Magisterio de la Iglesia

Pator de Hermas

   El «Pastor de Hermas» es un libro que fue muy apreciado en la primitiva Iglesia, hasta el punto de que algunos Padres llegaron a considerarlo como canónico, esto es, perteneciente al conjunto de la Sagrada Escritura. Sin embargo, gracias al Fragmento Muratoriano (un pergamino del año 180 que recoge la lista de los libros inspirados, descubierto y publicado en el siglo xv), sabemos que fue compuesto por un tal Hermas, hermano del Papa Pío I, en la ciudad de Roma; por tanto, entre los años 141 a 155. Otros catálogos eclesiásticos posteriores confirman esta noticia. Es el escrito más largo de la época post-apostólica.

   El libro refleja el estado de la cristiandad romana a mediados del siglo II. Tras una larga pausa de tranquilidad sin sufrir persecución, parece que no era tan universal el buen espíritu de los primeros tiempos. Junto a cristianos fervorosos, había muchos tibios; junto a los santos, no faltaban los pecadores, y esto en todos los niveles de la Iglesia, desde los simples fieles a los ministros sagrados. No es de extrañar, pues, que el libro gire en torno a la necesidad de la penitencia.

   Se trata de un escrito perteneciente al género apocalíptico: el autor presenta sus ideas como si le hubiesen sido reveladas (apocalipsis = revelación, en griego) por dos personajes misteriosos: una anciana y un pastor. Precisamente de este último personaje toma nombre todo el libro.

   En la primera parte, el autor ilustra la doctrina de la penitencia por medio de una serie de Visiones o revelaciones. Se le aparece una anciana matrona que va despojándose poco a poco de la vejez para mostrarse al final como una novia engalanada, símbolo de los elegidos de Dios. Esa matrona, como ella misma explica, es la Iglesia: parece anciana porque es la criatura más antigua de la creación, y porque la afean los pecados de los cristianos; pero se renueva gracias a la penitencia, hasta aparecer sin fealdad alguna. En la segunda parte, los Mandamientos, el ángel de la penitencia enseña a Hermas un resumen de la doctrina moral. En la tercera, llamada Comparaciones o semejanzas, se resuelven algunas cuestiones que inquietaban a los cristianos de aquella época.

   En las siguientes lineas se recogen dos textos de esta obra. En el primero, correspondiente a la tercera visión, la anciana explica a Hermas el significado de una torre que se construye con piedras, de las que algunas son desechadas. Es una bella imagen para señalar la construcción de la Iglesia, en la que los cristianos—como decía San Pedro— son piedras vivas edificadas sobre el fundamento que es Cristo. Y para ser piedra viva, tiene una importancia fundamental la penitencia por los pecados.

LOARTE

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   El llamado Pastor, de Hermas, es un escrito complejo y extraño, compuesto en el género apocalíptico y visionario, probablemente hacia la primera mitad del siglo ll, aunque pudiera haber en él elementos de diversas épocas. Consta de una serie de visiones, comparaciones o alegoAas, algunas de ellas de sentido bastante confuso, que se refieren a diversos aspectos de la vida cristiana.

   Según se desprende del escrito, Hermas, su autor, era un cristiano sencillo y rudo, pero lleno de preocupaciones religiosas y con una par ticular conciencia de sus propias faltas morales de diversa índole. Pesa sobre él especialmente el remordimiento por no haber sabido mantener debidamente las relaciones familiares con su mujer y sus hijos, y por no haber sabido hacer buen uso de sus bienes de fortuna, que había perdido. Correspondiendo a esta conciencia de culpabilidad, sobresale en el escrito el tema de la penitencia y del perdón que, contra lo que se suponía en concepciones rigoristas, podía ser obtenido al menos una vez después del bautismo, si uno se arrepentía sinceramente. Hermas, simple laico, tiene conciencia de que esto se oponía a la enseñanza de ciertos doctores de la Iglesia que no admitían posibilidad de perdón al que hubiere pecado gravemente después del bautismo, y presenta sus ideas como un anuncio especial de un mensajero de Dios que se aparece en forma de pastor, y que es el que dio a este escrito su nombre.

   Además del tema de la penitencia, es prominente en el Pastor, de Hermas, el tema de la Iglesia, la cual aparece balo la alegoría de una torre en construcción, de la que pueden venir a formar parte diversas clases de piedras, que son diversos géneros de fieles. Algunas piedras son temporalmente rechazadas para la construcción, otras lo son definitivamente, representando los fieles que podrán o no a su tiempo hacer penitencia.

   Otros muchos temas van apareciendo a lo largo del escrito: de particular interés pueden ser los que se refieren al peligro de las riquezas, a las relaciones entre ricos y pobres, o a la necesidad de saber distinguir los signos de la influencia del bueno o del mal espíritu en nosotros o en los demás. En este último aspecto Hermas encabeza la copiosa literatura cristiana acerca del "discernimiento de espíritus".

   El Pastor, de Hermas, muestra cierta audacia imaginativa, pero tiene en general poca profundidad teológica y se mantiene más bien en una actitud meramente moralística. Sin embargo, es interesante como reflejo de los problemas religiosos y morales que podia tener entonces un cristiano ordinario.

JOSEP VIVES

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Piedras para construir la Iglesia

   (Visión lll, nn. 2-7)

   Dicho esto, [la anciana] hizo ademán de marcharse; mas yo me postré a sus pies y le supliqué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Y ella me tomó otra vez de la mano, me levantó y me hizo sentar en el banco a su izquierda. Tomó asiento también ella, a la derecha, y, levantando una vara brillante, me dijo:

   -¿Ves una cosa grande?

   -Señora -le contesté-, no veo nada.

   -¡Cómo! -me replica-; ¿no ves delante de ti una torre que se está construyendo sobre las aguas con brillantes sillares?

   En un cuadrilátero, en efecto, se estaba construyendo la torre, por mano de aquellos seis jóvenes que habían venido con ella; y, juntamente, otros hombres por millares y millares, se ocupaban en acarrear piedras -unas de lo profundo del mar, otras de la tierra- y se las entregaban a los seis jóvenes. Estos las tomaban y edificaban.

   Las piedras sacadas de lo profundo del mar las colocaban todas sin más en la construcción, pues estaban ya labradas y se ajustaban en su juntura con las demás piedras; tan cabalmente se ajustaban unas con otras, que no aparecía juntura alguna y la torre semejaba construida como de un solo bloque.

   De las piedras traídas de la tierra, unas las tiraban, otras las colocaban en la construcción, otras las hacían añicos y las arrojaban lejos de la torre. Había, además, gran cantidad de piedras tiradas en torno de la torre, que no empleaban en la construcción, pues de ellas unas estaban carcomidas, otras con rajas, otras desportilladas, otras eran blancas y redondas y no se ajustaban a la construcción. Veía también otras piedras arrojadas lejos de la torre, que venían a parar al camino, pero que no se detenían en él, sino que seguían rodando del camino a un paraje intransitable; otras caían al fuego y allí se abrasaban; otras venían a parar cerca de las aguas, pero no tenían fuerza para rodar al agua por más que deseaban rodar y llegar hasta ella.

   Una vez que me mostró todas estas cosas, quería retirarse. Le digo:

   -Señora, ¿de qué me sirve haber visto todo eso, si no sé lo que significa cada cosa?

   Me respondió diciendo:

   -Astuto eres, hombre, queriendo conocer lo que se refiere a la torre.

   -Sí, señora -le respondo-; quiero conocerlo para anunciarlo a los hermanos y que así se pongan más alegres. Y, una vez que hayan conocido estas cosas, reconozcan al Señor en mucha gloria.

   Y ella me dijo:

   -Oírlas, las oirán muchos; pero, después de oídas, unos se alegrarán y otros llorarán. Sin embargo, aun éstos, si oyeren y se arrepintieren, se alegrarán también. Escucha, pues, las comparaciones acerca de la torre, pues voy a revelártelo todo. Y ya no me molestes más pidiéndome revelación, pues estas revelaciones tienen un término, puesto que están ya cumplidas. Sin embargo, tú no cesarás de pedir revelaciones, pues eres importuno.

   Ahora bien, la torre que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, la que se te apareció tanto ahora como antes. Así, pues, pregunta cuanto gustes acerca de la torre, que yo te lo revelaré, a fin de que te alegres junto con los santos (...).

   Le pregunté entonces:

   -¿Por qué la torre está edificada sobre las aguas, señora?

   -Ya te dije antes- me replicó- que eres muy astuto y que inquieres con cuidado; inquiriendo, pues, hallas la verdad. Ahora bien, escucha por qué la torre está edificada sobre las aguas. La razón es porque vuestra vida se salvó por el agua y por el agua se salvará; mas el fundamento sobre el que se asienta la torre es la palabra del Nombre omnipotente y glorioso y se sostiene por la virtud invisible del Dueño.

   Tomando la palabra, le dije:

    -Señora, esto es cosa grande y maravillosa. Y los seis jóvenes que están construyendo, ¿quiénes son, señora?

   -Éstos son aquellos santos ángeles de Dios que fueron creados los primeros, y a quienes el Señor entregó su creación para acrecentar y edificar y dominar sobre la creación entera. Así pues, por obra de éstos se consumará la construcción de la torre.

   -Y los otros que llevan las piedras, ¿quiénes son?

   -También éstos son ángeles santos de Dios; pero aquellos seis los superan en excelencia. Por obra de unos y otros se consumará, pues, la construcción de la torre, y entonces todos se regocijarán en torno de ella, y glorificarán a Dios porque se terminó su construcción.

   Hícele otra pregunta:

   -Señora, quisiera saber el paradero de las piedras y qué significación tiene cada una de ellas.

   Me respondió diciendo:

   -No es que seas tú más digno que nadie de que se te revele, porque otros hay primero y mejores que tú a quienes debieran revelárseles estas visiones. Mas, para que sea glorificado el nombre de Dios, se te han revelado a ti, y se te seguirán revelando, por causa de los vacilantes, de los que oscilan en sus discursos consigo mismos sobre si estas cosas son o no son. Diles que todas estas cosas son verdaderas y nada hay en ellas que esté fuera de la verdad, sino que todo es firme y seguro y bien asentado.

   Escucha ahora acerca de las piedras que entran en la construcción. Las piedras cuadradas y blancas, que ajustaban perfectamente en sus junturas, representan los apóstoles, obispos, maestros y diáconos que caminan según la santidad de Dios, los que desempeñaron sus ministerios de obispos, maestros y diáconos pura y santamente en servicio de los elegidos de Dios. De ellos, unos han muerto, otros viven todavía. Éstos son los que estuvieron siempre en armonía unos con otros, conservaron la paz entre sí y se escucharon mutuamente. De ahí que en la construcción de la torre encajaban ajustadamente sus junturas.

   -Y las piedras sacadas de lo hondo del mar y sobrepuestas a la construcción, que encajaban en sus junturas con las otras piedras ya edificadas, ¿quiénes son?

   -Éstos son los que sufrieron por el nombre del Señor.

   -Quiero saber, señora, quiénes son las otras piedras, traídas de la tierra.

   Respondióme:

   -Los que entraban en la construcción sin necesidad de labrarlos son los que aprobó el Señor, porque caminaron en la rectitud del Señor y cumplieron sus mandamientos.

   -Y las que eran traídas y puestas en la construcción, ¿quiénes son?

   Éstas son los neófitos, nuevos en la fe, pero creyentes; son amonestados por los ángeles a obrar el bien, pues se halló en ellos alguna maldad.

   -Y los que rechazaban y tiraban, ¿quiénes son?

   -Éstos son los que han pecado, pero están dispuestos a hacer penitencia; por esta causa, no se los arrojaba lejos de la torre, pues cuando hicieren penitencia serán útiles para la construcción. Los que tienen intención de hacer penitencia, si de verdad la hacen, serán fortalecidos en la fe; a condición, sin embargo, de que hagan penitencia ahora, mientras se está construyendo la torre. Mas si la edificación llega a su término, ya no tienen lugar a penitencia. Sólo se les concederá estar puestos junto a la torre.

   ¿Quieres conocer las piedras que eran hechas trizas y se las arrojaba lejos de la torre? Éstos son los hijos de la iniquidad; se hicieron creyentes hipócritamente y ninguna maldad se apartó de ellos. De ahí que no tienen salvación, pues por sus maldades no son buenos para la construcción. Por eso se les hizo pedazos y se los arrojó lejos. La ira del Señor pesa sobre ellos, pues le han exasperado.

   Respecto a las otras, que viste tiradas en gran número por el suelo y que no entraban en la construcción, las piedras carcomidas representan a los que han conocido la verdad, pero no perseveraron en ella ni se adhirieron a los santos. Por eso son inútiles.

   -¿Y a quiénes representan las piedras con rajas?

   -Éstos son los que guardan unos contra otros algún resentimiento en sus corazones y no mantienen la paz mutua. Cuando se hallan cara a cara, parecen tener paz; mas apenas se separan, sus malicias siguen tan enteras en sus corazones. Éstas son, pues, las hendiduras que tienen las piedras.

   Las piedras desportilladas representan a los que han creído y mantienen la mayor parte de sus actos dentro de la justicia, pero tienen también sus porciones de iniquidad. De ahí que están desportillados y no enteros.

   -Y las piedras blancas y redondas y que no ajustaban en la construcción, ¿quiénes son, señora?

   Me respondió diciendo:

   -¿Hasta cuándo serás necio y torpe, que todo lo preguntas y nada entiendes por ti mismo? Éstos son los que tienen, sí, fe; pero juntamente poseen riqueza de este siglo. Cuando sobreviene una tribulación, por amor de su riqueza y negocios, no tienen inconveniente en renegar de su Señor.

   Le respondí, por mi parte:

   -Señora, ¿cuándo serán, pues, útiles para la construcción?

RIQUEZA - IMPEDIMENTO

   -Cuando -me dijo- se recorte de ellos la riqueza que ahora los arrastra, entonces serán útiles para Dios. Porque, al modo que la piedra redonda, si no se la labra y recorta algo de ella, no puede volverse cuadrada; así los que gozan de riquezas en este siglo, si no se les recorta la riqueza, no pueden volverse útiles a Dios. Por ti mismo, ante todo, puedes darte cuenta: cuando eras rico, eras inútil; ahora, en cambio, eres útil y provechoso para la vida. Haceos útiles para Dios, pues tú mismo eres empleado como una de estas piedras.

   En cuanto a las otras piedras que viste arrojar lejos y caer en el camino y que rodaban del camino a parajes intransitables, éstas representan a los que han creído; pero luego, arrastrados de sus dudas, abandonan su camino, que es el verdadero. Imaginándose, pues, que son ellos capaces de hallar camino mejor, se extravían y lo pasan míseramente andando por soledades sin senderos.

   Las que caían en el fuego y allí se abrasaban representan a los que de todo punto apostataron del Dios vivo y todavía no ha subido a su corazón el pensamiento de hacer penitencia, por impedírselo los deseos de su disolución y las perversas obras que ejercitaron.

   ¿Quieres saber quiénes son las otras piedras que venían a parar cerca de las aguas y que no podían rodar hasta ellas? Estos son los que, después de oír la palabra de Dios, quisieran bautizarse en el nombre del Señor; pero luego, al caer en la cuenta de la castidad que exige la verdad, cambian de parecer y se echan otra vez tras sus perversos deseos.

   Terminó, pues, la explicación de la torre. Importunándola yo todavía, le pregunté si a todas aquellas piedras rechazadas y que no encajaban en la construcción de la torre, se les daría ocasión o posibilidad de penitencia y tendrían aún lugar en esta torre.

   -Posibilidad de penitencia -me contestó- sí que la tienen; pero ya no pueden encajar en esta torre. Sin embargo, se ajustarán a otro lugar mucho menos elevado, y eso cuando hayan pasado por los tormentos de la penitencia y hayan cumplido los días de expiación de sus pecados. La razón de que sean trasladados es porque, al fin y al cabo, participaron de la palabra justa. E incluso para ser trasladados de sus tormentos, es preciso que antes suban a su corazón, por la penitencia, las obras malas que ejecutaron; si no suben, no se salvarán, en castigo de su dureza de corazón.

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