Magisterio de la Iglesia
Unicidad de la Iglesia (Fragmento)
PÍO
IX
Carta del Santo Oficio a los obispos de
Inglaterra
Sobre
la unicidad de la Iglesia
16
de septiembre de 1864
Se
ha comunicado a la Santa Sede que algunos católicos y hasta varones eclesiásticos
han dado su nombre a la sociedad para procurar, como dicen, la unidad
de la cristiandad —erigida en Londres el año 1857— y que se han
publicado ya varios artículos de revistas, firmados por católicos que aplauden
a dicha sociedad o que se dicen compuestos por varones eclesiásticos que la
recomiendan. Y a la verdad, qué tal sea la índole de esta sociedad y a qué
fin tienda, fácilmente se entiende no sólo por los artículos de la revista
que lleva por título The Union Review, sino por la misma hoja en que se
invita e inscribe a los socios. En efecto, formada y dirigida por protestantes,
está animada por el espíritu que expresamente profesa, a saber, que las tres
comuniones cristianas: la romano-católica, la greco-cismática y la anglicana,
aunque separadas y divididas entre sí, con igual derecho reivindican para si el
nombre católico. La entrada, pues, a ella está abierta para todos, en
cualquier lugar que vivieren, ora católicos, ora grecocismáticos, ora
anglicanos, pero con esta condición: que a nadie sea lícito promover cuestión
alguna sobre los varios capítulos de doctrina en que difieren, y cada uno pueda
seguir tranquilamente su propia confesión religiosa. Mas a los socios todos,
ella misma manda recitar preces y a los sacerdotes celebrar sacrificios según
su intención, a saber: que las tres mencionadas comuniones cristianas, puesto
que, según se supone, todas juntas constituyen ya la Iglesia Católica, se reúnan
por fin un día para formar un solo cuerpo...
El
fundamento en que la misma se apoya es tal que trastorna de arriba abajo la
constitución divina de la Iglesia. Toda ella, en efecto, consiste en suponer
que la verdadera Iglesia de Jesucristo consta parte de la Iglesia Romana
difundida y propagada por todo el orbe, parte del cisma de Focio y de la herejía
anglicana, para las que, al igual que para la Iglesia Romana, hay un solo Señor,
una sola fe, un solo bautismo
[cf. Eph. 4, 5]... Nada ciertamente puede ser
de más precio para un católico que arrancar de raíz los cismas y disensiones
entre los cristianos, y que los cristianos todos sean solícitos en guardar
la unidad del espíritu en el vínculo de la paz
[Eph. 4, 3]... Mas que los
fieles de Cristo y los varones eclesiásticos oren por la unidad cristiana,
guiados por los herejes y, lo que es peor, según una intención en gran manera
manchada e infecta de herejía, no puede de ningún modo tolerarse. La verdadera
Iglesia de Jesucristo se constituye y reconoce por autoridad divina con la cuádruple
nota que en el símbolo afirmamos debe creerse; y cada una de estas notas, de
tal modo está unida con las otras, que no puede ser separada de ellas; de ahí
que la que verdaderamente es y se llama Católica, debe juntamente brillar por
la prerrogativa de la unidad, la santidad y la sucesión apostólica. Así,
pues, la Iglesia Católica es una con unidad conspicua y perfecta del orbe de la
tierra y de todas las naciones, con aquella unidad por cierto de la que es
principio, raíz y origen indefectible la suprema autoridad y más excelente
principalía” del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y de sus
sucesores en la cátedra romana. Y no hay otra Iglesia Católica, sino la que,
edificada sobre el único Pedro, se levanta por la unidad de la fe y la caridad en
un solo cuerpo conexo y compacto
[Eph. 4, 16].
Otra razón por que deben los fieles aborrecer en gran manera esta sociedad londinense es que quienes a ella se unen favorecen el indiferentismo y causan escándalo.