Magisterio de la Iglesia
Doctrina de Santo Tomás
Sagrada
Congregación de Estudios
Después de que Nuestro Santísimo Señor, el Papa Pío X, prescribió en el «Motu Propio» Doctoris Angelici, del día 29 de junio de 1914, que se sigan los principios y las tesis más importantes de Tomás de Aquino en todas las enseñanzas de filosofía, muchos profesores de diferentes Institutos propusieron a esta Sagrada Congregación de Estudios algunas tesis, para que fueran examinadas, ya que ellos las consideraban y las enseñaban como las principales del Santo Maestro, sobre todo en materia de metafísica. Esta Sagrada Congregación, después de consultarlo al Santo Padre, y por mandato del mismo, responde que estas tesis contienen los más importantes principios y la enseñanza sustancial del santo Doctor. Son las siguientes: Ontología 1. La potencia y el acto dividen al ente de tal modo que, todo cuanto es, o es acto puro o está necesariamente compuesto de acto y de potencia, como principios primeros e intrínsecos. 2. El acto, puesto que es perfección, no es limitado más que por la potencia, que es capacidad de perfección. Por consiguiente, cuando en un orden el acto es puro, entonces dentro de ese mismo orden es ilimitado y único; pero cuando el acto es finito y múltiple, está en verdadera composición con la potencia. 3. Por eso, como ser mismo absoluto únicamente subsiste Dios, que es uno y simplicísimo; todas las demás cosas que participan el ser mismo, tienen una naturaleza con la que el ser es coartado, y constan de esencia y de ser como de principios realmente distintos. 4. La denominación «ente», que deriva de ser, no se predica unívocamente de Dios y de las criaturas, ni tampoco de modo totalmente equívoco, sino analógicamente, con analogía tanto de atribución como de proporcionalidad. 5. Además, en toda criatura, hay una composición real de sujeto subsistente con unas formas secundariamente añadidas, o accidentes: esta composición no podría entenderse si el ser no estuviese recibido realmente en una asencia distinta de él. 6. Además de los accidentes absolutos, hay también un accidente relativo o relación (ad aliquid). Pues, aunque la relación no significa de suyo, según su característica propia, una realidad inherente a otra, sin embargo con frecuencia tiene una causa en las cosas mismas, y por tanto una entidad real distinta del sujeto. 7. La criatura espiritual es en su esencia completamente simple. Sin embargo, hay en ella una doble composición: de la esencia con el ser, y de la substancia con los accidentes. Cosmología 8. En cambio, la criatura corporal está en su misma esencia compuesta de potencia y acto; esta potencia y este acto dentro del orden de la esencia, se designan respectivamente con los nombres de materia y forma. 9. Ninguna de estas dos partes (de la esencia de las criaturas corporales: materia y forma) tiene por sí misma el ser, ni se produce o corrompe por sí; y no se incluyen entre los predicamentos, más que por reducción en cuanto son principios substanciales. 10. Aunque la extensión en partes integrales se sigue de su naturaleza corpórea, sin embargo, para el cuerpo no es lo mismo ser substancia que ser extenso. La substancia, en cuanto tal, es indivisible, no a la manera del punto, sino como aquello que no pertenece al orden de la dimensión. La cantidad, que da la extensión a la substancia, difiere realmente de ésta, y es un accidente en sentido propio. 11. La materia determinada por la cantidad es principio de individuación, o sea, de la distinción numérica -que no puede darse en los espíritus puros- entre un individuo y otro que tienen la misma naturaleza específica. 12. La cantidad hace también que el cuerpo esté circunscrito en un lugar, y que de ese modo sólo en un lugar pueda estar, cualquiera que sea la potencia que se considere. Biología y Psicología 13. Los cuerpos se dividen en dos grupos: algunos son vivos y otros carecen de vida. En los vivientes, para que el mismo sujeto posea de por sí una parte motora y una parte movida, la forma substancial -designada con el nombre de alma- requiere disposición orgánica, es decir, partes heterogéneas. 14. Las almas de orden vegetativo y sensitivo ni subsisten ni son producidas por sí mismas, sino únicamente son en cuanto principios por los que el viviente es y vive; y como dependen totalmente de la materia, una vez que se corrompe el compuesto (de alma y materia), ellas se corrompen inmediatamente per accidens. 15. Por el contrario, el alma humana subsiste por sí misma, puede ser infundida con el sujeto suficientemente dispuesto, es creada por Dios y por su misma naturaleza es incorruptible e inmortal. 16. Esta alma racional se une al cuerpo como su única forma substancial por la que el hombre es hombre, animal, viviente, cuerpo, substancia y ente. Por tanto, el alma da al hombre todo grado esencial de perfección, y además comunica al cuerpo el acto de ser por el que ella misma es. 17. Del alma humana dimanan, como resultado natural, dos órdenes de facultades, orgánicas e inorgánicas. El sujeto de las primeras, a las que pertenecen los sentidos, es el compuesto (de alma y cuerpo); el de las segundas es el alma sola. El entendimiento es, por tanto, una facultad intrínsecamente independiente de todo órgano corporal. 18. El ser intelectual o inteligente se sigue necesariamente de la inmaterialidad, de modo que los grados de intelictualidad siguen a los grados de alejamiento con respecto a la materia. El objeto adecuado de la intelección en general es el ente; pero el objeto propio del intelecto humano, en su estado actual de unión al cuerpo, se limita a la esencia de las cosas abstraída a partir de las condiciones individuales de la materia. 19. Por tanto, recibimos el conocimiento a partir de las cosas sensibles. Pero como lo sensible no es inteligible en acto, hay que admitir en el alma, además del intelecto que propiamente entiende, un poder activo que abstraiga las semejanzas (species) inteligibles a partir de las imágenes sensibles de la fantasía. 20. Por medio de esas semejanzas intelectuales o especies inteligibles conocemos directamente lo universal (o la naturaleza) de las cosas; lo singular lo percibimos con los sentidos, y también con el entendimiento al mirar éste en las imágenes sensibles; y, por analogía, ascendemos al conocimiento de las realidades espirituales. 21. La voluntad sigue al entendimiento, no lo precede, y quiere necesariamente aquello que le es presentado como un bien que sacia por completo su deseo; pero elige libremente entre aquellos bienes que se le proponen para ser queridos por un juicio o estimación variable. Por consiguiente, la elección sigue al juicio práctico último, pero es la voluntad la que hace que ese juicio sea el último. Teodicea
22. Conocemos la existencia de Dios, no por una intuición inmediata, ni por una demostración
a priori, sino a posteriori, es decir, a partir de las cosas creadas, argumentando desde los efectos hasta la causa del
siguiente modo: partiendo de las cosas que están sujetas a movimiento y no pueden ser ellas mismas el principio adecuado de ese movimiento, hasta llegar a un primer motor inmóvil; partiendo del producirse de las cosas de este mundo por causas subordinadas entre sí, hasta llegar a una
primera causa incausada; a partir de las cosas corruptibles, que pueden indiferentemente ser o no ser, 23. La Esencia Divina se nos propone rectamente, como constituida en su noción metafísica, diciendo que se identifica con la actualidad ejercida del mismo ser; o diciendo que es el mismo Ser subsistente; y por esto mismo se nos manifiesta su infinidad de perfección. 24. Por la misma pureza de su Ser, Dios se distingue de todas las cosas finitas. De lo que se infiere, en primer lugar, que el mundo no pudo proceder de Dios más que por creación; en segundo lugar, que el poder creador, que por sí y primariamente alcanza al ente en cuanto ente, no puede ser comunicado a ninguna naturaleza finita, ni por un milagro; por último, que ningún agente creado puede influir en el ser de ningún efecto, más que en virtud de la moción recibida de la Causa primera. Dado en Roma, a 27 de julio de 1914.
E. Card. Lorenzelli, Prefecto |