San Felipe, muy joven aún, exhortó un día
a su madre a que diese limosna a los servitas. Una vez que terminó sus estudios,
tomó el hábito de esta Orden y recorrió Europa y una parte de Asia,
obran do
a su paso numerosas conversiones y estableciendo en todas partes cofradías en
honor de Nuestra Señora de los Siete Dolores. A la muerte de Clemente IV,
sabiendo que los cardenales pensaban elevarlo al solio de San Pedro, huyó a
las montañas y allí permaneció escondido hasta la elección de Gregorio X.
Murió en Siena, en el año 1285, abrazando el crucifijo que él llamaba su
libro.
MEDITACIÓN
SOBRE EL CONOCIMIENTO
DE SÍ MISMO
I. Pocas personas se conocen, porque pocos estudian su interior. Y sin embargo el conocimiento de sí mismo es el más
importante de todos los que se pueden adquirir. Mira, pues, hoy, al pie de tu
crucifijo, lo que eres en el fondo de tu alma. ¿Qué bien has hecho? ¿Qué
pecados has cometido? ¿Qué virtudes has practicado? ¿Qué defecto domina en ti? Examina
con cuidado todas estas cosas.
II. Tienes buena opinión de ti mismo porque
crees fácilmente a los que elogian tus virtudes. Una falsa apariencia puede
engañar a los hombres; pero Dios, que escruta los corazones, no puede ser engañado. Además, comparas tu vida con la de los im píos, y te tienes por santo,
porque no eres autor de crímenes monstruosos. Examina el fondo de tu con
ciencia, compara tu vida con la de los santos, y te resultará fácil la
humildad. Muchas cosas se conocen y uno se ignora, se examina a los otros y se
tiene miedo de mirarse a uno mismo.
III. Ve lo que Dios aprueba o desaprueba
en ti. Esas brillantes cualidades que te atraen la atención de los hombres, tal
vez te hacen incurrir en la des gracia de Dios. ¿Trabajas únicamente por amor
a Dios? ¿Cumples tus deberes de estado? ¿Juzgas tú mismo de tus acciones como
juzgarías las de otro, sin prevención y sin amor propio? Colócate frente a
ti mismo como si estuvieras frente a otro, y llora sobre ti mismo. (San
Bernardo).
La penitencia
Orad por los pecadores.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis proporcionado un modelo
admirable de humildad en la persona del bienaventu rado Felipe, vuestro
confesor, concedednos la gracia de despreciar como él los bienes de la
tierra para no aspirar sino a las cosas del cielo. Por J. C. N. S. Amén.
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