Magisterio de la Iglesia

San Juan Eudes

VIVA JESÚS Y MARÍA
LIBRO TERCERO
CAPÍTULO IV (Continuación)

5. ARCA DE LA ALIANZA

   La cuarta cosa importantísima que veo en el templo de Salomón, es esta Arca de la alianza, ilustre y celebérrima, que los israelitas tenían en tanta veneración, y que hizo hacer Moisés por mandato expresísimo que recibió de la boca misma de Dios.

   Si consultamos a los santos Padres, aprenderemos de San Ambrosio y de muchos otros, que esta arca es figura de la bienaventurada Virgen, y por consiguiente, de su santísimo Corazón, que es la parte principal y más noble de ella. Sí, dice el Doctor Seráfico San Buenaventura, el arca de Moisés no era más que una sombra del Corazón de la Virgen, el cual es la verdadera arca que contiene en si los secretos de las divinas Palabras y los tesoros de la ley de Dios. Es el arca de santificación, dice un santo Abad de la Orden cisterciense, que encierra en si lo. que fue escrito por la mano de Dios. Es la santa arca de la alianza, por la que Dios nos reconcilió consigo y entró en alianza con nosotros.

   ¿Sabéis por qué el arca del Antiguo Testamento está totalmente cubierta de oro por dentro y por fuera? Para entenderlo bien, advertid previamente que el interior de esta arca indica los afectos interiores del más puro amor de que está lleno el Corazón de la Madre del Amor Hermoso para con su Dios; y que el exterior de la misma arca significa los actos exteriores de su caridad hacia el Prójimo: o también que el interior del arca significa la vida interior de la Madre de Dios, lo que está oculto en su Corazón[203]; lo que sólo es visto por Dios; y que el exterior del arca significa su vida exterior: y que la vida exterior del hombre es como el exterior de su Corazón, porque el Corazón se descubre y se manifiesta al exterior en los sentidos exteriores, en el rostro, en los ojos, en las palabras y en las acciones.

   Admitid en segundo lugar, que el oro, según el sentido de los Intérpretes de la Sagrada Escritura, representa tres cosas: primero el amor y la caridad; en segundo lugar, la perfección y la excelencia de una cosa, porque es éste el más noble y más excelente de los metales; en tercer lugar, la sabiduría divina y la misma divinidad.

   Esto supuesto, sabed ahora que el Corazón admirable de la Reina del Cielo, está todo cubierto de oro por dentro y por fuera; primero porque este sagrado Corazón está totalmente lleno y rodeado de amor de Dios y de caridad para con los hombres y porque toda la vida interior y exterior de la Reina de los Corazones está plenamente transformada en amor y en caridad, En segundo lugar, porque nada tiene en su interior y exterior que no sea oro, es decir, perfectísimo y muy excelente, y que no esté lleno de esplendor y radiante por las luces de la divina Sabiduría, y que no esté totalmente lleno, poseído y penetrado de la misma Divinidad, totalmente transformado en sus divinas perfecciones.

   ¿Qué más diremos del arca de Moisés? Podemos añadir mirándola siempre como una imagen del Corazón de la Bienaventurada Virgen, que, así como esta arca era el tesoro, la gloria y la alegría del pueblo judío, el principal misterio de su religión, su escudo y su defensa contra los que le atacaban, y el terror de todos sus enemigos: así el venerable Corazón de nuestra Reina es la gloria, el tesoro y la alegría del cristianismo. Este es el primer objeto punto que debemos mirar después de Dios en nuestras devociones.

   Esta es una fortaleza inexpugnable para todos los verdaderos hijos de esta divina Madre. Una torre tan fuerte y tan municionada de armas ofensivas y defensivas, que, no sólo los soldados que combaten bajo las insignias de esta Generala de las armas del Gran Dios, encuentran aquí una fuerte defensa contra los asaltos del infierno; sino que además ella es más fuerte contra sus enemigos que un ejército en orden de batalla[204].

   Recojámonos en esta invencible fortaleza, encerrémonos en esta torre inexpugnable; vivamos siempre aquí y no salgamos más...

6. TABLAS Y LIBRO DE LA NUEVA LEY

   La quinta cosa que yo encuentro en el Templo de Salomón, son las Tablas de la Ley, que son, entre las cosas que allí hay, las más dignas de atención. San Gregorio de Nisa dice que las Tablas de la Ley mosaica que estaban en el Templo de Salomón eran figura de los corazones de los Santos[205].

   Según esto, si los corazones de los santos son las verdaderas tablas de la Ley evangélica, de las que las de Moisés no son más que figura, ¿qué se deberá decir del Sacratísimo Corazón de la Reina de los Santos y de la Madre del Santo de los Santos?

   Este dignísimo Corazón es la primera y la más santa Tabla de la Ley Cristiana. Es una tabla, no de piedra, sino de oro, o más bien de diamante; no muerta, sino viva; no quebradiza como aquella de Moisés, sino irrompible, en la que el dedo de Dios, el Espíritu Santo, ha escrito y grabado en letras de oro, no sólo todos los fueros y leyes divinas, sino que también todos los consejos, todas las máximas y todas las verdades evangélicas...

   Este Corazón incomparable no es solamente la auténtica Tabla de la Ley de Dios, sino que es también un Libro viviente y admirable, en el que el Espíritu Santo ha impreso todos los misterios de la Divinidad, todos los secretos de la Eternidad, todas las leyes cristianas, todas las máximas evangélicas y todas las verdades que el Hijo de Dios ha tomado del Corazón de su Padre, las cuales ha vertido abundantemente en el Corazón de su Madre.

   ¿Qué decís, pues, vosotros, gloriosos Santos, de este Corazón virginal?

   Sin duda decís con el santo abad Ruperto, uno de los favoritos de la Reina del Cielo, que su Corazón es «El Secretario del Gran Rey eterno, que posee todos los santos contratos y demás divinas Escrituras»[206] que su infinita bondad ha hecho en favor del género humano.

   Decís con el piadosísimo Ricardo de San Lorenzo, que tan dignamente ha empleado su pluma en la alabanza de la Madre del Redentor, que su Corazón es el estudio de las Sagradas Escrituras y la biblioteca del Cielo, que guarda todos los títulos sagrados de la Antigua y de la Nueva Alianza de Dios con los hombres[207].

   Y con el sapientísimo Orígenes: que es «el tesoro de la soberana Verdad» y de todas las verdades, que han salido del Corazón de aquel que es el primer principio de toda verdad[208].

   Y con San Andrés de Candía, que es «el compendio de los Divinos Oráculos»[209].

   Decís con San Antonio que es «la misma Sagrada Escritura viviente y animada del Espíritu de Dios».

   Decís que es el Evangelio Eterno y el Libro de la Vida, del que se hace mención en el Apocalipsis[210].

   Decís con San Epifanio que es «el Libro del Verbo divino, en el que el Padre Eterno ha escrito su Verbo y su palabra eterna, para exponerla a los ojos de los hombres»[211], y para hacerle leer y conocer de aquellos que son dignos de leer este libro Santo: libro inmenso que contiene a aquel que es incomprensible, y en el que se contienen todos los tesoros de la Sabiduría y ciencia de Dios, que son sin medida.

   ¡Oh libro prodigioso! ¡Oh Corazón admirable!

   ¡Oh, bendito sea por siempre, alabado y glorificado el adorabilísimo autor de tal libro, que lo hizo y nos lo dio! Bienandanza al que lee o conoce cual conviene lo que está escrito en este sagrado libro, porque sabe la ciencia de la salvación; la ciencia de los santos; la ciencia de Dios. Mas malaventura a aquellos que profanen sus ojos consagrados a Dios en el Santo Bautismo, en la lectura de los libros perniciosos del mundo y de Satán.

   Reflexionad desde vuestro corazón para ver qué es lo que hay escrito y para conocer a cuál de estas dos bibliotecas pertenece.

   Si por desgracia le hallaseis en la biblioteca de Satán, sacadle de ahí cuanto antes, por una verdadera penitencia y una total conversión. Mas porque de vos mismo nada podéis ¿...? ofrecedle a la Reina de los Corazones, y suplicadle insistentemente que lo ofrezca al Espíritu Santo y que Ella le ruegue a Él que lave esto que el indigno espíritu allí ha escrito, y escriba lo que Él ha escrito en el Suyo, en fin, que el corazón del hijo tenga algún parecido al Corazón de la Madre.

   ¡Oh misericordiosísima Madre, con este fin os entrego mi corazón y todos los corazones de mis hermanos!

7. PROPICIATORIO

   La sexta cosa que yo considero en el Templo de Salomón es el Propiciatorio, que era una lámina de purísimo oro, un poco elevada sobre el arca, y que la cubría siendo de la misma anchura y de la misma longitud.

   A ambos extremos de esta lámina de oro, es decir, del Propiciatorio, había dos querubines de oro fino, los cuales, con la faz vuelta hacia el Propiciatorio, se miraban el uno al otro, y extendiendo sus alas le cubrían totalmente.

   San Germán, Patriarca de Constantinopla[212], San lldefonso[213], San Andrés de Candía[214], el santo y sabio Idiota[215], Ricardo de San Lorenzo[216], San Antonino[217] y muchos otros santos dicen que este propiciatorio era una figura de la Gloriosa Virgen, porque por ella ha sido apagada la ira de Dios, inflamada contra los pecadores; su Divina Majestad se ha vuelto propicio a los hombres, y su infinita Misericordia se ha compadecido de nuestras miserias. Por lo cual esta Madre de Gracia es llamada por San Ildefonso: «propiciación de la salvación de los hombres[218]; y por San Andrés de Candía: «El propiciatorio universal de todo el mundo»[219] y por San Epifanio: «Propiciatorio admirable»[220].

   Por tanto, a su misericordiosísimo Corazón es al que pertenece primaria y propiamente esta cualidad. Su benignísimo Corazón es un admirable Propiciatorio. Porque si tiene más compasión por los pecados, ¿de dónde la nace sino de su Corazón lleno de misericordia? Si se toma un abogado ante el trono de la Justicia Divina, ¿quién la impele a eso, sino la benignidad de su Corazón? Si sacrifica a su propio Hijo, por la salvación del mundo, ¿quién la obliga sino la excesiva caridad de su Corazón?

   Si estos dos querubines representan, según sentencia de Ricardo de San Lorenzo, la maternidad y la virginidad, ¿no es para designar la milagrosa unión que hizo de estas dos insignes cualidades en el Corazón de la Virgen Madre, la cual no consintió a la divina Maternidad sino queriendo conservar la santa virginidad, prefiriendo la blancura inocente de ésta a la gloria infinita de aquélla, conforme a las palabras de San Gregorio de Nisa?[221]. El Ángel le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios, y que así ella será de Madre de Dios. Pero al darle esta respuesta: ¿Cómo será esto, pues yo no conozco varón?», declara que prefiere permanecer virgen sin ser Madre de Dios a ser Madre de Dios sin ser Virgen.

   Mas si estos dos querubines que tienen siempre su rostro vuelto hacia el propiciatorio y que le cubren con sus alas enteramente desplegadas y extendidas, representan al Verbo Divino y al Espíritu Santo según el pensar de Orígenes, ¿no es para hacernos ver que entre todos los corazones de las puras criaturas, el Corazón de la Madre del Verbo Eterno y de la Esposa del Espíritu Santo ha sido siempre el primero y constante objeto de su amor y de sus miradas, y siempre ha estado a la sombra de sus alas, o sea, bajo la especialísima protección de su poder, de su sabiduría, de su bondad y de su santidad? ¿Y estas alas totalmente desplegadas y extendidas qué otra cosa significan sino una total efusión de sus más extraordinarios favores y una comunión abundantísima de sus divinas perfecciones, para con este dignísimo Corazón?

   ¿Pero quieres tú, mi querido hermano, que este divino Corazón sea verdaderamente tu propietario ante Dios? Haz que tu corazón sea un verdadero propiciatorio para con el prójimo, esto es: que esté todo lleno de compasión hacia las necesidades espirituales y corporales del prójimo; que sea todo eso, en bondad y en caridad, que sea el trono de la misericordia, empleándote voluntariamente en consolar a los afligidos y en socorrer a los miserables, según tus posibilidades; que sea la sede de la benignidad, volviéndote dulce y afable para todos; que sea el cielo de la caridad, empleando toda tu alegría en hacer bien a todos; que sea el oráculo de la verdad, detestando la mentira y el engaño, y volviéndote veraz, sincero y fiel en tus palabras y promesas; que sea el paraíso de la pureza, amando la virtud angélica sobre todas las demás grandezas del cielo, y huyendo con horror de todo lo que le es contrario; y que tenga un especial amor a San José; en fin, que lleve en sí una imagen viviente de la dulzura y mansedumbre del Corazón todo caridad de la Madre del amor: y de este modo sentirás los efectos de la incomparable misericordia y de la inefable benignidad de este bonísimo Corazón.

8. ALTAR DE LOS HOLOCAUSTOS

   La séptima cosa digna de destacarse que yo veo en el Templo de Salomón, es el Altar de los Holocaustos.

   San Agustín[222], San Gregorio el Grande[223], y otros muchos Santos Padres, dicen que este altar era la figura de los corazones de todos los Santos, que son los verdaderos altares sobre los que Dios es honrado por los sacrificios espirituales que allí se ofrecen noche y día a su Divina Majestad.

   ¿Pues si esto es verdad de los corazones de los Santos, cuanto más del Santísimo Corazón de la Madre del Santo de los Santos? Este es el verdadero altar de los holocaustos, dice el ilustre Juan Gerson[224], sobre el cual el fuego sagrado del divino amor siempre ha estado encendido día y noche.

   San Agustín advierte que como habla allí en el templo de Salomón dos altares...

   Siendo esto así, podemos decir que estos dos, altares del templo de Jerusalén eran una pintura de los dos altares que hay en el templo más santo que jamás hubo, después del templo de la sagrada humanidad del Hijo de Dios, es decir, en la Santísima Virgen. ¿Cuáles son estos dos. altares? Son el Corazón de su alma y el Corazón de su cuerpo, de los que ya se ha hablado, en otra parte.

   Estos dos altares con todas sus pertenencias y dependencias, es decir, con todos los sentidos interiores y exteriores del cuerpo y con todas las facultades de la parte superior e inferior del alma, estuvieron siempre consagrados a Dios con la consagración más santa que imaginarse pueda, después de la humanidad deifica del Salvador.

   En estos dos altares, o más bien en este altar porque estos dos Corazones no son más que un solo Corazón y un solo altar, la Madre del Sumo Sacerdote ofreció incesantemente a Dios. sacrificios de amor, de alabanza, de acción de gracias, de holocausto, de expiación por los pecados del mundo, y toda clase de sacrificios.

   Sobre este altar sacrificó a Dios todas las cosas de este mundo y todas las creaturas que hay en el universo, como otras tantas víctimas diferentes como veremos en otro lugar. En este altar sacrificó a Dios su ser, su vida, su cuerpo, su alma, todos los pensamientos, palabras y acciones, todo el uso de sus sentidos y de sus potencias, y en general todo lo que ella era, todo, lo que tenia, todo lo que podía. En este altar ofreció a su Divina Majestad el mismo sacrificio que su Hijo Jesús le ofreció en el Calvario.

   Este adorable Salvador no se sacrificó a su Padre más que una vez en el Altar de la Cruz; mas su Santa Madre lo inmoló diez mil veces en el Altar de su Corazón, y este mismo Corazón fue como el Sacerdote que lo inmoló, y él mismo se inmoló con él. De suerte que se puede decir que este Corazón admirable desempeñó el oficio de Sacerdote en este sacrificio, y ocupó en él el lugar de la víctima y el altar. ¡Oh, qué honor no se debe a este Santo Sacerdote!, ¡qué respeto a esta preciosa víctima!, ¡qué veneración a este sagrado altar! Bendito seáis, oh Dios de mi corazón, por haber consagrado a gloria de vuestra adorable Majestad este dignísimo altar. Haced también, si os place, que nuestros corazones sean otros tantos santos altares en que os ofrezcamos un continuo sacrificio de alabanza y de amor.

9. EXHORTACIÓN

   Después de esto, no tengo que decirte sino una cosa sobre esta materia. Y es, que te conjuro querido hermano, que te acuerdes que el Espíritu Santo te dice y te repite muchas veces, por boca de San Pablo, que tu cuerpo y tu corazón son el templo del Dios Viviente, y que consideres que este templo está consagrado a la Santísima Trinidad con una consagración mucho más excelente y más santa que lo es la consagración de los templos materiales. Aunque los templos, dice San Agustín, hechos de piedra y de madera por manos de hombres sean santos, sin embargo los templos de nuestros corazones, edificados por la propia mano Ve Dios, son mucho más preciosos y más santos[225]. La razón es porque están consagrados solamente con algunas oraciones y ceremonias; y éstos con muchos y grandes sacramentos, es decir, con el sacramento del Bautismo, con el sacramento de la Confirmación, con el sacramento de la Eucaristía, y si eres eclesiástico, con el sacramento del Orden. Y por esto, si no está permitido emplear ninguna de las cosas que pertenecen a los templos materiales para un uso diferente del que mire al honor de Dios, a menos de hacerse, creo, una especie de sacrilegio: mucho menos puedes emplear, sin hacerte culpable, ninguno de los pensamientos y afectos de tu corazón sino es para el servicio y la gloria de aquel a quien está consagrado en calidad de templo.

   Graba estas verdades en lo más profundo de tu alma, y que ellas te lleven a conservar este templo en la pureza y santidad que convienen a la casa de todo un Dios; a adornarlo con las ricas tapicerías de las divinas gracias; a embellecerlo con las santas imágenes de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la humildad, de la obediencia, de la paciencia, de la mansedumbre y de todas las demás virtudes; y a obrar de suerte que este mismo templo de tu corazón, con todas sus dependencias y pertenencias, es decir, con todos los sentidos exteriores e interiores de tu cuerpo y con todas las facultades de tu alma, esté todo él empleado en honrar al que lo hizo y lo consagró personalmente a gloria de su Divina Majestad.

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NOTAS

  • [203] Cant. 4, 1-3.

  • [204] Cant. 6, 3.

  • [205] Homil. 14.

  • [206] In Cant., e. 4.

  • [207] De Laudibus, 1. 1

  • [208] Homil. ex variis locis collecta.

  • [209] De Assumptione.

  • [210] Apoc. 14, 6.

  • [211] De Laudibus B. M, V.

  • [212] De Nativit.

  • [213] Sermo 1 De Assumptione.

  • [214] De Dormitione.

  • [215] De Contemplatione, Prologus.

  • [216] De Laudibus, 1. 12.

  • [217] Part. 4, tit. 15, c. 14, 14.

  • [218] Sermo 1 De Assumptione.

  • [219] De Dormitione.

  • [220] De Laudibus B. M. V.

  • [221] Homil. de Nativit. Domini.

  • [222] Sermo 255 De tempore.

  • [223] In Ezeq. Homil, 22.

  • [224] Super Magnificat, Trac. 9, p. 1.

  • [225] Serm 255 De tempore.