5 de septiembre

SANTOS RÓMULO, EUDOXIO,
ZENÓN, MACARIO Y
1104 COMPAÑEROS,(*)
Mártires

A

   El fortísimo soldado de Cristo San Rómulo, era mayordomo del emperador Trajano y servíale con tanta fidelidad y diligencia que mereció gozar de toda su confianza. Enviado en cierta ocasión por el emperador a las Galias, para que se enterase por sí mismo del estado de las legiones que allí tenía, y obligase a todos los soldados a sacrificar a los dioses, cumplió su encargo Rómulo con toda lealtad. y celo; mas ni con promesas, ni con amenazas logró vencer la resistencia de muchos soldados que eran cristianos; a todo estaban dispuestos antes que a hacer aquel sacrificio abominable. Era capitán de aquellas tropas Eudoxio, ciudadano romano no menos fiel a la ley de Cristo que al emperador, el cual le había ennoblecido con las más altas condecoraciones del imperio; mas no fue todo esto bastante para que obedeciese a sus impías órdenes y desobedeciese a las del verdadero Dios. Así que llegó a los oídos del tirano la obstinación de aquellas tropas, mandó que fuesen trasladadas desde las Galias a Melitina de Armenia, y que en el viaje les hiciesen padecer grandes fatigas y malos tratamientos: los cuales sufrieron aquellos soldados de Cristo, con tan maravillosa fortaleza, que espantado de ella el mismo Rómulo que les afligía, abrió los ojos a la fe arrepintiéndose de lo lo que había hecho.  Presentándose ante el emperador, le confesó que también él era cristiano, y que todo lo menospreciaba y tenía en poco a trueque de vivir y morir como siervo de Cristo. Enojóse sobremanera el emperador al oír la confesión de su mayordomo; y en castigo de su desacato, que por tal lo tenía, mandó que le cortasen la cabeza y así se ejecutó. Tampoco quiso el Señor que perdiesen la corona aquellos invictos soldados, que habían comenzado ya a ganarla negándose a sacrificar a los ídolos, como Rómulo, siendo gentil, les había mandado; y así algunos años después, en tiempo del emperador Maximiano, enviáronse nuevas órdenes al prefecto de Melitina para que obligara a todos los soldados de su guarnición a que adorasen los dioses del imperio, condenando a muerte a cuantos se resistiesen a obedecer al mandato imperial. Entonces Eudoxio, que era como se ha dicho capitán de aquélla legión, respondió que sus soldados cristianos de ninguna manera se contaminarían con aquélla sacrílega idolatría, y luego les hizo una fervorosa exhortación diciéndoles que pues tenían valor, como buenos soldados, para morir en un combate por la esperanza de una victoria incierta y de una recompensa temporal, ¡cuánto más animosos habían de estar para dar la vida por Jesucristo, sabiendo que alcanzaban seguramente mucho más esclarecida victoria, y una recompensa perdurable! Esforzados con estas palabras y precedidos por Eudoxio, Zenón y Macario, ofrecieron todos alegremente su cerviz al cuchillo, y en número de mil ciento cuatro, recibieron en un mismo día mismo la corona de su confesión, y la palma gloriosa del martirio.

REFLEXIÓN

   Mírense en este ilustre ejemplo de fidelidad a Cristo señaladamente los militares cristianos; y ya que como buenos soldados muestran su valor arrostrando cualquier peligro de muerte, no quieran faltar por cosa del mundo a la lealtad que deben a su divino Capitán, Rey y Señor Jesucristo; a quien todos deben servir fielmente, y en cuta honra hemos de vivir y morir para alcanzar la corona de los cielos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que concedes la gracia de celebrar la fiesta de tus bienaventurados mártires Rómulo, Eudoxio, Zenón, Macario y demás compañeros de su martirio; otórganos también la dicha de poder gozar con ellos de la alegría y eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

    

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