CUANDO SEA GRANDE

por Raimundo Sagris

 

 

 

Otra vez llueve. Igual que ayer. Aunque la lluvia de hoy molesta un poco más, tal vez porque me esté mojando.

¡Mirá el viejo como corre para cruzar la calle! Como si del otro lado hubiera sol… en realidad, todos corren, con lluvia o sin lluvia nadie para, ni un ratito, ni siquiera para mirarnos.

A ver hermanita, correte un cachito que se me está…, ¡puta che!, otra vez te dormiste; bueno, mejor, cuando uno está dormido no piensa, sueña, y los sueños, cuando uno duerme, son realidad; son tan reales como el agua que está cayendo del cielo.

¿Sabés? A veces creo que llueve porque los viejos están triste cuando nos miran, ¿o será que no nos pueden ver y por eso lloran? No sé.

¿Te acordás el otro día? Te despertaste y pensaste que estabas en casa, como cuando éramos chicos, cuando mamá todavía nos hacía la leche, cuando los tipos se paraban en la calle para mirarnos.

¿¡Y el día que te despertaste creyendo que eras maestra!? Estuviste toda la mañana repitiendo la tabla del dos, dos por dos: cuatro; dos por tres: seis; dos por cuatro: ocho; dos por cinco… bueno, no importa; hasta un delantal que encontraste tirado te pusiste encima, estuviste una semana para sacártelo, una semana haciéndote la maestra. Me contabas que los pibes en el patio se peleaban por la pelota de trapo, se peleaban en un patio enorme, con árboles en el medio y en uno de los costados, atrás de los árboles, había calesitas, toboganes, como en la plaza. Me decías que la pizarra era verde, que hacías dibujos enormes con tizas de colores, que te quedaban todos los dedos manchados…; pero al final te pusiste a llorar, no fue a propósito, me daba bronca, tenía mucha bronca de que vos pudieras soñar despierta y yo no, por eso te dije la verdad, no fue para lastimarte, fue de bronca nomás, por eso te dije que para ser maestra tenés que ir a la escuela.

Después me arrepentí, por eso ahora no te despierto, soñá hermanita, soñá, así no te das cuenta de toda el agua que está cayendo.

Ni los perros se acercan, todo el mundo está apurado, aunque los que pasan en coche no se mojen, igual no paran, che, no paran; pero no importa, yo no tengo apuro, yo sé que mi día va a llegar, yo sé que falta poco hermanita, va a llegar; solamente tengo que crecer un cachito y ya vas ver, vas a ver que esta lluvia no nos va a mojar más.

Hasta te voy a comprar ese vestidito rojo, el de los lunares, el que tanto te gusta. Aunque la mina esa era una hija de puta, no nos tenía que haber echado como nos echó, si vos no le hiciste nada, lo único que el pediste fue probarte el vestido un ratito, si era un ratito nomás, yo no sé qué le jodía, pero nos echó mal. Ya vas a ver hermanita, cuando sea grande nadie nos va a echar, nos van a respetar por todo lo que no nos respetan ahora.

Acordate hermanita, acordate, a mi me van a respetar, mi foto va a salir en los diarios, en las revistas, voy a ser conocido por todos, como Ernesto, ¿te acordás? El que nos traía comida. Yo voy a ser como él, y voy a mirar a todo el mundo a los ojos, no voy a tener nada que ocultar, voy a mirar a todos los que hoy no nos miran y van a agachar la cabeza, se van a arrepentir, se van a arrepentir de no habernos mirado.

Vas a ver hermanita, vas a ver, a mi me van a respetar, acordate, porque yo, cuando sea grande, sabés, cuando yo sea grande voy a ser chorro.

 

 

 


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