Aspiramos a que este sitio llene el vacío
existente en Internet en lo que respecta a los documentos del
Magisterio de la Iglesia en nuestra lengua
Nunca más actuales las palabras de
Denzinger en el prefacio a la primera edición de su obra:
"Entre los muchos males que la inicua condición de los
tiempos ha traído a las escuelas católicas, lo que
señaladamente daña a los estudios teológicos es el hecho de que
muchos ignoran o descuidan los que se llaman documentos positivos
del creer y obrar, sancionados por pública autoridad de la
Iglesia, y se entregan demasiado a su propio ingenio".
El objeto del
Magisterio Eclesiástico no es proponer nuevas doctrinas o nuevas
revelaciones, sino defender y exponer el depósito de la fe,
es decir, las verdades reveladas por Dios a los
Apóstoles y por ellos transmitidas a toda la Iglesia, tanto en la
Sagrada Escritura, como en la Tradición oral. Realmente Cristo al
enviar a los Apóstoles con la misión de enseñar a las naciones,
les había encomendado que enseñaran todo lo que Él les había
dicho; y al prometerles el Espíritu Santo había afirmado que
Éste les enseñaría todas las verdades. Por tanto el objeto del
Magisterio de la Iglesia es todo lo que Jesús enseñó a los
Apóstoles por sí o por el Espíritu Santo: a la muerte del
último Apóstol la revelación pública quedaba ya cerrada, el
depósito de la fe ya estaba completo.
Es este depósito el que San Pablo
entrega a Timoteo, como los otros Apóstoles a sus sucesores,
recomendándoles que evitaran toda nueva doctrina y que
fundaran toda su predicación sobre los cimientos de los
Apóstoles y Profetas.
Y desde un principio la
preocupación constante de la Iglesia fue mantenerse fiel a esta
consignación apostólica, considerando como falsa toda
innovación en materia de fe.
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