Magisterio de la Iglesia

Exul familia nazarethana
Constitución Apostólica

 Pío XII
Sobre la cura espiritual de los emigrantes y desplazados
1/8/1952

INTRODUCCIÓN

1. La familia de Nazaret modelo y consuelo de los refugiados. 

   La familia de Nazaret desterrada, Jesús, María y José, emigrantes a Egipto y refugiados allí para sustraerse a las iras de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de todos los tiempos y lugares y de todos los prófugos de cualquiera de las condiciones que, por miedo de las persecuciones o acuciados por la necesidad, se ven obligados a abandonar la patria, los padres queridos, los parientes y a los dulces amigos para dirigirse a tierras extrañas.

Había decretado el Dios omnipotente y misericordioso que su Hijo consustancial, haciéndose semejante a los hombres y en la condición de hombre, juntamente con su ínclita Madre Inmaculada y su piadoso custodio fuese también en este género de angustias y trabajos el primogénito de muchos hermanos recorriendo Él primero el camino.

2. La Iglesia debe presentar este ejemplo y los remedios de la situación. 

   Para que estos argumentos de consuelo en las adversidades y estos ejemplos no dejasen de tener eficacia, sino que produjesen consuelo en los trabajos de los desterrados y emigrantes y suscitasen la esperanza cristiana, fue necesario que la Iglesia los corroborase con peculiar cuidado y asidua asistencia, con lo cual se alimentase la práctica de una vida morigerada y se conservase íntegra la fe transmitida por los mayores.

Era igualmente necesario hacer frente con remedios adecuados y eficaces a las nuevas dificultades, no previstas ni conocidas aún, de los emigrantes a regiones extranjeras, particularmente para salir al paso de las insidias de los hombres perversos que impíamente, por desgracia, les salen al encuentro de sus necesidades buscando su ruina espiritual más que su provecho material.

3. Mayor desgracia, sin la ayuda de la Iglesia como ya señala San Agustín. ¡Cuántos motivos de angustia habrían existido y existirían su hubiese faltado o faltase este ministerio evangélico! Tendríamos que lamentarnos mucho más que en los tristes tiempos de San Agustín, cuando el Obispo de Hipona exhortaba vehementemente a los sacerdotes para que de ningún modo, a medida que más urgían las dificultades, dejasen a la grey sin pastor, recordándoles cuántos bienes se seguirán si permanecían con sus ovejas y cuántos males inevitables si las abandonaban: "Donde faltan los ministros, ¡qué ruina se abate sobre aquellos, que salen de este siglo, o no regenerados o ligados (por el pecado)! ¡Qué desgracia la de los fieles ligados a ellos, que no podrán tener con ellos el descanso en la vida eterna! Finalmente, ¡cuántos gemidos de todos y qué graves blasfemias de algunos por la privación de los ministerios y la ausencia de los ministros!"

"Mirad lo que trae consigo el temor de los males temporales y cuántos males eternos provienen de él: Pero si hay ministros, con las gracias que el Señor les da se hace frente a todas las necesidades: unos se bautizan, otros se reconcilian; ninguno es defraudado en la comunión del Cuerpo del Señor; todos son consolados, edificados, exhortados a rogar al Señor, que puede apartar todos los males que nos amenazan."

TÍTULO PRIMERO
Relato histórico de la maternal solicitud de la Iglesia por los emigrados.

I. La solicitud de la Iglesia en la antigüedad

4. La Iglesia ayuda mediante sus sacerdotes. 

   La Santa Madre Iglesia, impulsada por su vehemente amor a las almas, se esforzó por cumplir el mandato salvífico universal que Cristo le ha confiado, cuidando espiritualmente de un modo especial de los peregrinos, forasteros, desterrados y de todos los emigrantes sin ahorrar esfuerzo alguno y valiéndose para ello en primer lugar de los sacerdotes, los cuales, con la administración de los carismas, de la gracia y con la predicación de la palabra divina, trabajan con toda solicitud en confirmar a los fieles de Cristo en la fe con los vínculos de la caridad.

5. Se recurre a la Historia: primero San Ambrosio.  

   Es bueno, pues, recordar brevemente todo lo que la Iglesia, desde los tiempos más remotos, ha hecho en este sentido, tratando más ampliamente lo que a nuestros tiempos se refiere. En primer lugar, recordemos los hechos y palabras de San Ambrosio, cuando aquel ilustre pastor de Milán, para poder redimir a los infelices que habían sido llevados cautivos, después de la derrota del emperador Valente en Adrianópolis (378), quebró y enajenó los vasos sagrados para poder precaver a aquellos infelices de los daños materiales y librarlos de los peligros, más graves aún, espirituales que les amenazaban "¿Quién será tan duro -escribía San Ambrosio-, cruel e insensible que no quiera que los hombres sean redimidos de la muerte y las mujeres de los impuros ultrajes de los bárbaros, que son aún más graves que la muerte; que los jóvenes, los adolescentes y los niños sean preservados del contagio de los ídolos, al que hubieran vist o obligados con amenazas de muerte? Nosotros hemos tomado esta causa no sin motivo; pero cuando después la hemos realizado entre el pueblo hemos comprendido, y así lo confesamos abiertamente, que es mejor salvar almas para el Señor que conservar objetos de oro."

6. Segundo: la evangelización y civilización de los bárbaros.  

   Brilla igualmente el celo de los pastores y el entusiasmo de los sacerdotes que llevaron con su esfuerzo a los habitantes de lejanas regiones el beneficio de la verdadera fe juntamente con la convivencia civil y las relaciones sociales, mientras que a los pueblos bárbaros invasores se esforzaren en hacerlos asimilar a un mismo tiempo la Religión cristiana y la pacífica convivencia con las poblaciones civilizadas.

7. La misión de las Ordenes religiosas

   Debemos también recordar a las egregias órdenes religiosas fundadas para redimir a los cautivos, cuyos miembros, a fuer de hombres apostólicos, no duraron en tolerar graves tribulaciones por los hermanos prisioneros con el fin de hacerles retornar a la libertad o al menos confortarlos en la prisión.

8. La conquista de indios y negros. 

   Cuando después se descubrieron y explotaron nuevas tierras en la otra parte del globo, no faltaron sacerdotes de Cristo que se unieron celosamente a los colonizadores de aquellas regiones para ayudarles a mantenerse en la práctica de la moral cristiana e impedirles que con las riquezas de las nuevas tierras se llenasen de orgullo y también para transformarse en seguida en misioneros de los indígenas, carentes hasta entonces completamente de la luz de la fe, e instruirles en el Evangelio, haciéndoles vivir en la fraternidad cristiana.

   Ni podemos dejar en el silencio a los heraldos de la Iglesia que se consagraron a asistir y ganar para Cristo a los esclavos negros arrancados cruelmente de sus tierras y sometidos a un vil mercado en los puertos de América y Europa.

9. Las asociaciones medievales de asistencia y caridad. 

   Queremos también hacer mención, aunque sólo sea brevemente, de la asidua actividad realizada durante la Edad Media en todas las regiones cristianas, pero muy especialmente en esta santa ciudad por las piadosas asociaciones erigidas para atender a los peregrinos. De estas asociaciones tuvieron origen innumerables hospitales, hospicios, iglesias y hermandades nacionales, de las cuales aún quedan no pocos vestigios. De ellas son dignos de especial mención las Escuelas de Peregrinos sajones, longobardos, francos y frisones, las cuales fueron erigidas ya en el siglo 8 en el Vaticano junto al sepulcro de San Pedro, príncipe de los apóstoles, para atender a los forasteros que peregrinaban a Roma de las regiones trasalpinas para venerar la memoria de los apóstoles. Estas escuelas estaban dotadas de iglesia y cementerio propio y allí se sostenían sacerdotes y clérigos de sus respectivas naciones para que cuidasen material y espiritualmente de sus connacionales, principalmente de los enfermos y pobres. En siglos sucesivos se les añadieron monasterios con un asilo anejo para los peregrinos; esto es, para los etíopes y abisinios, para los húngaros y armenios. Todo lo cual es un bello eco de las palabras del apóstol Pablo exclamando: "...aliviando las necesidades de los santos y ejercitando la hospitalidad."

10. La obra de sacerdotes y parroquias de la misma nación y lengua hasta el día de hoy, su utilidad. 

   Lo que había demostrado esta experiencia, es a saber: que el sagrado ministerio entre los extranjeros y peregrinos resulta mucho más provechoso si se ejerce por sacerdotes de la misma nación y lengua, principalmente cuando se trata de gentes rudas y apenas instruidas en la doctrina cristiana, lo confirmó solemnemente el Concilio Lateranense IV cuando, en el año 1215, decretó: "Puesto que en no pocos lugares, dentro de una misma ciudad y diócesis, se hallan mezcladas gentes de diversas lenguas que, bajo una misma fe, tienen diversos ritos y costumbres, ordenamos categóricamente que los Obispos de dichas ciudades o diócesis provean varones i dóneos que les celebren los divinos oficios según los diversos ritos y lenguas y les administren los sacramentos, instruyéndolos a un mismo tiempo con la palabra y el ejemplo". Todo lo cual la Iglesia ha conservado fielmente hasta nuestros días, particularmente con la creación de parroquias para los fieles de diversas lenguas y naciones; aún más, teniendo en cuenta la variedad de ritos, se han creado muy oportunamente a veces diócesis, como luego expondremos.

   Todos conocen la utilidad que tales parroquias, asiduamente frecuentadas por los peregrinos, han reportado a las diócesis y a las almas, y todos las tienen en grande y merecida estima. Por lo cual el Código de Derecho canónico no dejó de fijarles el régimen, y así con la sucesiva aprobación de la Santa Sede, han ido surgiendo numerosas parroquias nacionales, especialmente en América, hasta las últimas que por decreto de la Sagrada Congregación Consistorial, por no aducir otros ejemplos, se han erigido en las islas Filipinas para los chinos.

II. La solicitud de la Iglesia en los tiempos recientes

1. De la Revolución francesa hasta León XIII

11. El propósito de este capítulo: las iniciativas del último siglo. 

   Aunque no hubo, pues, ninguna época en que la Iglesia descuidara a los emigrantes, desterrados y prófugos, no queremos detenernos más largamente en ello sino que sólo deseamos referirnos a lo que se ha emprendido al respecto en el último siglo.

12. Cincuenta volúmenes de la caridad papal para con los franceses. 

   Para comenzar conviene aquí recordar previamente los cincuenta volúmenes intitulados: "De la caridad de la Sede Apostólica para con los franceses", conservados en el archivo Vaticano -testimonio realmente preclaro de la constante solicitud de los Romanos Pontífices hacia los pobres de las revoluciones públicas o los desplazados por la guerra- con que Nuestros Predecesores Pío VI y Pío VII ilustran su paternal solicitud por los franceses que expulsados de su Patria fueron recibidos con gran generosidad en los confines de los Estados Pontificios y especialmente en Roma o que se refugiaron en otras partes.

13. Vicente Pallotti y su fundación en favor de los emigrados. 

   Conviene recordar también como digno de mención al Beato Vicente Pallotti, fundador de la sociedad del Apostolado Católico. Este mismo, pues, a quien Nos hemos llamado honra y prez del clero Romano, a quien, al principio del Jubileo universalmente celebrado, pusimos gozosos en el glorioso catálogo de los beatos, urgido por el amor de las almas y encendido en el deseo de consolidar en la fe católica a los Italianos emigrados a Inglaterra, envió algunos miembros de su Congregación a Londres a fin de que se hicieran cargo de la atención espiritual de sus compatriotas; y, accediendo a una respetuosa solicitud suya, Nuestro Predecesor Pío IX lo facultó para recoger limosnas con el fin de levantar en Londres desde sus cimientos un templo a Dios dedicado a San Pedro, príncipe de los Apóstoles, para bien de los emigrados italianos especialmente.

14. Esfuerzos de la Iglesia Católica en bien de los emigrados a América. 

   A mediados del siglo 19 cuando a los indigentes se ofreció la oportunidad nunca antes conocida de hacer fortuna, y cuando grandes multitudes de Europa, especialmente de Italia, se dirigía a América, la Iglesia Católica hizo esfuerzos extraordinarios para atender el bien espiritual de los emigrantes y trabajar por ellos; pues, ella, en el transcurso de los siglos por el amor que tiene a sus hijos adaptó los métodos de apostolado al progreso de la vida y a las nuevas circunstancias del tiempo no sólo ensayándolos prontamente sino también introduciéndolos después de atentos estudios, por cuanto en su solicitud advertía que lo social, moral y religioso corrían serio peli gro.

2. La obra de León XIII

15. León XIII y el Rafaelsverein. 

   La activa solicitud de esta Sede Apostólica tanto más prontamente manifestada cuanto que también más cuidadosamente las autoridades públicas y los Institutos privados parecían atenderlos, está comprobada claramente por las Actas de León XIII, Nuestro Predecesor, quien no sólo denodadamente defendió la dignidad y los derechos del trabajo humano, sino que protegió decididamente también a los conocedores de algún oficio que iban a lejanas tierras a ganar su sustento.

   Pues, al cabo de su primer año de Supremo Pontificado, alabó el 9 de julio de 1878, con complacida benignidad, la sociedad de San Rafael erigida por los Obispos alemanes para ayudar fructuosamente a sus compatriotas emigrantes. Esa sociedad tanto en los puertos de salida como de llegada se estableció, al correr de los años, también para otras nacionalidades como la belga, austríaca e italiana.

16. León XIII y la fundación de Scalabrini. 

   Desde el año 1887, reconoció, en su Carta Apostólica bajo el sello del Pescador, que era útil y oportuno el plan que venía ejecutando el Siervo de Dios Juan Bautista Scalabrini, entonces Obispo de Piacenza, de formar un Instituto de santos varones que tuvieran ánimo y voluntad de partir para regiones lejanas, especialmente América, con la intención de llevar los consuelos del sagrado ministerio a la multitud de fieles italianos que urgidos por las necesidades materiales abandonaban la Patria para establecerse en aquellas regiones. Luego fundó, pues, aquel varón apostólico, a quien Nos mismo declaramos, 'meritísimo de la Iglesia y del Estado' con la ayuda de celosos sacerdotes y esclarecidos supe riores, una sociedad de sacerdotes, en la cual -para volver a usar las galanas palabras del mismo León XIII en su carta que más abajo aduciremos- varones eclesiásticos de Italia se unen, urgidos por la caridad de Cristo para cultivar los estudios y ejercitarse en los ministerios y disciplina que les permiten desempeñarse feliz y denodadamente como "embajadores de Cristo" y así se constituyó una nueva familia religiosa de misioneros de San Carlos para los italianos emigrados, cuyo fundador es aquel siervo de Dios.

17. La Carta "Quam Aerumnosa" de León XIII y sus saludables efectos. 

   Conviene también mencionar la Carta a los Arzobispos y Obispos de América publicada al año siguiente por el mismo inmortal Predecesor Nuestro por cuanto suscitó felizmente una mayor abundancia de iniciativas y celosa emulación de los hombres para alcanzar el bien de los inmigrantes pues, tanto numerosos sacerdotes y muchos religiosos de ambos sexos movidos por esta razón partieron para todas partes de América a fin de asistir a ayudar a sus compatriotas que vivían en lejanos países; entonces también se fundaron sociedades y formaron patronatos para bien de los que de Italia, Alemania, Irlanda, Austria, Hungría, Francia, Suiza, Bélgica, Holanda, España y Portugal emigraba n en masa; ante todo empero se han erigido parroquias nacionales.

18. Atención a la migración en la misma Europa. 

   Con la sabiduría y la caridad de que era capaz no dejó de atender oportunamente también la migración que dentro de los confines de Europa se hacía; la solicitud dispensada por los Romanos Pontífices consta claramente en las Cartas, enviadas más de una vez por la Secretaría de Estado a los Ordinarios de Italia.

19. La obra para emigrantes del Obispo Bonomelli. 

   Movido por las insistentes exhortaciones del Pontífice, y urgido por el bien de las almas, Jeremías Bonomelli, Obispo de Cremona, instituyó la Obra de ayuda a los obreros de Italia que emigraban a las regiones foráneas de Europa de donde nacieron varios institutos culturales y de beneficencia y florecientes secretariados, y en 1900 por piadosos sacerdotes y seglares de bien, elegidos para la obra, se predicaban con fruto "misiones" en Suiza, Austria, Alemania y Francia. Y para que no sucumbiera tan benéfica obra después de la muerte de su Superior, Nuestro Predecesor, Benedicto XV encomendó la cura de almas de los obreros italianos emigrados a regiones europeas a Fernando Rodolfi, Obispo de Vicenza.

20. La misión de Santa Francisca J. Cabrini, madre de los emigrantes. 

   No estará demás recordar aquí las múltiples instituciones que educan a niños y niñas, y los hospitales y demás fundaciones provechosamente realizadas en bien de los fieles cristianos de diverso idioma y de diferente origen los que florecen siempre más y prosperan vigorosamente. Cual estrella brilla en este campo Santa Francisca Javiera Cabrini quien por consejo y exhortación del siervo de Dios Juan Bautista Scalabrini y apoyada por la autoridad del mismo Papa León XIII, de feliz memoria, el cual la persuadió que no dirigiese su mirada hacia el Este, sino más bien hacia el Oeste, resolvió emprender viaje hacia Norteamérica, y con tanta caridad perseveró en su obra que pudo consignar ubérrimos frutos y fue, por su eximia piedad para con los emigrantes italianos y sus admirables obras, llamada con razón Madre de los emigrantes italianos.

3. La Obra de S. Pío X

21. Sus experiencias como párroco. 

   La organización ordenada de las obras católicas en favor de los inmigrantes en Europa, en el Oriente y América debe atribuirse a Nuestro Predecesor, el Beato Pío X que un día como párroco de Salzano asistió a sus amadísimos feligreses que emigraron para que al abandonar la parroquia tuvieran un viaje más feliz y un nuevo hogar más seguro; luego elevado a la cima del Supremo Apostolado acompañó con peculiar cuidado a las ovejas errantes de la grey universal y emprendió iniciativas solícitas en pro de la inmigración.

22. Cartas de San Pío X en favor de los emigrantes. 

   Ardía aquel piadosísimo Pontífice en amor a los fieles cristianos que habían emigrado hasta las lejanas regiones de Norte y Sudamérica. Con qué gozo recibiera el celo de los Obispos y sacerdotes empleados en bien de aquellos, resalta claramente de la Carta dirigida al Arzobispo de Nueva York, el 26 de febrero de 1904. Entre otras cosas elogió y aprobó tanto la solicitud manifestada a los Italianos a fin de que al abrigo de peligros, permanecieran firmes en el culto de la Religión de sus antepasados, como la fundación de un Seminario para educar debidamente a los clérigos de la Colonia Italiana. Lo mismo prueba la Alocución a los peregrinos de la República Argentina, como también la Carta a los Arzobispos y Obispos del Brasil o la que dirigió al Superior General de los Misioneros de San Carlos o al Superior de la Pía Sociedad Antoniana Universal o al Rector de la Sociedad Católica para los inmigrantes, fundada recientemente entonces en el Canadá.

23. Solicitud espiritual por la Sociedad de Misioneros de San Antonio. 

   Para que los emigrantes, los navegantes o los que permanecían en los puertos de llegada o los que ya gozaban de la Patria adoptiva, dispusieran de una pronta asistencia espiritual, se constituyó, con la aprobación del Sumo Pontífice, ya desde el año 1905, la Sociedad de misioneros de San Antonio de Padua.

24. La obra rectora y reformadora de la S. C. Consistorial. 

   En lo que respecta a Italia, existen normas dadas por la Secretaría de Estado para todos los Obispos del lugar. La Sagrada Congregación Consistorial, una vez recibidos, a su propio pedido, los informes exactos sobre el particular de los Ordinarios del lugar donde hay emigración e inmigración, cumplió rápidamente el mandato del Pontífice, acomodando a los tiempos los institutos, ya erigidos en favor de los emigrantes, decretando la fundación de nuevos, adaptados a las nuevas circunstancias y recomendando a los Ordinarios la constitución de "Grupos emigrantes" y "Patronatos".

25. Solicitud por los matrimonios de los emigrados y las "Instrucciones" al respecto.

   Pero no sólo de esta manera se procuró con mucha solicitud el bien de los inmigrantes, pues, dado que se supo que algunos obreros, emigrados de Europa a lejanas tierras, contraían matrimonio sin atenerse en lo más mínimo a las solemnidades de derecho, a causa de las circunstancias más difíciles de lugar y de tiempo en que se hallaban, y aún osaban contraerlo afectados por impedimentos, a fin de que las leyes del sagrado matrimonio no sufrieran ningún daño, para prevenir los horribles males, el Sumo Pontífice mandó a la Sagrada Congregación de Disciplina de los Sacramentos que publicaran una cuidadosa Instrucción sobre la comprobación del estado de solter ía y las proclamas matrimoniales; instrucción que en el transcurso de los años fue nuevamente promulgada por la misma Congregación añadiéndose normas saludables también para comodidad de los emigrados que deseaban contraer matrimonio por procurador.

26. Atención de rutenos y rumanos. 

   En el gobierno de este importante Pontífice se establecieron normas idóneas para los clérigos y seglares del rito ruteno que viven en los Estados Unidos de América; a su cabeza se puso un Obispo; al obispo del rito ruteno se encomendó también la atención espiritual de los fieles del mismo rito que viven en las regiones del Canadá; igualmente, la asociación de la propagación de la Iglesia Católica, constituida en Toronto del Canadá y los abundantes frutos, dignos de la mayor alabanza que la misma sociedad pudo recoger defendiendo contra las insidias heréticas a los católicos rutenos que se habían establecido poco a poco en los territorios que se extienden hacia el Norte y Oeste; igualmente, las mutuas rel aciones en el orden disciplinario de los Obispos canadienses del rito latino con el Obispo de los rutenos de aquella región y entre el clero y los fieles de ambos ritos se regularon; y, finalmente, se donaron al Obispo católico rumano de la provincia eclesiástica de Fógara y Alba Julia, la iglesia del Santísimo Salvador en la villa "delle Copelle" en Roma y la pequeña casa aneja.

27. La Oficina Pontificia de emigrantes

   La más importante de todas las realizaciones es, sin embargo, la creación del "Oficio" peculiar en la S. Congregación Consistorial para la atención pastoral de los emigrantes. Las obligaciones de esta Oficina serán, como dijo el Beato Pío X, "buscar y preparar todo lo que se requiere a fin de que la atención espiritual de los emigrantes del rito latino se lleve a cabo en la mejor forma posible, quedando naturalmente a salvo el derecho de la S. Congregación de la Propagación de la Fe sobre los emigrantes del rito oriental, a los cuales esta Congregación por sus propias disposiciones atenderá oportunamente. De los sacerdotes emigrantes cuidará únicamente ese mismo Oficio."

28. En favor de los sacerdotes emigrantes. 

   No pudo preterirse tampoco la disciplina de los sacerdotes emigrantes a la que ya antes la Sede Apostólica proveyera valiéndose de la S. Congregación del Concilio y, cuando se trataba de clérigos del rito oriental, de la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe y de la misma S. C. Consistorial. Mas por cuanto entre los clérigos que emigraban allende los mares podía, tal vez, haber algunos que buscaran más bien el lucro material que no la salvación de las almas, la misma S. C. Consistorial por decreto instituyó leyes aptas para poder remover los abusos, si los hubiere, estatuyendo también penas para los transgresores. Estas leyes alcanzaban también a los sacerdotes que prestaban sus servici os a los obreros agrícolas y operarios de otros oficios. Estas normas que por otro decreto consistorial se adoptó al Código de Derecho Canónico, entonces recién promulgado, están aún fructuosamente en vigencia. En el correr de los años, empero, la S. C. de la Iglesia Oriental y la S. C. de la Propagación de la Fe, cada uno en el ámbito de su competencia, añadieron otras normas más.

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