Magisterio de la Iglesia

Miranda Prorsus
Carta Encíclica

10. Educación de las masas

   Para que el espectáculo en tales condiciones pueda cumplir su función, es necesario un esfuerzo educativo que prepare al espectador a comprender el lenguaje propio de cada una de estas técnicas, y a formarse una conciencia recta que permita juzgar con madurez los varios elementos ofrecidos por la pantalla y por el altavoz, para que no tenga que sufrir pasivamente su influjo, como sucede con frecuencia.

   Ni una sana recreación, «que ha llegado a ser al presente -como decía nuestro Predecesor, de feliz memoria- una necesidad para la gente que se cansa en las ocupaciones de la vida»(31), ni el progreso cultural pueden ser plenamente asegurados, sino con esta obra educativa iluminada por los principios cristianos.

   La necesidad de dar semejante educación al espectador ha sido vivamente sentida por los católicos en los últimos años y son hoy numerosas las iniciativas que tienden a preparar tanto a los adultos cuanto a la juventud para que valoren mejor los lados positivos y negativos del espectáculo.

   Esta preparación no puede servir de pretexto para ver espectáculos moralmente ruinosos, sino que debe enseñar a seleccionar los programas en conformidad con la doctrina de la Iglesia y con las indicaciones relativas a su valor moral y religioso, emanadas de las competentes Oficinas Eclesiásticas.

   Dichas iniciativas, si siguen las normas de la educación cristiana y son conducidas con competencia didáctica y cultural, merecen no solamente nuestra aprobación, sino también nuestro más entusiasta aliento para que sean introducidas y fomentadas en las escuelas y en las universidades, en las asociaciones católicas y en las parroquias.

   La formación de una asistencia consciente a los espectáculos hará disminuir los peligros morales, mientras permitirá al cristiano aprovechar todo nuevo conocimiento del mundo que le será ofrecido por el espectáculo, para levantar el espíritu a la meditación de las grandes verdades de Dios.

   Queremos dirigir, una palabra de especial complacencia a los misioneros, que conocedores de su deber de salvaguardar la integridad del rico patrimonio moral de los pueblos por cuyo bien se sacrifican, procuran iniciar a los fieles en el recto uso del cine, de la radio y de la televisión haciendo de esta manera que se conozcan prácticamente las verdaderas conquistas de la civilización. Vivamente deseamos que su esfuerzo en este sector sea apoyado tanto por las competentes autoridades eclesiásticas, cuanto por las gubernativas.

11. Espectáculos para la juventud

   Pero la obra sola de educación no es suficiente. Se necesita que los espectáculos sean proporcionados al grado de desarrollo intelectual, emotivo y moral de cada una de las edades.

   Este problema ha llegado a ser particularmente urgente cuando con la radio y sobre todo con la televisión, el espectáculo ha penetrado en el mismo hogar familiar, amenazando los diques saludables con que la sana educación protege la tierna edad de los hijos, para que puedan adquirir la virtud necesaria antes de afrontar las tempestades del siglo. A tal propósito escribíamos a los Obispos de Italia hace tres años: «¿cómo no horrorizarse ante el pensamiento de que mediante la televisión pueda introducirse dentro de las mismas paredes domésticas aquella atmósfera envenenada de materialismo, de necedad, de hedonismo, que con demasiada frecuencia se respira en tantas salas cinematográficas(32).

   Nos son conocidas las iniciativas promovidas por competentes autoridades y por entidades educativas para preservar la juventud del pernicioso influjo de los espectáculos demasiado frecuentes o no adaptados a su edad. Todo esfuerzo realizado en este campo merece estímulo, con tal de que se tenga en cuenta que mucho más graves que las perturbaciones fisiológicas y psicológicas son los peligros morales a que se exponen los espíritus jóvenes; peligros que constituirán -si no se toman las precauciones oportunas- una verdadera y propia amenaza para la sociedad(33).

   A los jóvenes va nuestra paterna y confiada exhortación de que se ejerciten, respecto a la asistencia a los espectáculos, en la prudencia y templanza cristianas. Ellos deben dominar su innata curiosidad de ver y de oír, y conservar libre su corazón para las alegrías del espíritu.

12. Obra de la Iglesia - Oficinas Nacionales

   Sabiendo que de estas técnicas audio-visivas pueden derivarse grandes bienes y graves peligros según el uso que de ellos haga el hombre, la Iglesia quiere cumplir plenamente su misión en este campo; misión que no es directamente de orden cultural, sino pastoral y religioso.

   Para responder a este fin, Pío XI, de venerada memoria, recomendaba a los Obispos establecer en todas las naciones una «oficina permanente nacional de revisión que pueda promover las buenas películas, clasificar las otras y hacer llegar este juicio a los sacerdotes y a los fieles», y dirigir al mismo tiempo todas las actividades de los católicos en el campo del cinematógrafo(34).

   Nos, después de considerar con toda madurez las perspectivas apostólicas que estas técnicas ofrecen, y la necesidad de defender la moralidad del pueblo cristiano, por desgracia demasiado frecuentemente amenazado por el espectáculo corruptor, deseamos que en todas las naciones, donde tales Oficinas no existan todavía, sean establecidas sin tardanza y sean confiadas a personas competentes bajo la dirección de un sacerdote escogido por los Obispos.

   Recomendamos además que en cada nación las respectivas Oficinas para la cinematografía, la radio y la televisión -cuando no dependen de una única entidad- colaboren entre sí; y que los fieles, y sobre todo los miembros de las asociaciones católicas, sean debidamente instruidos en la necesidad de asegurar con el apoyo común el eficaz funcionamiento de estas Oficinas.

   Y porque muchos problemas con los cuales deben enfrentarse en cada una de las naciones, no podrán encontrar una conveniente solución, será sumamente útil que las Oficinas nacionales den su adhesión a las Organizaciones internacionales competentes, aprobadas por la Santa Sede.

   No dudamos que los sacrificios que posteriormente os impondrá la realización de estas disposiciones nuestras, serán compensados por frutos abundantes con tal de que se observen las recomendaciones que deseamos dar ahora separadamente con respecto al cine, a la radio y la televisión.

PARTE ESPECÍFICA

EL CINEMATÓGRAFO

   El cinematógrafo, después de sesenta años de su invención, ha llegado a ser uno de los medios expresivos más importantes de nuestro tiempo.

   Hemos tenido ya ocasión de hablar de las diversas etapas de su desarrollo y de las razones del atractivo que ejerce sobre el espíritu del hombre moderno(35). Tal desarrollo se ha verificado con particularidad en películas de argumento, dando origen a una importante industria, que depende no solamente de la colaboración de numerosos artistas y técnicos diversamente competentes, sino de problemas económicos y sociales complejos, que personas particulares difícilmente podrían afrontar y resolver.

   No será pues posible lograr que el cine sea «un instrumento positivo de elevación, de educación y de mejoramiento»(36), sin la escrupulosa colaboración de todos los que tienen una parte de responsabilidad en la producción y difusión de los espectáculos cinematográficos.

   Hemos declarado ya en otra oportunidad los elementos que constituyen un «film ideal», cuando nos dirigíamos a los que están interesados en «el mundo del cinematógrafo», invitándolos a realizar el alto fin de su vocación(37).

   Será cuidado vuestro, venerables Hermanos, que, utilizando las Oficinas nacionales permanentes -que actúan bajo vuestra autoridad y dirección- no falten a las diversas entidades interesadas en ello, las informaciones, consejos e indicaciones que las diversas circunstancias de tiempo y lugar requieran, a fin de realizar, en el campo del cine, el ideal que Nos hemos indicado para bien de las almas.

12. La clasificación moral

   Para conseguir este fin, se habrán de publicar regularmente, para información y guía de los fieles, los juicios morales que sobre los espectáculos cinematográficos dará una comisión especial(38) compuesta de personas de doctrina segura y de vasta experiencia, bajo la responsabilidad de la Oficina nacional.

   Los que componen la comisión de revisión deben prepararse con estudios apropiados y con la oración, para asumir la responsabilidad de tan delicado encargo, a fin de juzgar con competencia acerca del valor moral de las obras cinematográficas y sobre el influjo que podrán ejercer en los espectadores de su nación.

   Para juzgar el contenido y la presentación de una película, inspírense los revisores en las normas que nos hemos expuesto en los mencionados discursos sobre «el film ideal», y en particular tengan en cuenta las que se refieren a películas de argumento religioso, a la presentación del mal y al respeto que se debe tener de la persona humana, de la familia y de su santidad, como también de la Iglesia y de la sociedad civil.

   Recuerden, además, que uno de los fines principales de la clasificación moral, es el de ilustrar la opinión pública y el de educarla para que respete y aprecie los valores morales, sin los cuales no podrían existir ni verdadera cultura, ni civilización. Culpable sería por tanto toda suerte de indulgencia para con cintas que, aunque ostenten méritos técnicos, ofenden, sin embargo el orden moral, o que respetando aparentemente las buenas costumbres, contienen elementos contrarios a la fe católica.

   Los juicios morales, al indicar claramente qué películas se permiten a todos y cuáles son nocivas o positivamente malas, darán a cada uno la posibilidad de escoger los espectáculos de los cuales habrá de salir «más alegre, más libre y, en su interior, mucho mejor que cuando entró»(39), y harán que evite los que podrían ser dañosos para su alma, daño que será más grave aún por hacerse responsable de favorecer las producciones malas y por el escándalo que da con su presencia.

   Renovando las instancias que hacia nuestro Predecesor de feliz memoria en la Encíclica Vigilanti cura(40) recomendamos vivamente que se invite a los fieles, donde esto es posible, y después de preparación adecuada, a que renueven el compromiso personal que tienen todos los católicos de observar fielmente la obligación de informarse sobre los juicios morales y de conformar con ellos su conducta. A este fin, donde los Obispos lo juzgaren oportuno, podrá destinarse útilmente un domingo del año para promover oraciones e instrucciones a los fieles sobre sus deberes con respecto a los espectáculos y particularmente en relación con el cine.

   Para que todos puedan gozar del beneficio de los juicios morales, es necesario que las indicaciones se publiquen oportunamente, estén debidamente motivadas y se difundan ampliamente.

13. El crítico cinematográfico

   Muy útil será en esta materia la actuación del crítico cinematográfico católico, quien no dejará de acentuar los valores morales, mirando bien que dichos juicios habrán de ser una directiva segura para evitar el peligro de deslizarse a un relativismo moral o de confundir la jerarquía de valores.

   Muy lamentable sería que los diarios y publicaciones católicas, al hablar sobre los espectáculos, no dieran información a sus lectores sobre el valor moral de los mismos.

14. Los empresarios

   No solo sobre los espectadores que con el billete de entrada, a manera de voto, eligen entre el cine bueno y el malo, pesa una grande responsabilidad, sino también sobre los empresarios de salones de cine y sobre los distribuidores de películas.

   Nos son conocidas las dificultades que deben superar en la actualidad los empresarios, por muchas razones y también a causa de la televisión, pero aun en medio de circunstancias difíciles, deben recordar que su propia conciencia no les permite presentar cintas contrarias a la fe y a la moral, ni aceptar contratos que les obliguen a proyectarlas. En muchos países existe el laudable compromiso de no aceptar películas que son tenidas como dañosas o malas: esperamos que una iniciativa tan sumamente oportuna se propagara por todas partes, y que ningún empresario católico dudará de dar su adhesión.

   Debemos llamar la atención sobre la obligación grave de excluir la publicidad insidiosa e indecente, aunque se haga, como a veces sucede, en favor de películas no malas. «¿Quien podrá decir los daños que tal clase de imágenes puede producir en las almas, especialmente de los jóvenes, y los pensamientos y sentimientos impuros que pueden provocar y el grado en que contribuyen a la corrupción del pueblo, con grave perjuicio de la prosperidad misma de la nación?»(41).

15. Salas católicas

   Es obvio que los salones de cine que dependen de la autoridad eclesiástica, al estar obligados a asegurar a los fieles, y particularmente a la juventud, espectáculos educativos en un ambiente sano, no podrán menos de presentar cintas intachables desde el punto de vista moral.

   Los obispos, al mismo tiempo que vigilan cuidadosamente la actividad de estos salones abiertos al público, aun a cargo de religiosos expertos, recordarán a los eclesiásticos responsables, que para cumplir el fin de su apostolado, tan recomendado por la Santa Sede, es necesario que, por su parte, observen escrupulosamente las normas dadas a este fin y que tengan espíritu de desinterés. Es muy de recomendar que los salones católicos se unan en asociaciones -como ya se ha hecho laudablemente en algunas naciones- para poder tutelar con más eficacia los intereses comunes, poniendo en práctica las directivas de la Oficina nacional.

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