San Agustín, hijo de un pagano de
Numidia, que se
convirtió al final de su vida, enseñó primero brillantemente retórica en
Cartago, Roma y Milán, don de la lectura de un pasaje de San Pablo lo convirtió
y donde San Ambrosio lo bautizó. De vuelta a África, después de haber
perdido a Santa Mónica, su madre, en Ostia, retiróse a la soledad, y después
fue ordenado sacerdote y llegó a ser obispo de Hipona. Entró en
correspondencia con San Jerónimo y fue el azote de los herejes. Toda su vida
lloró su juventud hasta humillarse por ella en el libro de las Confesiones.
Su poderoso genio y su maravillosa ciencia brillan sobre todo en su célebre
obra la Ciudad de Dios. Murió en su ciudad episcopal cercada por los vándalos,
en el año 430, a la edad de 75 años.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN AGUSTÍN
I. Este gran santo resistió hasta la edad
de 32 años las inspiraciones de la divina gracia. ¿Acaso yo mismo no he
resistido a la gracia? ¿Cómo pasé yo mi juventud? ¿He comenzado por fin a
amar a Dios con amor profundo y sincero? ¡Cuántas veces he endurecido mi alma y he menospreciado el llamado del Señor!
Comencemos a darnos a Dios. Ah Señor, tarde te amé, hermosura tan antigua
y tan nueva, tarde te amé. (San Agustín).
II. San Agustín,
primero pecador y hereje, llegó a ser después un gran santo; renunció a sus
errores y fue durante todo el resto de su vida, el hijo dócil de aquélla
gracia que había perseguido. ¿A qué se debe que no imite yo a San Agustín
en su penitencia, ya que lo imité en sus desórdenes? ¿Qué he de esperar de
los afanes que me tomo por lucir en el mundo? Habré de morir y abandonar esos
honores y esas riquezas; y ¿en qué pararé si no estoy en estado de gracia
cuando Dios me llame para dar cuenta de mi vida? ¿A qué fin tienden todos
nuestros trabajos? ¿Qué buscamos? (San Agustín).
III. San Agustín fue el doctor de la
gracia; la defendió contra los herejes, explicó su naturaleza y descubrió sus
maravillosos efectos. Enseña tú a los demás por qué medios podrán recuperar
la gracia de Dios: trabaja en la conversión de los peca dores. Sé tú, a
tu vez, discípulo de la gracia, si no puedes ser su doctor; estudia los
movimientos que imprime a tu corazón, escucha lo que ella te inspira, obedécela
fielmente. Si no haces a la gracia inútil en ti, producirá frutos
abundantes. (Orígenes).
El deseo de la conversión
Orad por las órdenes religiosas.
ORACIÓN
Dios omnipotente, escuchad benigno
nuestras súplicas y puesto que os servís permitirnos esperar en vuestra
bondad, dignaos, por la intercesión del bienaventurado Agustín, vuestro
confesor pontífice, derramar sobre nosotros la abundancia de vuestra
inagotable misericordia. Por J. C. N. S. Amén.
|