Magisterio de la Iglesia
Discurso a los
participantes de la IReunión Internacional de Genética médica
Pío XII
8 de septiembre de 1953
Sed bienvenidos, señores, que habéis querido aprovechar vuestro "Primum Symposium Internacionale Geneticae Medicae" para visitarnos. Respondemos a vuestra delicada atención manifestando Nuestra alegría de poder pasar unos instantes con vosotros. Durante estos últimos años se han reunido aquí cierto número de congresos de ciencias naturales. La característica de vuestra ciencia, la que la distingue entre otras ramas de la biología y de la medicina, es su juventud. Pero, a pesar de su corta edad, se destaca por un desarrollo rápido y por los objetivos tan amplios, casi podríamos decir temerarios, que vuestra especialidad se propuso. Estos objetivos suscitan un vivo interés por parte de las instituciones que se ocupan del hombre como personalidad moral, de su formación, de la educación que debe imprimir en él un carácter maduro, firme, consciente de sus responsabilidades de su manera de pensar y de obrar en las cuestiones decisivas cara al tiempo y a la eternidad. En respuesta al deseo que Nos habéis manifestado, no hemos podido rehusar el deciros algunas palabras en relación con vuestros trabajos y vuestros esfuerzos. En efecto, entre las especialidades tan diversas de la biología, las investigaciones más dinámicas son quizá las de la genética, es decir, de la ciencia de la transmisión hereditaria de determinados caracteres que se efectúa de una generación a otra, según las reglas fijas. En Nuestra explicación, Nos quisiéramos, ante todo, mencionar algunos datos que suministra la literatura sobre la especialidad; son sin duda del dominio de vuestra competencia y Nos os dejamos el cuidado de apreciar su exactitud. A estos datos, Nos quisiéramos añadir algunas consideraciones básicas que puedan servir de norma para la apreciación metafísica y moral de tal o cual principio teórico de la genética actual y, mejor aún, para su aplicación en la vida real. I. DATOS QUE SUMINISTRA LA LITERATURA SOBRE LA ESPECIALIDAD a) La Célula inicial Vuestra ciencia ha dado a conocer la célula inicial de una nueva vida engendrada por medio de la fecundación. Esta célula decís vosotros que está formada por la fusión de los núcleos de dos células sexuales pertenecientes a una pareja de diferente sexo. Vosotros nos enseñáis que el nuevo ser viviente se construye, a partir de esta célula inicial, por divisiones celulares normales y continuas bajo la dirección de los genes contenidos en los núcleos y portadores de la herencia de antepasados. Pero vuestra ciencia da una comprensión más completa y más profunda de esta célula inicial en su origen, su estructura, su dinamismo, su finalidad y su riqueza interior. Ella ve allí a la vez un punto de llegada y un punto de partida. El punto de llegada de una larga evolución anterior y de la transmisión del patrimonio hereditario de dos ramas de la parentela por la larga serie de generaciones pasadas, desde el principio de la especie en cuestión hasta un nuevo individuo. El punto de partida de la serie de descendientes a los que el patrimonio hereditario puede y debe ser transmitido para continuar sin cesar la serie de generaciones. Las obras de genética proyectan aquí su mirada sobre la profundidad y la extensión de la estructura y de las leyes de la vida; se evocan a este propósito con intensidad los misterios de la física atómica. Estas obras dan cuenta de los resultados adquiridos hasta el día, hechos ya bien determinados, pero también numerosos problemas que esperan todavía solución, tanto desde el punto de vista de la teoría como de su aplicación práctica. b) Herencia e inmutabilidad del Patrimonio La genética no consigna solamente los hechos, sino que se pronuncia también sobre la naturaleza y las leyes de la herencia. La transmisión del patrimonio hereditario -dice aquélla- se efectúa según leyes estrictas, de las que algunas son bien conocidas, en tanto que otras exigen un examen más profundo. Las leyes mendelianas, establecidas primeramente por Agustín Gregorio Mendel, que ha merecido no poco de vuestra ciencia y a quien se ha dedicado un instituto científico en la ciudad de Roma, son esquemas de la transmisión y de la distribución a los descendientes de elementos portadores de la herencia, es decir, de genes. Es un grupo de genes que se encuentra en el núcleo de las células sexuales, el que constituye el soporte material de los caracteres. La genética afirma que la herencia comprende el conjunto de genes de todos los cromosomas de células sexuales; ella indica las múltiples combinaciones que produce el encuentro de los genes transmitidos; ella habla de homocigotes y de heterocigotes; llama la atención sobre el hecho de que en los heterocigotes, es decir, en el encuentro de los genes portadores de variedades de los mismos caracteres, se da el caso de que ciertos genes tengan, por decirlo así, y debajo de ellos, los genes "recesivos", que son suplantados por los otros, los llamados "dominantes". Sin embargo, se conservan integralmente en la herencia y son transmitidos con ella también a las generaciones siguientes, que, en ausencia de genes dominantes, pueden reaparecer en todo su viejo frescor. Vuestras obras subrayan una característica de la transmisión hereditaria: los genes se muestran casi inatacables y de una rígida inmutabilidad. Así se ha probado millares de veces que, por ejemplo, aptitudes adquiridas o mutilaciones no los modifican y no pasan a la posteridad. La literatura sobre el tema designa esta opinión bajo el nombre de "genética clásica". Sin embargo, recientemente los genetistas rusos la han combatido y han negado la estabilidad de los factores hereditarios. c) Modificaciones y Mutaciones En cambio, todos reconocen sin discusión la capacidad de adaptación y de reacción de los factores hereditarios ante circunstancias exteriores, en particular de diferentes climas. Así, una sola y misma planta, con el mismo patrimonio, podría adquirir, según los climas, un aspecto de tal manera diferente, que el profano la catalogaría como una planta de otra especie. La genética dice aquí: el patrimonio no contiene fundamentalmente ninguna forma exterior, sino solamente la capacidad de reaccionar frente a los diferentes climas por tal o cual forma exterior; el patrimonio no contendría, por tanto, más que una norma de reacción. Tales modificaciones, explica la genética, no son raras en el proceso hereditario; no hay en él, sin embargo, ningún cambio en los elementos constitutivos del patrimonio. Los seres vivos reciben sus características individuales, el "fenotipo", del patrimonio y del mundo ambiente. El patrimonio, se afirma, es más o menos plástico en el sentido de que puede ser conformado por el mundo ambiente. Cada ser vivo, en su edad definitiva, es el resultado de la colaboración del patrimonio y del medio. Ni el medio ni el patrimonio lo son todo. No obstante, se dan también, según la genética, cambios en el patrimonio mismo que se llaman "mutaciones". Estas se producen de una manera esencialmente diferente de las modificaciones. Los genes, estas moléculas gigantes tan complicadas, pueden sufrir un cambio de estructura por la intervención de diversos agentes naturales. Así, por ejemplo, bajo la acción de los rayos cósmicos, la molécula-gene modificada en su estructura hace aparecer en los organismos en crecimiento caracteres diferentes. Los caracteres del ser vivo, y son millares, pueden modificarse casi totalmente. Se puede así provocar artificialmente las mutaciones, por ejemplo, por ciertas irradiaciones de células reproductoras, sin que se pueda, a veces, determinar de antemano el resultado de tales intervenciones. Por medio de las mutaciones, la naturaleza y el hombre pueden producir "selectos". El ser adaptado y preparado para la vida se afirma ante otros menos suficientemente equipados. A menudo sucederá que estos últimos degeneren, perezcan y desaparezcan. El hecho y la teoría de las modificaciones y de las mutaciones muestran, por tanto, que la inviolabilidad del patrimonio, del que se ha hablado al principio, sufre a veces cierta alteración. d) Herencia y Evolución Esto que la biología y la genética en particular enseñan sobre las células germinales, los factores de la herencia, las modificaciones, las mutaciones y la selección, rebasa a los individuos y a las diversas especies y se remonta a la cuestión del origen y de la evolución de la vida en general, incluso en el conjunto de todos los vivientes. Y se presenta la cuestión: ¿Este fenómeno está constituido por el hecho de que todos los vivientes provienen de un ser único y su germen inagotable por vía de descendencia y de evolución según la manera y bajo las influencias que se han indicado? La cuestión de los grandes conjuntos explica por qué las obras de ciertos genetistas asocian la teoría de la herencia a las de la evolución y descendencia. La una invade las otras. En las obras recientes de genética se lee que nada explica mejor la conexión de todos los seres vivos que la imagen de un árbol genealógico común. Pero al mismo tiempo se hace notar que no se trata más que de una imagen, de una hipótesis, y no de un hecho demostrado. Se cree también deber añadir que si la mayor parte de los investigadores presentan la doctrina de la descendencia como un "hecho", ello constituye un juicio prematuro. Se podrían muy bien formular igualmente otras hipótesis. Por otra parte, se dice que reputados sabios las hacen sin negar por ello que la vida ha evolucionado y que ciertos descubrimientos pueden ser interpretados como preformaciones del cuerpo humano. Pero -continúan- estos investigadores han subrayado de la manera más clara que a su entender no se sabe absolutamente, todavía lo que significa real y exactamente las expresiones "evolución", "descendencia", "tránsito"; que, por lo demás, no se conoce ningún proceso natural por el que un ser produzca otro de naturaleza diferente; que el procedimiento por el que una especie engendra otra distinta permanece perfectamente impenetrable, a pesar de los numerosos estadios intermedios; que no se ha llegado todavía experimentalmente a derivar una especie de otra distinta; y, finalmente, que nosotros no sabríamos absolutamente a qué término de la evolución "la hombreidad" ha pasado de golpe el umbral de la humanidad. Se señalan todavía dos singulares descubrimientos a propósito de los cuales la controversia no se ha calmado hasta el presente; no se trataría aquí de un avance regresivo de la evolución del material descubierto, sino de la datación o fijación de fecha de la capa geológica. La conclusión última que se deduce es ésta: a medida que el futuro demuestre la exactitud de una u otra interpretación, la imagen usual de la evolución de la humanidad encontrará en ella una confirmación o será forzoso establecer o admitir una imagen totalmente nueva. Se cree haya que decir que las investigaciones sobre el origen del hombre están todavía en sus comienzas; que la representación que de él tenemos actualmente no podría considerarse definitiva. He aquí lo que se dice de las relaciones entre la teoría de la herencia y la de la evolución. e) Utilidad práctica de la genética en los irracionales y para el hombre La literatura de la genética muestra que todo esto no tiene solamente un interés teórico, es decir, que sea un enriquecimiento de nuestros conocimientos sobre la naturaleza y su actividad, sino que posee al mismo tiempo un alto valor práctico: en primer lugar, en el dominio de los seres privados de razón, la genética permite una utilización mejor, en provecho del hombre, del reino vegetal y animal. Pero también para el hombre las leyes de la herencia están cargadas de significación. La célula inicial del nuevo hombre es ya, desde el primer momento y en el estado inicial de su existencia, una arquitectura admirable y una especificación de estructuras increíblemente rica. Está llena de dinamismo teleológico gobernada por los genes, y estos genes son el fundamento tanto de bienestar como de malestar, de recursos vitales o de languidez, de fuerza o de debilidad. Esta consideración explica el que las investigaciones sobre la herencia encuentren siempre más interés y puntos de aplicación. Se pretende obtener lo bueno y valioso, de afirmarlo, de promoverlo y de perfeccionarlo. Es necesario prevenir el deterioro de los factores hereditarios; es necesario, en cuanto sea posible, paliar las deficiencias ya manifestadas y tomar medidas para que los factores hereditarios de menor valor se abismen todavía más por la fusión con los de un homocigote pareado. Es preciso velar para que los caracteres positivos de pleno valor se unan con un patrimonio hereditario semejante. Tales son las tareas que se propone la genética y la eugenesia. De ahí su especialización extraordinaria hasta la genética de los grupos sanguíneos, el estudio y la genética de los gemelos. He aquí lo que Nos queríamos pedir a vuestra especialidad sin querer expresar Nuestra opinión. La apreciación de las cuestiones puramente específicas corresponde a la competencia de vuestra ciencia. Nuestra exposición tenía por fin fijar una base común sobre la cual Nos quisiéramos desarrollar las consideraciones de principio que quisiéramos añadir ahora. II. CONSIDERACIONES BÁSICAS DE ORDEN FILOSÓFICO Y MORAL a) La verdad Las exigencias fundamentales del conocimiento científico son la verdad y la veracidad. La verdad debe entenderse como la concordancia del juicio del hombre con la realidad del ser y de la acción de las cosas mismas, por oposición con la representación y las ideas que el espíritu introduce allí. Reinaba y reina todavía hoy una concepción, según la cual el mensaje que la realidad objetiva misma ofrece penetra en el espíritu como a través de una lente y, en su camino, se modifica cualitativa y cuantitativamente. Se habla en este caso de pensamientos dinámicos que imprimen su forma al objeto, por oposición al pensamiento estático que simplemente lo refleja, a menos que, por principio, no se pretenda que el primero es el solo tipo posible de conocimiento humano. La verdad sería entonces ni más ni menos que la concordancia del pensamiento personal con la opinión pública o científica del momento. El pensamiento de todos los tiempos, basado sobre la sana razón, y el pensamiento cristiano en particular son conscientes de que se ha de mantener el principio esencial: la verdad es la concordancia del juicio con el ser de las cosas determinado en sí mismo, sin deber negar por ello lo que en la concepción de la verdad citada más arriba, errónea en su conjunto, es en parte justificable. Nos tocamos ya esta cuestión en Nuestra Encíclica "Humani generis" del 12 de agosto de 1950, e insistimos allí sobre un punto que creemos deber repetir ahora: la necesidad de mantener intactas las grandes leyes ontológicas, porque sin ellas se hace imposible comprender la realidad; Nos pensamos, sobre todo, en los principios de contradicción, de razón suficiente, de causalidad y de finalidad. |