafines; de este mismo vino que embriagó a los Apóstoles de mi Hijo; de este vino que también a Él le embriagó santamente, cuando en un exceso de amor hacia nosotros, le hizo olvidar las grandezas de su divinidad, y le indujo a anonadarse en las bajezas de una cueva y en las ignominias de una cruz.

   Embriagaos con Él de este vino delicioso para olvidar y despreciar lo que el mundo ama y estima, para no amar y estimar más que a Dios, y para emplearos con todas vuestras fuerzas en establecer en las almas el reino de su amor y de su gloria; de este modo seréis los hijos predilectos de su Corazón y del Mío.

4. FUENTE DE SANTIDAD Y DE GLORIA

   Es un grande motivo de consuelo para los cristianos, el saber que ellos no tienen más que una Madre con su adorable cabeza Jesús; que esta divina Madre tiene todo poder en el cielo y en la tierra; y que tiene tanta bondad, que su Corazón maternal es para ellos una fuente de luz, una fuente de agua viva, una fuente de vida eterna, una fuente de leche y miel, una fuente de vino, de vino celestial y angélico.

   Más aún, aquí hay otra cosa digna de grande admiración, y que conviene maravillosamente a esta fuente milagrosa. Y es el ser el manantial de un gran río, que se divide en otros cuatro, los cuales se extienden por todas las partes del universo, para regarlo con sus aguas vivas y saludables. Esto es lo que se figuraba en la fuente que Dios hizo brotar de la tierra, en la creación del mundo, la cual era el origen de un río que producía otros cuatro. ¿Qué río es éste, os ruego, que nace en esta divina fuente del Corazón de María? ¿Acaso no es su Hijo Jesús? Sin duda ninguna, pues Él es el fruto de su Corazón, como antes lo hemos visto. Podemos además añadir, que este río que tiene su origen en esta fuente, es la abundantísima caridad de este corazón generoso, la cual se divide en cuatro ríos que riegan todo el mundo: de los cuales el primero es un río de consuelo; el segundo, un río de santificación; el tercero, un río de compasión y de justificación; el cuarto, un río de alegría y de glorificación.

   El primero es para las almas de la Iglesia purgante a las cuales la caridad increíble del Corazón piadoso de la Madre de Dios procura muchas consolaciones y alivios.

   El segundo es para las almas justas y fieles de la Iglesia militante, que, por esta misma caridad del Corazón de su buenísima Madre, reciben una infinidad de luces, de gracias y bendiciones de la divina bondad para su santificación.

   El tercero es para todas las almas infieles que están en estado de perdición, entre los cuales se encuentran los paganos, los judíos, heréticos y malos católicos, para los que este Corazón bondadosísimo está lleno de una misericordia inconcebible que obliga a esta piadosísima Madre a tener compasión de ellos, a interponerse por ellos ante su Hijo, a pedir sin cesar su conversión, a impetrar de Él muchas gracias a este fin, y a obtener efectivamente la salvación de muchos.

   El cuarto río es para todos los habitantes de la Iglesia triunfante; de éste se ha dicho: «Hay un río muy abundante, cuyas aguas alegran la santa ciudad de Dios».

   Oh, Dios: ¡Cuántas maravillas! ¡Oh Corazón admirable, cuántas cosas grandes deben ser dichas y pensadas de Vos! ¡Oh fuente de luz, fuente de gracia, fuente de agua viva y vivificante, fuente de leche, de miel y de vino; fuente, manantial de un grande, mejor de cuatro ríos; fuente que es el origen de todo cuanto de raro, precioso, deseable y amable hay en la Madre de Dios, en toda la casa de Dios, que es su Iglesia, y en el Hombre-Dios, que es Jesucristo Nuestro Señor! ¡Oh, qué honor, qué veneración, qué devoción será debida a un Corazón, que es un abismo de gracia, de santidad y de milagros!

   Veo también en un lugar del Evangelio de San Juan que vuestra bondad infinita hacia los hombres, encendiendo en vuestro Corazón un deseo infinito de comunicarles a todos esta agua viva, os hizo exclamar en alta voz un día en el templo de Jerusalén y en medio de una gran multitud: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba[165].

   Lo que hicisteis entonces Señor mío, lo hacéis aún todos los días. Pues os veo no sobre la fuente de Jacob, sino en medio de esta divina fuente de que hablamos, y os oigo exclamar incesantemente; Si alguno tiene sed, que venga a y beba. Venid a mí vosotros todos los que estáis cargados, fatigados y alterados en el camino de este mundo, lleno de trabajos y de miserias: y venid a mí aquí, es decir, a la fuente, no de Jacob, sino del Corazón de mi dignísima Madre, donde me hallaréis; pues en él he establecido mi morada para siempre.

   Yo he hecho esta bella fuente, y con mucho más amor hacia mis hijos, que aquella que hice al principio del mundo para los hijos de Adán.

   ¡Oh, quién me diera una voz tan fuerte que pudiera oírse por los cuatro extremos del universo para gritar a los oídos de todos los hombres que hay en el mundo: «Vosotros todos los que tenéis sed venid a beber de las bellas y buenas aguas de nuestra milagrosa fuente; y aunque no tengáis dinero apresuraos sin embargo, venid y comprar sin dinero vino y leche de esta fuente»19.

   ¡Oh, Señor, Jesús, tened piedad de tanta miseria, os lo pido por el Sacratísimo Corazón de vuestra Santísima Madre. Dadnos esta agua viva de la que está rebosante esta fuente bendita. Apagad totalmente en nuestros corazones la perniciosísima sed de todas las cosas del mundo. Encended en ellas una sed ardiente de agradaros, amaros y de cifrar todas nuestras delicias y nuestro soberano bien en seguir en todo y siempre vuestra adorable voluntad a ejemplo de este divino Corazón que no ha tenido jamás otro contentamiento que el de contentaros ni otra gloria que glorificaros, ni otro paraíso que cumplir todos vuestros santos deseos.

 

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