Balzac: Estética de la fragmentación en Sarrasine.

La voz, el cuerpo y el deseo.

por Julio Astier

"Una mano no solamente es del cuerpo, sino que expresa y continúa un pensamiento que es preciso captar y reproducir".

Honoré Balzac; Le Chef-d´oeuvre inconnu

 

 

Para un estudio concreto de la obra de Balzac sería ideal un abordaje unificado de su producción, ya que esta idea se encuentra en la génesis de su escritura y es condición de existencia de la misma. Balzac aspira a la totalidad, pero esa totalidad se construye conectando diversas partes. Es así que la "Comedia humana" no es otra cosa que la totalidad de las novelas que el escritor francés creó. Proyecto inconcluso, podemos decir, ya que las noventa y cuatro obras que constituyen su producción marcan el fin del mismo. El proyecto constaba, originalmente, de cien novelas conectadas entre sí formando un mundo, el mundo de Balzac, que no pudo ser terminado. El deseo, en Balzac, radica en lograr esa totalidad.

Balzac trabaja toda su obra con la idea del "mosaico", donde las partes van encastrándose unas a otras para formar la totalidad mediante la sincronización de lo múltiple y lo diverso, dando origen a la pluralidad sensible y psíquica que maneja el escritor. El mosaico se puede captar como un todo, o se puede apreciar sus partes. Como un todo debe leerse a Balzac, como una parte es como la leeremos nosotros; una parte de su obra es: Sarrasine.

Esta nouvelle articula de manera intrínseca los tópicos voz, cuerpo y deseo generando un desplazamiento hacia las ideas de "mosaico", fragmentación y ambigüedad. La relación relato marco - relato enmarcado (estructural en Sarrasine) realza esta ambigüedad y fragmentación desde el nivel narrativo hacia el nivel temático. "El marco era digno del retrato" dice el narrador en un momento, y con esto se dispara la relación entre los dos relatos.

Esta relación entre voz, cuerpo y deseo tiene como punto de partida la pasión; que es, evidentemente, el principio constructivo del texto. El deseo de Sarrasine por Zambinella es, en todo momento, la motivación de cuanta desventura se narra. Y, el deseo, es en el relato marco la condición de posibilidad de la segunda historia.

Sarrasine es una historia de desplazamientos, de fragmentación de los cuerpos y de los sentidos; se desplazan las voces y se confunden los cuerpos (voz-visión). Precisamente, la separación de estos sentidos es lo que lleva al fin trágico, a la muerte inevitable.

Lo característico de esta nouvelle es, entonces, el tratamiento fragmentado del cuerpo fragmentado. Y no sólo desde la figura del castrado sino, también, desde la representación realista del cuerpo. Según Friedrich: "ese arte de la expresión es visión directa o creación directa de personajes" [1]

Para Balzac el ser está hecho por partes y cada cual posee la totalidad de ser en sí ("mosaico"). Su obra muestra la estética del cuerpo fragmentado, donde las partes hacen al todo y tienen existencia propia, en el sentido de que son capaces, por sí solas, de expresar la vida de la cual surgieron. Para Balzac las partes del cuerpo están dotadas de sentido. Esto lo vemos en Sarrasine, donde las cejas de Marianina son "vigorosas", sus ojos "prometen para el futuro pasiones viriles e ideas generosas"; las miradas de Sarrasine "expresan amor" y las de Zambinella "revelan mucho más de lo que ella hubiese querido". Las piernas marcan compases, las manos nos muestran algo más que dedos y caros anillos. La descripción de los personajes se hace a través de fragmentos que los expresan. En este tipo de descripciones, lo que Balzac hace prevalecer es el rostro. Por ejemplo, en esta breve novela le dedica prácticamente una carilla entera a la descripción del rostro del viejo. Dentro del rostro, lo que marca a los personajes de manera vital son los ojos, las miradas.

Decíamos que la pasión de Sarrasine se despierta a partir de la voz por sobre la percepción de la belleza corporal: "Admiraba en ese momento la belleza ideal. (…) Cuando la Zambinella cantó aquello fue un delirio." Aquí está el error de percepción de Sarrasine al desviar hacia la voz toda su carga pasional: "¿Crees que puedes engañar al ojo de un artista?" dice, incrédulo, Sarrasine, cuando Zambinella le sugiere la posibilidad de no ser una mujer. Poco antes le decía "las orgías me estropean la voz" en su intento por ahuyentar y aplacar el deseo de Sarrasine.

Entonces, aquello que Sarrasine creía verdadero y no dudaba por tener "ojos de artistas" está siendo percibido erróneamente porque fue engendrado por medio de la audición que está separada, en este caso, de la visión. Ésta no puede equivocarse, pero aquella si. Zambinella parece querer remediar la confusión evadiendo la situación y le advierte sobre su voz que es el inicio de la equivocación. La voz de Zambinella, que tanto atrajo a Sarrasine, es, en su vejez "una voz chillona, suponiendo que fuese una voz" que espanta a la interlocutora del narrador, pero atrae a Marianina y a Filippo. Ese cuerpo que antes fue bello ahora es espectral, fantasmal; sólo aparece al escuchar la bella voz de Marianina. La voz es también un fragmento de ese "todo" que es el cuerpo. Un fragmento que expresa por sí mismo la totalidad del ser; ya lo dice Sarrasine en un diálogo con Zambinella "esa voz de ángel, esa voz delicada, habría sido un contrasentido si hubiese salido de otro cuerpo que no sea el tuyo"

El cuerpo de la Zambinella presenta una ambigüedad, no sólo desde lo sexual (la castración) sino también desde la representación. Dice Barthes: "el sujeto [Sarrasine] sólo conoce el cuerpo femenino en forma de división y diseminación de objetos parciales: una pierna , un pecho, un hombro, un cuello, unas manos. El objeto que se ofrece al amor de Sarrasine es la mujer cortada en pedazos. La mujer dividida, separada, no es más que una especie de diccionario de objetos-fetiches." Está percepción fetichista que tiene Sarrasine de la mujer fragmentada es destruida al enterarse del verdadero sexo de la Zambinella y con el intento de destruir la estatua está buscando despedazar ese cuerpo que había construido en unidad para convertirlo nuevamente en objeto, en parte.

En Sarrasine el deseo lleva a la desesperación, a la muerte, al fracaso. Sarrasine muere a causa de su deseo, la mujer que tenía "un vivo deseo de conocer ese secreto" termina, al escuchar la historia, "asqueada de la vida y de las pasiones por mucho tiempo". El propio narrador, que desea a esa mujer, no logra conquistarla. El deseo es inaccesible. Zambinella dice: "Estoy condenada a comprender la felicidad, a sentirla, a desearla, y, como tantas otras, obligada a verla huir de mí en todo momento".

Esto, que bien se puede tomar como consecuencia de la castración, también debe tomarse dentro del mundo de Balzac como la inasibilidad del deseo, del placer prolongado, en una sociedad en decadencia como define Balzac a la sociedad burguesa consumista. En esta vida, es esta sociedad, el deseo es una utopía, como terminó siendo para el propio Balzac, al que la muerte le impidió concluir su "Comedia Humana".

Friedrich nos dice en el artículo anteriormente citado: "Los hombres de Balzac sucumben a la época en la que nacieron, porque la época es un foco ponzoñoso que contagia a todo el que vive en su proximidad...".

Entonces, a modo de conclusión, la novela desplaza y fragmenta la percepción a causa de la pasión y el deseo que embriaga (como repite varias no sólo en el relato enmarcado sino también en el relato marco) los sentidos y esto conduce al error, a la tragedia y a la decepción. El narrador que intenta acercarse a su interlocutora sólo logra un alejamiento. Sarrasine, la muerte.

 

 

 

Notas:

[1] Friedrich, H; "Balzac", Tres clásicos de la novela francesa; Pág. 128

 

 


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