Magisterio de la Iglesia
Pascendi
Veamos ahora el apologista. Su método apologético
Pero examinemos cómo uno de ellos hace la
apología. El fin que se propone es llevar al hombre que todavía no tiene fe a que alcance la experiencia de la religión que es, según los modernistas, como ya sabéis, el único fundamento de la fe. Para
conseguirlo hay dos caminos: el objetivo y el subjetivo. El primero procede del agnosticismo, y consiste en mostrar que en la religión, y de modo particular en el catolicismo, hay tal fuerza vital, que cualquier psicólogo o cualquier historiador razonable han de llegar al convencimiento de que en su historia hay necesariamente algo desconocido. Para esto es necesario demostrar que la religión católica actual es exactamente la misma que fundó Cristo, es decir , el progresivo desarrollo de la semilla que Cristo plantó. Primero hay que determinar cuál es esa
se milla; se puede expresar con la siguiente fórmula: Cristo anunció la venida del reino de Dios, que en breve sería constituido y del que El sería el Mesías, el realizador y el que lo gobernaría por mandato divino. A continuación hay que demostrar por qué esa semilla siempre inmanente en la religión
católica y permanente se fue desarrollando insensible mente al paso de la historia, y se adaptó a las
di
versas circunstancias, extrayendo de éstas vitalmente lo que le era de provecho en las formas
doctrinales, culturales y eclesiásticas; y todo ello, al mismo tiempo que superaba obstáculos, luchaba contra los adversarios y sobrevivía a las persecuciones ya las luchas. Si después de haber demostrado todo esto -obstáculos, adversarios, persecuciones,
luchas e incluso la fecundidad de la Iglesia-, no se llega a una explicación muy satisfactoria de la
historia eclesiástica, aunque se hayan seguido las leyes de la evolución, entonces se nos aparece y se nos ofrece de por sí lo desconocido. La Sagrada Escritura
Mientras por una parte los nuevos apologistas se esfuerzan en afirmar y defender la religión católica, por otra, dan por supuesto y reconocen que hay en ella muchas cosas que soliviantan a los espíritus. E incluso, no sin cierta satisfacción, insisten
abierta mente en que también en el aspecto dogmático se dan errores y contradicciones, aunque añaden que no sólo son justificables esos errores, sino que -y esta afirmación causa estupor- se produjeron
justa y legítimamente. Igualmente, según ellos, en los libros sagrados hay muchas cosas equivocadas. En estos libros no se trata de cuestiones científicas o históricas, sino sólo de religión y de costumbres, la ciencia y la historia no son en este caso más que la envoltura con la que las experiencias religiosas y
morales se presentan para una más fácil difusión entre el pueblo, el cual no sabría entenderlas de otro modo: una ciencia o una historia más
perfectas no le harían más que daño. Por otra parte, añaden, los libros sagrados son, por su misma
naturaleza, religiosos y viven una vida peculiar; esta vida tiene también su verdad y su lógica, aunque
diferentes de la verdad y la lógica racionales, e incluso de un orden distintos al de ellas; se trata de la verdad de la analogía y de la proporción, tanto con
respecto al medio -como ellos dicen- en que se vive, como con respecto al fin por el que se vive. En fin, llegan hasta decir sin rodeos que todo lo que se
ex plica por la vida es verdadero y legítimo. Los «argumentos subjetivos» para la fe
Sin embargo. el que todavía no cree puede
disponerse para la fe no sólo con argumentos objetivos, sino también con los subjetivos. Para ello, los
modernistas echan mano de la doctrina de la inmanencia. Se esfuerzan por convencer al hombre de que en su interior y en lo más íntimo de su naturaleza y de su vida están ocultos un cierto deseo y una cierta exigencia de alguna religión, y no de una
religión cualquiera, sino precisamente de la católica, ya que el pleno desarrollo de la vida
la está exigiendo.
Algo queda por añadir sobre el modernista
re formador. Lo que hemos venido diciendo muestra de sobra hasta qué punto estos hombres tienen un incontenible afán de novedades. Este afán se
extiende absolutamente a todo lo que es católico. Compendio de todas las herejías
Puede que alguien piense, Venerables Hermanos, que nos hemos extendido demasiado en la exposición de esta doctrina modernista. Era absolutamente necesario, tanto para que no nos echen en cara -así suelen hacerlo- que no conocemos por donde andan, como para poner de manifiesto que, cuando se habla de modernismo, no se habla de una serie de doctrinas vagas y dispersas, sino de un verdadero cuerpo de ellas, en el que, admitiendo un punto, necesariamente se han de admitir los demás. Esta ha sido la raz6n por la que hemos adoptado un método casi didáctico, incluso utilizando los vocablos bárbaros que utilizan los modernistas.
El "sentimiento
espiritual" y la "experiencia"
Volvamos por un momento, Venerables
Hermanos, a considerar la perniciosa doctrina del agnosticismo, la cual afirma que el hombre no puede llegar a Dios por medio de la inteligencia, pero sí puede hacerlo a través de un cierto sentimiento espiritual
y a través de la acción. ¿Quién no ve lo absurdo de esto? El sentimiento espiritual es una
respuesta a la impresión que nos causan las cosas propuestas por el intelecto o por los sentidos externos. Si se suprime el intelecto, el hombre que ya es dado a seguir a los sentidos, irá tras ellos con mayor avidez. Nuevo absurdo; todas las fantasías acerca del sentimiento religioso no son capaces de dar al
traste con el sentido común, el cual nos enseña que cualquier perturbación o preocupación del espíritu no sólo no nos sirve de ayuda para indagar la verdad, sino que son un obstáculo; nos referimos a la ver- dad en sí, porque esa otra verdad subjetiva, producto del sentimiento interno y de la acción, si bien sirve para hacer equilibrios verbales, no le aprovecha nada al hombre: el hombre, lo que quiere saber es si fuera de él mismo hay un Dios, en cuyas manos caerá más tarde o más temprano. La doctrina del
"simbolismo"
Tampoco pueden los modernistas esperar mejores resultados con la doctrina del simbolismo. Pues, si todo elemento intelectual, como ellos dicen, no es más que un símbolo de Dios ¿por qué el nombre de Dios o de la personalidad divina no ha de ser también un
símbolo? y si esto es así, se puede dudar de la personalidad divina, quedando abierto el paso al
panteísmo. La distinción entre ciencia y fe
Por último, la distinción entre ciencia y fe que predican llega a la misma conclusión. Para ellos el objeto de la ciencia es la realidad de lo cognoscible,
y el objeto de la fe es lo incognoscible. Pero lo incognoscible es un resultado de la falta de
adecuación entre el objeto y el intelecto. Ahora bien, esta falta de adecuación o proporción no se puede evitar
Para llegar a un conocimiento más profundo del modernismo, y para buscar los remedios adecuados que restañen las heridas, nos ayudará, Venerables Hermanos, estudiar un poco las causas de su
origen y el fondo de donde se alimenta. 1.
CAUSAS
MORALES La curiosidad
No cabe duda de que la causa próxima inmediata hay que buscarla en la ofuscación de la inteligencia. Como causas remotas vemos dos: la curiosidad y la soberbia. La curiosidad, si no se la domina, basta por sí sola para explicar cualquier error. Con razón
escribía nuestro Antecesor Gregorio XVI: Es muy lamentable ver hasta dónde llegan los delirios de la razón humana cuando está hambrienta de
novedades y cuando, en contra de la advertencia del Apóstol, quiere saber más de lo que conviene saber, cuando, con un exceso de confianza en sí misma, pretende buscar la verdad fuera de la Iglesia
católica, donde se encuentra sin la más leve sombra de error(21). La soberbia
Pero mucho más eficaz para obcecar el espíritu y hacerlo caer en el error es la
soberbia, que en la doctrina del modernismo está como en su casa, de ella saca todo el alimento que quiere, y en ella se disfraza de todas las formas posibles. Por soberbia adquieren tal confianza en sí mismos, que llegan a creerse que son la norma universal, y como tal se presentan. Por soberbia se vanaglorian como si fueran los únicos que poseen la sabiduría, y dicen atrevidos e
infatuados: No somos como los demás hombres; y para no ser comparados
con los demás, se abrazan a cualquier novedad, por muy absurda que sea, y sueñan con ella. Por soberbia rechazan toda obediencia y tienen la pretensión de que la
autoridad se adapte a la libertad. Por soberbia, se olvidan de sí mismos y sólo piensan en reformar a los demás, sin respeto a ninguna clase de autoridad,
incluida la. autoridad suprema. En verdad que no hay camino más breve y más rápido hacia el
modernismo que la soberbia. Si algún católico, seglar o sacerdote, se olvida del precepto de la vida cristiana, que nos manda negarnos a nosotros mismos si
queremos seguir a Cristo, y no arranca de su corazón el orgullo, está tan abocado como el que más a abra- zar los errores modernistas.
Si ahora pasamos de las causas morales a las que tienen su origen en el intelecto, la primera y más importante es la ignorancia.
La ignorancia
Todos los modernistas, que pretenden ser y
hacerse pasar por doctores de la Iglesia, pregonan a voz en grito la filosofía moderna y desprecian la
escolástica; pero se han afiliado a aquélla no tanto por haberse dejado engañar por sus oropeles y sus falacias, como porque con una absoluta ignorancia de ésta no tenían argumentos para suprimir la con- fusión ni para refutar los sofismas. De la
combinación de la falsa filosofía con la fe, surgió el sistema modernista repleto de tantos y tan grandes errores. Ridiculizan la filosofía y la teología escolásticas
Tres son las cosas que consideran principales
escollos para sus intentos: el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Santos Padres y la tradición, y el magisterio eclesiástico. Contra ellos luchan denodadamente. Ridiculizan la filosofía y la teología escolásticas y las desprecian. Ya sea que lo
hagan por ignorancia o por cobardía, o quizá por ambas cosas, el hecho es que el deseo de novedades va siempre unido alodio contra el método escolástico; no hay mejor síntoma de que alguien empieza a
inclinarse hacia las doctrinas modernistas que verle empezar a odiar al método escolástico.. Recuerden los modernistas y sus partidarios la condenación de Pío IX contra la proposición que dice
(22): el método y los principios con los que los antiguos doctores escolásticos cultivaron la teología no son adecuados a las necesidades actuales ni al progreso de las ciencias. Desvirtúan la Tradición y los Santos Padres
Ponen todo su empeño en desvirtuar el valor y la naturaleza de la Tradición, para quitarle
importancia y peso. Pero siempre estará en pie para los católicos la autoridad del Concilio II de Nicea, que
condenó: a quienes se atreven..., como los criminales herejes, a despreciar las tradiciones eclesiásticas y a escogitar novedades... o a agitarse malvada y
astutamente para cuartear cualquiera de las legítimas tradiciones de la Iglesia
católica. y seguirá en pie la profesión del Concilio IV de Constantinopla: Profesamos observar y custodiar las normas que han
dado a la Iglesia Santa Católica y Apostólica, los santos y famosísimos Apóstoles, los Concilios
ortodoxos universales y locales, y cualquier Padre inspirado por Dios y maestro de la Iglesia.
Fue deseo de los Romanos Pontífices Pío IV y Pío IX añadir en la profesión de fe: Acepto firmemente y abrazo las tradiciones apostólicas y eclesiásticas, y las
demás observancias y constituciones de la Iglesia.
Menosprecian el Magisterio
Por último, se dedican denodadamente a menos preciar y debilitar la autoridad del magisterio eclesiástico, tergiversando heréticamente su origen, su naturaleza, sus derechos, y haciéndose eco de las calumnias que contra él levantan sus adversarios. Son aplicables a este grupo de modernistas las
palabras que con gran dolor escribía nuestro Predecesor: Con el propósito de hacer odiosa y detestable a la Esposa mística de Cristo, que es la luz
verdadera, los hijos de las tinieblas tienen la costumbre de atacarla públicamente con calumnias perversas y, tergiversando las cosas y el sentido de las
palabras, la hacen pasar por partidaria de las tinieblas, mantenedora de la ignorancia y enemiga de la luz y del progreso de las ciencias(23). La
"ley del silencio"
Estando así las cosas, Venerables Hermanos, no es de extrañar que los católicos que luchan con
denuedo por la Iglesia se atraigan toda la malevolencia y el odio de los modernistas. No hay clase de injuria que no les lancen y, a cada momento los acusan de ignorancia y terquedad. Si temen su erudición y su fuerza, anulan su eficacia con una
conjuración del silencio. Es un modo de actuar contra los católicos, tanto más odioso cuanto que simultánea
mente no escatiman los medios para ensalzar sin descanso a quienes están de acuerdo con ellos;
acogen con grandes aplausos sus libros cargados de novedades; a quien con mayor atrevimiento
destruye lo antiguo y rechaza la tradición y el magisterio, más propaganda la hacen como hombre sabio. Por último -y esto es algo que horroriza-, si la
Iglesia condena a alguien, lanzan sus elogios a todos los vientos y hasta lo veneran unánimemente como mártir .
El "bombo mutuo"
Estos son los malabarismos que hacen los modernistas para colocar su mercancía.
¿ Qué no son capaces de mover para aumentar el número de sus secuaces? En los Seminarios y en las Universidades ocupan los puestos de profesores y convierten las cátedras en focos de infección. En los sermones van sembrando sus doctrinas, aunque no sea más que veladamente; las exponen con toda claridad en los congresos; las introducen y enseñan en las
instituciones sociales. Editan, con su propio nombre o con seudónimos, libros, revistas, artículos. A veces, un mismo escritor utiliza varios nombres, para que los
incautos crean que el número de autores es mayor . En resumen, con obras y con palabras no dejan de hacer
todo lo que pueden, como si estuvieran poseídos de una fiebre frenética. |
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