Magisterio de la Iglesia

Ad sinarum gentem *

PÍO XII
Sobre la situación religiosa en China
7 de octubre 1954

INTRODUCCIÓN:

La Carta Apostólica anterior

   1. Compasión, exhortación y esperanza del Papa. 

   Hace ya casi tres años enviamos la Carta Apostólica "CUPIMUS IMPRIMIS(1) al pueblo Chino, por Nos amado, y en forma especial a vosotros Venerables Hermanos y Amados Hijos, que profesáis la Religión Católica, no solamente para manifestaros Nuestra participación en vuestras angustias, sino también para exhortaros paternalmente a cumplir todos los deberes de la Religión cristiana con esa resuelta fidelidad que a veces exige una heroica fortaleza; y en el momento presente, N os, juntamente con vuestras oraciones, elevamos otra vez las Nuestras a Dios omnipotente y Padre de las misericordias, con el fin de que como el sol de nuevo brilla después de las tormentas y de las borrascas, así después de tantas angustias, trastornos y sufrimientos vuelvan a resplandecer por fin sobre vuestra Iglesia la paz, la tranquilidad y la libertad(2).

   2. En mayores persecuciones mayor fidelidad de los católicos chinos. 

   En estos últimos años, desgraciadamente, las condiciones de la Iglesia Católica entre vosotros no han mejorado en absoluto; es más, han aumentado las acusaciones y las calumnias contra la Sede Apostólica y contra los que a ella se mantienen fieles; ha sido ex pulsado el Nuncio Apostólico, que entre vosotros representaba a Nuestra persona; y se han intensificado las estratagemas para engañar a las personas menos iluminadas.

   Sin embargo -como ya os habíamos escrito- vosotros oponéis la firmeza de vuestra voluntad a las insidias, incluso cuando se presentan con astucia, con engaño, y con falsas apariencias de verdad(3). Sabemos que estas Nuestras palabras contenidas en la presente Carta Apostólica, no han podido llegar a vosotros; y por ello de buena gana os la repetimos por medio de esta Encíclica; y sabemos también, con sumo consuelo de Nuestro espíritu, que habéis perseverado en vuestro firme y santo propósito, y que ningún esfuerzo ha conseguido apartaros de la unidad de la Iglesia; por ello Nos congratulamos vivamente con vosotros y os tributamos la merecida alabanza.

   3. Nueva orientación en los nuevos peligros. Pero, como tenemos que preocuparnos por la eterna salvación de cada uno, no podemos ocultar la tristeza y la angustia de Nuestra alma al saber que, aun manteniéndose los católicos en su gran mayoría firmes en la fe, sin embargo no han faltado entre vosotros quienes, engañados en su buena fe, o víctimas del miedo, o atraídos por nuevas y falsas doctrinas, han adherido, incluso recientemente, a peligrosos movimientos que son promovidos por los enemigos de toda religión, y especialmente de la divinamente revelada por Jesucristo.

   Por ello la conciencia de Nuestro deber exige que os dirijamos una vez más Nuestra palabra por medio de esta Carta Encíclica, con la esperanza de que pueda llegar al conocimiento vuestro; sirva ella de consuelo y de aliento para quienes constantes y fuertes perseveran en la verdad y en la virtud; mientras que a los demás lleve luz y Nuestras paternales advertencias. 

I. - Los católicos chinos figuran entre los primeros en el amor y en la fidelidad a su Patria

   4. El patriotismo de los católicos chinos. Ante todo, dado que también hoy, como ocurría antiguamente, los perseguidores de los cristianos les acusan falsamente de no amar a su propia Patria y de no ser buenos ciudadanos, deseamos una vez más proclamar(4) -lo que, por lo demás, no puede dejar de ser reconocido por todo el que se sienta guiado por la recta razón- que los católicos chinos no son segundos a nadie en el ardiente amor y en la viva fidelidad a su nobilísima Patria. El pueblo chino -Nos place repetir cuanto ya habíamos escrito en alabanza en la citada Carta Apostólica- desde los tiempos más remotos se ha distinguido entre todos los demás pueblos de Asia, por sus empresas, por su literatura, y por el esplendor de su civilización; y, después de haber sido iluminado por la luz del Evangelio, que supera inmensamente la sabiduría de este mundo, sacó de aquella luz mayores riquezas para su espíritu, es decir, las virtudes cristianas que perfeccionan y consolidan las mismas virtudes civiles(5).

   5. Su fiel cumplimiento de los debe res ciudadanos y fidelidad a Dios

   Además, Nos vemos que sois dignos de alabanza también por este motivo: o sea, porque en las cotidianas y largas pruebas en que os encontráis, recorréis precisamente el camino justo, cuando prestáis, como conviene a cristianos, respetuoso obsequio a vuestras autoridades públicas en el campo de su competencia, y, amantes de vuestra patria, estáis dispuestos al cumplimiento de todos vuestros deberes de ciudadanos. Mas Nos es asimismo de gran consuelo saber que, cuando ha llegado el momento, habéis afirmado abierta mente y aún afirmáis que en ningún modo os es licito alejaros de los preceptos de la Religión católica, y que de ningún modo podéis renegar de vuestro Creador y Redentor, por cuyo amor muchos de vosotros han afrontado tormentos y cárcel.

 2. Sobre la "autonomía de gobierno" en la Iglesia

   6. La Jerarquía eclesiástica propia en China: Pío XI y Pío XII. 

   Como ya os hemos escrito en la precedente Carta, esta Sede Apostólica, especialmente en estos últimos tiempos, con la máxima solicitud ha cuidado de la recta instrucción y formación del mayor número posible de sacerdotes y de Obispos de vuestra noble Nación. Asi, Nuestro inmediato Predecesor Pío XI de feliz memoria consagró personal mente en la majestuosa Basílica de San Pedro los seis primeros Obispos procedentes de vuestro pueblo; y Nos mismo, deseando de todo corazón el progresivo establecimiento y el continuo y cotidiano desarrollo de vuestra Iglesia, de buen grado hemos constituido la Sagrada Jerarquía en China; y por vez primera en la historia hemos conferido la dignidad de la Púrpura Romana a uno de vuestros ciudadanos(6).

   Deseamos, además, que llegue lo antes posible el día -y con ese fin dirigimos a Dios fervorosísimos votos y suplicantes plegarias- en que, también entre vosotros, Obispos y sacerdotes, todos ellos de vuestra Nación y en número suficiente para las necesidades, puedan gobernar la Iglesia católica en vuestro inmenso País, y que no sea ya necesaria la ayuda de Misioneros extranjeros en el campo de vuestro apostolado.

   7. Defensa de los misioneros extranjeros y sus motivos espirituales

   Pero la verdad y el deber de conciencia exigen que propongamos a la diligente atención de todos vosotros cuanto sigue: en primer lugar, estos predicadores del Evangelio que, después de haber abandonado su propia y amada Patria, entre vosotros fecundan el campo del Señor con sus esfuerzos y sus sudores, no se mueven por motivos terrenales, sino que no buscan más y nada desean más que iluminar a vuestro pueblo con la luz del Cristianismo, formarlo en costumbres cristianas, ayudarlo con la divina caridad. 

   8. La unión con Roma y el gobierno Jerárquico. 

   En segundo lugar, incluso cuando el mayor número del clero chino ya no tenga necesidad de la ayuda de los misioneros extranjeros, la Iglesia Católica en vuestra Nación, como en todas las demás, no podrá ser regida con autonomía de gobierno, como hoy usa decirse. En efecto, también entonces, como bien sabéis, será absolutamente necesario que vuestra comunidad cristiana, si quiere formar parte de la sociedad que ha sido divinamente fundada por nuestro Redentor, se someta totalmente al Sumo Pontífice, Vicario de Jesucristo en la tierra y con él estrechamente unida, por cuanto se refiere a la fe religiosa y a la moral. Con estas palabras -conviene observar- se abraza toda la vida y la obra de la Iglesia; y por lo tanto, también su constitución, su gobierno Y su disciplina; las cuales cosas, todas dependen ciertamente de la voluntad de JESUCRISTO, fundador de la Iglesia. En virtud de esa divina voluntad los fieles se dividen en dos clases: clero y seglares; en virtud de la misma voluntad está constituida la doble jerarquía sagrada, o sea de orden y de jurisdicción. Además -lo que del mismo modo ha sido establecido por disposición divina- a la potestad de orden (en virtud de la cual la Jerarquía eclesiástica se halla compuesta de Obispos, sacerdotes y ministros) se accede recibiendo el sacramento del Orden sagrado; la potestad de jurisdicción, además, que al Sumo Pontífice es conferida directamente por derecho divino, proviene a los Obispos del mismo derecho, pero solamente mediante el Sucesor de SAN PEDRO, al cual no solamente los simples fieles, sino también todos los Obispos deben estar constantemente sujetos y ligados con el homenaje de la obediencia y con el vínculo de la unidad.

   9. La ingerencia estatal ilícita

   Y, por último, por la misma divina voluntad, el pueblo o la autoridad civil no deben invadir el campo de los derechos y de la constitución de la jerarquía eclesiástica(7).

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