EPISTOLA AD CLERICOS II
(Recensio posterior)
1Attendamus,
omnes clerici, magmum peccatum et ignorantiam, quam quidam habent super
sanctissimum corpus et sanguinem Domini nostri Jesu Christi et sacratissima
nomina et verba eius scripta, quae sanctificant corpus. 2Scimus, quia
non potest esse corpus, nisi prius sanctificetur a verbo. 3Nihil enim
habemus et videmus corporaliter in hoc saeculo de ipso Altissimo, nisi corpus et
sanguinem, nomina et verba, per quae facti sumus et redempti de morte ad
vitam (1 Joa 3,14). 4Omnes autem illi qui ministrant tam
sanctissima ministeria, considerent intra se, maxime hi qui indiscrete
ministrant, quam viles sint calices, corporalia et linteamina, ubi sacrificatur
corpus et sanguis Domini nostri. 5Et
a multis in locis vilibus relinquitur, miserabiliter portatur et indigne sumitur
et indiscrete aliis ministratur. 6Nomina
etiam et verba eius scripta aliquando pedibus conculcantur; 7quia animalis
homo non percipit ea quae Dei sunt (1 Cor 2,14). 8Non movemur de
his omnibus pietate, cum ipse pius Dominus in manibus nostris se praebeat et eum
tractemus et sumamus quotidie per os nostrum? 9An ignoramus, quia
debemus venire in manus eius? 10Igitur de his omnibus et aliis cito
et firmiter emendemus; 11et ubicumque fuerit sanctissimum corpus
Domini nostri Jesu Christi illicite collocatum et relictum, removeatur de loco
illo et in loco pretioso ponatur et consignetur. 12Similiter nomina
et verba Domini scripta, ubicumque inveniantur in locis immundis, colligantur et
in loco honesto debeant collocari. 13Et scimus, quia haec omnia
tenemur super omnia observare secundum praecepta Domimi et constitutiones
sanctae matris Ecclesiae. 14Et
qui hoc non fecerit, sciat, se coram Domino nostro Jesu Christo in die
iudicii reddere rationem (cfr. Mt 12,36). 15Hoc scriptum,
ut melius debeat observari, sciant se benedictos a Domino Deo, qui ipsum
fecerint exemplari.
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CARTA
A LOS CLÉRIGOS II
Segunda
redacción
1Consideremos
todos los clérigos el gran pecado e ignorancia que tienen algunos acerca del
santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, y de sus sacratísimos
nombres, y de sus palabras escritas que consagran el cuerpo. 2Sabemos
que no puede existir el cuerpo, si antes no es consagrado por la palabra. 3Nada,
en efecto, tenemos ni vemos corporalmente en este siglo del Altísimo mismo,
sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras, por las cuales hemos
sido hechos y redimidos de la muerte a la vida (1 Jn 3,14). 4Por
consiguiente, todos aquellos que administran tan santísimos ministerios, y
sobre todo quienes los administran sin discernimiento, consideren en su interior
cuán viles son los cálices, los corporales y los manteles donde se sacrifica
el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. 5Y hay muchos que lo
abandonan en lugares viles, lo llevan miserablemente, y lo reciben indignamente,
y lo administran a los demás sin discernimiento. 6Asimismo, sus
nombres y sus palabras escritas son a veces hollados con los pies; 7porque
el hombre animal no percibe las cosas que son de Dios (1 Cor 2,14). 8¿No
nos mueven a piedad todas estas cosas, siendo así que el mismo piadoso Señor
se entrega en nuestras manos, y lo tocamos y tomamos diariamente por nuestra
boca? 9¿Acaso ignoramos que tenemos que caer en sus manos? 10Por
consiguiente, enmendémonos de todas estas cosas y de otras pronta y firmemente;
11y dondequiera que estuviese indebidamente colocado y abandonado el
santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que se retire de aquel lugar y
que se ponga en un lugar precioso y que se cierre. 12Del mismo modo,
dondequiera que se encuentren los nombres y las palabras escritas del Señor en
lugares inmundos, que se recojan y se coloquen en un lugar decoroso. 13Y
sabemos que estamos obligados por encima de todo a observar todas estas cosas
según los preceptos del Señor y las constituciones de la santa madre Iglesia. 14Y
el que no lo haga, sepa que tendrá que dar cuenta ante nuestro Señor
Jesucristo en el día del juicio (cf. Mt 12,36). 15Quienes
hagan copiar este escrito, para que sea mejor observado, sepan que son benditos
del Señor Dios.
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