MEDITACIÓN PARA CADA DÍA
DÍA 29
I Si pródiga se ha mostrado conmigo .la mano de Dios en el orden natural, no se lo ha mostrado menos en el orden de la gracia, o sea, el de los medios sobrenaturales que me ha concedido por mi justificación y para mi salvación eterna. En el centro de su Iglesia me ha hecho nacer como un hermoso jardín que riegan caudalosos ríos y fecundan a todas horas abundantes lluvias. El Bautismo con que me inició en la vida sobrenatural, los demás Sacramentos con que ella me robustece y sustenta, los santos ejemplos que para estímulo mío me hace admirar de continuo en rede dor, la voz de sus ministros, la enseñanza de los buenos libros, los secretos toques con que ora despierta, ora aviva, ora quizá hasta resucita mi corazón, ¿qué son sino ligera historia de los admirables beneficios con que me va conduciendo su mano desde la cuna hasta la eternidad? Si fijo mi consideración en lo que ha sido hasta aquí mi vida; si me detengo en reflexionar sobre las causas que en cualquier período de ella han influido en mis determinaciones para que fuere hoy lo que soy y no lo que por desgracia son otros desventurados, ¿no me hallo en todos mis pasos objeto de una tierna y amorosa solicitud de mi buen Dios? Aquella palabra que me hizo saludable impresión, aquella página que me hirió el alma, aquel ejemplo que me alumbró de repente con vivos resplandores, ¿quién los disponía y hacía aparecer en mitad de mi camino, sino la Providencia admirable de mi Dios que velaba por mí, como madre tiernísima por el hijo que lleva en brazos? ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! A Vos debo el manantial de estas gracias sinnúmero ni medida, que sobre mi mal ha derramado la divina misericordia. Vuestras son, porque Vos nos las habéis merecido, y proporcionado, porque es vuestro el conducto por donde a su vez vuelen al Padre celestial los afectos de mi pobre corazón. Medítese unos minutos. II No hay minuto de mi vida en que no tenga algo que agradecer a la infinita bondad y misericordia de mi Dios en orden a la gracia. Más fácil fuera contar las estrellas que tachonan el cielo en una noche serena, o las gotas de rocío que esmaltan el prado en una fresca mañana de abril, que reducir a cifra las ilustraciones superiores con que esclarece Dios constantemente la noche de mi vida, o las gotas de rocío celestial con que ablanda y fecundiza la aridez de mi corazón. La habitual distracción en que vivo y lo limitado de mi inteligencia, no me permiten sondear como quisiera esos misterios de la operación de Dios en mi alma por medio de la gracia multiforme; conocimiento completo de ella no la tendré sino a la luz de la gloria en la eternidad feliz. Hoy sólo puedo imperfectamente rastrearlos; pero aun así, bástame sólo mediana consideración de ellos, para que me confundan su inconmensurable riqueza, su magnífica variedad, su poderosa eficacia. El estudio atento de mí mismo en una sola de mis tentaciones a que haya felizmente resistido, me prestaría materia para incesantes alabanzas a Dios. ¡y son tantas en el decurso del día, del mes, del año, de la vida, son tantas esas crisis por que ha pasado mi salvación eterna, crisis que ha venido a resolver a favor mío una ayuda en quien entonces tal vez ni siquiera pensaba! ¡Ah! La eternidad misma no me parece bastante para agradecerte dignamente tales muestras de amor de mi buen Dios. Vos podéis, Corazón Divino de mi amante Jesús, llenar cumplidamente en mi nombre esta obligación sagrada. A Vos escojo para que paguéis por mí esta deuda de reconocimiento. Tomad Vos, Jesús mío, los votos de mi alma y presentadlos al Eterno Padre en unión del eterno himno de gracias que en gloria suya le canta vuestro adorable Corazón. Medítese, y pídase la gracia particular. |