Magisterio de la Iglesia

Mens Nostra (Cont. 3)

Pío XI

III. EJERCICIOS ESPIRITUALES
PARA LAS DIFERENTES CLASES DE HOMBRES

   Por nuestra parte, mientras de lo íntimo de nuestro corazón agradecido nos alegramos de esos comienzos de excelente piedad, en cuyo acrecentamiento tenemos por cierto que se halla un eficacísimo remedio y auxilio contra los males que amenazan, nos disponemos a secundar con todas nuestras fuerzas los suavísimos designios de la divina bondad, a fin de que esta secreta inspiración, suscitada por el Espíritu Santo en las mentes de los hombres, no quede privada de la deseada abundancia de los dones celestiales.

a) Para la Curia Pontificia

14. Los ejercicios en el Vaticano.

   Y esto lo hacemos con tanto mayor gusto cuanto que ya lo vemos hecho por nuestros predecesores. Largo tiempo hace ya que esta Sede Apostólica, que muchas veces había recomendado los Ejercicios espirituales, enseñaba también a los fieles con su ejemplo y autoridad, convirtiendo los augustos palacios vaticanos, durante unos días, en Cenáculo de la oración y la meditación; costumbre que Nos mismo hemos adoptado espontáneamente con no pequeño gozo y consuelo de nuestra alma. Y para procurar este gozo y consuelo a Nos y a los que cerca de Nos viven, satisfaciendo sus comunes deseos, hemos ordenado ya que se dispongan todas las cosas para que cada año se practiquen los Ejercicios espirituales en nuestros palacios.

b) Para los obispos

15. Exhortación. ejercicios para los prelados de la Iglesia.

   Y bien manifiesta está la gran estima que vosotros, venerables hermanos, tenéis a los Ejercicios espirituales: los practicasteis antes de vuestra ordenación sacerdotal y os dedicasteis a ellos antes de recibir la plenitud del orden sacerdotal; más tarde, y no pocas veces, presidiendo vosotros mismos a vuestros sacerdotes, oportunamente convocados, acudís a los mismos para alimentar vuestro espíritu con la contemplación de las verdades eternas. Vuestra conducta a este respecto es tan preclara y meritoria, que Nos no podemos menos de citarla con público elogio. Y no juzgamos dignos de menor recomendación a aquellos obispos de la Iglesia, tanto oriental como occidental, que, junto con el Metropolitano o Patriarca, se han reunido a veces en piadoso retiro, acomodado a sus oficios y cargos. Ejemplo por cierto muy luminoso que esperamos sea imitado con celosa emulación cuando lo consienta la naturaleza de las cosas. Y no habrá, acaso, gran dificultad en esto si tales retiros se hacen con ocasión de aquellas reuniones que celebran por oficio todos los prelados de alguna provincia eclesiástica, ya para atender al bien común de las almas, ya para deliberar sobre lo que más reclame la condición de los tiempos. Esto es lo que Nos pensábamos hacer con todos los obispos de la región lombarda en aquel brevísimo tiempo en que gobernamos la Iglesia de Milán, y sin duda lo habríamos realizado en aquel primer año de pontificado si la Providencia no hubiese tenido otros secretos designios sobre nuestra humilde persona.

c) Para sacerdotes y religiosos

Clero religioso y secular.

16. Con razón, pues, estamos convencidos de que los sacerdotes y religiosos que, anticipándose a la ley de la Iglesia, con laudable empeño practicaban con frecuencia los Ejercicios espirituales, en lo futuro emplearán con tanta mayor diligencia este medio de santificación cuanto más gravemente les obliga a ello la autoridad de los sagrados cánones.

   Por lo cual exhortamos insistentemente a los sacerdotes del clero secular a que sean fieles en practicar los Ejercicios espirituales, al menos en aquella módica medida que el Código del Derecho Canónico les prescribe(26), de suerte que los emprendan y lleven adelante con ardiente deseo de su perfección, para que adquieran aquella abundancia de espíritu sobrenatural, que les es sumamente necesaria para procurar el provecho espiritual de la grey a ellos encomendada y para conquistar muchas almas para Cristo. Ese es el camino que han seguido siempre todos los sacerdotes que, ardiendo en celo de las almas, más se han distinguido en dirigir al prójimo por la senda de la santidad y en formar al clero, como, por citar un ejemplo moderno, el beato José Cafasso, recientemente elevado por Nos al honor de los altares. Pues siempre fue cosa ordinaria en aquel varón santísimo el dedicarse asiduamente a los Ejercicios espirituales, con los cuales se santificara más eficazmente a sí propio y a los otros ministros de Cristo y conociera los celestiales designios; siendo al salir de uno de esos sagrados retiros cuando, enriquecido con luz divina, indicó claramente a un sacerdote joven, penitente suyo, que siguiera aquel camino que le condujo a él al sumo grado de la virtud: nos referimos al beato Juan Bosco, cuyo solo nombre es su mayor elogio.

   Los religiosos, que están obligados a practicar cada año los santos Ejercicios (27), cualquiera que sea la regla en que militen, hallarán sin duda en estos sagrados retiros una rica e inagotable mina de bienes celestiales, que todos pueden alcanzar según la necesidad de cada uno, para progresar más y más en la perfección y andar con más aliento el camino de los consejos evangélicos. Porque los Ejercicios anuales son un místico Arbol de vida (28), con cuyos frutos tanto los individuos como las comunidades crecerán en aquella laudable santidad con que debe florecer toda familia religiosa.

16. ¿Qué aprovecha el resto?

   Y no crean los sacerdotes de uno y otro clero que el tiempo dedicado a los Ejercicios espirituales cede en detrimento del ministerio apostólico. Conviene a este propósito oír a San Bernardo, quien no dudaba en escribir al Sumo Pontífice beato Eugenio III, de quien había sido maestro, estas palabras: «Si quieres ser todo para todos, a imitación de Aquel que se hizo todo para todos, alabo tu humanidad, con tal que sea completa. Mas ¿cómo será completa si te excluyes a ti mismo? También tú eres hombre; luego para que tu humanidad sea completa e íntegra, debe acoger en su seno a ti y a todos los demás; porque de otro modo, ¿de qué te sirve ganar todo el mundo si tú te pierdes? Por lo cual, cuando todos te posean, poséete tú también. Acuérdate, no digo siempre, no digo a menudo, sino a lo menos algunas veces, de volverte a ti mismo»(29).

d) Para los seglares de la Acción Católica

17. La Acción católica.

   Con no menor solicitud, venerables hermanos, aconsejamos que con los Ejercicios espirituales se formen convenientemente las múltiples legiones de la Acción Católica; la cual no desistimos ni desistiremos nunca de fomentar y recomendar con todas nuestras fuerzas, porque tenemos por utilísima (por no decir necesaria) la participación de los seglares en el apostolado jerárquico. No tenemos ciertamente palabras bastantes con que poder expresar la singular alegría que nos ha inundado al saber que casi en todas partes se han organizado tandas especiales de santos Ejercicios en que se ejercitan estos pacíficos y valerosos soldados de Cristo, y principalmente los grupos de los jóvenes. Los cuales, al acudir frecuentemente a ellos a fin de estar cada vez más preparados y prontos para pelear las sagradas batallas del Señor, en ellos no sólo hallan medios para imprimir en sí más perfectamente el sello de la vida cristiana, sino que tampoco es raro que oigan en su corazón la secreta voz de Dios, que los llama a los sagrados ministerios y a promover la salud de las almas, y hasta los impulsa a ejercitar plenamente el apostolado. Espléndida es, en verdad, esta aurora de bienes celestiales, a la que seguirá y coronará en breve un día pleno con tal que la práctica de los Ejercicios espirituales se propague más extensamente y se difunda con inteligencia y prudencia entre las varias asociaciones de católicos, en especial de jóvenes(30).

e) Para toda clase de hombres

18. Los retiros para obreros.

   Y como en nuestros tiempos los bienes temporales y las comodidades a ellos consiguientes, juntamente con cierto grado de bienestar, han alcanzado, y no poco, a los obreros y demás personas que viven de un sueldo, alzándolos a un plano mejor de vida, se ha de atribuir a la bondad de Dios misericordioso y próvido el que también se reparta entre el común de los fieles este celestial tesoro de los Ejercicios espirituales, que, a manera de contrapeso, contenga a los hombres, no sea que, oprimidos por el peso de las cosas perecederas y hundiéndose en las comodidades y atractivos de esta vida, caigan miserablemente en las doctrinas y costumbres del materialismo. Por esto, con razón favorecemos con ardiente celo las Obras «en pro de los Ejercicios» que en algunas regiones van creciendo, y, sobre todo, los fructíferos y oportunos «Ejercicios de Obreros» con las anejas «Asociaciones de Perseverancia»; y todas estas cosas, venerables hermanos, deseamos recomendar a vuestra actividad y solicitud pastorales.

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