GUARACHA DEL MACHO CAMACHO
de Luis Rafael Sánchez
Por Leonardo Candiano
La aparición, en 1976, de La guaracha del macho Camacho fue todo un acontecimiento para la literatura de Puerto Rico en particular y la de la América caribeña en general. Se transformó rápidamente en uno de los textos más importantes de la isla aún siendo una novela de ruptura total con respecto a la tradición literaria de ese país, lo cual la hacía, según la crítica, una novela inentendible.
La guaracha... es un texto de quiebre tanto en el aspecto discursivo como en el sintáctico, el temático y el estructural. Luis Rafael Sánchez, su autor, cuenta desde otro lugar, se aleja del compromiso sartreano bajo el que se orientaba la literatura de su país hasta ese momento y cuyos máximos exponentes eran René Marqués, Pedro Juan Soto y José Luis González, parte de la llamada generación del 45´.
Al narrar desde otro ámbito, Sánchez lo hace de una manera diferente, innovadora. Arma su relato utilizando elementos de géneros no narrativos, principalmente el teatro, el cine y la televisión; mezclándolos con componentes puramente literarios. Quiebra la narración organizada, lógica, creando un relato discontinuo, fragmentado. Dentro de él, Sánchez inventa palabras, las mezcla formando nuevas, deja frases inconclusas, repite hasta el hartazgo párrafos enteros, altera constantemente la regularidad del relato alejándolo de la estructuración realista y, lo cual es prácticamente inédito en Puerto Rico, poniendo énfasis en la oralidad como reivindicación de la nacionalidad, introduciendo el discurso de las minorías en la literatura.
Sánchez exacerba la figura del narrador. El narrador dentro del texto es un personaje más, es activo, se mete por todos lados, habla, reta, condena a los otros personajes e intenta que el lector actúe de la misma forma.
Pero esta novela fragmentada guarda en su interior una clara continuidad, dada, por un lado, a través de la música, y por el otro, porque Sánchez siempre se encarga en el texto de retomar lo que había dejado inconcluso páginas atrás, creando una especie de circularidad en el relato que no es común en el género novelesco. Forma una continuidad discontinua, no lineal. Llegamos a la conclusión de que todo fue pensado con gran detalle, cada palabra, cada frase, ocupa su posición correspondiente no por azar sino por premeditación.
Sánchez nos dice, en otro de sus escritos, que la palabra es una zona de combate Y él la usa para combatir. Le dice no al inglés, pero al mismo tiempo desmistifica el español como manera de enfrentarse al imperio norteamericano, tal era la constante en sus antecesores. Utiliza nuevas formas de expresión, rompe con los límites narrativos y lingüísticos, deforma el lenguaje español lo más que puede dejando en claro que no pretende utilizar el hispanismo convencional para hablar de las cosas que pasan en Puerto Rico ya que el español también es un idioma colonizador; se basa, como dije antes, en la oralidad de las clases populares, en el regionalismo y en su propia inventiva para luchar contra el gran imperio sin claudicarle a los antiguos colonizadores.
Si la palabra es la zona de combate, Luis Rafael Sánchez penetra allí para enfrentarse no sólo a los imperios sino también a la tradición literaria, a la forma de expresarse, a lo que se narra, a la continuidad realista. El realismo, para ser realismo, debe comenzar diciendo que es pura ficción y no la realidad.
No utiliza la literatura meramente como crítica social, como herramienta para enfrentar a los Estados Unidos[1] sino que emplea nuevos procedimientos literarios (y los muestra) para combatir a esa literatura nacional que copia lo que viene de afuera en vez de observar la cultura propia. No reniega de lo extranjero, en La guaracha... continuamente aparecen datos que refieren a la literatura extranjera, pero pone énfasis en lo popular, en la cultura de su país. Deja a Sartre un poco de lado y no porque reñegue del filósofo francés sino para oír los discursos de su pueblo y hacer literatura a través de ellos. Según Luis Rafael Sánchez la literatura puertorriqueña debe tener sus bases en Puerto Rico.
La narración de La guaracha del macho Camacho no avanza, recorre lugares donde el tiempo no transcurre, o parece no transcurrir, el texto se deja llevar por la inacción. Y por la espera. Es la espera del senador y de su hijo Benny en la carretera, es la espera de la amante del senador en el apartamento, la de la esposa, Graciela de Montefrío, en la clínica. Es la espera de un país que no es tal, por un futuro que nunca llega. Es la metáfora de la Ferrari traída de los Estados Unidos y conducida por Benny atropellando y esparciendo las tripas del niño puertorriqueño. Es la clase dominante junto al imperio contra los oprimidos. La muerte de los pobres sin que ello le mueva un pelo a los poderosos.
Y en medio de todo esto, un hilo conductor que recorre el relato entero: La Guaracha del macho Camacho La vida es una cosa fenomenal. La música, el ritmo popular de Puerto Rico, como medio de comunicación y enlace entre las distintas clases sociales. El propio senador se sorprende a si mismo cantando la guaracha, su hijo la escucha desde la Ferrari, a ninguno de los dos se le ocurre jamás apagar la radio o cambiar de dial, se quejan de la guaracha, la desacreditan por pertenecer a las clases bajas, pero la oyen y se dejan llevar por ella.
La guaracha del macho Camacho es lo que los une a los puertorriqueños, casi lo único por lo que pueden considerarse parte de una misma nación teniendo intereses tan disímiles y viviendo de maneras tan diferentes; unos ostentando, otros mendigando.
No se puede dejar de ver en la literatura de Sánchez, al quitarle al lector su pasividad y la ilusión del realismo soviético, una cierta influencia brechtiana. El escritor puertorriqueño nos saca de la comodidad y nos hace pensar, nos hace partícipes de su obra.
Bertold Brecht lo hacía desde las tablas de los teatros populares europeos, dirigiendo y con un fin bien preciso, crear conciencia. Sánchez lo hace desde la tinta y el papel, barriendo con el canon existente y como enfrentamiento a esa idea de nación que se basa en la total defensa del lenguaje del primer colonizador para luchar contra el segundo. Es claro también que es menos explícito que Brecht en lo que respecta a la temática de sus obras, pero la idea de desilusionar al lector, mostrándole la verdad, o sea, la creación artística como tal, es una constante en La guaracha.
Partiendo siempre de la cultura de Puerto Rico, nos muestra, mediante continuas dislocaciones literarias, la ficción. Nos deja sin la fantasía que nos daba el realismo, quitándonos la utópica noción de que una obra es la realidad en lugar de ser una mediación que representa sólo algunos aspectos de ella.
Encontramos también en la obra de Sánchez, una variación notable en cuanto a la estética de la novela; los juegos verbales y la cacofonía se enfrentan al solemne hispanismo, a la armonía del lenguaje literario; La guaracha del macho Camacho suena mal, bien mal, es otro el criterio estético que maneja Sánchez y con el que combate a los literatos de su país, que, según expresa en No llores por nosotros Puerto Rico, se dividen en: ... aduaneros del canon y la norma, que pretenden dictaminar cual obra es novela y cual drama...; y en ... mártires del dogma, que pretenden dictaminar cual literatura es patriótica y cual reaccionaria, cual literatura procede reconocer y cual rechazar. La desolemnización lingüística y estructural del texto arrasa con cualquier gravedad del género discursivo y con la estética predominante, se rebela ante todo y ante todos, nos demuestra que existe la posibilidad de hacer algo distinto, que se puede escribir por fuera de los cánones y las tradiciones.
Sánchez es un escritor revolucionario para Puerto Rico, en el sentido que le da a esa frase René Marqués: el escritor, como tal, sólo es revolucionario si trae una revolución -es decir, una fundamental innovación- a la creación literaria. [2], esto es precisamente lo que trae consigo La guaracha... el escritor percibe, descubre, expone, denuncia contradicciones y problemas -contradicciones y problemas que generalmente han pasado inadvertidos para los demás- pero no da soluciones. [3]. La solución no la tiene la literatura, sino la lucha de clases. Sánchez nos dice lo mismo al contarnos porqué escribió la guaracha: Quise que La guaracha del macho Camacho diera un poco de aplacamiento a nuestros males con un soneo despertador...[4]
La ruptura ante los cánones se manifiesta en cada frase de La guaracha del macho Camacho. La rebeldía practicada en la sintaxis de la novela nos deja un pensamiento dando vueltas en nuestras cabezas; la literatura es algo vivo, imposible de contener rígidamente entre ciertos límites; siempre se puede ir más allá porque la imaginación es capaz de saltar cualquier barrera.
Notas
[1] país del cual aún hoy Puerto Rico es una colonia disfrazada bajo el coqueto rótulo de Estado libre asociado. No posee ejército propio ni presidente; sus habitantes eligen sólo gobernadores y algo así como concejales, son cuidados por los marines y por las leyes que vota el senado norteamericano, donde tienen algún que otro representante.
[2] Marqués, René; El puertorriqueño dócil y otros ensayos, La función del escritor puertorriqueño en el momento actual, pag. 225, Editorial Antillana, 1993.
[3] Op. Cit., pag. 224
[4] Sánchez, Luis Rafael; No llores por nosotros Puerto Rico, Reencuentro con un texto propio.