Magisterio de la Iglesia
San Gregorio Nacianceno
SOBRE EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
A) Osadía del investigador curioso Cuando admiro esta enfermedad de la lengua tan extendida en nuestros tiempos (el discutir sobre la Santísima Trinidad) y cuánto sabio, hecho en un solo día, se da a conocer como tal en un momento, convirtiéndose en teólogo con sólo recibir la imposición de manos, y a quienes parece que para adquirir la sabiduría basta y sobra con quererlo, me siento dominado por el deseo de una filosofía superior, y con Jeremías (9,2) me marcho en busca de un lugar apartado y oculto y anhelo vivir solitario y retirado del comercio con los demás hombres. B) El dogma Habiendo, pues, procurado con mis palabras purificar a los teólogos, vamos a hablar brevemente sobre Dios, pertrechados y protegidos con el auxilio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, de quienes vamos a ocuparnos… Adoramos, pues, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, distinguiendo tres personas y uniendo la divinidad y sin reducir los tres a uno solo, para no incurrir en el error de Sabelio; ni separarlos y dividirlos en tres cosas diversas y extrañas, para no incurrir en el error y locura de Arrio... Así, pues, rechazamos tanto la reducción viciosa como la división, más absurda que la primera; si reducimos la divinidad a una sola persona por miedo de admitir multitud de dioses, hablaremos palabras vanas y vacías de sentido, diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno solo; y al establecer que son una sola cosa, es lo mismo que si creyéramos que no son nada (pues dejarían de ser lo que son si mutuamente se predicaran y atribuyeran el uno al otro); si, por el contrario, los creemos divididos en tres naturalezas externas, desiguales y separadas, como Arrio, que con razón adquirió el título de furioso; o sin mutuo origen y desordenadas y contrarias a la divinidad, para expresarme de esta manera, o le encerraríamos en cierta parquedad judaica, circunscribiendo la divinidad al Ingénito, o incurriríamos en el mal opuesto, no menos pernicioso, estableciendo tres principios y tres dioses, lo cual es mucho mas absurdo que el error primero... Así, pues, debemos admitir un solo Dios y confesar tres hipóstasis o personas, y cada una con sus propiedades. En mi opinión, para admitir un solo Dios, es necesario referir a un solo autor el Hijo y el Espíritu Santo, sin componer ni mezclar, y entender, por decirlo así, una e idéntica moción y voluntad, una idéntica esencia en Dios. C) Dificultades sobre la generación a) Principio, no causa Cuando digo principio, debes guardarte de interponer tiempo (entre el Padre y el Hijo) o de imaginar algo intermedio entre el que engendra y el engendrado, separando así la naturaleza por la mala colocación del tiempo entre cosas coeternas y conexas. Si el tiempo fuera más antiguo que el Hijo, sería preciso admitir que el Padre fue primero causa de El. Pero, si es así, ¿de qué manera ha de ser autor de los tiempos el que está sujeto al tiempo por haber nacido en él? ¿Cómo es Señor de todas las cosas Aquel a quien el tiempo precede y le domina? El Padre no conoce principio; no tiene su origen de parte alguna ni de si mismo. El Hijo, si se considera al Padre como causa, de ningún modo carece de principio, porque el Padre es principio del Hijo, como causa; pero, si se considera el principio con relación al tiempo, está exento también de todo principio... Tú crees que Dios es engendrado en esta forma, porque así se engendran los cuerpos; mas yo afirmo que no es engendrado así, precisamente porque ésta es la manera de engendrarse los cuerpos. Porque lo que tiene diversa naturaleza, tiene diversa forma de generación… Pero si es engendrado, dices, ¿de qué manera lo ha sido? Contéstame, disputador sutil e invencible. Si ha sido creado, ¿cómo lo ha sido?... b) Peculiaridad de la generación divina Mas, si... la voluntad de Dios va junta con la acción, es, a la verdad, bien evidente que de un modo produce el hombre, y de otro diverso Dios, Creador de todas las cosas. ¿Qué razón es ésta que, creando Dios de distinta manera que los hombres, le obligues a engendrar como los hombres?... No digo que de tal manera existe el Hijo por el Padre, como si hubiera estado primeramente en El y después entrado en la realidad de las cosas. Tampoco digo que fue imperfecto primeramente y después perfecto, según supone la ley de nuestra generación y nacimiento... Enseñamos y confesamos que desde que el Padre existía, sin haber sido engendrado (y siempre fue; por mucho que se eleve nuestra mente, no concibe que no existiera en algún tiempo), también el Hijo existía, siendo engendrado. De esta manera concurre la esencia del Padre con la generación del Unigénito, el cual existe del Padre, pero no después de El, o por lo menos sólo por el pensamiento de principio. D) Creer humildemente para llegar a ver Si opinas que no debes investigar con curiosidad, si se ha de decir la generación del Hijo o su subsistencia tampoco debes investigar con curiosidad la procesión del Espíritu Santo. A mí me es suficiente oír que es hijo y que procede del Padre; que aquél es Padre y éste es Hijo; nada más creo deber investigar ni escudriñar con ansiedad, no sea que me suceda lo mismo que a… los ojos cuando miran de frente a los rayos del sol. Pues cuanto más clara y minuciosamente intenta ver, tanto más gravemente se perjudica el sentido de su vista, y por mirar largo tiempo, perderá hasta la facultad de ver, venciendo el sol la fuerza de la vista si quiere uno contemplarle todo y no únicamente en cuanto se le puede mirar. Oyes llamarla generación; no inquieras el modo con nimia curiosidad. Oyes que el Espíritu Santo precede del Padre; no escudriñes con escrupulosidad la manera. Aunque seas mas perspicaz y tengas más talento que otros, serás, sin embargo, tan inferior a la verdad cuanta es la diferencia que existe entre tu esencia y la esencia de Dios. Tenemos la promesa de que algún día llegaremos a conocer tanto como hemos sido conocidos. Si es imposible que podamos llegar a conseguir en esta vida un conocimiento perfecto de las cosas, respeta lo que ignoras. ¿Qué es lo que esperamos? No hay duda, me dirás, que el reino de los cielos. Más no entiendo por él otra cosa que la consecución de aquello que es lo más puro y perfecto, esto es, el conocimiento de Dios. Conservémosle ahora y poseámosle en parte. Procuremos en parte adquirirle mientras vivimos en la tierra, y reservémosle también en parte para la vida futura, para conseguir como fruto y lucro de nuestro trabajo y de nuestra industria ser iluminados por toda la luz de la Santa Trinidad y conocer qué, cuál y cómo es, si así nos es lícito expresarnos, en el mismo Cristo, Señor nuestro, a quien sea dada la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amen. |