Magisterio de la Iglesia
Sedes Sapientae
Constitución Apostólica (Cont.-3)
Pío XII
CUARTA PARTE Las reglas generales de su formación doctrinal y pastoral 22. Formación doble: intelectual y pastoral. Pero, aun atendiendo bien a esta santificación del alma, será igualmente preciso dar a los religiosos una formación muy cuidada, tanto intelectual como pastoral. Queremos destacar y proponer con mayor amplitud los principios de la misma, dada la importancia de la materia y a causa de la conciencia que Nos tenemos de Nuestro supremo oficio. 23. La exige la triple dignidad: de religiosos, sacerdotes y apóstoles. La necesidad, para estos religiosos, de recibir una formación intelectual sólida y completa en todas las materias, surge manifiestamente de la triple dignidad con que brillan en la Iglesia de Dios: dignidad religiosa, sacerdotal y apostólica. Los religiosos, en efecto, que tienen como finalidad principal el contemplar las cosas divinas buscando tan sólo a Dios y uniéndose a El, y transmitirlas a los demás, han de recordar bien que en modo alguno pueden darse por satisfechos, según es preciso y con los frutos de tarea tan santa y para elevarse a una sublime unión con Cristo, si no tienen en abundancia aquel conocimiento profundo y siempre perfectible de Dios y de sus misterios que se adquiere mediante los estudios sagrados[27]. La dignidad sacerdotal que da al revestido de ella el quedar constituido legado de las ciencias del Señor[28] y ser llamado por especial razón sal de la tierra y luz del mundo[29], exige una formación sólida y muy extensa, de modo particular en lo que toca a las disciplinas eclesiásticas, que pueda alimentar y fortificar la vida espiritual en el sacerdote mismo y guardarle de todo error y de toda peligrosa novedad, y que, además, le haga fiel dispensador de los misterios de Dios[30], y hombre perfecto de Dios, preparado para toda obra buena[31]. Finalmente, la tarea apostólica que los miembros de los estados de perfección ejercen en la Iglesia por el hecho de su vocación, tanto para predicar como para formar cristianamente a los niños y jóvenes, así como para administrar los sacramentos, singularmente el de la Penitencia, ya también a causa de las misiones en países de infieles, ya por la dirección espiritual de las almas, ya, en fin, por el modo de la vida cotidiana que ellos llevan con las gentes, no podrá producir abundantes y duraderos frutos si no conocen perfectamente la doctrina sagrada alimentándose continuamente con ella. 24. Cuidado de los Superiores por la preparación literaria y científica. Los Superiores religiosos, ante todo, deben vigilar por esta formación sólida y muy completa de la inteligencia, atendiendo al desarrollo natural de los jóvenes y a la distribución de estudios, empleando todos los recursos para que la cultura literaria y científica de los religiosos alumnos en nada ceda a la de los seglares que siguen los mismos estudios. Si de ello se cuida bien, ya por ese mismo hecho se habrá provisto seriamente a la formación de los espíritus y facilitado al mismo tiempo la selección de los súbditos[32], y se tendrá la seguridad de que estos mismos alumnos estén preparados para profundizar en las disciplinas eclesiásticas ofreciéndoles para ello todos los medios. 25. Fidelidad al Magisterio y a Santo Tomás. Por lo que se refiere a la Filosofía y a la Teología que no serán enseñadas sino por maestros capaces y con rigor escogidos, conviene observar muy santamente todo cuanto ha sido prescrito por los sagrados cánones, por Nuestros Predecesores y por Nos mismo, en especial, sobre el respeto que se debe al magisterio eclesiástico y la consiguiente fidelidad al mismo, que debe ser manifiesta de todas las maneras, siempre y doquier, e inculcada a las almas y a los espíritus de los alumnos; sobre la prudencia y la precaución que deben correr parejas con una diligente atención, altamente recomendada, que alcance a las nuevas cuestiones que surgen con los tiempos modernos; sobre la argumentación de la doctrina y de los principios del Doctor Angélico, que deben ser santamente mantenidos y seguidos plenamente en la enseñanza filosófica y teológica de los alumnos[33]. La Teología debe ser enseñada a la par con el método positivo y con el llamado escolástico, tomando a Santo Tomás de Aquino como guía y maestro, de modo que a la luz de una enseñanza auténtica, las fuentes de la revelación divina sean estudiadas en forma profunda con los medios adaptados, y que los tesoros de la verdad que de ella provienen sean claramente expuestos y eficazmente protegidos. 27. El Magisterio de la Iglesia en la enseñanza. Porque tan sólo al magisterio de la Iglesia se ha confiado el interpretar auténticamente el depósito de la Revelación, debe ser explicado no según razonamientos puramente humanos y opiniones particulares, sino muy fielmente según el sentido y el espíritu de la Iglesia misma. Por lo tanto, que los profesores de Filosofía cristiana y de Teología sepan que ejercen su cargo no por propio derecho y en su nombre propio, sino en el nombre y bajo la autoridad del Magisterio supremo y, por consiguiente, bajo su vigilancia y su dirección, pues lo han recibido de él como una misión canónica; por ello, salvaguardando siempre la justa libertad de discusión, ellos deben recordar bien que el poder de enseñar no les ha sido dado para transmitir a sus alumnos sus propias opiniones, sino las doctrinas bien comprobadas de la Iglesia[34]. 28. Fin: formación integral del clérigo. Además, todos, así los maestros como los alumnos, jamás deben perder de vista que los estudios eclesiásticos están orientados no sólo a la formación intelectual, sino a una formación integral y sólida, ya sea religiosa, ya sacerdotal y apostólica; por eso su finalidad no es tán sólo el permitir el "paso" de los exámenes, sino imprimir en las almas de los alumnos una impronta indeleble de la que siempre sacarán, cuando la necesitaren, luz y fuerza para sus propias necesidades y para las de los demás[35]. 29. Sin perjudicar la vida
espiritual, la enseñanza
Para alcanzar este fin, la enseñanza intelectual ha de estar muy estrechamente unida con el amor a la oración y a la contemplación de las cosas divinas; además, ha de ser completa, sin omitir parte alguna en las materias mandadas, siendo también coherente y de tal modo estructurada en todas sus partes que todas las materias converjan hacia un solo sistema, sólido y bien ordenado; que esté también adaptada sabiamente para responder a los errores de nuestra época y ayudarla en sus necesidades; que esté, asimismo, al corriente de los modernos descubrimientos y, al mismo tiempo, muy de acuerdo con la venerable tradición; finalmente, que esté ordenada con eficacia para un fructuoso cumplimiento de todas las cargas pastorales, de suerte que permita a los futuros sacerdotes enseñar y defender, según conviniere, la sana doctrina en sermones y en catequesis que se dirijan tanto a las gentes incultas como a las gentes instruidas, administrar bien los sacramentos, promover activamente el bien de las almas y ser útiles a todos con sus palabras y con sus actos. 30. Importancia de la
formación espiritual e intelectual
Aunque todo esto que Nos hemos dicho hasta aquí sobre la formación espiritual e intelectual de los alumnos contribuye en el más alto grado a preparar hombres verdaderamente apostólicos y es necesario para ello, de modo que, si el sacerdote se halla falto de la santidad y de la ciencia deseadas, esté muy convencido de que le falta todo, Nuestro oficio, muy grave, Nos obliga aquí a añadir que, además de la santidad y de la ciencia requeridas, es absolutamente necesario que el sacerdote, para cumplir bien con su ministerio apostólico, reciba una formación pastoral muy cuidada y perfecta en todos puntos, que le dé habilidad y destreza verdaderas para cumplir convenientemente las numerosas cargas del apostolado cristiano. Y si es habitual que cada uno, antes de ejercitar un oficio, comience por una sólida preparación, ya sea teórica, según se dice, ya técnica, ya práctica en el curso de un largo aprendizaje, ¿quién negará que se necesite una preparación mucho más cuidada y más alta que preceda a lo que se llama con razón el arte de las artes? 31. Preparación intensa y las diferentes virtudes apostólicas: formación espiritual. Esta formación pastoral de los alumnos, que ya debe comenzarse al principio del ciclo de los estudios, y perfeccionarse gradualmente a medida que avanzan en edad, y acabarse por un "periodo" especial después de los estudios de Teología, correspondiente a la finalidad de cada Instituto, ha de mirar ante todo a que los futuros ministros y apóstoles de Cristo, siguiendo el ejemplo de Cristo mismo, estén sólida y profundamente impregnados por las virtudes apostólicas, esto es, por un celo ardiente y muy puro para trabajar por la gloria de Dios, un amor activo y ardiente hacia la Iglesia para defender sus derechos, conservar y extender su doctrina, un celo abrasado por la salvación de las almas, una prudencia sobrenatural en las palabras y en los actos unida a la sencillez evangélica, una humilde abnegación de sí mismos y una dócil sumisión a los superiores, una muy firme confianza en Dios y una conciencia clarísima de su misión, una viril habilidad para llevar los asuntos y una constancia para continuar todo lo emprendido, una fidelidad atenta a cumplir su oficio, un gran valor para hacer y soportar cosas muy duras, y, finalmente, una amabilidad y humanidad cristianas que atraigan a todos. 32. Las materias que han de enseñar maestros experimentados: formación doctrinaria. Necesario es, además, mientras se da la formación pastoral, cuidar de que, habida cuenta del grado de progreso en los estudios, los alumnos sean instruidos en todas las materias que puedan conducir a formar en todos los aspectos el buen soldado de Cristo[36] y pertrecharle con las armas apostólicas correspondientes. Por ello, además de los estudios filosóficos y teológicos, para prepararles oportunamente a la acción pastoral, según Nos hemos dicho, es necesario absolutamente que los futuros pastores de la grey del Señor reciban de maestros competentes, según las normas de la Sede Apostólica, una enseñanza tocante a las cuestiones psicológicas y pedagógicas, didácticas y catequísticas, sociales y pastorales y otras de esta suerte -enseñanza, que responda al progreso actual de estas materias y que los prepare para las múltiples necesidades del apostolado moderno. 33. Los ejercicios prácticos en la cura de almas. Y para que esta formación apostólica doctrinal quede muy bien confirmada en el uso y en la experiencia, preciso es asociarle ejercicios llamados prácticos, que progresen gradualmente con discreción y estén prudentemente ordenados. Queremos, pues, Nos que se cumplan en un "periodo" especial, que deberá seguir a la recepción del sacerdocio, bajo la dirección de hombres muy competentes de hecho en su doctrina, y que se desarrollen de manera continua sin jamás interrumpir los estudios sagrados. EPÍLOGO La vigencia de estas normas y el papel de la S. C. de Religiosos 34. Se establece la vigencia de estos principios. Luego de haber dado estos muy altos principios que deben regir así el trabajo de formación como a los educadores y a sus alumnos, y las leyes generales que tocan a cada punto de esta cuestión tan importante, examinado todo con madurez, Nos declaramos y con ciencia cierta establecemos, y en virtud de la plenitud del poder apostólico, que deben ser observados por todos a quienes se refiere. 35. Se señala el nuevo papel de la S. C. de Religiosos al respecto. Además, Nos damos poder, en virtud de Nuestra autoridad, a la S. Congregación de Religiosos, para publicar ordenanzas, instrucciones, declaraciones, interpretaciones y otros documentos de este género, para la aplicación de los estatutos generales ya aprobados por Nos, y promulgar todo cuanto sirva para hacer que se observen fielmente la Constitución, los estatutos y los reglamentos. No obstando nada en contrario, ni aun las cosas dignas de una mención particular.
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