EPISTOLA AD CLERICOS I
(Recensio prior)
1Attendamus,
omnes clerici, magnum peccatum et ignorantiam, quam quidam habent super
sanctissimum corpus et sanguinem Domini nostri Jesu Christi et sacratissima
nomina et verba eius scripta, quae sanctificant corpus. 2Scimus, quia
non potest esse corpus, nisi prius sanctificetur a verbo. 3Nihil enim
habemus et videmus corporaliter in hoc saeculo de ipso Altissimo nisi corpus et
sanguinem, nomina et verba, per quae facti sumus et redempti de morte ad
vitam (1 Joa 3,14). 4Omnes autem illi qui ministrant tam
sanctissima mysteria, considerent intra se, maxime hi qui illicite ministrant,
quam viles sint calices, corporales et linteamina, ubi sacrificatur corpus et
sanguis eiusdem. 5Et
a multis in locis vilibus collocatur et relinquitur, miserabiliter portatur et
indigne sumitur et indiscrete aliis ministratur. 6Nomina etiam
et verba eius scripta aliquando pedibus conculcantur; 7quia animalis
homo non percipit ea quae Dei sunt (1 Cor 2,14). 8Non movemur de
his omnibus pietate, cum ipse pius Dominus in manibus nostris se praebeat et eum
tractemus et sumamus quotidie per os nostrum? 9An ignoramus, quia
venire debemus in manus eius? 10Igitur de his omnibus et aliis cito
et firmiter emendemus; 11et ubicumque fuerit sanctissimum corpus
Domini nostri Jesu Christi illicite collocatum et relictum, removeatur de loco
illo et in loco pretioso ponatur et consignetur. 12Similiter nomina
et verba Domini scripta, ubicumque inveniantur in locis immundis, colligantur et
in loco honesto debeant collocari. 13Haec omnia usque in finem
universi clerici tenentur super omnia observare. 14Et qui hoc non
fecerint, sciant se debere coram Domino nostro Jesu Christo in die iudicii
reddere rationem (cfr. Mt 12,36). 15Hoc scriptum, ut melius
debeat observari, sciant se benedictos a Domino Deo, qui illud fecerint
exemplari.
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CARTA
A LOS CLÉRIGOS I
Primera
redacción
1Consideremos
todos los clérigos el gran pecado e ignorancia que tienen algunos acerca del
santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, y de sus sacratísimos
nombres, y de sus palabras escritas que consagran el cuerpo. 2Sabemos
que no puede existir el cuerpo, si antes no es consagrado por la palabra. 3Nada,
en efecto, tenemos ni vemos corporalmente en este siglo del Altísimo mismo,
sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras, por las cuales hemos
sido hechos y redimidos de la muerte a la vida (1 Jn 3,14). 4Por
consiguiente, todos aquellos que administran tan santísimos misterios, y sobre
todo quienes los administran indebidamente, consideren en su interior cuán
viles son los cálices, los corporales y los manteles donde se sacrifica el
cuerpo y la sangre del mismo. 5Y hay muchos que lo colocan y lo
abandonan en lugares viles, lo llevan miserablemente, y lo reciben indignamente,
y lo administran a los demás sin discernimiento. 6Asimismo, sus
nombres y sus palabras escritas son a veces hollados con los pies; 7porque
el hombre animal no percibe las cosas que son de Dios (1 Cor 2,14). 8¿No
nos mueven a piedad todas estas cosas, siendo así que el mismo piadoso Señor
se entrega en nuestras manos, y lo tocamos y tomamos diariamente por nuestra
boca? 9¿Acaso ignoramos que tenemos que caer en sus manos? 10Por
consiguiente, enmendémonos de todas estas cosas y de otras pronta y firmemente;
11y dondequiera que estuviese indebidamente colocado y abandonado el
santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que se retire de aquel lugar y
que se ponga en un lugar precioso y que se cierre. 12Del mismo modo,
dondequiera que se encuentren los nombres y las palabras escritas del Señor en
lugares inmundos, que se recojan y se coloquen en lugar decoroso. 13Todos
los clérigos están obligados por encima de todo a observar todas estas cosas
hasta el fin. 14Y los que no lo hagan, sepan que tendrán que dar cuenta
ante nuestro Señor Jesucristo en el día del juicio (cf. Mt 12,36). 15Quienes
hagan copiar este escrito, para que sea mejor observado, sepan que son benditos
del Señor Dios.
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