Vete al Señor mismo, al mismo con quien
la familia descansa,
y llama con
tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir.
Se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: No será
El
como el amigo de
la parábola: está
deseando dar.
(San Agustín:
Sermón 105). Los
gemelos Floro y Lauro eran aprendices de escultores y Proclo y Máximo sus
maestros. Dejando Bizancio, su ciudad natal se establecieron en la región
de la Dardania, en Ulpiano, donde ejercían su arte.
Fueron llamados por Licinio para la construcción de un
templo a los dioses paganos; un día, Alejandro, hijo de Anastasio,
sacerdote pagano, mientras asistía a la construcción, fortuitamente fue
golpeado en un ojo. Floro y Lauro instruyeron a Alejandro en la fe de
Cristo cuando éste se convirtió al cristianismo, los Santos obraron el
milagro de devolverle la vista al ojo enfermo. Tal fue la admiración del
padre por el prodigio, que también él se convirtió. Terminada la
construcción del templo, Floro y Lauro, reunidos con los cristianos del
lugar, entraron al templo con velas encendidas, portando en andas la Cruz.
Enterado Licinio de este hecho, les propuso perdonarlos, siempre que
hicieran sacrificios a los dioses. Habiendo obtenido como respuesta una
enérgica negativa, los Santos fueron flagelados, quedando su sangre
esparcida por todo el piso, y luego ahogados en un
pozo
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