Magisterio de la Iglesia

Singulari quadam caritati [*]
Encíclica

 

San Pío X
 Al Cardenal Kopp, Obispo de Breslau, y a los demás

Arzobispos de Alemania sobre los Círculos de Obreros

24 de septiembre de 1912

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1.  Motivos  de  la  intervención del Papa.

   Por el singular amor de benevolencia que profesamos a los católicos alemanes,  unidos en  suma fe y obediencia con esta Sede Apostólica, Nos sentimos impulsados, Venerables Hermanos, a poner todo Nuestro cuidado, y solicitud   en   resolver   la   contienda entre ellos suscitada sobre las asociaciones obreras; acerca de la cual, tanto por la mayoría de vosotros, como por personas graves y prudentes de una y otra parte, hemos recibido en los últimos años frecuentes informaciones.

   Nos dedicamos a resolver esta cuestión con tanto mayor empeño, cuanto es el que por conciencia de Nuestro cargo apostólico entendemos que es de Nuestra   sagrada   obligación   emplear para conseguir que estos amados hijos nuestros conserven íntegra y pura la doctrina católica, y para impedir por todos  los  medios  que   sufran  el más mínimo peligro en sus creencias.

   Porque,   de   no   ser   oportunamente Honestados a velar sobre  sí, corren riesgo manifiesto de irse acomodando poco a poco y sin sentirlo apenas a cierta clase de religión cristiana vaga e indefinida, llamada interconfesional, se difunde ahora entre vanas protestas de consideración a un cristianismo común, si bien nada hay más contrario que él a la predicación de Jesucristo.

   Añádase a esto el que, deseando Nos ardentísimamente   fomentar   y   asegurar  la concordia  de todos los fieles, queremos que desaparezcan entre ellos todas las causas de disensión, las cuales dividiendo las energías de los buenos católicos, sólo pueden aprovechar a los enemigos de la fe.

   Más aún: hasta con los mismos ciudadanos no católicos, deseamos y anhelamos que los Nuestros procuren aquella paz sin la cual el buen orden y la prosperidad pública no pueden subsistir.

   Según esto, por más que, conforme queda dicho, conocíamos bien la cuestión, juzgamos oportuno, antes de resolverla, pedir el parecer de todos y cada uno de vosotros, Venerables Hermanos; y vosotros correspondisteis a Nuestros ruegos, informándonos con todo el cuidado y diligencia que exigía la importancia del asunto.

2. Obligación de conservar incólumes los principios cristianos.

  En consecuencia, establecemos en primer lugar que es deber de todos los católicos, estrictamente obligatorio y que ha de observarse santa e inviolablemente, así en la vida pública como en la privada, el guardar con firmeza y profesar con valentía los principios de la verdad cristiana enseñados por el magisterio de la Iglesia católica, y en especial los propuestos sapientísimamente por Nuestro Predecesor en la Encíclica "Rerum novarum", que fueron aceptados con plenísimo asentimiento por los Obispos de Prusia en las deliberaciones del Congreso Faldease en 1900, y últimamente resumidos en compendio por vosotros mismos en la respuesta que Nos dirigisteis al preguntaros lo que sentíais en la cuestión presente. Son los que siguen.

   No es lícito al cristiano descuidar los bienes sobrenaturales aun en el orden de las cosas terrenas. Al contrario, le incumbe la obligación de encaminarlo todo según las prescripciones de la sabiduría cristiana al Sumo Bien como a fin último; y sujetar todas sus acciones en cuanto buenas o malas moralmente, o sea, en cuanto conformes o disconformes con el derecho natural y divino, a la potestad y al juicio de la Iglesia. Cuantos se glorían en llamarse cristianos, ya se consideren individualmente, ya se miren reunidos en corporación, si tienen presentes sus deberes, lejos de excitar envidias y enemistades entre las diversas clases de la sociedad, están obligados a fomentar entre las mismas la paz y la caridad mutua. La cuestión social y las contiendas con ella relacionadas acerca de la forma y tiempo del trabajo, del precio del salario, y de las huelgas voluntarias, no son problemas meramente económicos, y, por ende, de tal género que puedan resolverse dejando a un lado la autoridad de la Iglesia, "pues al contrario, es verdad clarísima que (la cuestión social) es, antes que nada, una cuestión moral y religiosa, y, por lo mismo, en los dictámenes de la Religión y en ¡as leyes de la Moral ha de encontrar principalmente solución satisfactoria". [1]

3. Ventajas y alabanzas de las asociaciones católicas. [2]

   Y por lo que toca a las asociaciones obreras, aunque se propongan como fin atender a las ventajas materiales de sus miembros, merecen mayor aprobación, y se han de considerar más apropiadas para reportar verdadera y sólida utilidad a los socios, aquellas que se fundan como en base principal sobre la Religión Católica y siguen abiertamente la dirección de la Iglesia. Así lo tenemos declarado repetidas veces, según que se Nos ha ofrecido la ocasión de hacerlo para diversas naciones. De lo cual se infiere la necesidad de establecer y fomentar a todo trance, en los pueblos católicos sin género de duda, instituciones sociales de carácter religioso, y en las naciones no católicas también, siempre y cuando por medio de tales instituciones se considere posible remediar convenientemente las necesidades de los asociados. Y no se podrá aprobar de ningún modo que en las regiones mencionadas, tratándose de asociaciones directa o indirectamente relacionadas con la Religión o la Moral, se quieran fomentar y propagar  asociaciones mixtas es decir, compuestas de católicos y acatólicos. Pues, para omitir otras razones, sólo diremos que semejantes sociedades constituyen o podrán constituir, ciertamente graves peligros para la integridad de la fe de los católicos y su debida sumisión a las leyes y preceptos de la Iglesia, como vosotros mismos, Venerables Hermanos, Nos acabáis de significar claramente en muchas de vuestras respuestas a las consultas que os hicimos sobre el particular.

   Por estos motivos, a todas cuantas asociaciones obreras, puramente católicas, se hallan establecidas en Alemania, con toda complacencia de Nuestro ánimo las colmamos de los mayores elogios y les deseamos toda clase de prosperidades para las empresas que traen entre manos en beneficio de la numerosa clase proletaria, augurándoles para el futuro mayores y más halagüeños incrementos.

   Con lo dicho no negamos, sin embargo que sea lícito a los católicos aliarse, supuestas las debidas precauciones, con los no católicos en una acción común para mejorar la suerte del obrero, procurándoles condiciones más razonables de trabajo y sueldo más equitativo, o bien por otros motivos de honesta utilidad. Pero en tales casos, preferimos que la confederación de las sociedades católicas con las no católicas se establezca mediante aquel pacto oportunamente introducido para tales casos, que se denomina cartel.

4. Sobre la participación de los obreros en asociaciones mixtas.

   Y en este punto, Venerables Hermanos, no pocos de vosotros Nos pedís que os permitamos tolerar los sindicatos llamados cristianos cual están al presente constituídos en vuestras Diócesis, a cuasa de que tales agrupaciones cuentan un número mucho mayor de obreros que las asociaciones católicas y, de no permitirse su continuación, se seguirían grandes males.

   Atendidas las especiales condiciones en que se encuentra el catolicismo en Alemania, estimamos que debemos conceder lo que se pide, declarando que se puede tolerar y permitir a los católicos que formen parte de esas asociaciones mixtas fundadas en vuestras diócesis, mientras no vengan otras circunstancias en las cuales la tolerancia presente deje de ser justa y conveniente; y entre tanto, con la precisa condición de emplear las cautelas oportunas para evitar los peligros que, según espusimos, en las sociedades de ese género no dejan de existir. Las precauciones principales se reducen a los puntos siguientes:

   Se han de procurar en primer término que los obreros católicos pertenecientes a estos sindicatos se inscriban también en las sociedades católicas de obreros conocidas  con  el nombre de Arbeitervereine (asociaciones de trabajadores). Y si esto les costase alguna pérdida  de  intereses o algún  dinero, tenemos por cierto que siendo tan cuidadosos, como son, de conservar íntegra la Fe, no han de llevar a mal ese ligero desembolso. Pues acredita la experiencia que estas asociaciones católicas,  con el trabajo y vigilancia del clero gobernadas, contribuyen muchísimo para conservar pura la Fe e incontaminadas  las   costumbres  de  los asociados,   y  para  nutrir  su  espíritu religioso   con  múltiples   ejercicios   de piedad. Siendo esto así, no cabe dudar que los directores de semejantes sociedades, bien penetrados de las necesidades del tiempo presente, han de enseñar a los obreros aquellas máximas y preceptos de justicia y caridad cuyo perfecto conocimiento es indispensable, o al menos útil, a los obreros para que puedan  conducirse  bien y   según  los principios  de la doctrina  católica en los sindicatos mixtos. Además, para que estos sindicatos sean tales que en ellos puedan  figurar  obreros  católicos,   es menester que se abstengan de todo lo que en la teoría o en la práctica no se conforme con la doctrina y las leyes de la Iglesia o con su legítima autoridad espiritual; y que en este punto nada se observe en ellos ni de palabra, ni por escrito, ni en sus hechos, menos digno de aprobación.

5. Deber de los prelados sobre el paarticular.

   Por tanto, es deber sacratísimo de los Prelados examinar con diligencia cuál es la conducta de las mencionadas Asociaciones y cuidar que los católicos no reciban daño alguno de la comunicación con ellas. Los católicos adscriptos a los sindicatos mixtos, no permitan por su parte que éstos, aun considerados como tales, algo profesen en la doctrina, ni de hecho ejecuten para procurar el bien temporal de los asociados, que sea contrario de algún modo a las prescripciones emanadas del magisterio supremo de la Iglesia, especialmente a las que antes expusimos. A este fin, siempre que se trate de cuestiones morales, de justicia o caridad, han de velar atentísimamente los Obispos para que los fieles no abandonen las reglas de moral católica, y para que, ni en un ápice siquiera, se aparten de las mismas.

   A la verdad, Venerables Hermanos, creemos cierto que habéis de procurar se observe religiosa y exactamente cuanto queda aquí prescrito, y que Nos habéis de informar sobre asunto de tanta importancia con puntualidad y diligencia. Y porque habiendo abocado a Nos la presente causa, la resolución definitiva de la misma, después de haber consultado a los Obispos, ha de ser de nuestra exclusiva competencia, mandamos a todos los que se precian de buenos católicos que se abstengan en adelante de disputar entre sí sobre esta materia; y confiamos que, en aras de la caridad fraterna y de la plena sumisión que deben a Nuestra autoridad y a la de sus Pastores inmediatos, han de cumplir de buena voluntad lo que les hemos prescrito. Si surgiere alguna dificultad, el medio de resolverla lo tienen a la mano: consulten a sus Obispos, los cuales elevarán la cuestión a esta Sede Apostólica, para su fallo definitivo.

   Por lo demás —y se colige de lo que llevamos dicho—, así como por una parte ninguno tiene derecho para acusar de sospechosos en la Fe y en tal concepto impugnar a los que estando firmes en la defensa de la doctrina y derechos de la Iglesia, con recta intención desean, no obstante, pertenecer, y de hecho pertenecen, a los sindicatos mixtos, donde por razón de las circunstancias parece a la autoridad de la Iglesia que con ciertas precauciones se pueden permitir; así, por otra parte sería muy digno de reprobación el combatir hostilmente a las asociaciones puramente católicas -que, al contrario, por todos los medios deben ayudarse y promoverse-, y el intentar establecer, y como imponer las llamadas interconfesionales, y esto aun bajo el pretexto especioso de reducir a una misma forma todas las sociedades católicas que existen en una Diócesis.

6. Conclusión

   Mientras hacemos votos al cielo porque la Alemania católica haga grandes progresos en el orden religioso y en la esfera civil, imploramos en favor de esa nación querida para que se verifiquen estos Nuestros ardentísimos deseos, el auxilio especial de Dios Omnipotente, y el patrocinio de la Virgen Madre de Dios, Reina de la Paz; y como prenda de los favores divinos y principalmente en testimonio de Nuestra benevolencia, concedemos con todo el amor de Nuestro corazón a vosotros, Amado Hijo y Venerables Hermanos, y a vuestro clero y pueblo la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, en San Pedro, el día 24 de septiembre de 1912, año décimo de Nuestro Pontificado

Magisterio de San Pío X

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