Magisterio de la Iglesia

Exul familia nazarethana
Constitución Apostólica

29. El Colegio Romano de sacerdotes para los emigrantes italianos. 

   El mismo Sumo Pontífice inició el Colegio Romano de sacerdotes para los italianos que emigran fundado con el fin de formar idóneamente a jóvenes sacerdotes del clero secular en el sagrado ministerio especial mediante un curso apropiado de estudios, y, para que hubiese un número suficiente de ellos para satisfacer las necesidades existentes, se exhortó a los Obispos, en especial a los que disponen de una mayor abundancia de sacerdotes, que si descubrieren entre sus sacerdotes o clérigos a ministros idóneos para ese cometido, los destinaran al Instituto; y, finalmente, ese mismo beato Pontífice en los últimos tiempos de su Pontificado -porque luego después, agobiado por la suma pena causada por los horrores de la guerra que se cernía sobre el mundo voló a recibir el premio celestial- como Padre amantísimo redactó personalmente los estatutos del Colegio y mandó a la S. C. Consistorial publicarlos.

4. La Obra de Benedicto XV

30. Las disposiciones en favor de este Colegio Romano. 

   El Sumo Pontífice Benedicto XV, siguiendo las egregias huellas de su Predecesor y continuando denodadamente su solicitud por los emigrantes, cual herencia que le habían dejado, asignó, apenas elevado a la Cátedra de Pedro, a dicho Colegio los edificios de San Apolinar. Mas por cuanto la Sede Apostólica por entonces se empeñaba en socorrer a las regiones devastadas por las aflicciones inferidas al género humano por la guerra y no pudo al mismo tiempo proveer los medios para cubrir las necesidades del Colegio, la S. C. Consistorial no desdeñó solicitar erogaciones a los Ordinarios de Italia y de América para poder ayudar al Colegio.

31. Colecta y estipendios para la emigración italiana y "patronatos". 

   La misma S. Congregación, a fin de socorrer las obras católicas que activamente atendían la cura de alma de los emigrantes italianos, exhortó primero a los Ordinarios italianos a que anualmente en un día festivo determinado mandaran efectuar una colecta en favor de las mismas obras; más tarde, empero, decretó que cada sacerdote ofreciera una vez al año una santa Misa por las intenciones del Sumo Pontífice más bien que "pro populo" ("por el pueblo"), destinándose el estipendio de la misa por esas obras. Todos, y en especial los emigrantes y misioneros, saben que ese dinero se gasta íntegramente para auxiliar aquellas instituciones que, bajo el gobierno de la S. C. Consis torial o al impulso de los misioneros o religiosos de ambos sexos, se han fundado en las regiones lejanas con el fin de que prestaran a los emigrantes, cuya fe católica y cristianas costumbres corren grave peligro en una forma apenas creíble, una sólida y sabia protección. El Pontífice mencionado propuso, en beneficio de los emigrantes italianos a los Ordinarios de Calabria que constituyesen patronatos eclesiásticos.

32. Da normas para la atención espiritual de los emigrantes en el Brasil y elogia al Obispo de Trenton, Canadá. 

   Al Arzobispo de San Pablo y los demás Obispos de la jurisdicción brasileña encomendó con instancia que por medio de sacerdotes piadosos del país nombrados para ello vigilaran para que los obreros que llegaban desde Europa a esas playas, acuciados por la esperanza de lucro e impulsados por la indigencia, no abandonaran, junto con el patrio suelo también las patrias costumbres; el mismo escribió al Obispo de Trenton, cuyo celo desplegado en esta obra elogió; pues, apenas fundada una nueva colonia italiana en la diócesis de Trenton, se erigieron para ella en seguida una iglesia y los edificios vecinos, y el Sumo Pontífice hizo ínti mos votos por que los emigrados italianos pudiesen encontrar ese auxilio de caridad cristiana en todas partes de los Estados Unidos de América.

33. El cuidado espiritual de las arroceras en Italia. 

   El mismo Predecesor Nuestro Benedicto XV fijó su atención igualmente en los italianos que también entonces, abandonando su hogar, migraban por algún tiempo de una región del país a otra como suele suceder aún a las mujeres que se dedican a la limpia del arroz.

34. Un prelado para la exclusiva atención de los emigrantes y de su Colegio. 

   Muy bien aconsejado quiso luego que hubiera un Prelado que munido de las necesarias facultades y libre de las labores diocesanas se consagrara íntegramente al bien espiritual de los italianos emigrantes a quien incumbía exclusivamente elegir a los misioneros que debían dedicarse a ese oficio, asistirlos, vigilarlos y regir el Colegio de los sacerdotes fundado para formarlos y ayudarlos. Al año siguiente, a fin de que dicho Colegio hiciese progresos en forma más expedita, le dio nuevos estatutos, adaptados rectamente a las necesidades del tiempo y de las circunstancias.

35. Preocupación por los prisioneros de guerra. 

   El Sumo Pontífice Benedicto XV, compadeciéndose hondamente de las angustias que agobiaban a innumerables hombres, llevados al cautiverio durante la horribilísima guerra, decretó que los Ordinarios de las diócesis donde hubieran prisioneros de guerra, eligiesen cuanto antes a uno o, si la necesidad lo requiriese, varios sacerdotes que dominaban suficientemente el idioma para destinarlos a la cura de almas de los prisioneros. Los sacerdotes escogidos para este ministerio no deben recargarse con otros menesteres, sino sólo hacer lo que pertenece a la utilidad tanto del espíritu como de la vida y del cuerpo de los cautivos, consuelen, asistan y alivien las variadas necesidades a veces acerbísima s. Aún en medio de la pesadilla de la guerra fratricida instituyó para los prófugos que vivían en tierras italianas un Ordinario especial para que atendiera el bien espiritual de ellos.

36. Por los emigrantes alemanes: el San Rafaelsverein. 

   No se descuidaron tampoco los gravísimos peligros en que se hallaban los ciudadanos alemanes, entre los cuales había muchos católicos, que en gran número, urgidos por tantas angustias se sentían constreñidos a buscar otros cielos para procurarse lo necesario para la vida. Por eso, la S. C. Consistorial exhortó no sólo a los Obispos de Alemania sino de toda Europa Central a que celosamente pensaran, y en sus reuniones o Conferencias episcopales, después de reflexiones y mutuas consultas, trataran de resolver lo que podían hacer para ir apropiada y rápidamente al encuentro de tanta necesidad; a la vez indicó la oportunidad de consolidar la acción de la Sociedad de San Rafael, que antes de la guerra había reportado innumerables beneficios a los viajeros de cualquier clase, y emplear los medios que la prudencia y la caridad sugiriese para ayudar. Además, en el año 1921 el Arzobispo de Colonia fue declarado protector de la benemérita obra -ya fundada en 1904- de la atención religiosa de los católicos de lengua alemana que vivían en Italia. Esa obra se hizo cargo en los años siguientes de la cura espiritual de los ciudadanos de la Alemania Occidental, eligiéndose otro protector más, el Obispo de Osnaburgo, para los emigrantes de la Europa Oriental y fuera de Europa.

37. Por los exiliados mejicanos. 

   Cuando, al agravarse la perturbación civil de Méjico, algunos Prelados mejicanos, sacerdotes y muchos fieles fueron expulsados criminalmente de su Patria, se trasladaron a los Estados Unidos de Norteamérica en busca de un seguro refugio, los recomendó encarecidamente a la caridad de los católicos de ese país, escribiendo primero al Obispo de San Antonio, después al Arzobispo de Baltimore, por cuyos generosos cuidados se pudieron congregar en el Seminario los jóvenes pobres que tenían vocación para el sacerdocio, lo que es para Nos, como decía el Pontífice, especialmente grato.

38. En favor de los emigrados de ritos orientales. 

   Además, de las cosas sapientísimamente hechas por el mismo Pontífice en favor de los fieles de los Ritos Orientales recordaremos éstas: la ampliamente fomentada asistencia espiritual a los fieles del rito greco-ruteno emigrados a la América del Sur; la fundación del Seminario para niños ítalo-griegos en el monasterio (basiliano) de Grottaferrata (cerca de Frascati); y la erección de la diócesis de Lungro (provincia de Consenza) para los fieles del mismo rito que ya como habitantes de Epiro y Albania habían emigrado en masa de la dominación turca, trasladándose a Italia y estableciendo su domicilio en Calabria y Trinacria.

39. Nuestra Señora de Loreto, patrona de los viajes aéreos, y las facultades de Confesión. 

   No juzgamos tampoco ajeno a Nuestro propósito recordar el decreto de la S. C. de Ritos, en que se declaró a Nuestra Señora de Loreto Patrona celestial de los viajes aéreos para que los que se encomendaran a la protección de la Santísima Virgen, llegaran sanos y salvos a su destino. Nos empero, a fin de que a los fieles cristianos que emprenden viajes aéreos no les falte la oportunidad de confesar establecimos que lo que se estatuyó en el Canon 883 del Código de Derecho Canónico para los sacerdotes que emprenden viajes por mar, respecto de la facultad de oír confesiones, tuviese también vigencia y se extendiese a los sacerdotes que viajan por vía aérea.

5. La obra de Pío XI

40. Especial preocupación de Pío XI. 

   Después de haberse realizado felizmente un progreso posterior muy grande y provechoso en las obras de emigración, el apreciadísimo Predecesor Nuestro Pío XI, no permitió que ninguna demora lo retrasara. Emigrantes e innumerables refugiados de las regiones de América y Europa experimentaron los abundantes testimonios de la universal paternidad del Sumo Pontífice. Del cúmulo de realizaciones quisiéramos aducir aquí por lo menos las que corresponden a los pueblos orientales.

41. Asistencia a los armenios prófugos. 

   En el primer año de su Pontificado, cuando por la devastación de Armenia había que deplorar el asesinato de muchos fidelísimos católicos y se les encontraba errabundos y lejos de su patria, consoló generosísimamente a sus hijos infortunados y destituidos de medios, en especial recibió en los edificios de Castelgandolfo como bajo techo paternal a las débiles niñas, privadas de sus padres, y con los medios de su largueza los alimentó solícitamente.

42. La Comisión Pro-Rusia en 1925, el Ordinariato de Harbín (China) y la Iglesia y seminario de eslavos en Roma. 

   En el año 1925, empero, quiso que los asuntos y negocios que se referían a los Rusos fueran confiados a la Comisión Pro-Rusia; luego, confió a una Oficina especial, incorporada a la S. C. de la Iglesia Oriental, la atención de todos los que en cualquier parte del mundo profesaran el Rito eslavo; erigió después el Ordinariato de Harbín en China y le dio por Prelado un sacerdote del rito bizantino-eslavo quien como Ordinario de Harbín de los rusos rigiera y gobernara en lo espiritual a todos los clérigos y fieles de su rito y en todo el imperio chino; asignó, imitando a sus Predecesores que ya habían donado a los armenios, sirios, maronitas, griegos, rutenos y rumanos una iglesia propia en Roma, ahora a los fieles del rito eslavo que vivían en Roma o arribaban a ella, el templo dedicado a San Antonio Eremita, sito en monte Esquilino para que pudieran orar allí a Dios según las legítimas costumbres de sus antepasados; en los edificios adyacentes, empero, levantados desde el suelo, fundó el Seminario ruso. Más de una vez ayudó a los refugiados de las regiones de Europa oriental de cualquier nación o confesión que fuesen, con su palabra, su ejemplo, y además con sus dineros que donaba, estimulando al mismo tiempo la liberalidad de los Obispo y fieles polacos.

43. En favor de los emigrados del rito bizantino y griego- ruteno. 

   Se empeñó en promover el bien espiritual de las comunidades del rito bizantino, las que bajo la presión de las persecuciones habían emigrado antaño a Italia, y allí residían todavía; por eso, separándola de las parroquias bizantinas pertenecientes a la arquidiócesis de Palermo (Sicilia) y de Mondovi, erigió la nueva diócesis o eparquía de Piana dei Greci; dio muy oportunamente normas para la administración espiritual de los Ordinariatos griego-rutenos en los Estados Unidos de Norteamérica y en el Canadá.

44. En bien de los emigrados polacos. 

   Como señal de su peculiar benevolencia hacia los polacos distinguió, primero, con el título y los honores de Basílica Menor el templo de San Josafat, obispo y mártir, construido en la ciudad de Milwaukee, al cual se halla aneja la cura de almas de los fieles cristianos de lengua polaca; y después, en el año 1931 dio por protector de todos los polacos emigrados al Arzobispo de Gnesen.

45. El Instituto de Godesberg para los emigrantes alemanes. 

   Por cuanto en el año 1924, a ejemplo de la Pía Sociedad de los Misioneros de San Carlos para los emigrados italianos, había mandado erigir también para los católicos alemanes emigrados al extranjero, el Instituto religioso de la ciudad de Godesberg, iniciado con muy buen criterio, y felizmente inaugurado, distinguió con elogio sus méritos, y cuando hizo los deseados progresos, lo honró con el título de Sociedad de los Santos Angeles.

46. Los perseguidos de España y Méjico. 

   Recibió benignamente a los Obispos, sacerdotes y religiosos huidos de España durante el vehemente furor de la criminal persecución religiosa, y hablándoles con mucha dulzura los llenó de hondo consuelo. Y para que los mejicanos emigrados a tierras extrañas no cayeran víctimas de los enemigos de Cristo, ni perdieran las cristianas costumbres de sus mayores exhortó a los Ordinarios del país que se consultaran con sus hermanos en el Episcopado que regían los destinos espirituales de los Estados Unidos de Norteamérica y que llamaran en su ayuda a las Asociación de la Acción Católica.

47. Por los negros y su Seminario en Estados Unidos de Norteamérica. 

   Es justo que se recomiende aquí a la debida atención el celo con que el mismo Sumo Pontífice se preocupó de los descendientes de los negros, dispersos sin orden en todo el mundo: fácilmente se deduce esto de la carta que dirigió al Superior General de la Congregación del Verbo Divino, con fecha 5 de abril de 1923, en que auguró y deseó al Seminario para Negros un porvenir inmediato feliz, y afirmó que había sido una resolución utilísima recibir a negros que parecían llamados a entrar en la vida religiosa como miembros de la Congregación del Verbo Divino a fin de que, una vez iniciados en el sacerdocio, ejercieran entre ellos el sagrado ministerio con mayor eficacia.

48. La sociedad de Misioneros de San Antonio para los italianos y otras obras, la tésera eclesiástica. 

   En cuanto a los italianos: sujetó desde el 26 de enero de 1923 los Capellanes de los navegantes que hasta entonces formaban la Sociedad de Misioneros de San Antonio de Padua, directamente a la jurisdicción y disciplina del Director del Colegio de sacerdotes destinados a los italianos que emigraban al extranjero, y más tarde mandó que se los instruyera en útiles normas que la S. C. Consistorial había de establecer; igualmente confió todos los sacerdotes ya dedicados a la Obra de socorro de los obreros italianos que emigraban a las regiones europeas a un Superior elegido y facultado para ello por la S. C. Consistorial; y para que los italianos emigrantes en el lugar de su destino pudieran reconocerse con mayor seguridad y se unieran más fácilmente en su vida diaria con los católicos, mandó que se les proporcionara antes que abandonaran a los suyos, cierta cédula o tésera eclesiástica.

49. La Pía Sociedad de Misioneros de San Carlos para los emigrantes italianos.

   Encargó, además, a la S. C. Consistorial la dirección de la Pía Sociedad de Misioneros de San Carlos, la cual había de sacar de allí gran provecho; pues, el Cardenal, carísimo a Nuestro Corazón, Rafael Carlos Rossi, Secretario de la misma S. C. Consistorial, y que con toda justicia es considerado como el segundo fundador de los Misioneros de San Carlos compuso la adaptación de las Constituciones de la Pía Sociedad al Código de Derecho Canónico, las cuales fueron aprobadas; la misma sociedad fue restituida al prístino estado religioso, con emisión de votos; muchas casas nuevas fueron erigidas, especialmente para la formación de los clérigos; algunas provincias religiosas y misiones fueron constituidas independientes, de resultas de lo cual aumentaron el número de miembros y los campos de su apostolado en América, Europa y últimamente también en Australia, tan rápidamente que se alienta la esperanza segura de que habrá una asistencia cada día más sólida y firme para los italianos emigrados.

50. Fomento de la "Obra de Apostolado de Mar". 

   Finalmente, este magnánimo Pontífice quiso con el testimonio de su benevolencia magnificar la "Obra de Apostolado de Mar", constituida al principio en la ciudad de Glasgow de Escocia, por el año 1920, para bien espiritual, moral y social de los marineros, y enriquecerla con la aprobación de la Sede Apostólica, el 17 de abril de 1922; y por cuanto ya se había difundido ampliamente mediante no pocas reuniones celebradas y la ayuda de los Ordinarios que a ellas se sumaba, Nos mismo gustosamente decretamos el 30 de mayo de 1942 que esta Obra disfrutara y gozara en adelante de la dirección de la S. C. Consistorial. 6. La obra de Pío XII

51. El predominio de la fuerza y ocupación ilegítima de países. 

   Para prolongar esta exposición hasta Nuestro Pontificado, no resta sino que digamos algo sobre las realizaciones llevadas a cabo por la Iglesia en estos últimos tiempos. Apenas fuimos elevados a la dignidad de la Sede Romana, se veían claramente, y esto está comprobado, las ansias incontroladas de ensanchar con una audacia cada día más apasionada las fronteras nacionales y el deseo desenfrenado de ocupar, mediante la fuerza que no se apoyaba en el derecho, regiones ajenas; de allí que grandes masas fueron despiadada y cruelmente deportadas, oprimidos los pueblos y llevados a otras partes, excediendo los nuevos crímenes por mucho los antiguos.

52. La obra universal de caridad del Papa y de la Iglesia durante la guerra. 

   Pronto se desencadenó el torbellino de los tristísimos hechos o sea la cruelísima guerra. Entonces Nos emprendimos sin demora Nuestro ministerio de caridad y de paz. Con todo el ahínco posible, exhortando, conjurando, implorando y actuando ante los gobernantes de las Repúblicas, tratamos de impedir la horribilísima guerra; ya estallada y avanzando ella con furia terrible, luchamos de palabra y obra por mitigarla y frenarla a medida de Nuestras fuerzas. En esas deplorables circunstancias, nuestra Madre la Iglesia Católica y cabeza de la comunidad universal de caridad, no faltó a su oficio ni desilusionó la esperanza y según su costumbre fue consuelo de los afligidos, refugio de los atormentados y patria de los desterrados. No dejamos, pues, tentativa por hacer para llevar alguna ayuda a los hijos dolientes cualquiera que fuese su condición o nación, aunque se oponían graves impedimentos y eran dificilísimos los tiempos; a los mismos judíos exilados, que soportaban una violenta persecución socorrimos con empeño.

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