Magisterio de la Iglesia
Discurso al II
Congreso Internacional de Dietética
Pío XII
11
de septiembre de 1956
Entre
los Congresos científicos cuyos miembros solicitan Nuestra audiencia, Nos
acogemos con un interés particular a los que persiguen fines humanitarios;
también los trabajos que so han reunido en Roma, Señores, para la celebración
del II Congreso Internacional de Dietética han llamado Nuestra atención de
manera especial y merecen Nuestra calurosa felicitación.
Habéis abordado un vasto programa que, apoyándose en el creciente desarrollo de la investigación científica relativa a la alimentación humana, se esfuerza en formular los principios y las condiciones de la alimentación racional de las colectividades; en precisar los métodos de educación para una mejor nutrición; finalmente, en examinar los medios de acrecentar la influencia de los especialistas en dietética encargados de poner en práctica las conclusiones y las indicaciones de la técnica. Esta organización de la dietética, ya en una escala mundial, reclama necesariamente las competencias más diversas y entraña repercusiones sociales considerables en todos los sectores de la alimentación: producción, industria, comercio, consumo, higiene, terapia, enseñanza, propaganda. Vuestro numeroso grupo, que representa a más de cincuenta naciones, no es sino una débil imagen de la gran colaboración, de la que sois promotores, y que finalmente asegurará una mejora sensible en la salud y en el bienestar de los pueblos. El interés de vuestro Congreso se debe a su carácter práctico. No solamente vuestras conferencias y discusiones estudian los mejores medios de organizar la dietética en los grupos sociales, sino que una vasta exposición de la educación alimenticia se propone ilustrar en todos sus aspectos las realizaciones actuales y, sobre todo, mostrar directamente al público cómo los principios teóricos pueden concretamente ser aplicados. Demostraciones didácticas enseñarán a juzgar de la cualidad de los alimentos y a prepararlos bien; médicos y especialistas en dietética suministrarán a quienes lo deseen las indicaciones adaptadas a su caso, y las pondrán en aplicación en comedores especiales. Indudable que esta iniciativa, cuya originalidad apreciamos, contribuirá al éxito de vuestro Congreso y a una divulgación más amplia del cuidado de alimentarse mejor. Superfluo casi es el señalar la importancia de esta preocupación en todos los estadios del desarrollo del individuo y en cualesquier condiciones de civilización y trabajo. Muy justo es que la infancia tenga un lugar especial en las preocupaciones de los dietéticos; un crecimiento armónico puede ser peligroso por errores de alimentación, a los que favorece aun la misma multitud de los productos lanzados al mercado por las industrias alimenticias modernas. Sabido es cómo una carencia de vitaminas o de ciertas sales minerales puede provocar perturbaciones en el organismo. Os importa, pues, conocer, del mejor modo posible, las leyes concretas que gobiernan este sector delicado de la biología y deducir las conclusiones necesarias. Pero es necesario decir también de una manera más general que hay hábitos alimenticios de pueblos enteros o de categorías sociales considerables que llevan en sí graves errores, fáciles de corregir con un esfuerzo educativo bien dirigidos. Por ello tratáis de inculcar a los niños el conocimiento útil de esta materia mediante la organización de comidas escolares. En ocasiones, son las condiciones de vida y la insuficiencia de recursos las causas de una nutrición debilitante; poblaciones enteras se depauperan, se encuentran sometidas a la tuberculosis o a otras enfermedades graves y aun se ven amenazadas de desaparecer enteramente. Estas simples alusiones muestran bien la amplitud de un problema que se deriva en parte de una política mundial. Actualmente la atención de las autoridades responsables ya está alerta en esta materia; actúan asociaciones nacionales que aprovechan la colaboración de sabios y de técnicos. Una vez precisadas las causas del mal y sus consecuencias, se trata de oponerles remedios proporcionados, formar expertos en materias de alimentación, multiplicar sus medios de acción, hacer que penetren más y más en el público las ideas fundamentales de una alimentación más racional. Nos deseamos vivamente que estas iniciativas encuentren ante gobernantes y particulares el merecido apoyo. La dietética es una ciencia joven; viene a añadir su aportación siempre creciente a la de tantas otras ciencias nuevas, interesadas en comprender más perfectamente el funcionamiento del cuerpo humano. Cada una de ellas, en sus intentos por determinar el papel de los agentes físicos y químicos, la influencia recíproca de las diversas funciones y del medio ambiente, tarde o temprano se encuentra con el factor psicológico, individual o social, cuya importancia, muy especialmente en lo que concierne a la nutrición, aparece considerable. Se trata de una actividad donde el aspecto material se une íntimamente a ciertas exigencias espir ituales alguna vez refinadas, determinadas por un ideal personal o por tradiciones largamente elaboradas, y que traducen, cada una a su manera, una necesidad de la persona humana. Nos estamos satisfechos al ver que este aspecto del problema no ha sido descuidado y que sirve de orientación de vuestro trabajo. Porque la nutrición es un acto elemental, absolutamente indispensable para la vida, y cuya urgencia pesa sobre el hombre todos los días; porque se trata también de una función que el hombre ha cargado de significaciones subjetivas, es evidente que, para llegar a soluciones plenamente adecuadas y humanas, vosotros habéis de investigar las condiciones psicológicas de la nutrición, y tenéis que apreciar la proyección espiritual de las actuaciones que la integran. ¿Cómo no recordar, a este propósito, que el hombre frecuentemente ha dado a la comida un carácter religioso y que Dios ha hecho de ella un rito sagrado, signo eficaz de la unión íntima que El intenta establecer entre sí mismo y cada uno de los hombres, así como de la caridad fraterna que El quiere que reine entre ellos? He aquí, Señores, la realidad sublime, en la cual, a la postre, vuestro trabajo debe buscar su inspiración y su más alta dignidad. Sin duda que vuestra especialidad os impone perseguir objetivos precisos y limitados; pero, en el campo que os ha sido asignado, vosotros contribuís por vuestra parte al bienestar de un número siempre creciente de ciudadanos y tenéis la esperanza de hacerles alcanzar, alguna vez, un nivel más elevado, no sólo en la vida material, sino sobre todo en la vida del espíritu y del corazón. Tales son los votos que Nos hacemos para vosotros, señores, que estáis aquí presentes, para vuestras familias y para todos cuantos os son queridos. Encomendamos a Dios el éxito de vuestro Congreso, y como prenda de la benevolencia divina, os damos e buen grado Nuestra paternal Bendición Apostólica. |