13 de agosto
SAN JUAN BERCHMANS, (*)
Confesor
El purísimo y angelical mancebo san Juan
Berchmans, vivo retrato de las Reglas de la Compañía de Jesús, fue natural de
Diest, en el ducado de Brabante, y nació en el día de sábado, con sagrado a la Virgen santísima, con quien tuvo toda su vida muy tierna y regalada devoción.
Madrugaba ya desde niño para oír muy de mañana dos o tres misas
antes de ir a la escuela; y acostábase a veces muy tarde para meditar en el
silencio de la no che la sagrada pasión de Jesucristo. Cuando se confesó
para comulgar la vez primera, halló el confesor tan limpia su conciencia, que apenas supo de
qué poderle absolver. En su vida y costumbres parecía un ángel, y
por tal era tenido; y con este nombre le llamaban. Rogó a sus padres que, a pesar de su
pobreza, no le estorbasen el seguir la carrera de la Iglesia, a
la que Dios le llamaba y así se concertaron con un canónigo de Malinas, que le
serviría en su
casa, y aprendería al mismo tiempo las letras humanas en el colegio de la
Compañía. Ponía gran cuidado en imitar las acciones y ejemplos de san Luis Gonzaga; hizo, como él, voto de perpetua
virginidad a gloria de la sacratísima Virgen; y con su compostura
refrenaba a sus compañeros, de tal manera, que ninguno osaba a su vista
desmandarse. Mas ¿quién podrá decir la suavísima fragancia y hermosura de sus
virtudes, cuando se trasplantaron, como
flores del cielo, de los eriales del siglo al paraíso de la religión? Entró
Juan en la Compañía a la edad de diez y siete años, y así en el noviciado,
como después en los colegios, vivió con tan grande ejemplo y opinión de
santidad, que a los que habían conocido a san Luis Gonzaga, les parecía haberlo recobrado en la
persona de nuestro santo mancebo. No puso con todo la perfección. de su
santidad en asombrosas penitencias: su gran penitencia, decía que
había de ser la fiel observancia de las reglas de la Compañía, sin
apartarse de la vida común; y esto cumplió tan perfectamente,
que jamás pudieron sus superiores y compañeros notar cosa
de que poderle avisar; y él mismo tenía escrito entre sus propósitos que antes quisiera morir que
quebrantar deliberadamente cualquier regla de la Compañía por mínima
que fuese. Habíase obligado con voto a defender la inmaculada Concepción de
María, y como hijo de tal Madre, guardaba tan rara modestia, que por sólo
ver su semblante hermosísimo y modestísimo acudían muchos a la iglesia del
Colegio Romano. Nunca quiso levantar los ojos para mirar muchas cosas dignas de
ser vistas que hay en Roma, y algunos que habían pro curado saber de que
color los tenía, nunca lo pudieron saber. Enseñaba con gracia sin igual
la doctrina a los pobres y rogaba a los superiores que le mandasen a la misión
de la China, para alumbrar a aquellos infieles y derramar si pudiese la sangre por Cristo. Mas no
era la patria de este ángel la tierra, sino, el cielo; y así a la edad
de sólo veintidos años, abrazado con el santo crucifijo, el rosario y el librito de las reglas
de la Compañía, entregó su alma purísima al Creador.
REFLEXIÓN Hallamos también escrito en el libro de los propósitos de este santo mancebo: «Aborreceré cualquier imperfección, que pueda menoscabar, la castidad. Tomen, pues, los jóvenes por ejemplo el de este santísimo mancebo, el, cual es especialísimo abogado contra las tentaciones sensual es. ORACIÓN Rogámoste, Señor, que concedas a tus siervos la gracia de saber imitar los ejemplos de aquélla inocencia y fidelidad en tu divino servicio, con los cuales el angélico joven Juan Berchmans, te consagró la flor de su edad. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. |