Magisterio de la Iglesia
Non abbiamo bisogno
PÍO
XI
1.
Causas de la
presente Encíclica.
No tenemos
necesidad de anunciaros, Venerables Hermanos, de los acontecimientos que
en estos últimos tiempos se han desarrollado en esta ciudad de Roma,
Nuestra Sede Episcopal, y en toda Italia, es decir, precisamente en
Nuestra circunscripción primacial; acontecimientos que han tenido tan
larga y profunda repercusión en el mundo entero y más particularmente en
todas y en cada una de las diócesis de Italia y del mundo católico. Se
resumen en estas breves y tristes palabras: Se ha intentado herir de
muerte todo lo que era y lo que será siempre lo más querido por Nuestro
corazón de Padre y Pastor de almas... y Nos podemos y debemos incluso añadir:
Y el modo mismo Nos ofende. En
presencia y bajo la presión de estos acontecimientos hemos sentido
Nosotros la necesidad y el deber de dirigirnos a vosotros, y por decirlo
así, llegar en espíritu a cada uno de vosotros, Venerables Hermanos, en
primer lugar, para cumplir un grave y urgente deber de reconocimiento
fraternal; en segundo lugar, para satisfacer un deber, no menos grave y no
menos urgente, de defender la verdad y la justicia en una materia que,
como se refiere a los intereses y a los derechos vitales de la Iglesia, os
interesa también a todos y cada uno de vosotros en particular en todas
las partes en que el Espíritu Santo os ha colocado para gobernarla en unión
con Nosotros; en tercer lugar, Nos queremos exponeros las conclusiones y
reflexiones que los acontecimientos parecen imponer; en cuarto lugar,
confiaros Nuestras preocupaciones para el porvenir; y, finalmente, os
invitaremos a compartir Nuestras esperanzas y a rogar con Nos y con el
mundo católico por su realización. 2. La paz interior, nuestra fortaleza. Agradecimiento a los Obispos. La paz interior, esta paz que nace de la plena y clara conciencia que tiene uno de estar en el bando de la verdad y de la justicia y de combatir y sufrir por ellas, esta paz que solamente puede darla el Rey divino y que el mundo es completamente incapaz de dar y quitar, esta paz bendita y bienhechora, gracias a la bondad y la misericordia de Dios, no Nos ha abandonado un solo instante, y abrigamos la firme esperanza de que, suceda lo que suceda, no Nos abandonará jamás; pero, bien sabéis vosotros, Venerables Hermanos, que esta paz deja libre acceso a los más amargos sinsabores: así lo experimentó el Sagrado Corazón de Jesús durante su Pasión; lo mismo experimentan los corazones de los fieles servidores, y Nos también hemos experimentado la verdad de esta misteriosa palabra: He aquí que en la paz (me sobrevino) amargura grandísima(1). Vuestra intervención rápida, extensa, afectuosa, que no ha cesado todavía; vuestros sentimientos fraternos y filiales, y por encima de todo, ese sentimiento de alta y sobrenatural solidaridad, de íntima unión de pensamientos y de sentimientos, de inteligencias y de voluntades que respiran vuestras comunicaciones llenas de amor, Nos han llenado el alma de consuelos indecibles y muchas veces han hecho subir de Nuestro corazón a Nuestros labios las palabras del salmo: En las grandes angustias de mi corazón, tus consuelos alegraban mi alma(2). De todos estos consuelos, después de Dios, os damos gracias de todo Nuestro corazón, Venerables Hermanos, vosotros a quienes Nos podemos repetir la palabra de Jesús a los Apóstoles vuestros predecesores: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas(3). 3. Acción de gracias a la Acción Católica. Sentimos también y queremos también cumplir el deber tan dulce al corazón paternal de dar gracias con vosotros, Venerables Hermanos, a tantos de vuestros buenos y dignos hijos que, individual y colectivamente, en su nombre propio y de parte de las diversas organizaciones y asociaciones consagradas al bien, y con más amplitud de parte de las asociaciones de Acción Católica y de Juventud Católica, nos han enviado expresiones de condolencia, de devoción y de generosa y activa conformidad a Nuestras normas directivas y a Nuestros deseos. Fue para Nos especialmente bello y consolador ver a las Acciones Católicas de todos los países, desde los más cercanos hasta los más lejanos, encontrarse reunidas alrededor del Padre común, animadas y como impulsadas por un mismo espíritu de fe, de piedad filial, de propósitos generosos en los que se expresa unánimemente la sorpresa penosa de ver perseguida y herida la Acción Católica allí, en el centro del apostolado jerárquico, donde tiene, más que en ninguna otra parte, su razón de ser, la Acción Católica, que en Italia, como en todas las partes del mundo, siguiendo su auténtica y esencial definición y según Nuestras vigilantes y asiduas direcciones, tan generosamente secundadas por vosotros, Venerables Hermanos, ni quiere ni puede ser otra cosa que la participación y la colaboración del laicado en el apostolado jerárquico. Llevaréis, Venerables Hermanos, la expresión de Nuestro paternal reconocimiento a todos vuestros hijos e hijas Nuestros en Jesucristo, que se han mostrado tan bien formados en vuestra escuela, tan buenos y tan piadosos hacia su Padre común al punto de hacernos decir: Reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones(4). 4. En cuanto a vosotros, Obispos de todas y cada una de las diócesis de esta querida Italia, debemos no solamente la expresión de Nuestro reconocimiento por los consuelos que con tan noble y santa emulación Nos habéis prodigado con vuestras cartas durante todo el mes último y especialmente el día mismo de los Santos Apóstoles, con vuestros afectuosos y elocuentes telegramas; pero debemos también dirigiros a Nuestra vez el pésame por lo que cada uno de vosotros ha sufrido, viendo repentinamente abatirse la tempestad devastadora sobre los vergeles tan ricamente florecidos y llenos de promesas de vuestros jardines espirituales, que el Espíritu Santo ha confiado a vuestra solicitud y que cultivabais con tanto celo y con tan gran bien para las almas. Vuestro corazón, Venerables Hermanos, se ha vuelto en seguida hacia el Nuestro para compartir Nuestra pena, en la cual sentíais reunirse como en un centro y multiplicarse y encontrarse todas las vuestras. Nos habéis dado la más clara y afectuosa demostración y con todo el corazón os damos las gracias. Particularmente os agradecemos el unánime y verdaderamente grandioso testimonio que habéis dado a la docilidad con que la Acción Católica italiana y precisamente las Asociaciones de Juventudes han permanecido fieles a Nuestras normas directivas y a las vuestras, que excluyen toda actividad política de partido. Al mismo tiempo damos gracias también a todos vuestros sacerdotes y fieles, a vuestros religiosos y religiosas, que se han unido a vosotros con tan gran impulso de fe y de piedad filial. Damos gracias especialmente a vuestras Asociaciones de Acción Católica y en primer lugar a las de las Juventudes de todas las categorías, hasta a los más pequeños benjamines y a los niños, que Nos son tanto más queridos cuanto más pequeños son y en cuyas plegarias tenemos especial confianza. Vosotros habéis comprendido, Venerables Hermanos, que Nuestro corazón estaba y está con vosotros, con cada uno de vosotros, sufriendo con vosotros, rogando por vosotros y con vosotros, a fin de que Dios, en su infinita misericordia, nos socorra y haga salir de este gran mal desencadenado por el antiguo enemigo del bien una nueva floración de bienes, y de grandes bienes. II 5. Injusta disolución de los organismos universitarios de A. C. Después de haber satisfecho la deuda de gratitud por los consuelos que hemos recibido en tan grande dolor, debemos satisfacer las obligaciones que el ministerio apostólico Nos impone para con la verdad y la justicia. Ya muchas veces, Venerables Hermanos, de la manera más explícita y asumiendo toda la responsabilidad de lo que decíamos, Nos hemos explicado la campaña de falsas e injustas acusaciones que precedió a la disolución de las Asociaciones de Juventudes y Asociaciones universitarias dependientes de la Acción Católica y hemos protestado contra ellas. Disolución ejecutada por vías de hecho y por procedimientos que daban la impresión de que se perseguía una vasta y peligrosa asociación criminal. Y sin embargo, se trataba de jóvenes y de niños que son ciertamente los mejores entre los buenos y a los cuales tenemos la satisfacción y el orgullo de poder una vez más dar este testimonio. Los ejecutores de este procedimiento, no todos, pero muchos de ellos, tuvieron asimismo esta impresión y no la ocultaron, procurando templar el cumplimiento de su consigna con palabras y miramientos por medio de los cuales parecían presentar excusas y querer obtener el perdón de lo que se les obligaba a hacer. Nos lo hemos tenido en cuenta y les reservamos especiales bendiciones. 6. Violencias y malos tratos. Necesidad de reparación. Pero por una dolorosa compensación, ¡cuántas brutalidades y violencias, que llegaron hasta los golpes y a la sangre, cuántas irreverencias de prensa, de palabras y de hechos contra las cosas y contra las personas, incluso la Nuestra, han precedido, acompañado y seguido la ejecución de la inopinada medida de policía! Y ésta con frecuencia se ha extendido, por ignorancia o por un celo maligno, a ciertas asociaciones e instituciones que ni siquiera estaban comprendidas en las órdenes superiores, como los oratorios de los niños y las piadosas congregaciones de Hijas de María. Todo este lamentable conjunto de irreverencias y de violencias se verificaron con una tal intervención de miembros e insignias de partido, con tal unanimidad de un cabo a otro de Italia, y con tal condescendencia de las autoridades y de las fuerzas de seguridad pública, que era ya preciso pensar necesariamente en disposiciones venidas de arriba. Fácilmente admitimos, como era fácil de prever, que estas disposiciones podían y hasta debían ser necesariamente exageradas. Hemos debido recordar estas cosas antipáticas y penosas, porque se ha intentado hacer creer al público y al mundo que la deplorable disolución de las Asociaciones, que Nos son tan queridas, se ha efectuado sin incidentes y casi como una cosa normal. 7. Se ha faltado a la verdad y a la justicia. Pero en realidad se ha intentado faltar en mayor escala a la verdad y a la justicia. Si no todas las invenciones y todas las mentiras y las verdaderas calumnias esparcidas por la Prensa hostil de partido, la única libre y acostumbrada, por decirlo así, a hablarlo todo y atreverse a todo, han sido acogidas en un mensaje, no oficial sin duda alguna (por prudente calificación), la mayor parte han sido realmente entregadas al público en los más poderosos medios de difusión que conoce la hora presente. La historia de los documentos redactados, no para servir a la verdad y a la justicia, sino para ofenderlas, es bien larga y triste, y Nos debemos decir con la más profunda amargura, que en los muchos años de Nuestra actividad de bibliotecario rara vez hemos encontrado en Nuestro camino un documento tan tendencioso y tan contrario a la verdad y a la justicia con relación a la Santa Sede, a la Acción Católica y más particularmente a las Asociaciones católicas tan duramente castigadas. Si calláramos, si dejáramos pasar, es decir, si permitiéramos creer todas esas cosas, vendríamos a ser más indignos de lo que somos de ocupar esta augusta Sede Apostólica, indignos del filial y generoso sacrificio por el cual Nos han siempre consolado, y Nos consuelan hoy más que nunca, Nuestros queridos hijos de la Acción Católica y particularmente aquellos de Nuestros hijos e hijas, tan numerosos gracias a Dios, que por su religioso respeto a Nuestros mandatos y direcciones tanto han sufrido y tanto sufren, honrando en la escuela donde han sido formados, tanto al Divino Maestro, como a su indigno Vicario, al demostrar luminosamente con su cristiana actitud aun ante las amenazas y las violencias, de qué lado se encuentra la verdadera dignidad, la verdadera fuerza del alma, el verdadero valor y la verdadera civilización. 8. Refutación del mensaje del gobierno. Procuraremos ser breves al rectificar las fáciles afirmaciones del mensaje de que hemos hablado. Y decimos fáciles, por no calificarlas de audaces, ya que el público, se sabía, se encontraba en la casi imposibilidad de verificarlas de ninguna manera. Seremos breves, tanto más cuanto que muchas veces, sobre todo en los últimos tiempos, hemos tratado asuntos que vuelven a presentarse hoy, y Nuestra palabra, Venerables Hermanos, ha podido llegar hasta vosotros y por vosotros a Nuestros queridos hijos en Jesucristo, y esperamos que lo mismo sucederá con las presentes letras. El mensaje en cuestión decía, entre otras cosas, que las revelaciones de la Prensa hostil de partido habían sido confirmadas en casi su totalidad, en su sustancia, por lo menos, precisamente por L'Osservatore Romano. La verdad es que L'Osservatore Romano ha demostrado, de vez en cuando, que las pretendidas revelaciones eran otras tantas invenciones, o totalmente, o por lo menos en la interpretación dada a los hechos. Basta leer sin mala fe y con la más modesta capacidad de comprensión. El mensaje decía también que era una tentativa ridícula la de hacer pasar a la Santa Sede como víctima en un país donde miles de viajeros pueden dar testimonio del respeto con que se trata a los sacerdotes, a los prelados, a la Iglesia y a las ceremonias religiosas. Sí, Venerables Hermanos, sería una tentativa harto ridícula, como sería ridículo querer derribar una puerta abierta. Porque los viajeros extranjeros, que no faltan nunca en Italia y en Roma, han podido, desgraciadamente, ver con sus propios ojos las irreverencias impías y difamatorias, las violencias, los ultrajes, los vandalismos cometidos contra los lugares, las cosas y las personas en todo el país y en esta misma Sede episcopal Nuestra, cosas todas ellas deploradas por Nos varias veces, después de una información cierta y precisa. 9. Ingratitud con la Iglesia y la Santa Sede. El mensaje denuncia la "negra ingratitud" de los sacerdotes que hostilizan el partido, el cual ha sido, como se dice, en toda Italia la garantía de la libertad religiosa. El clero, el Episcopado y la Santa Sede no han dejado de apreciar la importancia de lo que se ha hecho en estos años en beneficio de la Religión, y frecuentemente han manifestado un vivo y sincero reconocimiento. Pero con Nos, el Episcopado, el clero y todos los verdaderos fieles, y hasta los ciudadanos amantes del orden y de la paz, se han llenado de pena y preocupación ante los atentados cometidos rápidamente contra las más sanas y preciosas libertades de la Religión y de las conciencias, a saber, todos los atentados contra la Acción Católica, sobre todo contra las asociaciones de juventudes, atentados que han llegado al colmo en las medidas policíacas tomadas contra ellas de la manera indicada, atentados y medidas que hacen dudar seriamente si las primeras actitudes benévolas y bienhechoras provenían de un amor sincero y de un sincero celo por la Religión. Si se quiere hablar de ingratitud ha sido y sigue siendo para con la Santa Sede la obra de un régimen, que a juicio del mundo entero ha sacado de sus relaciones amistosas con la Santa Sede, en la nación y fuera de ella, un aumento de prestigio y de crédito, que a muchos en Italia y en el extranjero les ha parecido excesivo el favor y la confianza de Nuestra parte. 10. Necesidad de Nuestras decisiones. Cuando se consumaron las medidas de policía, acompañadas de violencias, irreverencias, de aquiescencia y connivencia de las autoridades de seguridad pública, Nos suspendimos el envío de un Cardenal legado a las fiestas centenarias de Padua y, al mismo tiempo, las procesiones solemnes en Roma y en Italia. Las disposiciones eran evidentemente de Nuestra competencia y teníamos motivos tan graves y urgentes, que Nos creaban el deber de adoptarlas, aun sabiendo los grandes sacrificios que con ellas imponíamos a los fieles y la molestia que Nos experimentábamos más que nadie. Pero ¿cómo se hubieran desarrollado normalmente estas alegres solemnidades entre el duelo y la pena en que estaban sumergidos el corazón del Padre común de todos los fieles y el corazón maternal de nuestra Santa Madre la Iglesia, en Roma, en Italia, en todo el mundo católico, como se ha demostrado luego, por la participación verdaderamente mundial de todos Nuestros hijos, y vosotros, Venerables Hermanos, a la cabeza de ellos? ¿Cómo no habíamos de temer Nos también por el respeto y la seguridad misma de las personas y de las cosas más sagradas, dada la actitud de las autoridades y de la fuerza pública, y ante tantas irreverencias y violencias? En todas partes donde Nuestras decisiones han sido conocidas, los buenos sacerdotes y los buenos fieles tuvieron la misma impresión y los mismos sentimientos, y allí donde no fueron intimidados, amenazados, o peor todavía, dieron pruebas magníficas y muy consoladoras para Nos, reemplazando las celebraciones solemnes por horas de oración, adoración y reparación, uniéndose en el pesar y en la intención con el Sumo Pontífice, en medio de un maravilloso concurso del pueblo. 11. Falsedad de las imputaciones hechas por el mensaje. Sabemos cómo han sucedido las cosas allí donde Nuestras instrucciones no pudieron llegar a tiempo, y cuál fue la intervención de las autoridades que subraya el mensaje, de aquellas mismas autoridades que habían asistido, o que poco después habían de asistir mudas y pasivas a la realización de actos netamente anticatólicos y antirreligiosos, cosa que el mensaje no dice en manera alguna. Pero dice, por el contrario, que hubo autoridades eclesiásticas locales que se creyeron en el caso de no tener en cuenta Nuestra prohibición. No conocemos una sola autoridad eclesiástica local que haya merecido la ofensa que implican estas palabras. Sabemos, por el contrario, y deploramos vivamente, las imposiciones con frecuencia amenazadoras y violentas infligidas o que se ha dejado infligir a las autoridades eclesiásticas locales. Estamos informados de impías parodias de cánticos sagrados y de cortejos religiosos, tolerados con profunda molestia para los verdaderos fieles y la emoción real de todos los ciudadanos amantes de la paz y del orden, que veían no defendidos el orden ni la paz, y, lo que es peor, precisamente por aquellos que tienen el gravísimo deber de defenderlos y un interés vital en cumplir este deber. El mensaje repite la tan reiterada comparación entre Italia y otros Estados en los que la Iglesia está realmente perseguida, y contra los cuales no se han oído palabras como las pronunciadas contra Italia, donde -dice- la religión ha sido restaurada. Ya hemos dicho que guardamos y guardaremos perenne gratitud y recuerdo por todo cuanto se ha hecho en Italia en beneficio de la religión, aunque también en beneficio simultáneo no menor, y tal vez mayor, del partido y del régimen. Hemos dicho y repetido también que no es necesario (con frecuencia sería muy nocivo a los fines pretendidos) que todo el mundo sepa y conozca lo que Nos y esta Santa Sede, por medio de nuestros representantes, de nuestros hermanos en el episcopado, debemos decir y las advertencias que Nos hacemos allí donde los intereses de la religión lo requieren y en la medida que la necesidad requiere, sobre todo allí donde la Iglesia se halla realmente perseguida. |