Magisterio de la Iglesia

San Juan Eudes

VIVA JESÚS Y MARÍA
LIBRO TERCERO
CAPÍTULO II

CAPÍTULO II
Octava imagen, en la que el Corazón sagrado de la Santísima Virgen se describe como un Arpa celestial y divina

1. INSTRUMENTO DE DIOS

   La octava imagen del Corazón divino de la gloriosa Virgen es el Arpa sagrada del santo rey David, de la cual se hace mención en muchos lugares de las divinas Escrituras, que representa perfectamente este mismo Corazón: el cual es la verdadera Arpa del verdadero David, es decir, de Nuestro Señor Jesucristo. Porque él mismo la hizo con sus propias manos; sólo él la posee y la poseyó siempre; jamás estuvo ella en otras manos que en las de él; jamás fue tocada por otros dedos que los de él, porque este Corazón virginal jamás tuvo sentimientos ni afecto ni movimiento alguno, sino los que le fueron dados por el Espíritu Santo.

   Las cuerdas de esta Arpa santa son todas las virtudes del Corazón de María, especialmente su fe, su esperanza, su amor a Dios, su caridad para con el prójimo, su religión, su humildad, su pureza, su obediencia, su paciencia, su odio al pecado, su cariño a la cruz, y su misericordia: doce cuerdas con las que el Espíritu divino hizo resonar en los oídos del Padre eterno una armonía tan maravillosa y unos cánticos de amor tan melodiosos, que totalmente fascinado por ellos, olvidó todas las iras que tenía contra los pecadores, abandonó los rayos de que estaba armado para perderlos y les dio a su propio Hijo para salvarlos.

   Yo encuentro, en las santas Escrituras, que el rey David usó su arpa para cuatro grandes cosas; y veo también que el Hijo de David, que es Jesús, empleó la suya para cuatro cosas incomparablemente mayores.

   En primer lugar, este hombre de Dios arrojó muchas veces, con el sonido de su arpa, al espíritu maligno que poseía Saúl. ¿No vimos antes, en la tercera imagen, que la salvación del mundo se obró en el Corazón de la Madre del Salvador, y por consiguiente, que todo el género humano, que era posesión de Satanás, fue librado de él por el sonido maravilloso de esta Arpa divina?

   En segundo lugar, el profeta David se sirvió de su arpa para cantar muchos salmos y diversos cánticos en honor y gloria de Dios. También nuestro verdadero David cantó con la suya cinco clases de cánticos en alabanza de la santísima Trinidad. Primero, cánticos de amor, pero del más fuerte, del más puro y del más perfecto amor que hubo ni habrá jamás. Segundo, cánticos de alabanza y de acción de gracias por todos los beneficios de la Bondad divina para con todas las creaturas. Porque la sagrada Virgen no se contentaba con agradecer a Dios los favores infinitos que ella recibía de su mano; le alababa también sin cesar por todas las gracias que concedía a todas las cosas creadas. Tercero, cánticos de dolor, de gemidos y de lamentos, cuando los sufrimientos y la muerte de su muy amado Hijo. Cuarto, cánticos de triunfo por todas las victorias que este General de los ejércitos del gran Rey reportó de todos sus enemigos y de si mismo, si es lícito hablar así: puesto que tantas veces desarmó su divina venganza, presta a fulminar el mundo por sus innumerables crímenes. Quinto, cánticos proféticos, para anunciarnos las grandes cosas que Dios quiere hacer en el porvenir, muchas de las cuales predijo esta Reina de los Profetas en ese maravilloso cántico que compuso al saludar a su prima Santa Isabel. Porque, además de ser un Cántico de amor, de alabanza y de acción de gracias, todas las palabras del cual están llenas de grandes misterios, contiene también muchas profecías señaladísimas, entre las cuales la que viene expresada en estas palabras: Ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes: «Porque he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones», bien puede llamarse la gran profecía de la Madre de Dios; porque comprende una infinidad de cosas grandes y admirables que su omnipotencia obró y obrará en ella y por ella hasta el fin de los siglos y por toda la eternidad.

   La tercera cosa para la que el primer David se sirvió de su arpa, fue no sólo para alabar a Dios, sino también para alabarle con alegría. Igualmente, el segundo David no sólo movió el Corazón de su santa Madre a rendir toda suerte de alabanzas y de bendiciones a su Divina Majestad, sino que también la llevó a poner su única alegría y toda su felicidad, lo mismo en sus divinas alabanzas como en todas las demás cosas que hacía para su servicio y para su gloria. La cuarta cosa para la que el rey David usó su arpa, fue para mover y atraer a los demás a que alabaran y glorificaran a Dios como él lo hacía, con un corazón lleno de gozo y de alegría. De igual modo, el Rey Jesús atrae a un número incontable de almas al amor y a la alabanza de su Padre eterno con el sonido agradabilísimo de su preciosa arpa, es decir, por la mediación del bienaventurado Corazón de su gloriosa Madre, cuyas virtudes extraordinarias resuenan tan fuerte y tan melodiosamente en toda la Iglesia cristiana, que una infinidad de personas de toda clase y condición, animadas de una devoción especial hacia este divino Corazón, se encuentran impulsadas a imitarle en las perfecciones de que está adornado, y por este medio, a comenzar a hacer en la tierra lo que los Ángeles y los Santos hacen en el cielo: es decir, a poner todo su contento y su felicidad en todo lo que mira al servicio, al amor y a la gloria del supremo Monarca del cielo y de la tierra.

2. ARMONÍA DE DIOS

   He aquí otra cosa muy notable. Es que nuestro adorable David tiene otras muchas arpas que su Padre eterno le dio para satisfacer el deseo infinito que tiene de alabarle infinitamente, y alabarle en todo lugar, en todo tiempo, en todas las cosas y de todas las maneras.

   Su primera y suprema arpa es su propio Corazón. Esta es el arpa de que hace mención cuando dice: «Oh Dios, Santo de Israel, cantaré tu gloria con mi arpa». Y en efecto, con esta arpa cantó continuamente durante su vida mortal en la tierra, y cantará eternamente en la gloria del cielo, mil y mil cánticos de amor, de alabanza y de acción de gracias a su Padre, tanto en su nombre como en el de todos sus miembros y de todas las cosas que Dios ha hecho; pero en un tono infinitamente más alto, y un cantar infinitamente más santo, más dulce y más delicioso que los que cantó y canta con la segunda arpa, de la que acabamos de hablar, que es el Corazón de su dignísima Madre.

   No obstante, estos dos Corazones y estas dos arpas están tan estrechamente unidas, que en alguna manera no son más que una sola arpa que no tiene más que un mismo sonido y un mismo cantar, y que canta los mismos cánticos. Cuando la primera canta un cántico de amor, la segunda canta un cántico de amor; cuando la primera canta un cántico de alabanza, la segunda canta un cántico de alabanza. Si el Corazón de Jesús se explaya en acción de gracias a la santísima Trinidad, el Corazón de María se extiende en acción de gracias a la santísima Trinidad. Todo lo que el Corazón de Jesús ama, lo ama el Corazón de María; lo que el Corazón de Jesús odia, lo odia el Corazón de María. Lo que alegra al Corazón del Hijo, alegra al Corazón de la Madre; lo que crucifica al Corazón del Hijo, crucifica al Corazón de la Madre. Dice San Agustín: «Jesús y María eran dos arpas místicas; lo que sonaba en una, resonaba en la otra también, aunque nadie la tocara. Si Jesús sufría, María sufría también; crucificado Jesús, María también estaba crucificada»[192].

   El Padre eterno también dio a su Hijo un número incontable de otras santas arpas, que son los corazones de todos sus Santos, con los que alabó y glorificó a su Padre en este mundo, mientras ellos estuvieron en él, y le alabará y glorificará por siempre en la eternidad feliz. Porque toda la honra, toda la gloria y todas las alabanzas que fueron, son y serán tributadas a Dios Padre todopoderoso, en el cielo y en la tierra, le fueron, son y serán tributadas por su Hijo Jesús: Per ipsum, el cum ipso, et in ipso est tibi Deo Patri omnipotenti omnis honor et gloria.

   Estas son las arpas de las que se hace mención en muchos lugares del Apocalipsis, donde San Juan nos asegura que Dios le hizo ver los Santos, teniendo cada uno su arpa con la que cantaban diversos cánticos en alabanza del Santo de los santos. Pero hay esta diferencia, dice un sabio, en los comentarios que hizo del Apocalipsis, entre estas arpas y el arpa de la Madre de Dios, que aquéllas, mientras estuvieron en este mundo, no estuvieron siempre entonadas, a causa de la debilidad y fragilidad humanas, y alguna vez cesaron de alabar a Dios; por esto fue necesario excitarlas de vez en cuando a hacer lo que debían. Y por eso el Profetarey decía, para animar y lanzar su alma y su corazón a bendecir a su Dios: Benedic, anima mea, Domino: «¡Alma mía, bendice al Señor!». Lauda anima mea, Dominum: «¡Alma mía, alaba a tu Señor!». Pero el arpa de la Reina de todos los Santos jamás sufrió defecto alguno ni interrupción en su cantar, habiendo alabado y glorificado incesantemente a la Santísima Trinidad en un tono siempre igual y con una perfectísima armonía. Por lo cual, nota el antedicho autor, que ella no dijo, como excitándose a sí misma: Magnifica, anima mea, Dominum: «Alma mía, engrandece al Señor»; sino que dijo: Magnificat anima mea Dominum: «Mi alma bendice y engrandece al Señor».

3. POSESIÓN NUESTRA

   No es eso todo, querido hermano; el Padre de Jesús ha dado a su Hijo otra arpa más, que es tu corazón. Porque le ha dado todos los corazones de todos los cristianos, para que haga de ellos otras tantas arpas que canten las alabanzas de su santo Nombre. Pero cuídate bien de no hacer lo que hacen muchos cristianos, que le quitan lo que le ha dado su Padre y lo que él ha comprado con el mismo precio de su sangre, para dárselo a su enemigo, Satanás. Si le quitas tu corazón, en el mismo instante tomará posesión de él el diablo. Necesariamente es o una de las arpas de Jesús o una de las arpas del demonio. Si es una de las arpas de Jesús, él unirá esta arpa a la suya, a la de su divina Madre, a las de todos los Santos y cantará con ella los mismos cánticos que cantó aquí abajo y que cantará allí arriba, para siempre con ellas.

   No sólo puedes unir tu arpa a todas esas. arpas, tu corazón a todos esos corazones; sino que si eres verdaderamente cristiano, tienes derecho a apropiártelas y a usar de ellas como de una cosa tuya. Sí, el Corazón de Jesús es tuyo; el Corazón de María es tuyo; todos los corazones de los Ángeles y de los Santos, son tuyos.

   No tenemos, pues, ningún motivo para entristecernos; al contrario, tenemos tantos y tan grandes para alegrarnos, que deberíamos morir de gozo. ¡Oh, qué motivo de alegría! Tenemos un Corazón que es la alegría de la santísima Trinidad, la alegría de los Ángeles, la alegría de todo el paraíso y la fuente de todas las verdaderas alegrías. ¡Oh, qué motivo de alegría!, el Corazón de Dios, es nuestro; el Corazón del Hombre-Dios es nuestro; el Corazón de la Madre de Dios es nuestro; todos los Corazones de los Ángeles y de los Santos, son nuestros; todos los tesoros que están encerrados en todos. esos Corazones, son nuestros. ¡Oh, qué motivo de alegría!, poseemos el Corazón del Rey y de la Reina del cielo, y de todos los Príncipes de su corte. ¡Oh, qué motivo de regocijo!, tenemos derecho a ofrecer todos esos Corazones a Dios, con todo el amor, la gloria y las alabanzas que ellos le tributan, como una cosa que es nuestra. ¡Oh, qué motivo de júbilo y de embeleso!, si queremos vivir como cristianos, amaremos, bendeciremos, glorificaremos en el cielo eternamente a nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro Padre, nuestro gran Todo, en el amor y en la santidad de todos esos Corazones; y cantaremos por siempre con esta santa arpa, mil y mil cánticos de alabanzas, de acciones de gracias, de triunfo y de amor a nuestro muy amado Jesús y a la divina María, su queridísima Madre y Madre nuestra.

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NOTAS

[192] Sermo de Passione Domini.