Magisterio de la Iglesia
Levate
Encíclica
PÍO
IX Venerables Hermanos,
salud y bendición apostólica 1. El cuadro de
calamidades.
Levantad, Venerables Hermanos, los ojos a vuestro alrededor y veréis, y juntamente con Nosotros vehementemente lamentaréis, las pésimas abominaciones con las que sobre todo la pobre
Italia está actualmente perturbada; Nosotros en verdad adoramos humildemente los inescrutables juicios de Dios a quien plugo que viviéramos en estos luctuosísimos tiempos en los cuales las obras de algunos hombres y sobre todo de aquellos que en la infelicísima
Italia rigen y gobiernan la república, desprecian enteramente los venerables mandatos de Dios y las leyes de la Santa Iglesia, mientras la impiedad levanta en alto impunemente la cabeza, y triunfa. De lo cual provienen todas las iniquidades, males y castigos que contemplamos con suma aflicción de Nuestro
ánimo. De aquí aquellas múltiples falanges de hombres que caminando en la impiedad, militan bajo el estandarte de Satanás, en cuya frente está escrito: "Mentira", los cuales convocados en nombre de la rebelión y poniendo su boca en el
cielo blasfeman de Dios, infaman y desprecian todo lo sagrado, y
pisotean todos los derechos divinos y humanos, semejantes a lobos rapaces,
anhelan la presa, derraman la sangre, pierden las almas con sus gravísimos
escándalos, buscan con suma injusticia el lucro de la propia malicia, y arrebatan
violentamente lo ajeno, contristan al pequeño y al pobre, aumentan el número
de las viudas y huérfanos, y después de haber recibido
mercedes, conceden venias a los impíos, mientra niegan la justicia al justo y lo despojan, y con el corazón corrompido,
se esfuerzan torpemente en llevar a cabo los más depravados deseos con máximo daño de la misma sociedad civil. 2. El gobierno de Piamonte y la
Santa Sede.
Estamos actualmente, Venerables Hermanos, rodeados visiblemente de este género de hombres
perdidos. Estos hombres del todo animados pe el espíritu diabólico pretenden colocar la bandera de la mentira en esta
misma alma Urbe Nuestra, junto a la Cátedra de Pedro, centro de la verdad y la unidad católica. Pero los que dirigen el gobierno del Piamonte, que
deberían reprimir semejantes hombres, no se avergüenzan en
fortalecerlos con todo empeño y en proporcionarles armas, y todo lo necesario,
facilitándoles el camino a esta urbe. Pero estremézcanse todos estos hombres
por más que estén colocados en el suprema grado y lugar de la potestad civil,
como quiera que con esta inicua manera de proceder se ligan con nuevos lazos de penas si bien en la humildad de
Nuestro corazón no desistimos de rogar y obsecrar a Dios, rico en misericordia para que se digne hacer volver a
todos estos hombres muy desgraciados a la penitencia saludable y al recto
camino de la justicia, religión y piedad, con todo no podemos callar los gravísimos peligros a los que estamos
expuestos en estas horas de tinieblas. Por más que se Nos excite con malvados
fraudes, calumnias, insidias y mentiras, esperamos con ánimo enteramente
tranquilo la marcha de los acontecimientos, como quiera que colocamos toda Nuestra esperanza y confianza en
Dios Salvador Nuestro, que es Nuestra ayuda y fortaleza en todas Nuestras
tribulaciones y que no tolera que sean confundidos los que esperan en El, y
vuelve sobre ellos las insidias de los impíos y quebranta las cervices de los pecadores. Mientras tanto no podemos
dejar de denunciar a vosotros, Venerables Hermanos, y a todos los fieles encomendados a vuestro cuidado, el
tristísimo estado y los gravísimos peligros en que actualmente nos
hallamos por obra del gobierno piamontés. Puesto que si bien estamos
defendidos por la valentía y devoción de Nuestro fidelísimo ejército, que habiendo
realizado preclaras hazañas demostró una fortaleza casi heroica, es evidente
que el mismo no puede resistir largo tiempo a un número mucho mayor de injustísimos agresores. Y si bien no
nos depara pequeña consolación la piedad filial que Nos demuestra el
resto de Nuestros súbditos reducido a un pequeño número por los criminales usurpadores, Nos vemos, sin embargo, obligados a
dolernos vehementemente de que ellos no puedan dejar de sentir los gravísimos peligros que provienen
de los desenfrenados escuadrones de hombres criminales, que continuamente los aterrorizan con amenazas, los
despojan y los vejan de todas maneras. 3. La
Iglesia en Rusia y Polonia. Pero
Nos vemos obligados a deplorar otros males, nunca bastante llorados,
Venerables Hermanos. Sobre todo por Nuestra alocución consistorial tenida el
día 29 del mes de octubre del año pasado y luego por la narración provista
de argumentos, que fue dada a la imprenta, conocisteis muy bien con cuantas
calamidades se están vejando e hiriendo, de un modo lamentable, la Iglesia
Católica y sus hijos en el imperio ruso y en el reino de Polonia.
Puesto que los sagrados obispos católicos, los varones eclesiásticos y los
fieles laicos, han sido arrojados al destierro, encerrados en cárceles y de
mil maneras perseguidos, despojados de los propios bienes y afligidos y
oprimidos con severísimas penas y cómo han sido transgredidos enteramente
los cánones y leyes de la Iglesia. No contento con todo esto, el gobierno de
Rusia se empeña en proseguir violando, según el propósito de sus
antepasados, la disciplina de la Iglesia y en romper los vínculos de unión y
comunión de aquellos fieles con Nosotros y esta Santa Sede, y maquinar y
procurar todo cuanto tienda a destruir radicalmente la Religión católica y a
arrancar a todos aquellos fieles del seno de la Iglesia Católica arrastrándolos
al funestísimo cisma. Con increíble dolor de Nuestro ánimo os damos noticia
de dos decretos que fueron promulgados por aquel gobierno después de Nuestra
última alocución arriba mencionada. Por el decreto publicado el día 22 del
pasado mes de mayo con horrendo atrevimiento, casi fue enteramente extinguida
la Diócesis poliachense en el reino de Polonia juntamente con su colegio de
Canónigos, Consistorio General y Seminario Diocesano y el Obispo de la misma
Diócesis separado de su grey, fue obligado a alejarse inmediatamente del
territorio de su diócesis. Este decreto es semejante a aquel del día 3 de
junio, publicado el mismo año pasado, del que no pudimos hacer mención,
como quiera que lo ignorábamos. Por este decreto el mismo gobierno no vaciló
en suprimir por su propio arbitrio y autoridad la diócesis Cameneciense y en
dispersar el colegio de Canónigos, el Consistorio y el Seminario y en
arrebatar violentamente su Obispo a aquella diócesis. Y
como se Nos cerrara todo camino y manera de comunicarnos con aquellos fieles,
para no exponer a nadie a la cárcel, destierro u otras penas, Nos vimos
obligados a insertar en Nuestras Efemérides el acto por el que juzgamos
proveer al ejercicio de la legítima jurisdicción
de aquellas dilatadas diócesis y a las necesidades de los fieles, de modo que
por medio de la imprenta llegara hasta allá la noticia de Nuestras
decisiones. Cualquiera puede fácilmente entender con qué fin publica el
gobierno de Rusia estos decretos, por qué a la ausencia de muchos
obispos añade la supresión de las diócesis.
Pero lo que colma Nuestra
amargura, Venerables Hermanos, es otro decreto promulgado por el mismo
gobierno el día 22 del pasado mes de mayo, por el que fue constituido en Petrópolis
el Colegio, llamado eclesiástico católico romano, presidido por el Arzobispo
Mohiloviense. O sea que todas las peticiones, aun las referentes a asuntos de
fe y de conciencia, que son remitidas a Nosotros y a esta Sede Apostólica por
los Obispos, Clero y pueblo fiel del Imperio Ruso y del Reino de Polonia, deben
ser enviadas primero a ese Colegio y ese mismo Colegio debe primero
examinarlas y discernir si las peticiones no sobrepasan las potestades de los
Obispos y en este caso hacer que lleguen a Nosotros. Y luego que llegare allá
Nuestra decisión, el presidente del predicho Colegio debe remitirla al Ministerio
de Relaciones Internas, quien considerará si se encuentra en ella algo
contrario a las leyes del Estado y a los derechos del Supremo Príncipe, y
cuando no suceda así la cumplirá según su arbitrio y voluntad.
Bien veis, Venerables Hermanos, cuan vehementemente reprobable y condenable
sea tal decreto emanado de una potestad laica y cismática, por el que se
destruye la divina constitución de la Iglesia Católica, y se echa por tierra
la disciplina eclesiástica y se infiere una máxima injuria a Nuestra suprema
Pontificia potestad y autoridad, a la de esta Santa Sede y a la de los
Obispos, y los fieles son impelidos a un funestísimo cisma y hasta se viola y
conculca el mismo derecho natural en los negocios que respectan a la fe y a la
conciencia.
Además de esto, ha sido suprimida la Academia
Católica de Varsovia una triste ruina amenaza a la Diócesis. Y lo deplorable
sobre todo es que en Chelmense y Beltiense entre los Rutenos se
haya
encontrado
cierto
Presbítero Woiciki de sospechosa fe, quien despreciando todas las penas y censuras eclesiásticas
y
menospreciando
el
terrible juicio de Dios, de ninguna manera temió recibir
del
poder civil el régimen y cuidado de la misma diócesis y publicar ya
varias ordenaciones que son contrarias a la disciplina eclesiástica
y
favorecen
al
funestísimo cisma. 4.
Exhortación a la oración
En tantas calamidades y angustias Nuestras y de la Iglesia, como no hallamos
otro que luche por Nosotros sino el Señor Dios Nuestro, os rogamos
vehementemente una y otra vez, Venerables Hermanos, que según vuestro
singular amor y celo por la causa católica y vuestra egregia piedad para con
Nosotros, queráis unir vuestras ferventísimas preces con las Nuestras y a
una con todo vuestro clero y pueblo fiel rogar e implorar a Dios sin
intermisión, para que, acordándose de sus misericordias que son desde los
siglos de los siglos, aleje su indignación de Nosotros y libre a su Santa
Iglesia y a Nosotros de tantos males; y que a los hijos de la misma Iglesia,
para Nos queridísimos, mortificados con tantas insidias y afligidos con
tantas calamidades, casi en todas partes, pero sobre todo en Italia, en el
Imperio Ruso y en Polonia, los ayude con su virtud omnipotente, los defienda,
los conserve cada día más estables en la profesión de la fe católica y
saludable doctrina, los confirme y robustezca, y desbarate todas las impías
maquinaciones de los hombres enemigos, los llame del abismo de iniquidad al
camino de la salud y los lleve por la senda de sus mandamientos.
Triduo universal e indulgencias que se ganan
Por lo tanto queremos que se reciten durante un triduo, públicas
plegarias según vuestro arbitrio dentro de seis meses, y para los países
ultramarinos dentro de un año. Y para que los fieles asistan con más
ardiente afecto a estas plegarias públicas, e imploren a Dios, a todos y cada
uno de los fieles cristianos de ambos sexos, que en los predichos tres días
asistan devotamente a las mismas preces y rueguen a Dios según Nuestras
intenciones por las presentes necesidades de la Iglesia, y purificados con la
Confesión Sacramental se reconforten con la Sagrada Comunión, concedemos
misericordiosamente en el Señor la indulgencia plenaria y remisión de sus
pecados. Empero aquellos fieles, que por lo menos con corazón contrito, en
cualquiera de los mencionados días cumpliesen con las demás obras predichas,
perdonamos en la forma acostumbrada por la Iglesia siete años y el mismo
número de cuarentenas de las penitencias a ellos aplicadas o que de cualquier
modo debían. Todas las cuales indulgencias y cada una de ellas, remisiones de
pecados y supresiones de
penitencia, concedemos que puedan también en el Señor ser aplicadas a modo
de sufragio a las almas de los fieles cristianos que unidas en caridad con
Dios hayan emigrado de esta vida. No obstando a lo cual nada de cuanto le sea
contrario. 5. Conclusión.
Por
último, nada ciertamente más grato a Nosotros que usar gustosísimamente
también de esta ocasión para atestiguaros y confirmaros una vez más la
particular benevolencia con que os abrazamos en el Señor. Recibid como certísima
prenda de ella la bendición apostólica que os impartimos amorosamente en la
efusión de Nuestro cordial afecto, a vosotros, Venerables Hermanos, a todos
los clérigos y fieles laicos confiados a la vigilancia de cada uno de
vosotros. Dado en
Roma junto a San Pedro, el día 27 de octubre del año 1867, de Nuestro
Pontificado el año vigésimo segundo. PIO PAPA IX.
Sobre
diversas calamidades que afligen a la Iglesia
27
de octubre de 1867
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