San Donato obispo de Arezzo, en Toscana,
nació en Nicomedia de Bitinia (hoy Isnikmid) y se trasladó con sus
padres a Roma, siendo todavía de corta edad. Fue encomendada su educación
a un santo sacerdote llamado Pigmenio. Era entonces emperador de Roma,
Diocleciano, quien ordenó una dura persecución de los cristianos. Sus
padres y su maestro lo enviaron a Arezzo, donde la persecución no era
tan enconada, mientras ellos se quedaron en Roma, donde sufrieron
martirio. En Arezzo, Donato se puso bajo la dirección del clérigo San
Hilarino. Admirado San Sátiro, obispo de la ciudad, de las cualidades
de Donato, le ordenó sacerdote y le encomendó la predicación del
Evangelio. Día a día iba creciendo la fama de elocuencia y santidad de
Donato, quien a la muerte del obispo, fue designado por el Papa San
Julio, el año 346, para ocupar aquella sede episcopal, con gran alegría
de los fieles y del clero. Según cuentan San Gregorio Magno y San
Antonio de Florencia, era tal su fe que Dios obró a través de él
importantes milagros por el bien de sus fieles. En la persecución de
Juliano el Apóstata fue prendido Donato por el prefecto de Arezzo
quien, ante la imposibilidad de hacerle abjurar de su fe, mandó
decapitarlo. Fue en el año 372, el decimosexto de su episcopado.
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