¡Oh José! que los coros celestiales celebren
tus grandezas,
que los cantos de todos los cristianos hagan resonar sus
alabanzas.
Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una casta alianza
a
la Augusta Virgen.
Cuando, dominado por la duda y la ansiedad,
te asombras del estado en que se halla tu esposa
un Ángel viene a decirte que
el Hijo que Ella ha concebido
es del Espíritu Santo.
El Señor ha nacido, y le estrechas en tus
brazos;
partes con El hacia las lejanas playas de Egipto;
después de
haberle perdido en Jerusalén, le encuentras de nuevo; así tus gozos van
mezclados con lágrimas.
Otros son glorificados después de una santa
muerte,
y los que han merecido la palma son recibidos en el seno de la gloria;
pero tú, por un admirable destino, semejante a los Santos, y aún más dichoso,
disfrutas ya en esta vida de la presencia de Dios.
¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces,
concédenos el perdón;
que los méritos de José nos ayuden a subir al cielo,
para que nos sea dado cantar para siempre el cántico de acción de gracias y de
felicidad. Amén.
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